San Bernardo de Menthon

 

                                             

                                            Fundador de los Canónigos Regulares. 1008.

Fundador de los Canónigos Regulares de la Congregación Hospitalaria del Gran San Bernardo. En su honor los perros entrenados por los monjes suizos para acompañar a los peregrinos cristianos toman el nombre de San Bernardo.

Nació en el año 923, probablemente en el Castillo Menthon, cerca de Annecy, en Saboya (Francia); murió en Novara, en 1008. Fue descendiente de una rica familia aristocrática, y recibió una esmerada educación. Rechazó contraer un matrimonio honorífico propuesto por su padre y decidió consagrarse al servicio de la Iglesia. Poniéndose bajo la dirección de Pedro, Archidiácono de Aosta, bajo cuya dirección progresó rápidamente, Bernardo fue ordenado sacerdote y considerando su sabiduría y virtud fue ordenado Archidiácono de Aosta en 966, haciéndose cargo del gobierno de la diócesis, secundando al Obispo.

Viendo la ignorancia e idolatría que todavía imperaban entre los pueblos de los Alpes, resolvió consagrarse a convertirlo. Por 42 años se dedicó a predicar el Evangelio a esos pueblos y llevó la luz de la fe incluso a algunos cantones de Lombardía, ocasionando numerosas conversiones y obrando varios milagros.

Los viajeros, al partir de Aosta, encontraban dos caminos para franquear los Alpes: el uno iba a dar a la Alta Tarentaise, pasando por la Columna Jovis (Columna de Júpiter), y el otro atravesaba el temible y elevado paso del Monte Joux (Mons Jovis, monte de Júpiter), que daba salida al bajo Valais.

El paganismo, rechazado de casi toda Europa, encontró en estas alturas su último refugio. Los sarracenos, que con fines estratégicos habían ocupado durante algún tiempo el desfiladero del Monte Joux, hubieron de evacuarlo en 960. El ídolo de Júpiter quedaba en aquel lugar guardado por un famoso mago de gran estatura, llamado Procus.

 Los montañeses, en ganados, subían a consultar al ídolo y le pedían al mismo tiempo curacionesEl mismo Procus, oculto en la estatua, daba los oráculos con voz disimulada. Digno ministro del demonio que le ayudaba con su poder y su prestigio, el mago gigante ejercía toda clase de crueldades con los viajeros perdidos por aquellos parajes: les robaba y alguna vez los sacrificaba a su Júpiter. Se conmovió el Santo a la vista de los peligros que amenazaban a tantos peregrinos alemanes y franceses que. entusiastas de la religión, iban a Roma a visitar los sepulcros de los Santos Apóstoles. Nueve viajeros de nacionalidad francesa llegaron un día a Aosta, lamentándose de que Procus había retenido a uno de sus compañeros so pretexto de cobrar el diezmo.

San Bernardo de Mentón resolvió destruir esta última guarida del demonio, y en su lugar erigir un monasterio donde el verdadero Dios, fuese en adelante glorificado por la práctica de la oración pública y de la caridad fraterna. Para conseguir su propósito propuso a los fieles, ayunos, oraciones y una procesión solemne; y animado por la aparición de San Nicolás, que le anunció el feliz acierto en su empresa, acompañado de los nueve peregrinos mencionados, subió al Monte de Júpiter. Apenas llegados a la cúspide (cuenta uno de los antiguos historiadores del Santo), densa nube oscurece el día, los demonios desencadenan una tormenta espantosa, los relámpagos surcan el espacio, el trueno hace retemblar las montañas, el rayo descarga por todas partes, pero sin herir a nadie, y nieve y granizo caen en abundancia. Los demonios lanzan alaridos tan espantosos, que se llega a creer que el arcediano y sus compañeros van a perecer. Pero Bernardo no teme, sino que infunde valor y confianza a sus compañeros.

"No temáis, amigos" les dice; "los alaridos de nuestros enemigos son precisamente el presentimiento de su derrota". Llegan hasta el ídolo y lo encuentran custodiado por un dragón rugiente y espantoso, dispuesto a devorarlos. Bernardo hace la señal de la cruz, y arroja al cuello del monstruo su estola, que se trueca en cadena de hierro, menos los dos extremos que empuña con su mano. Entretanto, sus compañeros atraviesan con las armas al monstruo, que desaparece como por encanto, y en su lugar ven tendido en el suelo el cadáver del mago, acribillado de heridas. 

Derribado el ídolo del Monte Jonx, se propone Bernardo aniquilar igualmente el culto de Júpiter en otros lugares de los Alpes, y echa por tierra la Columna Jovis, objeto de las supersticiones y adoraciones de los montañeses. Era hacia el año 970. 

Desde los más antiguos tiempos hubo un camino a través de los Alpes Peninos, desde el valle de Aosta hasta el cantón suizo de Valais, en el que está ahora el paso del Gran San Bernardo. Este paso está cubierto por nieves permanentes de 7 a 8 (de 2 a 2,4 metros) de profundidad, y sus movimientos a veces acumula hasta cuarenta pies (un metro) de altura. Aunque el paso era en extremo peligroso, especialmente en primavera a raíz de las avalanchas, no obstante era utilizado por peregrinos franceses y germanos camino a Roma. Para comodidad y protección de los viajeros, San Bernardo fundó un Monasterio y hospedaje en el punto más alto del paso, a 8.000 pies (2.400 metros, aproximadamente) sobre el nivel del mar, en el año 962.

Algunos años más tarde estableció otro hospedaje en el Pequeño San Bernardo, un monte, de los Grandes Alpes, de 7.076 pies (2.160 metros) sobre el nivel del mar. Ambos fueron puestos a cargo de monjes agustinos, luego de conseguir la aprobación pontificia en una visita a Roma.

Estos hospedajes son famosos por su generosa hospitalidad extendida a todos los viajeros que pasan por el Gran y el Pequeño San Bernardo, así llamados en honor al fundador de estas instituciones de caridad. En todas las estaciones del año, pero especialmente durante las duras tormentas de nieve, los heroicos monjes acompañados por sus bien entrenados perros, salen en busca de víctimas que podrían sucumbir a la dureza del clima.

 Les ofrecen comida, ropa, y refugio a los desafortunados viajeros que corren peligro de muerte. Los monjes dependen de donaciones y colectas para sustentarse. Actualmente, la Orden consta de unos 40 miembros, la mayoría de los cuales viven en los hospedajes, mientras algunos viven con vecinos del lugar.




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