San Patricio de Irlanda
1° Obispo de Irlanda. Patrono de Irlanda. 493.
Apóstol de Irlanda, nacido en Kilpatrick, próximo a Dumbarton, en Escocia, en el año 387. Patricio era hijo de Calpurnio, un diácono cristiano que también era decurión, un alto cargo militar, además de poseer tierras y disponer de servicio. Su abuelo, Potito, también era religioso y es presentado como presbítero. Su madre, era parienta cercana del gran patrono de Galia, San Martín de Tours.
A sus 16 años de edad, Patricio fue secuestrado por merodeadores irlandeses y vendido como esclavo a un cacique llamado Milchu en Dalriada, territorio del actual condado de Antrim en Irlanda, donde por 6 años atendió los rebaños en el valle de Braid y las laderas de Slemish, cerca del moderno pueblo de Ballymena.
Adquirió un perfecto conocimiento de la lengua céltica con la cual algún día anunciaría las buenas nuevas de la redención, y, como su amo Milchu era uno de los grandes sacerdotes druídicos, se familiarizó con todos los detalles del druidismo de cuya esclavitud estaba destinado a liberar al pueblo irlandés.
Advertido por un ángel, después de 6 años, escapó de su cruel amo y dirigió sus pasos hacia el oeste. Encontrando una embarcación presta para navegar y después de algunos rechazos, le fue permitido que abordara. En pocos días se encontró entre sus seres queridos nuevamente en Bretaña, pero ahora su corazón estaba concentrado en dedicarse al servicio de Dios por medio del sagrado ministerio.
Entró en el Monasterio de San Martín en Tours, y luego en el santuario isleño de Lérins donde adquirió amplia y reconocida fama de aprendizaje y devoción. No había aún terminado San Germán su gran misión en Auxerre, cuando Patricio se colocó bajo su guía, y fue bajo la mano de este gran Obispo que pocos años después, el futuro apóstol de Irlanda sería promovido al sacerdocio.
Cuando San Germán comisionado por la Santa Sede procedió a ir a Bretaña para combatir las enseñanzas erróneas de Pelagio, escogió a Patricio para ser uno de sus compañeros misioneros, y por tanto fue privilegiado en ser asociado con el representante de Roma en los triunfos resultantes sobre la herejía y paganismo. Sin embargo, los pensamientos de Patricio se volcaban hacia Irlanda, y de cuando en cuando, era favorecido con visiones de los niños de Focluth, a la orilla del mar occidental, que le imploraban: "Oh santo joven, regresa a Erin, y camina nuevamente entre nosotros".
El Papa Celestino I, quien rindiera inmortal servicio a la Iglesia al desbancar las herejías Pelagianas y Nestorianas, y por el incorruptible lazo de honor decretado a la Santísima Virgen en el Concilio General de Éfeso, confirió a Patricio la misión de reunir al pueblo de Irlanda bajo el manto protector de Cristo.
Palladius ya había recibido esa comisión, pero aterrorizado por la fiera oposición por parte de un cacique de Wicklow había abandonado la sagrada empresa. Fue San Germán, Obispo de Auxerre quién recomendaría a Patricio ante el Papa. Patricio a su regreso de la jornada a Roma recibió en Ivrea las nuevas de la muerte de Palladius, y desviándose hacia la vecina ciudad de Turín recibió la consagración episcopal de manos de su gran Obispo, San Máximo.
Es probable que durante los meses de verano del año 433, Patricio y sus acompañantes desembarcaran en la boca del río Vantry cercano a la cabeza de Wiclow. Los sacerdotes druidas se levantaron en contra suya como un solo hombre. Pero Patricio no se desanimó.
La ausencia de serpientes en Irlanda dio lugar a el hecho de que habían sido desterradas todas por San Patricio, persiguiéndolas hasta el mar después de que ellas lo atacaron durante 40 días sobre la cima de una colina. Esto tiene relación con el pasaje de la Biblia del profeta Moisés, en Éxodo 7:8-7:13.
Continuando su rumbo hacia el norte descansó en la boca del río Boyne, donde una cantidad de nativos se había reunido a su derredor escuchando con alegría en su propia dulce lengua las buenas nuevas de la redención. No había avanzado buen trecho cuando un Cacique, llamado Dicu, apareció en la escena para evitar la continuación de su avance. Blandió su espada para derribar al santo, pero su brazo quedó rígido como estatua y así permaneció hasta que se sometió a Patricio. Avasallado por los milagros y mansedumbre del santo, Dichu pidió ser instruido y preparó una generosa donación en forma de un gran sabhall (granero), en el cual los sagrados misterios se ofrecerían. Este fue el primer santuario dedicado por San Patricio en Erin (Irlanda).
