Santa Ángela Merici

 

                                        Fundadora de la Orden de las Ursulinas. 1540.

La vida de Angela es un ejemplo de cómo en épocas de cambios como la nuestra, en este inicio del siglo XXI, la Iglesia necesita novedosas iniciativas pastorales, que abran nuevos caminos y dinamizen los ya existentes.

Entre finales del siglo XV y la primera mitad del siglo XVI, mientras se afirmaban algunas formas de emancipación femeninas, se tuvo la interesante experiencia de santa Ángela Merici.  Desde principios del siglo XVI se dio una revolución importante en el papel de la mujer en la Iglesia. El ideal para la mujer, hasta entonces, venía dado por el dilema: o matrimonio o monja. En los albores de la Edad Moderna el monasterio formaba parte de las estructuras sociales, en cuanto permitía a las familias nobles colocar aquellas hijas a las que no habían podido asegurar un matrimonio conveniente.

Angela nació en 1474 en Lombardía (Italia), en el seno de una familia noble y rica. Quedó huérfana a la edad de 10 años y junto a su hermana mayor, fueron a vivir con su tío en el pueblo vecino de Salo, donde tuvo una vida angelical. Cuando repentinamente su hermana murió, sin habérsele dado los últimos sacramentos, la joven Ángela quedó en estado de mucha conmoción. Se abocó a San Francisco y aumentó significativamente tanto oraciones como mortificaciones en pro del descanso del alma de su hermana. En medio de su angustia y piadosa simplicidad oró a Dios pidiéndole le revelara la condición de su hermana fallecida. Se dice que por medio de una visión ella quedó satisfecha en cuanto a saber que su hermana se encontraba en compañía de los santos en el cielo. Mientras rezaba, la futura santa tuvo la visión de una procesión de ángeles y vírgenes entonando y cantando cantos sublimes. Entre ellos, Ángela también vio a su hermana fallecida anunciándole: "Fundarás una compañía de vírgenes". En los siglos siguientes, la iconografía de las vidas de los santos representará esta visión como una "escalera celestial" que une el cielo y la tierra. (cf Gn 28,12-15).

La joven empieza a frecuentar la iglesia de los religiosos franciscanos y toma el hábito de la Tercera Orden de la Penitencia para poderse dedicar con más facilidad a la vida devota. La toma del hábito de terciaria, a cuya institución Angela permanecerá sustancialmente fiel toda la vida queriendo ser sepultada con esa vestidura, marca un momento significativo del itinerario espiritual de la santa: la primera indicación de la voluntad de vivir la condición de religiosa permaneciendo en el mundo. Como muchas otras mujeres de su tiempo, Angela sigue la vía de la devoción, entrando en un instituto de antigua tradición; cabe, empero, dudar que el Franciscanismo dejará una huella tan profunda en su espiritualidad, Su entrada en la Tercera Orden Franciscana, se debió a la atracción por el ideal de vida consagrada, vivida fuera del claustro a manera de la vírgenes de la primitiva Iglesia.

Cuando tenía 20 años de edad, su tío murió y a consecuencia de ello, retornó a su hogar paterno en Desenzano. Vivió entre los lujos del Renacimiento, en un momento en se estaba acabando una etapa de la vida europea y con la Reforma de Lutero y la Contrarreforma Católica, estaba empezando otra. El cambio social, político y religioso se daba junto con un frenético hacer en arte, pinturas, esculturas, libros y costumbres que dejaba también una secuela pobre y menos digna en el cambio del pensamiento que llegaba a la degradación de las costumbres. Eso le hizo darse perfectamente cuenta a Ángela de las desastrosas consecuencias que había traído consigo para la vida moral de muchas personas, la moda del Renacimiento. Quiso hacer algo por la juventud que veía desquiciada, desorientada, maltratada, frecuentemente manipulada y, en tantas ocasiones, pervertida; algo para detener el desmoronamiento de tanta chica joven tratada con desconsideración.

Convencida que la mayor necesidad de su tiempo era la instrucción religiosa que las jóvenes necesitaban, al menos en términos rudimentarios, convirtió su hogar en una escuela. En ella con ciertos intervalos diarios, logró reunir a las muchachas de Desenzano y les enseñó elementos de la Cristiandad. 

