Santa Ana

                                                

                                               Madre de la Virgen María.

La tradición cristiana dice que Santa Ana, casada con Joaquín, fue la madre de María y, por tanto, abuela materna de Jesús de Nazaret. Es considerada patrona de diversas ciudades y países, así como de las mujeres trabajadoras y los mineros, pues se considera a Jesús el oro y María la plata. También es patrona de las mujeres embarazadas a la hora del parto. Su fiesta es el 26 de julio.

Toda nuestra información concerniente a los nombres y las vidas de los Santos Joaquín y Ana, los padres de María, es derivada de literatura apócrifa: el Evangelio de la Natividad de María, el Evangelio de Seudo Mateo y el Protoevangelio de Santiago. En el Oriente el Protoevangelio tiene gran autoridad, y los Griegos, Sirios, Coptos y Árabes, leen porciones de él en las fiestas de María. En el Occidente, sin embargo, fue rechazado por los Padres de la Iglesia hasta que sus contenidos fueron incorporados por Jacobo de Voragine en su "Leyenda Dorada" en el siglo XIII. De allí en más la historia de Santa Ana se esparció por el Oeste y fue ampliamente desarrollada, hasta que Santa Ana se convirtió también en una de las santas más populares de la Iglesia Latina.

Santa Ana, madre de la Santa Madre de Dios, descendía de la tribu de Leví. Su padre que era sacerdote se llamaba Matzán y su madre María. Ana tenía dos hermanas, la homónima con su madre Maria y Sovín. Maria tenía una hija, Salomé y Soví otra, Elizabet. Ana tuvo a la Virgen María.

Santa Ana se dignó a tener el honor y la dicha de una única hija, la madre del Salvador del mundo. Después de que Ana dejó de amamantar a Maria la consagró a Dios y pasó el resto de su vida ayunando, rezando y haciendo caridad para los pobres. Al fin de su vida, en paz entregó su alma justa a Dios, heredando bondades eternas porque el mismo Señor aseguró que “los justos en vida pasarán a disfrutar vida eterna”.

 El Protoevangelio de Santiago da la siguiente versión: En Nazaret vivía una rica y piadosa pareja, Joaquín y Ana. No tenían niños. Cuando en un día de fiesta, Joaquín se presentó a ofrecer sacrificio en el templo, fue rechazado por cierto Rubén, bajo el pretexto de que un hombre sin descendencia era indigno de ser admitido. Tras esto Joaquín, inclinándose con dolor, no volvió a su hogar, sino que se fue a las montañas a hacer su planteo a Dios en soledad. También Ana, al saber la razón de la prolongada ausencia de su marido, clamó al Señor que la liberara de la maldición de la esterilidad, prometiendo dedicar su niño al servicio de Dios. Sus oraciones fueron escuchadas; un ángel se le presentó a Ana y dijo: "Ana, el Señor ha visto tus lágrimas; tu concebirás y darás a luz y el fruto de tu vientre será bendecido por todo el mundo". El ángel hizo la misma promesa a Joaquín, quien volvió con su mujer. Ana dio a luz una hija a la que llamó Miriam (María). 

Aún el nombre de la madre de María parece dudoso, desde el momento que esta historia es aparentemente una reproducción del relato bíblico de la concepción de Samuel, cuya madre también se llamaba Ana. El renombrado Padre Juan de Eck de Ingolstadt, en un sermón sobre Santa Ana (publicado en París en 1579), pretende conocer aún los nombres de los padres de Santa Ana. Los llama Stollanus y Emerentia. Dice que Santa Ana nació después que Stollanus y Emerntia carecieran de hijos por 20 años; que San Joaquín murió poco después de la presentación de María en el templo; que Santa Ana entonces se casó con Cleofás, de quien devino en madre de María Cleofás (la esposa de Alfeo y madre de los Apóstoles Santiago el Menor, Simón y Judas y de José el Justo); tras la muerte de Cleofás se dice que se casó con Salomas, de quien le nació María Salomé (la esposa de Zebedeo y madre de los Apóstoles Juan y Santiago el Mayor).

La misma leyenda espuria se encuentra en los escritos de Gerson y en los de muchos otros. En el siglo XVI se produjo una animada controversia sobre los matrimonios de Santa Ana, en la cual Baronio y Bellarmine defendieron su monogamia. El Griego Menaea llama a los padres de Santa Ana, Mathan y María, y relata que Salomé e Isabel, la madre de San Juan el Bautista, eran hijas de dos hermanas de Santa Ana. De acuerdo con Epifanio, algunos entusiastas mantuvieron aún hasta el siglo IV, que Santa Ana concibió sin la acción de un hombre. Este error fue revivido en Occidente en el siglo XV. En 1677 la Santa Sede condenó el error de los Imperiali quienes enseñaban que Santa Ana se mantuvo virgen en la concepción y nacimiento de María.

Las supuestas reliquias de Santa Ana fueron traídas desde Tierra Santa a Constantinopla en el año 710 y se conservaban todavía en la iglesia de Santa Sofía en 1333. La tradición de la iglesia de Apt en la Francia austral pretende que el cuerpo de Santa Ana fue traído a Apt por San Lázaro, el amigo de Cristo, fue escondido por San Auspicio en el año 398, y encontrado nuevamente durante el reinado de Carlomagno. La cabeza de Santa Ana fue conservada en Mainz hasta 1510, cuando fue robada y llevada a Düren en Rheinland.

La mejor prueba de la antigüedad del culto a Santa Ana en Constantinopla es que, a mediados del siglo VI, el Emperador Justiniano le dedicó un santuario. En Santa María la Antigua hay dos frescos que representan a Santa Ana y datan del siglo VIII. Su nombre aparece también destacadamente en una lista de reliquias que pertenecían a San Ángel de Pescheria y sabemos que el Papa San León III (795-816), regaló a la iglesia de Santa María la Mayor, un ornamento en el que estaban bordadas la escena de la Anunciación y las figuras de San Joaquín y Santa Ana. Las pruebas históricas en favor de la autenticidad de las reliquias de Santa Ana, que se encuentran en Apt, de la Provenza, y en Duren, carecen absolutamente de valor. La verdad es que antes de mediar el siglo XIV, el culto de Santa Ana no era muy popular, pero un siglo más tarde se popularizó enormemente y Lutero, el reformador, lo ridiculizó con acritud y atacó en particular la costumbre de representar juntos a Jesús, María y Ana, como una especie de trinidad.

En 1382, Urbano VI publicó el primer decreto pontificio referente a Santa Ana; por él concedía la celebración de la fiesta de la santa a los Obispos de Inglaterra exclusivamente, como se lo habían pedido algunos ingleses. Muy probablemente la ocasión de dicho decreto fue el matrimonio del Rey Ricardo II con Ana de Bohemia, que tuvo lugar en ese año. La fiesta fue extendida a toda la Iglesia de Occidente en 1584.

 



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