Continuando su camino hacia Slemish, el santo fue sobrecogido de horror al ver en la distancia el fuerte de su antiguo amo Milchu envuelto en llamas. La fama del maravilloso poder de milagros de Patricio le precedía. Milchu, en un arrebato de frenesí, juntó todos sus tesoros en su mansión y le puso fuego, lanzándose él mismo a las llamas. Un antiguo relato agrega: " Su orgullo no pudo soportar la idea de ser vencido por su antiguo esclavo".
De retorno a Saul, San Patricio se enteró por Dichu que los caciques de Erin habían sido convocados para celebrar una celebración especial en Tara por Leoghaire, quien era el Ard-Righ, es decir, el Supremo Monarca de Irlanda. Esta era una oportunidad que Patricio no podía dejar de lado; él se presentaría ante la asamblea, para infligir un decisivo golpe contra el druísmo que mantenía cautiva a la nación, y para obtener la liberación por medio de las buenas nuevas de la redención de la cual era el heraldo.
Mientras se trasladaba descansó por algunos días en casa de un cacique llamado Secsen, quien con todos sus súbditos jubilosos abrazaron la fe. El joven Benen, o Benigno, hijo del cacique, estaba especialmente cautivado por las doctrinas del Evangelio y la mansedumbre de Patricio. Mientras el santo descansaba, él recogía flores olorosas y las derramaba sobre su pecho, y cuando Patricio se preparaba para continuar su camino hacia Tara, Benigno se aferró a sus pies declarando que nada lo separaría de él. " Permítanle hacer su voluntad", dijo San Patricio al cacique, " él será heredero de mi sagrada misión."
Desde entonces, Benigno fue el inseparable compañero del santo, y la profecía se cumplió, ya que Benigno fue nominado entre los sucesores de San Patricio en Armagh. En 433, la memorable asamblea se reunió en Tara, y el decreto de extinguir los fuegos el día anterior por todo el reino se cumplió, hasta que la señal de encender se prendiera en la mansión real.
Los jefes y Brehons, arribaron en gran cantidad y los druidas también se reunieron para desafiar en fuerza al heraldo de las buenas nuevas y aferrar su superstición sobre la raza céltica, ya que sus oráculos demoníacos les habían anunciado que el mensajero de Cristo había arribado a Erin (Irlanda). San Patricio se presentó en la colina de Slane y en la cima de la colina encendió el fuego Pascual. Los druidas levantaron la voz al unísono. " O Rey, vive por siempre, este fuego que ha sido encendido en desafío al real edicto, arderá por siempre en esta tierra a menos que sea extinguido esta misma noche."
Por orden del Rey y encargo de los druidas, repetidos intentos de extinguir el sagrado fuego y de castigar con muerte al intruso que había desobedecido el real decreto, se realizaron. Pero el fuego prevaleció y Patricio escudado por el divino poder resultó ileso de sus trampas y asaltos.
En domingo de Pascua, el grupo de misioneros con el joven Benigno a la cabeza llevando en alto un ejemplar de los Evangelios, y seguido por San Patricio quien con mitra, báculo y portando atuendo episcopal completo, avanzó en orden procesional hacia Tara. Druidas y hechiceros reunieron toda su fuerza y emplearon todos sus encantamientos para mantener su influencia sobre los irlandeses, pero la oración y fe de Patricio alcanzó un glorioso triunfo. Los druidas con sus encantamientos cubrieron la colina y la vecina llanura con una nube peor que las tinieblas egipcias. Patricio les desafió a remover la nube, y cuando todos sus esfuerzos en contra se gastaron en vano, como respuesta a sus oraciones el sol envió sus rayos y la más brillante luminosidad encendió la escena.
Nuevamente por medio de poderes demoníacos el Arqui-Druida Lochru, se elevó en el aire, pero cuando Patricio se arrodilló en oración el druida desde su altura cayó despedazado sobre una roca. Así fue el último golpe infringido al paganismo en la presencia de toda la asamblea de caciques. Fue, de hecho, un trascendental día para la raza irlandesa.