Se dice que un día, en éxtasis, tuvo una visión. En la misma se le revelaba que tenía que fundar una asociación de vírgenes que dedicaran sus vidas a la enseñanza religiosa de muchachas. La escuela que ella había fundado en Desenzano, rápidamente dio frutos y fue invitada a la vecina ciudad de Brescia, en donde se le pedía que estableciera una escuela similar. Ángela gustosamente aceptó la invitación.

En 1516 por mandato de los superiores franciscanos, se dirige a Brescia, a la casa de la acaudalada viuda Catalina Patengola, donde llega a conocer a Jerónimo Patengola, sobrino de Catalina, y a otras personas que comienzan a sentir por ella una devoción especial y le servirán de ayuda en la realización de aquella obra religiosa y social que decidirá emprender en favor del mundo femenino. No hay que olvidar, en efecto, que los primeros decenios del siglo XVI, están marcados por la grave crisis social y religiosa consiguiente a las guerras de Italia y la primera difusión de las ideas de la reforma luterana; la ciudad de Brescia queda particularmente marcada, sea por la destrucción causada en 1512 por el saqueo de la ciudad, sea por la activa presencia de un grupo religioso de inspiración erasmiana.

Para hacer frente a las necesidades sociales causadas por la guerra y la difusión de las enfermedades epidémicas, en 1521 el Consejo Municipal de la ciudad delibera constituir un Hospital de Incurables, regido primero por el sacerdote Bartolomé Stella. Entre las personas dedicadas a esta actividad se encontrarán algunos discípulos de Ángela de Merici: Jerónimo Patengola y Agustín Gallo. El nombre de Stella liga el hospital bresciano a las análogas iniciativas patrocinadas en Génova y Roma por las Hermandades llamadas del Divino Amor, sodalicios espirituales que se desarrollan en los primeros decenios del siglo XVI en algunas ciudades italianas con finalidades devocionales y asistenciales. A instancias de estos sodalicios se asocia también otro discípulo de Ángela de Mérici, Esteban Bertazoli de Saló, según la tradición, convertido en 1520, por el ejemplo de vida de la santa. Será precisamente Bertazzoli el que en 1542 fundará en Saló una hermandad de la que se inspira en los principios del Divino Amor.

Ella, visitando a los incurables, se dio cuenta de la presencia de muchas muchachas solteras que quedaban en casa. Entonces fundó en Brescia en 1535, la Compañía de Santa Úrsula, compuesta por mujeres sin votos, sin uniforme, sin vínculos de vida común y sin las ínfimas prescripciones que la seguían. Viviendo en las propias familias y del trabajo propio, eran llamadas a ser signo de separación “desde las tinieblas de este mundo”.

Entre 1520 y 1530 sigue viviendo devotamente en las casas de diversas familias de la nobleza bresciana y adquiriendo prestigio como mujer dotada de especiales dones carismáticos. Abandona pronto la casa de Catalina Patengola y se establece desde 1517 en la vivienda del joven Antonio Romano, rico mercader. En 1524, mientras que realizaba un peregrinaje a la Tierra Santa, quedó repentinamente ciega, estando en la isla de Creta. Continuó su viaje a Tierra Santa y se curó a su retorno, mientras oraba frente a un crucifijo, en el mismo lugar donde semanas antes había quedado ciega. Ya en Venecia, a la vuelta de Tierra Santa, vivirá primero en el Monasterio Franciscano del Santo Sepulcro y después en el Hospital de Incurables. Aquí es visitada por gentiles hombres y religiosos e invitada, como registra concordemente la tradición hagiográfica, a permanecer en la ciudad. En 1525 acude a Roma en peregrinación para ganar el Jubileo.

Al volver a Brescia, tras su estancia en Roma, vive unos años más en la casa de Juan Antonio Romano. En 1529, nuevamente con el hábito de peregrina, va a Varallo, el santuario que reproduce la Santa Jerusalén, adonde volverá también en 1532. Durante el viaje visita en Soncino a la estigmatizada Stefana Quinzani, terciaria dominica, y a la vuelta se encuentra en el Milanesado con Francisco Sforza, que intenta inútilmente retenerla. Al ir a Roma en el año del Jubileo de 1525, para ganar indulgencias, el Papa Clemente VII la invitó a permanecer en Roma. El Pontífice había oído de la gran santidad de Ángela y de sus éxitos en la enseñanza religiosa de muchachas. No obstante Ángela, a quien no halagaba la publicidad, regresó a Brescia.

