San Pedro Canisio

 

                                                 Jesuita. Doctor de la Iglesia. 1597.

Nacido en Nimega en Holanda, en 1521; muerto en Friburgo en 1597. Su padre era el rico Burgomaestre, Jacobo Canisio. En 1536 Pedro fue enviado a Colonia, donde estudió artes, derecho civil, y teología en la Universidad. Pasó parte de 1539 en la Universidad de Lovaina, y en 1540 recibió el grado de Licenciado en Letras en Colonia. Aunque su padre deseaba casarlo con una joven mujer rica, en 1540, él se prometió a sí mismo al celibato.

En 1543 visitó a Pedro Fabro, y habiendo hecho los “Ejercicios Espirituales” bajo su dirección, fue admitido en la Compañía de Jesús en Mainz.

En las navidades de 1543, enferma su padre el Alcalde de Nimega. De inmediato, Pedro viaja y lo acompaña. El Alcalde muere en sus brazos. Es una prueba muy dura. La gran fortuna de la madre, Egidia van Houweninge, pasa entonces a los hijos, a Pedro y a su hermana. Los parientes arguyen. Debe quedarse en Nimega y administrar la herencia. Pedro decide dar una buena parte a los pobres. El resto quedará como ayuda de los universitarios necesitados de Colonia, y para el sustento de sus Hermanos de la Compañía. Hay disgustos de la madrastra y los medio hermanos. Con paz, Pedro soluciona sus asuntos y vuelve a Colonia a seguir bajo la dirección de Pedro Fabro.

En Colonia, las autoridades deciden poner obstáculos a la residencia jesuita. Hay demasiados Conventos en la ciudad. Además, podría darse alguna herejía entre esos letrados poco conocidos. El Arzobispo Max Hermann von Wied es débil. Y Pedro Canisio es el que debe recurrir a los amigos, los Cartujos principalmente, para detener el decreto de expulsión. Con todo, la Residencia se disuelve casi enteramente. Pedro Fabro deja en Colonia a sólo 3 hermanos, entre ellos a Pedro Canisio como Vice Superior. Es todavía un Novicio. 

Pedro recibe el subdiaconado en el año 1544. Él y el Padre Leonardo Kessel, jesuita, se encargan de la atención pastoral de una parroquia sin clero. Allí empieza Pedro a predicar, ministerio que durará toda su vida. Tiene éxito. Asisten a sus sermones hasta los profesores de la Universidad.

En enero de 1545, viaja a Bélgica, a pie sin duda. Ha sido llamado por su amigo Nicolás van Esche. Este está inquieto por el ingreso de Pedro a la Compañía y cree que podrá disuadirlo. Canisio consuela al amigo y lo tranquiliza. Juntos van a Lovaina y echan las bases para el futuro Colegio Jesuita de estudiantes. Al regresar a Colonia, Canisio consigue una casa de los Padres Dominicos y traslada allí a su pequeña comunidad. Cuando pasa por Colonia el Padre Nicolás de Bobadilla, otro de los primeros compañeros de San Ignacio, las autoridades le ruegan dejar a Canisio, para muchos años, en la Universidad donde podrá enseñar con gran fruto.

 En 1546 fue admitido al sacerdocio, y poco después fue enviado por el clero y la Universidad para obtener asistencia del Emperador Carlos V, el Nuncio, y el clero de Liege, contra el Arzobispo apóstata, Hermann von Wied, quien había intentado pervertir la diócesis. El Arzobispo Max Hermann von Wied decide entrar a la Liga de Esmalkalda, contra el Emperador. El Arzobispo ya está en la herejía. 

Poco antes había recibido la excomunión, desde Roma. Pedro se mueve, a pesar de la guerra. Las autoridades católicas le ruegan viajar y apelar ante Jorge de Austria, el Príncipe y Obispo de Lieja, de enorme influencia. Es un Habsburgo, hijo y tío del Emperador, y eso es muy importante. Pedro Canisio lo hace bien. Sus amigos empiezan entonces a llamarlo: "el más importante e intrépido defensor de la religión". Carlos V gana la guerra. El Arzobispo von Wied es depuesto. Colonia conserva la fe. 