Dos veces Patricio abogó por la fe frente a Leoghaire. El monarca había girado órdenes para que no se rindieran signos de respeto a los extranjeros, pero durante la primer reunión el joven Erc, un paje real, se incorporó para mostrarle reverencia; y en la segunda, cuando todos los caciques estaban reunidos, el Bardo en Jefe Dubhtach mostró los mismos honores al santo. Estos heroicos hombres se volvieron fervientes discípulos de la fe y brillantes ornamentos de la Iglesia Irlandesa. Se dice que durante esta segunda solemne ocasión, San Patricio arrancó un trébol del pasto, para explicar usando su hoja triple y único pecíolo, en forma algo simple a los allí reunidos, la gran doctrina de la Divina Trinidad.
En ese luminoso domingo de Pascua, el triunfo de la religión en Tara fue completo. El Ard-Righ otorgó permiso a Patricio de predicar la fe a lo largo y ancho de Erin, y la profecía druídica como las del Balaam de la antigüedad se cumplirían: el sagrado fuego una vez encendido por el santo, jamás sería extinguido.
San Patricio permaneció durante la semana Santa en Slane y Tara, mostrando a los que le rodeaban las lecciones de la divinidad. Patricio procedió solemnemente a administrar el bautismo a Conall, hermano del Ard-Reigh Leoghaire. Benigno y otros ya habían sido reunidos bajo el manto de Cristo privadamente, pero este sería la primer administración pública del bautismo, reconocido por real edicto, y desde entonces en los antiguos calendarios irlandeses, al día 5 de abril se le conoce como " Comienzo del Bautismo de Erin". Este primer Cacique Real cristiano le hizo un regalo a Patricio dotándolo de un sitio para una iglesia que hasta el presente retiene el nombre de Donagh-Patrick.
Las bendiciones del cielo llegaron a la familia de Conall. San Columba es reconocido entre sus descendientes, y muchos de los Reyes de Irlanda hasta el siglo XI, provenían de su linaje.
A su paso por Granard se enteró que en Magh-Slacht, no lejos de allí, un vasto número de personas ofrecía adoración al ídolo principal Crom-Cruach. Era un inmenso pilar de roca, cubierto de láminas de oro y plata, con un círculo de 12 ídolos menores a su alrededor. Procedió en esa dirección, y con su báculo golpeó al ídolo que se derrumbó en polvo, los demás cayeron al suelo.
En Killala encontró a todos los pobladores del territorio reunidos. Al escuchar su prédica, el Rey y sus hijos, junto con 12.000 pobladores, se convirtieron dócilmente a la fe. Pasó 7 años visitando cada distrito de Connaught, organizando parroquias, formando diócesis, e instruyendo al pueblo y sus caciques.
De Ulster San Patricio probablemente procedió hacia Meta para consolidar la organización de las comunidades en ese sitio, y de ahí continuó su camino a través de Leinster. Dos de los más distinguidos compañeros del santo, San Auxilius y San Iserninus, tuvieron el rico valle de Liffey asignado a ellos.
En Sletty, en las inmediaciones de Carlow, San Fiacc, hijo del cacique Brehon, Dubthach, fue instalado como Obispo. Fue en Leinster, en los límites de los actuales condados de Kildare y Queen´s, que O’ Dhran, el carrocero de San Patricio, se ganó la corona del martirio. El cacique del distrito honraba al ídolo demoníaco, Crom-Cruach, con especial devoción y al escuchar que el ídolo había sido derribado, juró vengar el insulto con la muerte de nuestro apóstol. Al pasar por el territorio, O Dhran se enteró de la conspiración organizada para asesinar a San Patricio, y al momento de acomodarse en la carroza para continuar su jornada, le pidió al santo tomar el lugar de honor y descansar. Esto se le concedió, y justo iniciaban su camino cuando un bien apuntado golpe de lanza atravesaba el corazón del devoto conductor, quien al cambiar de sitio, salvó la vida de San Patricio, y se ganó a sí mismo la corona del martirio.
Mientras realizaba el bautismo del Príncipe real Aengus, hijo del Rey de Munster, el santo, al apoyar su báculo, perforó con su aguda punta el pie del Príncipe. Aengus resistió estoico el dolor. Cuando San Patricio al final de la ceremonia, observó la hemorragia, y le preguntó por qué se había mantenido en silencio, le replicó con genuino heroísmo, que había pensado que eso era parte de la ceremonia, una penalidad a cambio de las dichosas bendiciones de la fe que era impartida. El santo admiró su heroísmo, y, tomando el escudo del cacique, le inscribió en el mismo una cruz con la misma punta del báculo, y prometió que aquel escudo sería la señal de incontables triunfos temporales y espirituales.
