Santa Bárbara de Nicomedia

 

                                                          Virgen.  Mártir. 306.

No hay referencias a Santa Bárbara contenidas en las primeras autoridades históricas de la antigua cristiandad, ni tampoco aparece su nombre en la revisión del martirologio de San Jerónimo. La veneración a esta santa era común, aun así, desde el siglo VII.

En cuanto a su lugar de nacimiento alrededor del siglo III, se señalan por lo menos dos lugares de nacimiento distintos. Por un lado, mientras unos afirman que habría nacido en Nicomedia cerca del mar de Mármara actual Turquía, otros indican que nació en Baalbek también conocida como Heliópolis de Fenicia, actual Líbano.

Bárbara era la hija de un rico pagano llamado Dióscoro. Vivían en Heliópolis en Fenicia (al norte de Tierra Santa). Fue cuidadosamente protegida por su padre, quien le mantuvo encerrada en una torre, a fin de protegerla del mundo exterior. Estando sola, la joven Bárbara se consolaba sentada al lado de la ventana de su torre mirando con fascinación la belleza de los alrededores. A ella le gustaba ver la vista de las colinas que desaparecían a lo lejos, el suave verde de los valles, la blancura de las nubes que se desplazaban sobre el celeste firmamento, el aroma de las flores del campo y de la hierba. Cuando oscurecía, ver como miríadas de estrellas, una detrás de otra, se encendían sobre el oscurecido cielo. El alma joven de Bárbara tenía un gran deseo de conocer al Creador de esta divina belleza. Las contestaciones de sus educadores paganos no la satisfacían y después de pensar mucho, Bárbara llegó a la conclusión de que debe ser un Creador bueno, con profunda sabiduría y todopoderoso quien creó todo y a todo le dio vida. A Él, quiso conocer Bárbara.

Cuando Bárbara llegó a la mayoría de edad, su padre decidió casarla. Empezaron a visitarla muchos pretendientes, pero ella los rechazaba, utilizando diferentes argumentos. Entonces, el padre pensó que ella se hizo insociable porque estaba encerrada mucho tiempo y le permitió salir de la casa y conocer gente. Dios hizo que Bárbara conozca a los jóvenes cristianos y ellos le contaron sobre Dios Creador y sobre Cristo Salvador. Ella, con su sensible alma entendió que finalmente encontró lo que buscaba desde hacía tiempo. Se hizo cristiana y se bautizó a escondidas de su padre.

Antes de partir en un viaje, su padre ordenó que se erigiera un baño para el uso de ella cerca de su casa, y durante su ausencia, Bárbara hizo poner en él tres ventanas, como un símbolo de la Santísima Trinidad, en vez de las dos planeadas originalmente.



Enfurecido Dioscórides que así se llamaba su padre, quiso matarla con su espada, pero Bárbara huyó. Dioscórides la encontró recién al día siguiente y la dejó encerrada durante varios días sin comida. Después, entregó a Bárbara al intendente de la ciudad Martiano como cristiana y dijo: "Haga con ella lo que quieras. Yo no quiero saber nada con ella".

Seducido con la belleza de la joven, Martiano trató al principio de convencerla con palabras dulces para que abjure de su credo y que haga una ofrenda a los ídolos paganos, pero Bárbara rechazó categóricamente su ofrecimiento y con coraje declaró delante de todos que era cristiana, que creía en Cristo como Dios y Salvador de los hombres. Esta firme declaración de la joven enfureció al intendente y él ordenó que la martiricen moralmente y físicamente. Ni su desnudez, ni azotes públicos con tenedores de los bueyes que provocaban horribles heridas, hicieron dudar al fuerte espíritu de Bárbara. Durante sus sufrimientos ella rezaba al Dios sin parar, encomendándose a Él. 


Después de que la martirizaron por segunda vez, la santa fue encarcelada. Allí, en la cárcel ella fue honrada con la aparición del Mismo Cristo Salvador, quien le curó las heridas y le prometió una gran recompensa en el Cielo.

Por la mañana, los verdugos vinieron a la cárcel y para su asombro encontraron a la mártir completamente sana. Pero ellos no comprendieron la evidencia del milagro y pensaron que sus dioses paganos la curaron.

El intendente trató de obligar nuevamente a la Santa de hacer ofrenda a los ídolos, pero ella fue inconmovible. Entonces empezaron nuevos suplicios y la santa encontraba nuevas fuerzas espirituales en su ardiente oración a Dios. Viendo que ni suplicios, ni halagos podían obligarla a abjurar, el intendente ordenó decapitarla. Para ofenderla más, ordenó que la llevasen al lugar del suplicio completamente desnuda. Pero el Señor hizo el milagro para tranquilizar a su mártir: una luz sobrenatural la envolvió como si fuera una vestimenta y los paganos no pudieron ver su desnudez. 

Antes de su ejecución, Santa Bárbara pidió a Dios que todos los que se acordaran de su martirio y pidan su ayuda, queden liberados de una muerte súbita. El Señor escuchó el pedido de la mártir y ella oyó la voz que le prometía esto. Completamente enfurecido, su propio padre la decapitó. 


Con Bárbara fue decapitada la cristiana Juliana. Viendo los sufrimientos de Bárbara, ella reprochó al intendente su crueldad. El justo juicio divino sobre los torturadores no se hizo esperar mucho. En el mismo día, el padre de Bárbara y el intendente fueron muertos con un rayo que los pulverizó.