En septiembre de 1549, hizo su profesión solemne como jesuita en Roma, en la presencia del fundador de la Orden. En su viaje hacia el norte recibió, en Bolonia, el grado de Doctor de Teología. En noviembre, acompañado por los Padres Jauis y Salmeron, llegó a Ingolstadt, donde enseñó teología, catequizó, y predicó. 

Recibió la orden de volver a Alemania, pues había sido elegido para ir a Ingolstadt con otros dos jesuitas, ya que el Duque Guillermo de Baviera había pedido urgentemente algunos profesores capaces de contrarrestar las doctrinas heréticas que invadían las escuelas. No sólo tuvo éxito Canisio en la reforma de la Universidad, de la que fue nombrado primero Rector y luego vicecanciller, sino que, con sus sermones, consiguió la renovación religiosa, en la que también colaboró con su catequesis y su campaña contra la venta de libros inmorales.

Grande fue el duelo general cuando el santo partió a Viena, en 1552, a petición del Rey Fernando, para emprender una tarea semejante. La situación en Viena era peor que en Ingolstadt. Muchas parroquias carecían de atención espiritual, y los jesuitas tenían que llenar las lagunas y enseñar en el colegio recientemente fundado. En los últimos veinte años no hubo una sola ordenación sacerdotal; los monasterios estaban abandonados; las gentes se burlaban de los miembros de las órdenes religiosas; el 90 % de la población había perdido la fe y los pocos católicos que quedaban, practicaban apenas la religión. 

San Pedro Canisio empezó por predicar en iglesias casi vacías, en parte por el desinterés general, o bien porque su alemán del Rin resultaba muy duro para los oídos de los vieneses. Pero, poco a poco, fue ganándose el cariño del pueblo por la generosidad con que atendió a los enfermos y agonizantes durante una epidemia. La energía y espíritu de empresa del santo eran extraordinarios; se ocupaba de todo y de todos, lo mismo de la enseñanza en la universidad, que de visitar en las cárceles a los criminales más abandonados. 

El hijo mayor del Rey, (más tarde Maximiliano II) había designado al cargo de Predicador de la corte, a Phauser, un sacerdote casado, que predicaba la doctrina luterana. Canisio amonestó a Fernando I, verbalmente y por escrito, y se opuso a Phauser en debates públicos. Maximiliano fue obligado a destituir a Phauser y, con motivo de esto, éste albergó un resentimiento contra Canisio. El Rey Fernando le ofreció 3 veces el Obispado de Viena, pero él rehusó. Después de largas negociaciones y preparaciones pudo abrir Colegios jesuitas en Ingolstadt y Praga.

Por designación de los Príncipes Católicos y la orden del Papa, tomó parte en las discusiones religiosas en Worms. Como defensor de los católicos habló repetidamente en oposición a Melanchthon. El hecho de que los protestantes discutieran entre ellos y fueran obligados a abandonar el campo se debió en gran medida a Canisio. 

Luego el Duque Alberto V de Baviera aseguró sus servicios. En Straubing, los pastores y predicadores habían huido después de haber persuadido a la gente de apartarse de la fe católica. Canisio permaneció en el pueblo por seis semanas, predicando tres o cuatro veces diarias, y por su gentileza deshizo mucho daño.

Desde 1561-62 predicó alrededor de 210 sermones, además de dar retiros y enseñar el catecismo. En la Catedral, su confesionario y el altar en el que celebraba misa eran rodeados por muchedumbres, y se colocaban limosnas en el altar. Se despertó la envidia de algunos del clero de la Catedral, y Canisio y sus compañeros fueron acusados de usurpar los derechos parroquiales. El Papa y los Obispos favorecieron a los jesuitas, pero la mayoría del Capítulo se les opusieron. Canisio se vio obligado a firmar un convenio según el cual, él retenía el púlpito pero cedía el derecho de administrar los sacramentos en la Catedral.

En 1562 fue abierto por Canisio el Colegio de Innsbruck, y en ese entonces actuó como Confesor de la Reina Magdalena (declarada Venerable en 1906 por Pío X; hija de Fernando I, vivía con sus 4 hermanas en Innsbruck), y como Consejero espiritual de sus hermanas.

En la Dieta de Augsburgo en 1566, Canisio y otros teólogos, por orden del Papa, dieron sus servicios al Cardenal Delegado Commendone. Con la ayuda de sus amigos tuvo éxito, aunque con gran dificultad, en persuadir al Delegado de no publicar su protesta contra la paz religiosa, y previno así una nueva guerra fratricida. 

