Beatos Ignacio de Azevedo y 40 Compañeros

 

                                                  Religiosos Jesuitas.  Mártires. 1570.

Los Mártires de Tazacorte o Mártires del Brasil, son el Beato Ignacio de Azevedo y sus 39 compañeros: 32 portugueses y 8 españoles (de entre 15 y 30 años), quienes se dirigían a la misión jesuítica de Brasil en el año 1570. Entre los mártires había dos sacerdotes, un diácono, 23 estudiantes y 14 hermanos.

Ignacio nacido en Oporto, Portugal, en 1528, era hijo ilegítimo y fue legitimado a los 12 años por el Rey Juan III; murió cerca de Palma, una de las Islas Canarias, en 1570. Entró a la Sociedad de Jesús en Coibra, en 1548, y se convirtió sucesivamente en Rector del Colegio Jesuita en Lisboa, Provincial de Portugal y Rector en Broja.

Poco después de su elección como Superior de la Sociedad, San Francisco de Borgia señaló a Ignacio como Visitador de las Misiones del Brasil. Luego de tres años de ardua labor en ese país, regresó a Roma, pero pidió ser enviado de vuelta como misionero al Brasil. Con 39 acompañantes inició su viaje, pero fue aprendido y martirizado por piratas de Huguenot cerca de la isla de Palma. Los 40 mártires fueron beatificados en 1854.

San Francisco de Borja nombró al Padre Azevedo, Provincial del Brasil, y le autorizó para reclutar en Portugal un gran grupo de misioneros y llevar, además, consigo a 5 sujetos de cada una de las Provincias de España por donde pasase camino de Portugal. El Padre General quiso que el Padre Ignacio se presentase por última vez al Papa e implorase su bendición para aquella floreciente misión. El Padre Azevedo solicitó del Papa una gracia muy singular: llevar consigo, como amparo y esfuerzo, una copia de la imagen de Nuestra Señora, que la tradición atribuía a San Lucas y se venera en Santa María la Mayor. Y aunque no se recordaba que se hubiese concedido semejante favor, el Santo Padre no supo negarlo al santo misionero. Se sacaron, pues, dos copias, una de regular tamaño para la Misión y otra pequeña para el Padre Ignacio. De regreso a España, en Zaragoza, le dieron por compañero al Hermano Coadjutor Juan de Mayorga, navarro, de 38 años de edad, hábil pintor, para que con su diestro pincel adornara con sagradas imágenes los nuevos templos de las reducciones.

En el noviciado de Medina del Campo se le agregó, entre otros novicios, el Hermano Francisco Pérez Godoy, pariente cercano de Santa Teresa de Jesús. También se le agregaron jóvenes jesuitas del Colegio de Plasencia. La mayor parte la reclutó en Portugal hasta cumplir el número de 70 voluntarios. Unos meses antes de embarcarse, se retiró el Padre Ignacio Azevedo con sus compañeros a una finca propiedad del Colegio de San Antonio, llamada Valle de Rosal, distante una legua del puerto de Cacilhas, entre Azeitao y Caparica, muy a propósito para los Ejercicios Espirituales. Allí se dedicaron muy particularmente a la oración, a los ejercicios de caridad y estudio, durante unos 5 meses. 

El Padre Azevedo había tratado con el armador de un barco mercante, llamado "Santiago", y había aceptado poner a su disposición una parte del navío para transportar a los misioneros. Como todos no cabían en él, aceptó el ofrecimiento de Don Luis de Vasconcellos, nuevo Gobernador del Brasil, que llevaría en su flota al resto de los jesuitas. El "Santiago" iría escoltado por 6 barcos de guerra.

 Así, pues, en el "Santiago" se acomodaron el Padre Ignacio con 44 misioneros; el Padre Díaz, con otros 20, en el navío almirante de la escuadra; y el Padre Francisco Castro, con los restantes, en el navío "Os Orfaos".  Zarparon de Lisboa en junio de 1570. Ocho días después arribaron a la Isla de Madeira los 7 barcos.

A primeros días de junio de 1570, salía el jefe religioso Jacques de Sorés con sus navíos de la Rochela, por entonces, importante baluarte de los hugonotes, enemigos jurados de los jesuitas. Esta flota de Sorés pasa husmeando las costas españolas y portuguesas a la búsqueda de alguna importante presa. Al no dar con ella pone rumbo a la isla de Madeira. Intenta acercarse al puerto de Funchal, estando todavía en él, la flota de Don Luís Vasconcellos, quien trata de defenderse con la artillería de sus barcos y la de la fortaleza de San Lorenzo, que domina ampliamente el puerto. El pirata desiste de su empeño y procura alejarse de la costa. Este hecho inesperado retrasó la salida de la flota de Vasconcellos.