San Patricio continuó hasta su muerte el visitar y vigilar las iglesias que había fundado en todas las provincias de Irlanda. Confortó a los fieles en sus dificultades, los fortaleció en la fe y en la práctica de la virtud, y designó pastores para continuar su labor entre ellos. Se registra que consagró a no menos de 350 Obispos.
Asignó a San Loman en Trim, que rivalizó al mismo Armagh en abundantes cosechas de devoción. San Guasch, hijo del su antiguo amo, Milchu, se convirtió en Obispo de Granard, mientras que las dos hijas del mismo cacique pagano fundaron ahí cerca, en Clonbroney, un convento de piadosas vírgenes, recibiendo meritoriamente la aureola de santidad. San Mel, sobrino de nuestro apóstol, tuvo el cargo de Ardagh; San MacCarthem, que al parecer fue particularmente querido por San Patricio, fue nombrado Obispo de Clogher.
Uno de los milagros de San Patricio más famosos fue cuando acabó con el escepticismo de un príncipe sobre la resurrección. El religioso regresó a la vida al abuelo del integrante de la familia real, quien se levantó de su tumba ante la admiración de todos.
Un día de San Patricio llegó a un lugar llamado Fearta. En el lado de la colina dos mujeres habían sido enterradas. Patricio ordenó a la tierra que fuera removida, en el Nombre de Cristo, y luego él las levantó. Las dos proclamaron que sus ídolos eran vanos y que Cristo era el verdadero Dios. Junto con las mujeres, fueron bautizados muchos.
Él nunca relajaba sus ejercicios peniténciales. Arropado solo de su cilicio, hacía de la dura roca su lecho. Su desinterés en lo material es especialmente conmemorado. Incontables conversos de alto rango ponían sus preciosos ornamentos a sus pies, pero todos les eran restaurados. Él no había venido a Erin en busca de riqueza material, pero en cambio vino a enriquecerla en los invaluables tesoros de la fe católica. De parte de Dios, en una visión recibió estos mensajes: “Muchas almas se salvarían del sufrimiento del purgatorio a través de su intercesión; quien en el espíritu de penitencia recitara su himno antes de morir alcanzaría la celestial recompensa; las hordas de la barbarie jamás tendrán dominio sobre su Iglesia; 7 años antes del Día del Juicio, el mar cubriría Irlanda para salvar a su gente de las tentaciones y terrores del Anticristo; y la más grande bendición, el mismo Patricio será designado juez de toda la raza irlandesa en el día final”.
Tales fueron los extraordinarios favores que San Patricio, por medio de su lucha con el Altísimo, sus incesantes oraciones, su inconquistable amor por las cosas celestiales, y sus incesantes obras de penitencia, obtuvo para su pueblo que él evangelizó.
A veces se ha llegado a suponer que el apostolado de San Patricio en Irlanda consistió en una sucesión de pacíficos triunfos, y sin embargo fue todo lo contrario. Ninguna tormenta de persecución fue, de hecho, realizada contra la infante Iglesia, pero el santo por sí mismo estuvo sometido a frecuentes pruebas a las manos de los druidas y otros enemigos de la fe. Él nos narra en su “Confessio” que en no menos de 12 ocasiones él y sus acompañantes fueron capturados y tomados de rehenes, y en una particular ocasión cargado de cadenas, su muerte fue decretada. Pero de todas estas pruebas y sufrimientos, fue liberado por la benigna providencia.
Santa Brígida le acompañó con sus escogidas vírgenes, trayendo el sudario en que sería sepultado. San Tassach le administró el último sacramento. Sus restos fueron envueltos en el sudario tejido por las mismas manos de Santa Brígida. Los Obispos y Clérigos y la gente de todas partes se aglomeraron alrededor de sus restos para rendirle honores al Padre de su fe. Algunas de las antiguas crónicas registran que por varios días la luz del cielo brillaba alrededor de su lecho de descanso. Sus restos fueron sepultados en el fuerte del Cacique a dos millas de Saul, donde en otros tiempos se levantó la Catedral de Down.
























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