En los años que preceden a la fundación de la Compañía de Santa Úrsula tiene lugar un nuevo cambio de vivienda. Ángela abandona la casa de Gallo y se traslada a un local anexo a la iglesia de Santa Afra, adquirida poco antes por los Canónigos Lateranenses de la Congregación Observante de Fregionaia. Uno de estos religiosos, Serafín Torresini de Bolonia, se convierte en su confesor. La decisión de vivir como en una celda, en oración continua, en la Iglesia de Santa Afra y la solicitud cursada en 1532 ante la Sagrada Penitenciaría de ser sepultada en aquel lugar, indican un desapego del ambiente franciscano y una inserción en la espiritualidad de los Canónigos Lateranenses, que en los primeros decenios del siglo XVI, son activos propagadores de la vida contemplativa inspirada en los principios de la devoción moderna y autores de un nuevo modelo de vida religiosa femenina. No sabemos lo que estos religiosos influyeron en su espiritualidad.

Finalmente, en 1535, la santa seleccionó a 12 vírgenes y fundó la Orden de las Ursulinas, en una pequeña casa cerca de la Iglesia de San Afra en Brescia. La inscripción de la Sociedad o Hermandad, como es llamado el Instituto en sus comienzos, está reservada a las vírgenes no prometidas en matrimonio ni empeñadas en entrar en un convento: tal inscripción no comporta la profesión canónica de los votos, sino la obediencia a una regla análoga a la de las Órdenes Religiosas. Característica del instituto es la de proponer un ideal monástico en el mundo. Motivos prácticos e ideológicos motivan esta decisión. En tiempo de Ángela de Mérici no todas las muchachas que lo deseaban podían entrar en el monasterio, porque había que pagar una dote que limitaba el acceso sólo a los estamentos sociales más elevados: la entrada en el monasterio no era en aquel particular momento histórico, la mejor garantía para llevar una vida de perfección, la consagración religiosa vivida en el mundo reproducía además el ideal de la iglesia primitiva, donde no existían claustros de clausura.

La que se inscribe en la Compañía espiritual se compromete a observar la regla y las obligaciones prescritas en ella y después de un período de prueba puede ser estabilizada en la Sociedad, prometiendo conservar la condición virginal. Las inscritas siguen viviendo en familia y a veces practican un trabajo; se reúnen periódicamente para rezar e instruirse juntas; son asistidas constantemente en sus necesidades materiales y espirituales por una estructura que podríamos llamar piramidal de la Compañía. Se dedicaban a la enseñanza. No pretendió darles hábito, ni vida en común, ni votos, ni clausura. Su compromiso era la actividad de enseñar con espíritu cristiano. Aquello se consideró una revolución que rompía los moldes existentes y era difícil de entender.

Murió habiendo sido durante 5 años, Superiora de la nueva Orden. Su cuerpo se encuentra enterrado en la Iglesia de San Afra en Brescia. Fue beatificada en 1768 por el Papa Clemente XIII, y canonizada en 1807 por Pío VII. El momento de su muerte, sucedida el 27 de enero de 1540, es el punto más alto de la popularidad de Ángela: a los signos milagrosos registrados por los hagiógrafos, se asocia el concurso público atestiguado por un cronista local; se registra después un conflicto entre los Canónigos de Santa Afra y los Canónigos de la Catedral para hacerse con los restos mortales.

La Orden no usaba hábito (solo un sencillo vestido negro), no hacía votos, no tenía vida de clausura, ni votos ni vida comunitaria. Su trabajo era la educación religiosa de niñas, especialmente las pobres, y el cuidado de los enfermos. Las Ursulinas fueron reconocidas formalmente por el Papa Pablo III cuatro años después de la muerte de Santa Angela (1544) y se organizaron como Congregación en 1565. Al comienzo mucha de la enseñanza la hacían en las casas de los niños. Angela tenía una gran paciencia y amabilidad. Atendía con esmero a los pobres, enfermos e ignorantes. Pronto tuvo 150 hermanas. Al momento de morir, rodeada de sus hermanas, un hermoso rayo de luz brilló sobre la santa. Murió con en nombre de Jesus en sus labios. EN 1568, San Carlos Borromeo llamó a las Ursulinas a Milán y las persuadió a entrar en la vida de clausura. En un sínodo provincial dijo a sus obispos vecinos que no conocía mejor forma de reformar una diócesis que introducir a las Ursulinas en las comunidades muy pobladas.