Los miembros católicos de la Dieta, aceptaron los decretos del Concilio, los planes de los protestantes fueron frustrados, y desde esa época comenzó una nueva y vigorosa vida para los católicos en Alemania. En el mismo año, Canisio fue a Wiesensteig, donde visitó y trajo de regreso a la Iglesia al luterano Conde de Helfenstein y todo su condado, y donde preparó para la muerte a dos brujas que habían sido abandonadas por lo predicadores luteranos.

La región no estaba ajena a la influencia del movimiento protestante. Canisio trabajó infatigablemente con el Preboste Pedro Schnewly, el Franciscano Juan Miguel, y otros, para la revivificación de los sentimientos religiosos entre la gente. Desde entonces Friburgo se ha mantenido una plaza fuerte de la Iglesia Católica. Los últimos años de su vida los dedicó a la instrucción de conversos, a hacer direcciones espirituales a los hermanos de la Orden, a escribir y reeditar libros.

Canisio sostenía que defender las verdades católicas era ni más ni menos tan importante como convertir a los hindúes. En Roma y Trento, recomendó vigorosamente el compromiso en el Concilio, en la Corte Papal, y en otras partes de Italia, de los teólogos competentes para escribir en defensa de la fe católica. Pidió a Pio V enviar anualmente subsidios a los impresores católicos de Alemania, y permitir a los eruditos alemanes editar manuscritos romanos. Indujo al Consejo de la ciudad de Friburgo a erigir un establecimiento de imprenta, y aseguró especiales privilegios para los impresores.

Fue editor de las obras completas de San Cirilo de Alejandría y de San León Magno, de las Cartas de San Jerónimo y de las Oraciones de San Nicolás de Fluë. Publicó libros de devoción en varias lenguas, las biografías de algunos Santos suizos y muchos textos de homilética. Pero sus escritos más difundidos fueron los tres Catecismos compuestos entre 1555 y 1558. El primer Catecismo estaba destinado a los estudiantes en condiciones de entender nociones elementales de teología; el segundo a los muchachos del pueblo para una primera instrucción religiosa; el tercero a los chicos con una formación escolástica a nivel de escuelas medias y superiores. La doctrina católica era expuesta con preguntas y respuestas, brevemente, en términos bíblicos, con mucha claridad y sin acentos polémicos. Solamente durante el lapso de su vida, las ediciones de este Catecismo han sido 200. 

Este fue uno de los trabajos que influenció a San Alonso Gonzaga a entrar en la Compañía de Jesús; convirtió entre otros, al Conde Palatino Wolfgang Wilhelm de Neoburgo; y tan recientemente como el siglo XVIII, en muchos lugares, las palabras “Canisi” y catecismo eran sinónimos. La base y modelo se mantuvieron para los catecismos impresos posteriormente. 

Su predicación también tenía gran influencia. En 1550, los Clérigos de la Catedral de Augsburgo atestiguaron que por sus sermones, 99 personas habían regresado a la Iglesia, y en mayo de 1562, se reportó que en la Pascua de Resurrección, se contabilizaron mil comulgantes más que en años anteriores. Canisio indujo a algunos de los más prominentes Fuggers a regresar a la Iglesia, y convirtió al líder de los Anabaptistas de Augsburgo.

En 1537 el clero católico había sido desterrado de Augsburgo por el Consejo de la ciudad; pero después de la predicación de Canisio se celebraban procesiones públicas, los monasterios ganaban novicios, la gente se agolpaba para la indulgencia del jubileo, se revivieron las peregrinaciones, y la comunión frecuente llegó nuevamente a ser la regla.

Después de las elecciones de 1562, había 18 protestantes y 27 católicos en el Consejo de la ciudad. Él recibió la aprobación de Pio IV por un breviario especial en 1561. Grandes servicios fueron entregados por Canisio a la Iglesia por medio de la extensión de la Compañía de Jesús. Las dificultades fueron grandes: escasez de novicios, educación insuficiente de algunos de los miembros más jóvenes, pobreza, plagas, animosidad de los protestantes, envidia de parte de compañeros católicos, la interferencia de príncipes y consejos municipales. A pesar de todo esto, Canisio introdujo la Orden en Baviera, Bohemia, Suabia, el Tirol, y Hungría, y preparó el camino en Alsacia, el Palatino, Hesse, y Polonia. Aún los antagonistas admiten que a los jesuitas se debe principalmente el crédito de salvar una gran parte de Alemania de la innovación religiosa.

