San Norberto de Magdeburgo
Conde de Gennep. Fundador de la Orden Premostrense. 1134.
Nacido en Kanten (Alemania) en las orillas del Rin en 1080. Su padre Heribert, Conde de Gennep, estaba emparentado con la Casa Imperial de Alemania, y su casa de Lorraine.
Sus padres ansiaban para él la carrera eclesiástica, pues le fue revelado a la piadosa Condesa Hedwiges que su hijo sería un gran prelado y prestaría relevantes servicios a Dios. Pero, desde muy pronto, el niño comenzó a manifestar tendencias mundanas y ambiciosas, que contrariaban los piadosos deseos paternos. La aguda inteligencia de Norberto, y su facilidad para asimilar todo cuanto le era enseñado, tal vez contribuyeron para acentuar en él una innata inclinación para la vanidad. En efecto, una rara elocuencia y notables cualidades literarias le conferían gran atracción hacia su persona, y eso no podía dejar de enorgullecer a un joven principiante como él.
Ordenado Subdecano, Norberto fue comisionado a la Canonjía en Kanten. Pronto después fue convocado a la Corte de Frederick, Príncipe y Obispo de Cologne, y después por Enrique V, Emperador de Alemania, a quien le convirtió en su Limosnero.
Norberto se movía con soltura en los lujosos escenarios de las intrigas palatinas, dejando a todos admirados con su talento y superioridad de espíritu. El prestigio del que gozaba le permitía acariciar sueños para el futuro, dando alas a un orgullo que sólo tendía a crecer y a dominar su alma. Poco a poco, la influencia del ambiente mundano iba ablandando su natural seriedad y volviendo livianas sus costumbres. No obstante, aquel despreocupado clérigo, tan olvidado de sus deberes religiosos, conservaba todavía sentimientos de piedad que le aguijoneaban la conciencia, provocando en su alma la insatisfacción propia de aquel a quien Dios reserva una llamada hacia grandes cosas. El Obispado de Cambray se le ofreció a él, pero lo rechazó. Norberto se permitió a sí mismo dejarse llevar por el placer, era un escándalo entre los sacerdotes, por la vida mundana que llevaba.
En 1110, Enrique V viajó a Roma, a fin de ser coronado Emperador por el Papa. Norberto lo acompañó, junto con otros dignatarios y un numeroso ejército. Ya en la Ciudad Eterna, el Emperador se desentendió del Papa y dio orden a sus soldados de arrancarle las vestimentas sagradas y los distintivos y llevarlo prisionero.
Norberto sufrió una gran impresión al presenciar aquella sacrílega escena. Aquella misma noche, fue a postrarse a los pies del Pontífice preso, implorando perdón. Era el primer paso del hijo pródigo en el camino que le traía de vuelta a la casa paterna.
A partir de aquel momento, la voz de la gracia empezó a hablar con mayor vehemencia en su interior, y él comenzó a darle oído. De vuelta a Alemania, después de la liberación del Papa, Norberto permaneció en la corte durante algunos años, hasta que, en 1115, Enrique V acabó siendo excomulgado. Por fidelidad a la Santa Sede, Norberto abandonó a Enrique V y se retiró a sus tierras de Xantem. En la soledad de la pequeña ciudad, sus ambiciones se sintieron cortadas. Sin embargo, acostumbrado a los elogios y al incienso, el Conde todavía deseaba satisfacer vivamente su orgullo.
Con esas ansias en el alma, partirá Norberto para Wreden, distante unos 50 kilómetros de Xantem, en una luminosa mañana de primavera. A cierta altura del viaje, el cielo comenzó a cubrirse de espesas nubes negras. De repente, sonó un trueno. Norberto espoleó al caballo, con la esperanza de alcanzar refugio, pero fue inútil. Un violentísimo rayo cayó a los pies de su cabalgadura y el animal, asustado, lo desmontó de la silla. El Conde permaneció una hora desmayado en el barro, bajo una lluvia torrencial ante la mirada aterrorizada de su escudero. Cuando recuperó el conocimiento, oyó una voz interior que le decía: ”Deja el mal y haz el bien, busca la paz y síguela”. Norberto se levantó arrepentido y radicalmente determinado a abrazar para siempre las vías de la virtud.