La transformación de la Compañía en Orden religiosa después del Concilio de Trento (1545-1563), obligó a las Hijas de Santa Ángela a entrar en un claustro, y se transformaran en educadoras. Herederas de Santa Ángela, las Ursulinas se han dedicado a la tarea educativa de la juventud a través de los siglos.

A su muerte se dividieron los carismas: unas prefirieron vivir en comunidad sin votos, y así lo hicieron, bajo la dirección de San Carlos Borromeo, que era muy amigo de la uniformidad. Otras en Francia adoptaron los modos de la vida de clausura; las más prefirieron seguir el espíritu fundacional, viviendo en sus casas con sus familias, dedicando su vida a la instrucción de las jóvenes. Por eso, por algún tiempo, hubo tres clases de Ursulinas, conviviendo en paz.

Las vicisitudes sucesivas de las Ursulinas nos permiten observar, cómo en sus enfrentamientos se desencadenó una doble oposición: por una parte la nobleza bresciana y por otra los ambientes más radicales de la Contrarreforma. Los primeros veían en peligro el inmobilismo de la estructura social; los segundos se esforzaron en poner las Ursulinas bajo el control eclesiástico y de reducirlas a clausura. Los tiempos no estaban aún maduros para una plena promoción de la mujer en la Iglesia. Estas discrepancias dentro y fuera de la institución, fueron debidas sobre todo a la solicitud de dar visibilidad a la Compañía, cuyas inscritas no estaban obligadas a vestir un hábito uniforme. Tales discrepancias fueron superadas con la adopción de un signo externo, el cinturón de cuero, que indicaba la pertenencia a la Compañía. Tras la confirmación papal del Instituto, obtenida en 1544, las Ursulinas se difundieron también por el territorio bresciano, y la Regla mericiana permaneció en vigor hasta la reforma de Carlos Borromeo de 1582.

Las Ursulinas

Las Ursulinas tienen el único fin de la educación de las niñas. Fue la primera Orden de enseñanza formada por mujeres establecida en la Iglesia, y hasta la fecha actual ha adherido estrictamente al trabajo de su Instituto. Aunque estaba convencida de su misión divinamente asignada de echar los cimientos de una Orden educativa, Angela durante 17 años no pudo hacer más que dirigir a un grupo de jóvenes que eran conocidas como "La Compañía de Santa Úrsula", pero que continuaban viviendo en el seno de sus propias familias, y se reunían en períodos establecidos para escuchar conferencias y realizar ejercicios devocionales.



Las muchas dificultades que entorpecían la formación del nuevo instituto cedieron al fin, y en 1535, se reunieron 12 miembros en una Congregación con aprobación episcopal, y con Santa Angela de Merici como Superiora. El movimiento fue acogido con gran entusiasmo y se difundió rápidamente en Italia, Alemania y Francia. En pocos años la Compañía contaba con numerosas casas, todas independientes. En 1544, se recibió la primera aprobación del Papa Pablo III, y se adoptó la regla de San Agustín. Muchos detalles importantes se dejaron sin determinar en ese momento, y, como resultado, se desarrollaron diversas Congregaciones, todas bajo el nombre de Ursulinas, pero con amplias diferencias en la vestimenta y en las costumbres. Las más grandes e influyentes eran la Congregación de París y la Congregación de Burdeos. En 1572, San Carlos Borromeo, Cardenal Arzobispo de Milán, obtuvo para la nueva Congregación el status de una orden monástica con clausura. En algunos de los conventos más antiguos de Europa, en Canadá y en Cuba, aun se observa una clausura estricta; en otras secciones, aunque no abolida enteramente en ningún caso, la clausura se ha modificado para responder a las condiciones locales.

