San Alejandro I

 

                                             

                                                       Papa. Mártir. 117.

6° Papa de la Iglesia. San Ireneo de Lyons escribe de él en el último cuarto del siglo II, considerándolo el quinto Papa en la sucesión de los Apóstoles. Sucedió al Papa Evaristo, cuando tenía 30 años.  Las fechas exactas de su pontificado son objeto de polémica entre los historiadores ya que mientras Duchesne lo sitúa entre el 106 y el 115, Lightfoot lo sitúa entre el 109 y el 116. Existe muy poca evidencia histórica de este Pontífice. El historiador de la Iglesia, Eusebio de Cesárea, lo cita para decir que su pontificado duró diez años, e Ireneo de Lyon lo incluye como uno de los doce primeros Papas en su obra "Adversus haereses" publicada en el 180 d.C.

Según una tradición existente en la Iglesia romana al final del siglo V y registrada en el Liber Pontificalis, sufrió muerte de mártir, por decapitación, en la Vía Nomentana, en Roma un 3 de mayo. La misma tradición declara que fue romano por nacimiento y rigió la Iglesia durante el reinado de Trajano (98-117). Le atribuyen también, aunque sin precisión, la inserción en el canon de “Qui Pridie”, o palabras conmemorativas de la institución de la Eucaristía, ciertamente primitivas y originales en la Misa.

También se dice, que él ha introducido el uso de agua bendita, mezclada con sal para purificar a casas cristianas de las malas influencias. Dispuso que la hostia fuera hecha sólo de pan ácimo.

Se dice que sufrió martirio al ser decapitado junto a San Evencio y San Teódulo, aunque esta tradición, que data del siglo V, es objeto de polémica desde que, en el siglo XIX, fueron descubiertos en la vía Nomentana, a las afueras de Roma, los restos de tres personas decapitadas y aunque en un principio se atribuyeron a Alejandro I y a sus dos compañeros  de martirio y se trasladaron a la iglesia de Santa Sabina, el cuerpo que en un principio se atribuyó a este Papa parece corresponder a otro santo llamado también Alejandro.

Convirtió con su predicación y trato celestial a muchos senadores y gran parte de la nobleza de Roma, y entre ellos a un prefecto llamado Hermes, con toda su casa y familia, que fueron en número de 1250 personas, por lo cual fue preso por mandato de un gobernador llamado Aureliano; y echado en la cárcel. Hizo muchos y grandes milagros entre los cuales fue uno, que estando en ella encerrado, vino a él de noche un niño con una hacha encendida en sus manos, que le dijo: "Sígueme Alejandro; y habiendo hecho oración, y entendido que era el Ángel del Señor, le siguió, sin que las paredes, ni puertas, ni guardias le impidiesen la salida de la cárcel; y el niño le guio hasta la casa de Quirino, tribuno, en la cual estaba preso Hermes, que deseaba mucho verse con San Alejandro, y había prometido a Quirino que por más que estuviese preso vendría a su casa. Cuando se vieron se abrazaron los dos santos mártires, y derramaron muchas lágrimas de consuelo, animándose el uno al otro a padecer por Jesucristo. Esto espantó mucho al tribuno Quirino; el cual había oído algunas razones a Hermes, y el modo con que él se había convertido a la fe de Cristo, y visto que San Alejandro con el tacto de sus cadenas había sanado a una hija suya llamada Balbina, que estaba gravemente enferma de lamparones, se convirtió también él a la fe de Jesucristo con su hija y todos los presos que estaban en la cárcel; y el Santo Pontífice Alejandro mandó a Evencio y a Teódulo, sacerdotes, que habían venido de Oriente, que los bautizasen. Vino esto noticia a Aureliano; se enojó sobre manera, y habiendo mandado atormentar a los que en la cárcel se habían bautizado, mandó traer delante de sí a Alejandro con los dos presbíteros Evencio y Teódulo, y después de haber entre ellos mediado algunas palabras, dijo Aureliano:

“Dejémonos de pláticas, y tratemos de lo que hace el caso”; e hizo que los verdugos desgarrasen a Alejandro, y le extendiesen en el potro, y atormentasen con uñas aceradas sus carnes, y quemasen los costados con hachas encendidas. En este tormento estaba callado; y le preguntó Aureliano: “¿Por qué callas? ¿Por qué no te quejas?”; respondió Alejandro: “Cuando el cristiano ora, con Dios habla”.