A partir de ese día comenzó a llevar una vida de recogimiento y oración, sometiendo a su cuerpo a rigurosas penitencias. Instruido por Conon, Abad del monasterio benedictino de Siegburg, comenzó a sentir nuevamente la llamada hacia el sacerdocio y se presentó ante el Obispo de Colonia, pidiendo ser ordenado.
Corría el año 1115, probablemente en el mes de diciembre. La vieja Catedral de Colonia (Alemania) acogía en aquella ocasión a gran número de fieles que se apretujaban a lo largo de la amplia nave, disputando espacio para asistir al acto que en breves momentos iba a comenzar. Aquel día el Arzobispo Federico iba a conferir a varios jóvenes el Orden sacerdotal. La ceremonia se inició con esplendor, en medio de la luz de incontables velas.
Colocado al frente de los asistentes, llamaba la atención de todos el Conde de Gennep, lujosamente ataviado con las insignias de su alta posición. Un murmullo de admiración recorrió la asamblea cuando, habiendo sido llamados los ordenados, también él se levantó y fue a situarse al lado de éstos. Pero el joven aristócrata, imperturbable, hizo señal a uno de sus servidores y éste le presentó una simple túnica. El Conde, deshaciéndose de sus ricos ropajes, se vistió aquel hábito de penitencia. Era la reparación pública por la vida mundana que llevara hasta entonces. Después, subiendo al presbiterio, recibió sucesivamente el diaconado y el presbiterado. El brillante hidalgo se transformaba en un humilde siervo de Jesucristo; interiormente revestido de la sublime dignidad sacerdotal y, en el exterior, a imitación de Juan Bautista, de la pobreza de aquella singular vestimenta.
En agradecimiento a Cono, Norberto fundó el Convento de Fürstenberg, en una porción de su propiedad, y se lo otorgó a Cono y sus sucesores benedictinos. Norberto tenía ya 35 años. Después de un retiro de 40 días en el Monasterio Siegburg, celebró su primer misa en Kanten y predicó un discurso vehemente del carácter transitorio de los placeres del mundo y de los deberes del hombre hacia Dios.
Los insultos de algunos clérigos jóvenes, uno de los cuales escupió su cara, los aburrió con su maravillosa paciencia en esa ocasión. Norberto iba seguido al Monasterio Siegburg para dialogar con Cono, o a la celda de Ludolph, un santo y autodidacto sacerdote ermita, o al monasterio Klosterrath cercas de Rolduc. Acusado como un innovador en el Concejo de Fritzlar, él renunció a todas sus pertenencias eclesiásticas, vendió sus propiedades, y lo donó todo a los pobres.
Descalzo y limosneando su comida, viajó tan lejos hasta San Giles, en Languedoc, para dialogar con el Papa Gelasio respecto a su futura vida. No pudiendo mantener a Norberto en su Concejo, Gelasio le concedió la facultar de predicar donde él consideraba apropiado. Después de la muerte del Papa Gelasio en 1119, Norberto deseaba dialogar con su sucesor, Calixto II, en el Concejo de Reims.
El Papa y Bartolomeo, Obispo de Laon, le pidieron a Norberto el fundar una Orden religiosa en la diócesis de Laon, para que su trabajo perpetuara después de su muerte.
Norberto eligió un solitario y marchito valle, en forma de cruz, en el bosque de Coucy, llamado Prémontré. La joven comunidad vivía al principio en chozas de madera y barro, colocadas como campamento alrededor de la Capilla de San Juan Bautista, pero pronto construyeron una iglesia más grande y un monasterio para los religiosos que se les unieron en números crecientes.
Mujeres también deseaban ser miembros de su Orden religiosa. La Condesa Bendita Ricwera, viuda del Conde Raymundo de Clastres, fue la primer hija espiritual de San Norberto, y su ejemplo fue seguido por mujeres de las mejores familias de Francia y Alemania. Pronto después de esto, Norberto regresó a Alemania y predicó en Westfalia, cuando Godfrey, Conde de Kappenberg, se ofreció así mismo y regaló tres de sus Castillos para convertirlos en Monasterios.