Un hombre piadoso llamado Valentín enterró los cuerpos de las santas; en esta tumba los enfermos eran sanados, y los peregrinos que iban a rezar recibían auxilio y consolación. El Emperador en cuyo reino se ubica el martirio es a veces llamado Maximino y a veces Maximiano; debido al carácter puramente legendario de los relatos del martirio, no hay una buena base para las investigaciones hechas en una fecha anterior a fin de confirmar si era Maximino I (235-238) o Maximino Daza (de las persecuciones dioclecianas).


Las reliquias de Bárbara se conservaban en una Iglesia griega durante varios siglos. En el año 1108 la Princesa griega Bárbara se casó con el Príncipe de Kiev, Sviatopolk Iziaslavovich. Ella trajo consigo las reliquias de su celeste protectora que fueron colocados en el Monasterio Michailovsky-Zlatoverj en Kiev.

El Padre carmelita Claudio de San José narra, en un manuscrito de la Orden Carmelita, que el sepulcro de Santa Bárbara fue venerado por fieles que reportaban curaciones milagrosas. Su fama era muy reconocida en el siglo VIII y algunos empezaron a llevarse las reliquias hasta que fueron trasladadas a Constantinopla y después a Venecia.


Su culto fue confirmado por San Pío V en 1568 y se convirtió en uno de los 14 santos auxiliadores del Santoral.​Hay quienes dicen que en realidad sí se casó con un mártir. Esta creencia tiene mucho peso, y por ser seguro que nació el 4 de diciembre, su festividad se celebra en esa fecha.


 Por relacionarse con las explosiones, es la patrona de los Artilleros del Ejército de Colombia y de los mineros. Se usa su nombre de santa, "santabárbara" para denominar los polvorines y almacenes de explosivos, particularmente en las naves. Se la considera protectora contra los daños del temporal, los rayos y las centellas; por las circunstancias de sus asesinato y el posterior fallecimiento de su padre, quien ejecutó personalmente la muerte de esta venerable.

El 10 de mayo de 1969, Pablo VI, hizo una exclusión de 33 santos que nunca se comprobó que existieran, y que no deben ser nombrados en oraciones especiales en sus fiestas. Fueron además borrados del catálogo oficial y del calendario litúrgico: tales como Santa Bárbara, la joven mártir que se ignora la época en que vivió, patrona de Cuba; se le invoca contra la muerte repentina y los rayos. San Jorge, que peleó con el dragón, patrono de Gran Bretaña, Alemania y Portugal; martirizado en el siglo IV. En la Edad Media se le consideraba como el prototipo de los caballeros. San Nicolás, protector de los cautivos, marineros y de los niños, murió a mediados del siglo IV; es también custodio de Rusia y Turquía, la leyenda de este santo Obispo se debe a su generosidad con los pobres. San Valentín, patrono de los enamorados, se cree que fue un sacerdote del siglo III que fue martirizado, por casar parejas en tiempos de las persecuciones del Imperio Romano. San Cristóbal, todavía objeto de veneración por los viajeros, la Iglesia considera como leyenda el hecho que se le atribuyó de cruzar un río llevando al pequeño Jesús; se dice igualmente que era un gigante que vivió a fines del siglo III en Sardis, capital de Lidia, en Asia Menor. Muchas de las catedrales góticas y románicas tienen imágenes suyas; en otros tiempos, los feligreses hacía peregrinaciones a la Catedral de Auxerre, que conserva una estatua gigantesca y las mujeres embarazadas lo invocaban para tener un parto feliz.

Normalmente se cree y se dice, incluso por expertos, que muchos santos han salido de leyendas no comprobadas y muy posteriores al momento en que cuentan que vivió dicho santo. Esto es cierto sólo en parte. Para que surja un escrito, legendario o no, es necesario que "algo" haya habido antes: una existencia difuminada, un culto muy anterior. Precisamente las leyendas, (de santos u otras) se escriben para dar respuesta a algo que se conoce solo a medias pero de lo que no se tiene constancia de sus orígenes o causas. Y este esquema siguen los mismos evangelios (donde hubo una experiencia, una predicación, un culto, y luego una escritura; en este orden) y las leyendas (otro ejemplo, el diluvio universal). En el caso de Bárbara: no hay duda que hay un germen de verdad: una mártir conocida y venerada localmente, incluso es posible que sean dos, cuyas vidas se hayan fundido en una leyenda.


Lo más antiguo escrito que se conoce de Santa Bárbara, es de San Simeón Metafraste (gran hagiógrafo de la antigüedad) que escribió su "vida" en el siglo VII, pero consciente de que ya era conocida y venerada Bárbara. Este escrito menciona algunos datos milagrosos, y aleccionador, pero se puede considerar bastante fiel a un hecho real. Otro escrito importante, pero que hace demasiadas y sospechosas incidencias en lo milagroso, es un códice del siglo IX y es el que ha conformado la historia de Bárbara como la conocemos hoy día.

Hay varias versiones sobre su martirio: unas sitúan el hecho en el 235, mientras que otras lo hacen en el 305. Tampoco existe unanimidad en el lugar donde se produce el martirio, siendo Nicomedia (Asia Menor), y Heliópolis (de Siria o de Egipto) los sitios más probables. Otra leyenda la quiere en Hipona, Sacandriglia o incluso en Roma. Asimismo se disputan la posesión de la venerada tumba las ciudades de Piaenza, Reti, Venecia, Mantua, Padua y Babilonia. 

Las reliquias de la Santa, se hayan repartidas por todo el mundo, y de ser todas verdaderas, plantearían serios problemas de anatomía, por su cantidad y disparidad de tamaño. En San Juan del Hospital, Valencia se venera la columna en la que fue azotada.

 


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