Por el mismo tormento pasaron Evencio y Teódulo. Era Evencio un anciano de 81 años, y se había bautizado a los 11 años, y ordenado sacerdote a los 20; y como los Santos Mártires con los tormentos creciesen en la fe y amor de Dios, y Aureliano no podía ablandarlos a su voluntad, mandó encender un horno y echar en él a Alejandro, Evencio y a Teódulo poner a la boca de él, para que viendo como se abrazaban y temiendo semejante castigo, sacrificara a los dioses; pero Teódulo no sólo no se espantó por ver en el fuego a sus santos compañeros, antes encendido del amor divino se dejó caer con ellos, que desde el horno le llamaban, y le decían que allí donde estaban no había dolor ni tormento, sino refrigerio y holganza; y así fue, porque las llamas no los dañaron, antes salieron del horno más resplandecientes, como el oro sale del crisol.

No se ablandó con este milagro el duro y rebelde corazón del tirano, antes mandó degollar a Evencio y a Teódulo, y con unas leznas de acero muy agudas mandó punzar y atravesar por todos los miembros de su cuerpo a Alejandro, para que muriera más cruelmente; y tras este tormento, siendo degollado dio su bendita alma a Dios el día 3 de mayo del año 117, imperando Adriano, el cual por haber sido apoderado de Trajano, se llamó Trajano Adriano, lo que motiva que algunos autores, engañados de la semejanza del nombre, escriban que fuese martirizado en el tiempo de Trajano.


 Los cuerpos de San Alejandro y sus compañeros fueron enterrados fuera de la ciudad en la vía Nomentana, a siete millas de Roma, y después se trasladaron a la Iglesia de Santa Sabina, que es convento de los Padres de Santo Domingo.

Fue Alejandro celosísimo del culto divino: ordenó que en la Misa se consagrase pan sin levadura, para denotar la puridad del Santísimo Sacramento y por imitar a Cristo Nuestro Señor, que en la institución de este sagrado ministerio, la noche de la cena, así lo hizo. Dio por ley que en la consagración del cáliz se mezclase una poca de agua con el vino, para significar la unión de Cristo con su Iglesia, y representar la Sangre y el agua que salieron de su costado. Y cuando decimos que San Alejandro ordenó estas ceremonias sagradas, no queremos dar a entender que él las instituyó de nuevo, porque los Apóstoles las usaron, sino lo que ellos aprendieron de Cristo, y enseñaron a la Iglesia, este Santo Pontífice lo aprobó y estableció con sus cánones.

Mandó que ningún clérigo pudiese decir más de una Misa cada día. Pronunció excomunión contra los que impidiesen a los Legados Apostólicos que puedan hacer lo que el Sumo Pontífice les fuere mandado. Celebró tres veces órdenes en el mes de diciembre, y en ellas consagró cinco obispos, seis presbíteros y dos diáconos. Escribió tres epístolas, que se hallan en el primer tomo de los Concilios, de los cuales se sacan los decretos y ordenaciones que hemos referido, y otra muy importante de bendecir el agua con sal, y con las ceremonias que hoy día celebra la Iglesia, y tenerla en los templos, casas y aposentos contra las tentaciones y asechanzas de los demonios, que continuamente nos persiguen e infestan: la cual esta costumbre se ha preservado en la Iglesia Católica desde sus principios, y el Señor ha hecho innumerables milagros de muchas y diversas maneras por medio del agua bendita, sanando todo género de enfermedades, apagando fuegos e incendios, sosegando las tormentas del mar y temblores de la tierra, y tempestades del aire, y rayos del cielo, y librando las almas y cuerpos de los demonios.

A Alejandro igualmente se le arroga el descubrimiento de las Cadenas de San Pedro, el inicio de su veneración y la dedicación de la iglesia de "San Pedro in Vincoli". La leyenda cuenta que, estando preso Alejandro, el tribuno Quirino le presentó a su hija Balbina para que fuese sanada. Esta besó las cadenas de Alejandro, quien le dijo que debía besar las del príncipe de los Apóstoles, que se hallaban en la misma cárcel. Halladas las cadenas de modo milagroso, comenzaría su culto. Pero, realmente, esta iglesia sería dedicada en 439 por el Papa Sixto III y el culto a las supuestas cadenas de San Pedro data del siglo VIII, luego de la restauración de dicha iglesia por el Papa Adriano I.


Cadenas de San Pedro en Roma

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