En los primeros años del siglo XVII se hizo un llamado de Canadá a grupos de religiosas para emprender la ardua tarea de educar a las niñas indias en los hábitos de vida cristianos. Recibió una inmediata y generosa respuesta. En 1639 Madame de la Peltrie, una viuda francesa de grandes medios económicos, se ofreció a sí misma y todo lo que tenía para fundar una misión en Canadá. En mayo de ese año navegó desde Dieppe acompañada por 3 Ursulinas y 3 Hermanas Hospitalarias. En Quebec éstas fundaron un Hôtel-Dieu, y las primeras, el primer Convento de Ursulinas en el continente americano. La Superiora de la nueva fundación era la madre María de la Encarnación Guyard, cuyas heroicas virtudes obtuvieron de la Santa Sede el título de Venerable en el año 1877, y se está por presentar el proceso de canonización.

El primer establecimiento de las Ursulinas en los Estados Unidos también debe su origen a una iniciativa francesa. En 1727 la Madre Marie Tranchepain, con 10 compañeras, se embarcó en L’Orient para fundar su Convento en Nueva Orleans. Tras años de lucha, lograron establecerse firmemente, y las Ursulinas siguen florecientes en  la ciudad de su fundación original. Un notable ejemplo de las labores de las Ursulinas en los Estados Unidos puede encontrarse en la historia de las Misiones de las Montañas Rocallosas, donde durante años han trabajado para los Indios, y establecieron 10 prósperos centros. De estas fundaciones occidentales surgieron dos ramas en Alaska.

De acuerdo con el deseo de León XIII, un Congreso de Ursulinas de todas partes del mundo se congregó en Roma en el otoño del año 1900. Se enviaron representantes de los Estados Unidos, Sudamérica, Java, y de todas partes de Europa. Bajo los auspicios de la Sagrada Congregación de Obispos y Religiosos, se formó entonces la Unión Romana de Ursulinas, con la Madre María de St. Julien como la primera Madre General. El Cardenal Satolli fue designado como Cardenal protector. A esta unión pertenecen más de un centenar de comunidades; a las que se agregan otras cada año. Las comunidades unidas se dividen en 8 provincias, como sigue: Italia; Austro-Hungría; Hungría; el Este de Francia; el Oeste de Francia; Holanda-Bélgica-Inglaterra-Alemania; el Norte de los Estados Unidos; el Sur de los Estados Unidos; España y Portugal. Muchas grandes e importantes comunidades todavía retienen su organización independiente. En los últimos, años las Ursulinas han sufrido severamente en Francia y Portugal. Los miembros de las comunidades expulsadas se afiliaron a otras fundaciones tanto en Europa como en los Estados Unidos. El hábito de la Orden es de sarga negra, que cae en pliegues, con amplias mangas. En ocasiones ceremoniales usan una larga cola. El velo de las religiosas profesas es negro, y blanco el de las novicias. Hay dos grados en cada comunidad; las religiosas de coro, así llamadas por su obligación de recitar el oficio diariamente en coro; y las hermanas legas. Las primeras se ocupan de la enseñanza, y las segundas de las tareas domésticas. Las aspirantes de cada grado pasan seis meses de prueba como postulantes en la comunidad en la cual desean ingresar. Este período es seguido por dos años de preparación en un noviciado central, al término del cual se pronuncian temporalmente los tres votos de religión, por un plazo de 3 años. Al final del tercer año la profesión se hace perpetua. En algunas comunidades de Ursulinas se realizan votos solemnes, y sigue vigente allí la clausura papal. Los votos de las Ursulinas en los Estados Unidos son perpetuos pero simples.

Desde sus primeras fundaciones, las Ursulinas han sido maestras completas y progresivas. Su sistema puede llamarse ecléctico, pues utiliza las ventajas efectivas de todos los métodos. Las casas europeas son en general, internados; en los Estados Unidos, combinaciones de internados y escuelas de día. Las monjas también dirigen muchas escuelas parroquiales, que, como las otras, comprenden todos los grados: elemental, académico y universitario.

La primera Universidad Católica para mujeres en el estado de Nueva York fue fundada por las Ursulinas en New Rochelle (Nueva York) en 1904. Las Ursulinas en varios otros lugares de los Estados Unidos han seguido el precedente, y están trabajando prácticamente para ampliar la educación superior de las mujeres. A las Ursulinas alemanas, que fueron expulsadas bajo la influencia de la Kulturkampf y re-admitidas después de un exilio de 10 años, se les ha permitido reiniciar su enseñanza, pero para alumnas de secundaria solamente. En Europa y América por igual, las Ursulinas se preocupan de conseguir la aprobación del Estado, y de proveer todas las ventajas ofrecidas por las instituciones públicas.



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