San Margarito Flores
Sacerdote. Mártir de la Guerra Civil Mexicana. 1927.
Nació en 1899 en México. Su familia, de origen humilde, requirió de su trabajo para conseguir recursos económicos; sin embargo las labores que le fueron encomendadas pusieron en riesgo su salud en dos ocasiones. A los 14 años manifestó sus grandes deseos de ingresar al Seminario de Chilapa, sin embargo sus padres, Germán Flores y Merced García, se opusieron porque carecían de recursos para sostenerlo. Otras personas conocieron sus deseos y lo alentaron a seguir adelante, y así ingresó al Seminario en 1915, a la edad de 15 años.
En los años de estudio, para ayudarse económicamente durante su estancia en el Seminario, ejerció su oficio de peluquero, cobrando una mínima cantidad. Por obediencia tenía a su cargo el alumbrado de quinqués de petróleo, hasta que en 1919 fue instalada la red del servicio eléctrico. Pese a las carencias, logró sacar adelante sus estudios y recibió la orden sacerdotal en la Capilla del Seminario de Chilapa el 5 de abril de 1924 y al poco tiempo se le nombró catedrático del Seminario. Durante la persecución se refugió en la ciudad de México y asistió a la Academia de San Carlos.
Siendo Vicario en Chilpancingo, Guerrero, irrumpieron las tropas federales con intenciones de arrasar todo rastro de cristianismo, comenzando por los sacerdotes. Margarito escapó a las montañas y después de muchos trabajos y privaciones, consiguió llegar a la capital del país. Fue apresado y conducido a la cárcel de donde salió por influencia de algunos amigos. Decidió volver a Chilapa cuando supo del martirio del Padre David Uribe. El ejemplo de este joven sacerdote lo empujó a ofrecerse incondicionalmente a su Obispo en Chilapa, donde sabía que con seguridad lo apresarían y conducirían al martirio.
Fue destinado a la Parroquia de Atenango del Río, donde habían amenazado las autoridades que matarían al sacerdote que fuera enviado a esa Parroquia. Efectivamente, los agentes del gobierno pronto lo localizaron, en la madrugada despojaron al Padre, sin consideración alguna, de todas las cosas que llevaba, dejándolo en ropa interior, descalzo y atado en medio de la caballería, caminando de pie. El tormento aumentó cuando salió el sol agobiante; y cuando suplicó que le dieran un poco de agua, lo único que recibió fue empellones y golpes. El 12 de noviembre de 1927 fue ordenada su ejecución y se le permitió elegir el lugar preciso para morir.
Con toda serenidad caminó hacia la esquina posterior del templo, solicitando le permitiera unos instantes para elevar sus última plegarias al Todopoderoso. Le fueron concedidos, y después acercándose a él uno de los soldados, le dijo que si lo perdonaba, a lo que el Padre contestó profundamente conmovido que no sólo lo perdonaba, sino que también lo bendecía. Las órdenes fueron cumplidas.
Durante tres horas el cadáver permaneció en ese sitio. La tropa iba de salida, y por orden del Capitán, dos soldados tomaron el cuerpo por los pies, y a rastras, lo condujeron al panteón, donde de antemano otros soldados ya habían cavado la fosa. Sin respeto alguno fue arrojado el cuerpo, y luego la sotana, que anteriormente le habían quitado. Cubrieron la fosa y se retiraron.
Tiempo después dos buenas personas, colocaron los restos en una caja y los trasladaron al interior del templo. Al exhumar los restos, y pese a los meses que habían transcurrido desde su muerte y encontrándose en una fosa común, su sangre manaba con frescura. En 1925, 18 años después de su martirio, los restos fueron trasladados a la ciudad de Taxco, y por disposición de sus familiares, quedaron depositados en un lugar especial de la capilla de Nuestro Señor de Ojeda, en el barrio natal del mártir. Sus restos se veneran en la Parroquia de Taxco.
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