En este trabajo Canisio fue el líder. En muchos aspectos, Canisio fue el producto de una época que creía en milagros extraños, ajusticiaba brujas y recurría a la fuerza contra los adherentes de otra fe. Pero a pesar de todo esto, Juan Janssen no duda en declarar que Canisio fue el más prominente y más influyente reformador católico del siglo XVI. 

En 1580, se hallaba en Dilinga, cuando recibió la orden de ir a Friburgo de Suiza.  Dicha ciudad, que se hallaba situada entre dos regiones muy protestantes, quería que se fundase desde hacía mucho tiempo un colegio católico, pero, además de otros obstáculos que oponían a la empresa, carecía de fondos suficientes para realizarla. En pocos años venció San Pedro Canisio esos obstáculos y consiguió dinero, eligió el sitio y supervisó la erección del espléndido colegio que es en la actualidad la Universidad de Friburgo, aunque nunca fue rector ni profesor en él. 

Además del interés con que seguía los progresos del colegio, su principal actividad, durante los ocho años que pasó en Friburgo, fue la predicación; los domingos y días de fiesta predicaba en la catedral y, entre semana, visitaba los pueblos del cantón.  Se puede afirmar sin temor a equivocarse, que a San Pedro Canisio se debe el que Friburgo haya conservado la fe en una época tan crítica.  

Al final, la debilidad de su cuerpo obligó al santo a renunciar a la predicación.  En 1591, un ataque de parálisis le puso a las puertas de la muerte, pero se rehízo lo suficiente para seguir escribiendo, con la ayuda de un secretario, hasta poco antes de su muerte. Después de haber rezado el Santo Rosario con varios jesuitas en Friburgo, el 21 de diciembre de 1597, de pronto exclamó lleno de alegría y emoción: "Mírenla, ahí está.  Ahí está".  Y murió.  Era la Virgen Santísima que había llegado a llevárselo para el cielo.

Una de las principales lecciones de su vida es el espíritu y el estilo de sus controversias religiosas.  El mismo San Ignacio había insistido en la necesidad de dar "ejemplo de caridad y moderación cristiana en Alemania".  San Pedro Canisio advertía que era un error "citar en una conversación los temas que antipatizan a los protestantes: como la confesión, la satisfacción, el purgatorio, las indulgencias, los votos monásticos y las peregrinaciones, pues, como algunos enfermos, tienen el paladar estragado, son incapaces de apreciar esos manjares.  Necesitan leche, como los niños; sólo poco a poco es posible llevarles a aceptar los dogmas sobre los que no estamos de acuerdo con ellos". 

San Pedro Canisio se mostraba duro con los que propagaban la herejía y, como la mayor parte de sus contemporáneos, estaba dispuesto a emplear la fuerza para impedírselo. Pero su actitud era muy diferente con quienes habían nacido en el luteranismo o habían sido arrastrados a él. El santo pasó toda su vida oponiéndose a la herejía y tratando de restaurar la fe y la vida católicas. Sin embargo decía, hablando de los alemanes: "Es cierto que muchísimos de ellos abrazan las nuevas sectas y yerran en la fe, pero su manera de proceder demuestra que lo hacen más por ignorancia que por malicia. Yerran, lo repito, pero sin intención, sin deseo y sin obstinación".  Según San Pedro Canisio, no había que enfrentarse ni siquiera a los más conscientes y peligrosos de los herejes "con aspereza y descortesía, pues ello no sólo es el reverso del espíritu de Cristo, sino que equivale a quebrar la rama desquebrajada y a apagar la mecha que humea todavía".

El Beato Pedro Canisio fue canonizado y declarado Doctor de la Iglesia en 1925. Recibe el título de Doctor de la Iglesia por su heroica defensa del catecismo a través de la docencia, la predicación y la redacción de catecismos. Fue al mismo tiempo un gigante de la joven Compañía de Jesús, primer Provincial de Alemania a lo largo de 14 años. Hombre de inmensa energía, fundó 18 colegios y es autor de 37 libros. Aún en vida alcanzó a ver 200 ediciones de sus catecismos.



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