Como el tiempo apremiaba, los comerciantes de Oporto que iban en la nave "Santiago", contrariados por la demora, consiguieron del Gobernador, a fuerza de ruegos, navegar a la isla de La Palma para desocupar buena parte de sus mercancías y tomar otras, ofreciendo regresar a tiempo para reintegrarse al grueso de la flota. Así se determinó la partida para el 30 de junio. Antes de hacerse a la mar, el Padre Azevedo invitó a confesar a todos los marineros de la nave "Santiago" y les dio la comunión, en la fiesta de San Pedro. Convocando también a todos sus compañeros, los exhortó a que se dispusiesen para sacrificar sus vidas en defensa de la fe, si Dios se lo pedía; pero si alguno no se consideraba con ánimos podía quedarse tranquilamente en Madeira. Cuatro novicios, en efecto, desistieron de aquel viaje, con lo que marcharon el Padre Ignacio Azevedo y 39 compañeros.

En julio de 1570 salía del puerto de Funchal el galeón "Santiago" aprovechando la desaparición del pirata francés. El viaje transcurrió felizmente; el mar estaba en calma hasta que, cuando ya se encontraban en las proximidades de La Palma, a una dos leguas y media de la ciudad, un fuerte viento, los lanzó lejos de la costa y les obligó a dar un rodeo a la isla hasta que encontraron refugio en el puerto de Tazacorte, en el poniente de la isla.

Los habitantes de Tazacorte les recibieron con generosa hospitalidad y les ofrecieron frutos de la tierra para reponer sus fuerzas. Durante los 5 días que permanecieron el Padre Ignacio Azevedo y sus compañeros en Tazacorte, visitaron las iglesias y ermitas del contorno como la iglesia de San Miguel y la ermita de Las Angustias. La belleza paisajística del Valle de Aridane, lleno de impresionante majestad, invitaba a la oración.

El galeón "Santiago", en la madrugada del 14 de julio, se hizo a la mar, rumbo a Santa Cruz de la Palma, por la parte sur de la isla. El mar, por este lado de poniente, se hallaba ese día en calma. Esta circunstancia obligó al galeón a avanzar costeando la isla para aprovechar mejor la ligera brisa que le llegaba de tierra. Mientras tanto, Jacques Sorés seguía al acecho de su posible presa. Al amanecer del día 15 de julio el galeón "Santiago" se alejaba de Tazacorte hacia el sur. Fue entonces cuando el corsario francés, aprovechado los vientos favorables que le venían del mar, por la parte del naciente, trató de interceptarlo con su navío de guerra "Le Prince", haciéndole unos disparos de intimidación.

Lograda la aproximación de los dos barcos, los hugonotes franceses hacen tres intentonas de abordaje que fueron repelidas por la tripulación portuguesa. Mientras tanto se habían ido acercando al galeón "Santiago" los otros cuatro navíos del pirata francés. Cuando Sorés juzgó llegado el momento, dio la orden de abordaje. Numerosos grupos de hombres, saltando precipitadamente de los 5 navíos franceses, se lanzaron impetuosamente sobre el galeón portugués. En encuentro resultó feroz y sangriento. Los tripulantes lusitanos defendían cada palmo del barco con bravura y coraje. Ante la superioridad numérica de los atacantes, los lusitanos iban sucumbiendo heroicamente.La temible escuadra era del calvinista francés Jacques Sourié de la Rochelle, vicealmirante de la Reina de Navarra, Doña Juana de Albret. Éste había declarado una feroz persecución contra los navíos portugueses que navegaban hacia las Indias. Las órdenes eran expropiar las naves y mercaderías, no tocar a la tripulación y a los pasajeros, pero sí exterminar a los odiados jesuitas que viajaran como misioneros.


En una lucha desigual, murió el capitán y la “Santiago” se rindió. Ignacio hizo salir a los jesuitas a cubierta. Todos, frente a la imagen de la Virgen, sostenida por el Provincial, entonaron las letanías lauretanas. No hubo clemencia. Jacques dictó sentencia de muerte contra los jesuitas. Los calvinistas atacaron con gritos: ¡Mueran los perros papistas! ¡Hay que echarlos al mar!

