Santas Fe, Esperanza y Caridad y su madre Sabiduría
4 Mártires.
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Los nombres de dos grupos de mártires romanos alrededor de los cuales se reunió una considerable cantidad de saber legendario; aunque la extensión de datos históricos sólidos con que se cuenta concerniente a ellos sea tan endeble, que hasta tiempos muy recientes los más eminentes estudiosos fracasaban en distinguirlos entre si.
La viuda romana, Santa Sabiduría y sus 3 hijas sufrieron el martirio en tiempos del Emperador Adriano. Santa Fe, que tenía 12 años, murió decapitada. Santa Esperanza, de 10 años, y Santa Caridad, que tenía 9, salieron ilesas de un horno ardiente y fueron decapitadas. Probablemente todo esto se trate de un simple mito. La leyenda pasó del Oriente a Roma, donde empezó a hablarse de dos grupos.
Encontramos en el reino de Adriano, una matrona romana llamada Sofía (Sabiduría), con sus 3 jóvenes hijas, Pistis, Elpis, y Ágape (Fe, Esperanza y Caridad), sufrieron el martirio por la fe, y fueron enterradas en la Vía Aureliana donde su tumba, en un cripta debajo de la iglesia posteriormente erigida a San Pancracio, fue largo tiempo un lugar de frecuente visita por parte de peregrinos, como puede aprenderse de varios documentos indubitables del siglo VII, tales como Itinerarium (o guía de los lugares santos de Roma compilados para el uso de los peregrinos) aún preservado en Salzburgo, la lista, preservada en los archivos de la Catedral de Monza, de los óleos recolectados de las tumbas de los mártires y enviadas a la Reina Theodelina en tiempos de Gregorio el Grande, etc.
Seguramente después del reinado de Adriano, pero en tiempo incierto, otro conjunto de mártires, Sapiencia (sabiduría) y sus tres compañeras, Spes, Fides y Caritas (Fe, Esperanza y Caridad), sufrieron la muerte y fueron enterradas cerca de la tumba de Santa Cecilia en el cementerio de Calisto sobre la Vía Apia.
La Basílica de Santa Sofía, en Constantinopla, no tiene que ver con esta santa ni con ninguna otra del mismo nombre, ya que está dedicada a la "Santa Sabiduría", es decir al Verbo de Dios.
Adriano, comenzó minuciosamente a obligarlas a que ofrecieran ofrendas a los dioses paganos. Pero las jóvenes con certeza no cumplieron su mandato. "Nosotras tenemos al Dios del Cielo, nuestro deseo es permanecer siendo sus hijas y a tus dioses los escupimos y tus amenazas no tememos. Estamos prontas para sufrir y hasta morir por nuestro querido Señor Jesucristo" contestaron.
Entonces el encolerizado Adriano ordenó a las jóvenes aplicarles diversos padecimientos. Los verdugos comenzaron con Fe. A la vista de su madre y hermanas la azotaron sin límite, arrancándole partes de su cuerpo.
Luego la colocaron sobre una llameante reja de hierro. Por la fuerza divina el fuego no dañó el cuerpo de la santa mártir. Encolerizado Adriano no vio el milagro de Dios y ordenó que la arrojaran a una tina con resina hirviente. Pero por voluntad de Dios la tina se enfrió y no produjo ningún daño a la cristiana. Al final ordenaron decapitarla. "Con alegría voy hacia mi Señor Salvador," dijo santa Fe. Con valor inclinó su cabeza bajo el sable y así entregó su alma al Señor.
Las hermanas menores Esperanza y Caridad, apoyadas por la gran voluntad de su hermana menor, soportaron martirios semejantes. El fuego no les ocasionó daño alguno, tras lo cual las decapitaron.
Santa Sofía no sufrió castigos físicos, pero le impusieron castigos más duros que los corporales, castigos espirituales por la separación de las hijas martirizadas. La sufriente madre sepultó los restos de sus hijas y durante dos días no se separó de sus sepulturas. Al tercer día el Señor le envió un pacífico final y recibió su alma en el seno celestial.
Santa Sofía sufrió por Cristo, grandes penas espirituales junto a sus hijas, son santas veneradas por la Iglesia. Fe tenía entonces 12 años, Esperanza 10 y la menor Caridad solo 9 años.
De este modo tres niñas y su madre demostraron que para los hombres fortalecidos por el Espíritu Santo la poca fuerza física no es de ningún modo obstáculo para manifestar la fuerza espiritual y entereza.
Sería Usuardo quien la introdujo en el Martirologio Romano, y no porque se sepa de ella, sino por la antigüedad del culto. Toda la devoción y la leyenda de Santa Sofía nace de unas reliquias enterradas y halladas en la iglesia de San Pancracio de Roma, con el nombre de “Sofia”, y que también menciona a sus tres hijas mártires (aunque sin darles nombre). Allí estuvieron hasta que Pablo I las trasladó a San Silvestre de Roma, dando una parte a Remigio, obispo de Estrasburgo que las llevó al monasterio de Eschau, en Alsacia. Allí llegaron el 15 de mayo, día en el que se le celebra en Alemania. En este país se le conoce como la “Sofía fría”, siendo de los llamados “santos de hielo” que son los que van del 11 al 14 de mayo, días en los que el invierno parece volver, en medio de la primavera.
Reliquias de las Mártires en Eschau, Francia.
Otras reliquias las hay en la basílica de San Pedro de Roma, en el Escorial y en Santa Julia de Brescia, trasladadas en 1600. Para colmo, en Viganne se veneraban ¡los cuatro cuerpos! hasta la Revolución Francesa. En Padeborn se venera una cabeza tenida como la de Esperanza.
Reliquias de las mártires en Moscú.
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