Santa María de Egipto o María Egipciaca
Anacoreta. Penitente.
421.
Nació en 344 en Egipto. A la tierna edad de 12 años, María dejó su casa para irse a Alejandría, donde por más de 17 años llevó una vida de prostitución pública.
Al final de ese período, con motivo de un peregrinaje a Jerusalén para la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, se embarcó hacia Palestina, sin embargo no con la intención de hacer el peregrinaje, sino con la esperanza de que la vida a bordo del barco le brindara nuevas y abundantes oportunidades de gratificar su insaciable lujuria.
Habiendo
llegado a Jerusalén persistió en su desvergonzada vida, y en la fiesta de la
Exaltación de la Santa Cruz se unió a las multitudes que iban a la iglesia del Santo Sepulcro, donde se veneraba la sagrada reliquia, esperando encontrar en el grupo, nuevas
víctimas que pudiera inducir al pecado.
Cuando alcanzó la puerta de la iglesia, se sintió repentinamente repelida por alguna fuerza secreta, y habiendo intentado entrar tres o cuatro veces, se retiró a un rincón del patio de la iglesia, y le sobrevino remordimiento por su perversa vida, que reconoció como la causa de su exclusión de la iglesia. Rompiendo en amargas lágrimas y golpeándose el pecho, empezó a lamentarse por sus pecados.
En ese momento posó sus ojos en una estatua de la Santísima Virgen encima del lugar donde estaba parada y en profunda fe y humildad de corazón imploró encarecidamente a Nuestra Señora que la ayudara, y que le permitiera entrar al templo a venerar la sagrada madera en que Jesús había sufrido, prometiendo que si se le concedía su petición, renunciaría para siempre al mundo y sus placeres, y en adelante iría a dondequiera que Nuestra Señora la guiara. Animada por la oración y contando con la merced de la Madre de Dios, se acercó de nuevo a la puerta de la iglesia, logrando esta vez entrar sin la menor dificultad.
Después de venerar la Santa Cruz y besar el pavimento de la iglesia, regresó a la estatua de Nuestra Señora, y mientras oraba ahí pidiendo guía para su futuro camino, le pareció escuchar una voz que desde lejos le decía que si cruzaba el Jordán, encontraría reposo. Esa misma tarde María alcanzó el Jordán y recibió la sagrada comunión en una iglesia dedicada al Bautista, y el día siguiente cruzó el río y caminó hacia el este internándose en el desierto que se prolonga hacia Arabia.
En el desierto vivió absolutamente sola durante 47 años. Se alimentaba de dátiles, de raíces, de langostas y a veces bajaba a tomar agua al río. En el verano, el terrible calor la hacía sufrir muchísimo y la sed la atormentaba. En invierno, el frío era su martirio. Durante 17 años vivió atormentada por la tentación de volver otra vez a Egipto a dedicarse a su vida anterior de sensualidad, pero un amor grande a la Virgen Virgen María le daba fortaleza para resistir a las tentaciones. Y Dios le revelaba muchas verdades sobrenaturales cuando ella estaba dedicada a la oración y a la meditación.
Un sacerdote y monje llamado Zósimo, siguiendo la costumbre de sus hermanos había salido de su Monasterio para pasar la cuaresma en el desierto, la encontró y oyó de sus propios labios la extraña y romántica historia de su vida. Tan pronto se encontraron, llamó a Zósimo por su nombre y lo reconoció como sacerdote. Después que hubieron conversado y orado juntos, le rogó a Zósimo que le prometiera encontrarla en el Jordán la noche del Jueves Santo del siguiente año y que trajera consigo el Sacratísimo Sacramento.
Cuando llegó la noche convenida, Zósimo, según cuentan, puso en un pequeño cáliz una porción del intocado Cuerpo y la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y llegó al lugar que había sido indicado. Después de un rato, apareció María en la rivera oriente del río, y habiendo hecho la señal de la cruz, caminó sobre el agua hacia el lado poniente.
Cuando hubo recibido la Sagrada Comunión, levantó sus manos hacia el cielo y gritó en alta voz las palabras de Simeón: "Ahora puedes disponer de tu siervo en paz, oh Señor, según tu palabra, porque mis ojos han visto tu salvación". Entonces le encargó a Zósimo venir durante el año al lugar donde primero la había encontrado en el desierto, añadiendo que la encontraría entonces en la condición que Dios ordenara.
Vino él, pero solo para encontrar el cadáver de la pobre santa, y escrita a un lado en la tierra una petición de que la enterrara y decía que había muerto un año antes en la misma noche en que le había administrado la Sagrada Comunión, muy lejos de las márgenes del Jordán. Auxiliado por un león, según cuentan, preparó la tumba y la enterró, y habiéndose encomendado él mismo y la Iglesia a sus plegarias, regresó a su monasterio, donde contó, ahora por primera vez, la maravillosa historia de la vida de María.
Es venerada como patrona de las mujeres penitentes, muy especialmente en la Iglesia Copta, pero también en las Iglesia Católica, Ortodoxa y Anglicanas. La Iglesia Ortodoxa celebra su día del banquete en el día de su "descanso", el 1 de abril y en el "Domingo de Santa María de Egipto", el sexto domingo de la Gran Cuaresma.
La principal fuente de información sobre Santa María de Egipto es la Vita escrita por Sofronio, Patriarca de Jerusalén (634 - 638).
Relicario con la mandíbula inferior de la santa. (Croacia)
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