El Padre Ignacio se había “colocado en el medio de la nave, al pie del mástil mayor, con la Imagen de Nuestra Señora en sus manos”. Y a él fue al primero a quien se le descargó una violenta cuchillada en la cabeza abriéndola hasta los sesos. Y como parecía estar firme, sin caer, le dieron otras tres o cuatro estocadas mortales. Y, no cayó del todo, sino que “quedó como acostado en el martinete del barco”. Allí lo abrazó el Padre Diego de Andrade y acudieron algunos Hermanos, y así como estaban ambos abrazados, los llevaron junto al timón donde el Padre Azevedo quedó “siempre aferrado a la imagen de Nuestra Señora, sin nunca soltar las manos” por lo cual la imagen ya estaba “toda ensangrentada con su sangre”. 
Antes de morir dijo: “Muero por la Iglesia Católica y por lo que ella enseña”. Y a los jesuitas que lo rodearon, les dijo: “No tengan miedo, agradezcan esta misericordia del Señor. Yo voy adelante y los esperaré en el cielo”. Y expiró, “con los ojos en la imagen de Nuestra Señora”.

Después de terminada la refriega, los Hermanos vieron que el cuerpo del Padre Ignacio era llevado por 6 o 7 franceses “duro y con los brazos extendidos en cruz” y así vestido y calzado, delante de ellos, que estaban en la bomba para sacar el agua, lo arrojaron al mar. Así, de esta manera sufrieron el martirio, junto con Ignacio, otros 39 jesuitas, arrojados desnudos al mar.

De los mártires, 8 eran españoles y el resto portugueses. Los calvinistas profanaron las reliquias y objetos religiosos que llevaban los misioneros. Sólo algunas pudieron ser recogidas por un marinero francés. Cuenta la tradición que, pasada la terrible tempestad del martirio, se veía flotar sobre las aguas al Padre Ignacio de Azevedo abrazado al cuadro de Nuestra Señora. Sólo se salvó del martirio el hermano cocinero Joao Sánchez, al que el pirata quiso conservar para aprovecharse de sus servicios. En su lugar murió un joven, que era sobrino del capitán del galeón "Santiago", el cual al ver el heroísmo de aquellos religiosos se vistió con la sotana de uno de ellos y se presentó ante los verdugos diciendo que también él, era católico. Después del martirio de los misioneros jesuitas, Jacques de Sorés, se dirigió a La Gomera en son de paz. El Conde de la Gomera, Don Diego de Ayala y Rojas, logró que el pirata le entregase los 28 miembros de la tripulación y pasajeros lusitanos que había hecho prisioneros.


Una vez llegados estos hombres a la isla de Madeira relataron minuciosamente al jesuita Padre Pedro Días lo ocurrido a bordo de la nave "Santiago". El mismo día del martirio, a muchos kilómetros de distancia, en una visión, vio Santa Teresa de Jesús subir al cielo a los 40 mártires muy gloriosos, y adornados con coronas y hermosísimas aureolas y conoció en aquella celestial procesión al Hermano Francisco Péres Godoy su pariente cercano, quedando así consolada. 


En 1632 el Cabildo de La Palma pidió al Santo Padre que fueran beatificados y nombrados patronos de la Isla. Después de esta fecha, una y otra vez, volvió a elevarse a la Santa Sede el mismo deseo y petición.

El Papa Benedicto XIV, en septiembre de 1742, reconoció que eran auténticos mártires por la fe; y Pío IX, en 1862, los beatificó. El cáliz que mordió el Padre Ignacio de Azevedo, según una tradición constante y sin oposición, se conservó en la iglesia de San Miguel de Tazacorte, junto a otras reliquias.

La Compañía de Jesús los celebra unidos a otros mártires jesuitas el 19 de enero. En 1999, el Cabildo insular de La Palma y otras instituciones, hicieron un homenaje en memoria de estos mártires, sumergiendo 40 cruces de hormigón en el fondo del mar, en el lugar del martirio. Asimismo el 10 de octubre de 2014 el Cabildo de La Palma ha inaugurado un monumento consistente en una cruz de piedra de unos cuatro metros de alto, diseñada por el artista Jorge Veda y ubicada cerca del Faro de Fuencaliente.

 


Comentarios

Entradas populares