En su regreso de Alemania, Norberto fue recibido por Teobaldo, Conde de Champagne, quien quería pertenecer a su Orden religiosa; pero Norberto insistió en que Dios deseaba que Teobaldo se casara e hiciera bien en el mundo. Teobaldo accedió a esto, pero le rogó a Norberto que le prescribiera una regla de vida. Norberto le prescribió algunas reglas y le envistió un escapulario blanco de su Orden, en 1122, la Tercer Orden de San Norberto se instituyó.
Al santo se le pidió que fuera el Obispo de Cambrai para ir y pelear contra los infames herejes que se promulgaban en Tanchelin, y los cuales tenían su centro de juntas en Antwerp. Como resultado de sus sermones la gente de los Países Bajos se retractaron de ser herejes, y muchos regresaron las Especies Sacramentales, las cuales habían robado y profanado.
San Norberto tuvo que defender la verdad de que Jesús estaba realmente presente en la Sagrada Eucaristía. Sus hermosas palabras sobre la presencia de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento hicieron regresar a la gente a la fe católica.
El rápido crecimiento de la Orden fue maravilloso, y los Obispos le pidieron a Norberto fundar otras nuevas casas. Pasando por Würzburg a su regreso a Prémontré, Norberto le restauró la vista a una mujer ciega; los habitantes estaban tan admirados de él que se habló de elegirlo como sucesor del Obispo que acababa de morir, pero Norberto y sus acompañantes se fueron en secreto. Poco después de esto, rumbo a Ratisbona, pasó por Spier, donde Lotario, Rey de los Romanos, lo solicitó como sucesor de su Arzobispo, Rudger.
Fue nombrado Arzobispo de Magdeburgo, y San Norberto se dedicó con todas sus energías a poner orden en su arquidiócesis, ya que muchos laicos se estaban apoderando de los bienes de la Iglesia y algunos sacerdotes no tenían el debido comportamiento. Sus reformas tuvieron una fuerte oposición. Le inventaron toda clase de calumnias y trataron de levantar al pueblo en su contra. Dos o tres veces el santo obispo estuvo a punto de ser asesinado. La rebelión llegó a tal extremo que San Norberto tuvo que abandonar Magdeburgo, pero entonces empezaron a suceder tan terribles males en la ciudad, que los ciudadanos fueron a pedirle que regresara y le prometieron ser más obedientes a sus mandatos e instrucciones. A los pocos años, en el clero se notaba ya un cambio muy consolador y un gran progreso en el fervor y en las buenas costumbres.
En Roma, los enemigos del Papa Inocencio II eligieron un Antipapa, llamado Anacleto, expulsando a Inocencio II de la Ciudad Eterna. San Norberto convenció al Emperador Lotario para que con un gran ejército, fuera a Italia a defender al Pontífice, el cual sin ayuda militar del exterior no podía entrar a Roma. El Emperador Lotario, por influencia de nuestro santo, se dirigió con su ejército hacia Italia y en mayo del año 1133 entró a Roma, acompañado de San Norberto y de San Bernardo, y posesionó de nuevo al Pontífice.
En 1134, Norberto estaba tan débil que tenía que ser cargado a Magdeburg donde murió a los 53 años después de Pentecostés. Por orden del Emperador, su cuerpo fue depositado a descansar en Norbertine en el Convento de Santa Maria, en Magdeburg. Fue canonizado por el Papa Gregorio XIII en 1582.
Fue enterrado en el coro de la iglesia local de su Orden. La ciudad de Magdeburgo, fue una de las primeras en volverse protestante en el siglo XVI, y aunque las reliquias del santo no fueron profanadas, como las de tantas otras, ya no era posible que los católicos las veneraran. Durante la Guerra de los Treinta Años, sin embargo, el abad de Strahov, la casa premonstratense en Praga, pudo recuperarlos durante una ocupación católica temporal de la zona, y llevarlos a su abadía, donde fueron instalados oficialmente en mayo de 1627, y han permanecido hasta el día de hoy.
Huesos y cráneo del SantoCráneo del Santo en Praga
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