Enigmas del Vaticano
Los Peldaños de la Santa Escalera:
En un edificio que está frente a la Basílica de San Juan de Letrán en Roma, se encuentran "Los Peldaños de la Santa Escalera". Instalada a finales del Siglo XVI por el Papa Sixto y que fueron llevados a Roma por la madre del Emperador Constantino (la futura Santa Elena), en el año 335.
La historia es intrigante, son 28 peldaños de mármol de Tiro. En la actualidad están protegidos del desgaste por unos tableros, debido a la infinidad de visitas que su devoción atrae.
Se trata de unos peldaños de escalera que estuvieron en el Cuartel General de Poncio Pilato cuando éste era Gobernador de Judea. Son los peldaños por los que Jesús debió subir y bajar por ellos, el día que Pilato lo condenó a muerte.
Pero lo más esotérico, misterioso, y al mismo tiempo casi de milagro, es que se pueden apreciar, por un cristal protector, unas manchas obscuras, al parecer de sangre, que podrían ser de las heridas de Jesús. La tradición desde que se instalaron en el lugar, es de subirlas de rodillas, rezando una jaculatoria especial para cada peldaño. En lo alto de la escalera, se halla la estremecedora por vetusta, "Capilla Palatina" de los Papas. Ya que en la Edad Media hacía las funciones que hoy en día cumple la famosa "Capilla Sixtina".
Se sabe que en la noche del 20 de septiembre de 1870, cuando las tropas italianas se disponían a entrar en Roma, y poner fin al poder temporal de los Pontífices, el Papa Pío IX, se hizo conducir a la Santa Escalera, y subió de rodillas como era de rigor y costumbre, y una vez arriba, bendijo a sus partidarios. Después se confinó en el interior del Vaticano, de donde no volvió a salir jamás.
Juicio a un Papa muerto:
En la historia del Vaticano como Sede Papal, se han sucedido hechos insólitos, intrigantes y misteriosos, y que sin duda cabe uno de ellos, fue el que vamos a narrar. Los incidentes se produjeron sobre el año 897, siendo entonces Papa Esteban VII, que acababa de suceder a Bonifacio VI, que solo estuvo como Papa apenas 15 días, falleciendo nada más habiendo accedido al Papado.
Anteriormente había ocupado el trono papal, Formoso, nacido en Ostia y elegido como Papa de la Iglesia Católica, el 6 de octubre del año 891. Su papado duró apenas 6 años, ya que falleció el 4 de abril del 896. Toda su carrera religiosa estuvo plagada de incidentes y se tiene constancia, que siendo ya Cardenal había sido excomulgado por el Papa Juan VIII, por haber coronado como Rey de Italia a Arnolfo, que posteriormente llegó a ser Emperador de Alemania. Entre su corta biografía se puede encontrar el detalle que gracias a sus gestiones se logró la conversión del pueblo búlgaro. Así las cosas, el Papa Esteban VII, hizo exhumar el cadáver del Papa Formoso, y por orden papal se revistió al putrefacto cadáver de las ropas pontificias, y se le sentó en un trono papal. Sobre la calavera se colocó una corona y el Cetro del Santo Oficio fue colocado entre los cadavéricos dedos del difunto Pontífice. En la sala del Juicio, inundaba el ambiente el putrefacto hedor del cadáver. El Papa Esteban interrogó al cadáver y al no recibir respuesta, procedió a condenarlo.
Los cargos de que el Papa Formoso fue encontrado culpable eran de "haber
usurpado la Silla de San Pedro". Eran tiempos que la Sede de San Pedro
estaba en poder de los grandes feudatarios de Italia.
Ejecuciones sumarias:
En el año 1348, siendo Papa Clemente VI, el gran protector de los hebreos, vivía en Venecia un rico mercader, el cual se encontraba muy enfermo, justo al borde de la muerte, y que hizo promesa de regalar al Vaticano, si se reponía de sus males, una valiosísima perla de su abundante colección. El ilustre veneciano se restableció y cumplió su promesa, pero a raíz de este donativo, se pudo descubrir que aquella hermosa piedra había sido robada de un famoso relicario del que se creía en aquellos tiempos que contenía los cráneos de San Pedro y San Pablo.
Posteriores investigaciones dieron de lleno con el tenebroso y misterioso robo y a la ulterior detención de los ladrones, que aun tenían en su poder las otras perlas del relicario. Fueron conducidos a la Iglesia de Santa María de Araceli y después de ser expuestos en público en unas jaulas de hierro, y posteriormente ser arrastrados por un tiro de caballos por las calles de Roma, finalmente en el Laterano, se les cortó la mano derecha y fueron quemados en la hoguera.
En cuanto al improvisado "perlista" y revendedor de las joyas robadas, fue sentado en un burro y llevado también hasta el Laterano, donde fue sometido a un bárbaro suplicio con hierros al rojo vivo y después ahorcado.
Enigmática Cerradura:
Uno de los enigmas mejor guardados de la Roma Sacra y en la actualidad poco conocidos del gran público es el ojo de una cerradura en una Villa situada en la Colina del Aventino. Esta propiedad pertenece a la Soberana y Militar Orden de Malta, conocida con las siglas (S.M.O.M).
La propiedad es todo un detalle a saber ya que se trata de uno de
los países más pequeños del mundo. Con una extensión de apenas una gran finca,
habitado este país por funcionarios papales, con una población aproximada de 80
funcionarios, que acuña su propia moneda en oro y plata. Emitiendo también
sellos de Correos. Esta pequeña villa que no es accesible a los turistas, posee
en una de sus estancias una gran puerta, que por el ojo de su cerradura se
pueden ver 3 países: Italia, Vaticano y S.M.O.M.
El oculto Pasadizo:
Como en muchas fronteras de varios países, el Vaticano dispone de una
parcela muy pequeña por cierto (160 metros cuadrados) que lleva el antiguo
nombre de "La Terra di Nessuno" o Tierra de Nadie. Corresponde a la
zona denominada "Corridoio di Castello" y viene a ser un misterioso y
bien guardado "Secreto Vaticano".
Este corredor fue construido por el Papa Nicolás III en el siglo XIII y va desde el Vaticano al famoso Castello de Sant´Angelo. Durante la Edad Media, este estrecho pasadizo sirvió a los Papas para salvar su vida en varias ocasiones, ya que les permitía escapar del Vaticano y refugiarse rápidamente en el antiguo mausoleo del Emperador Adriano, la torre circular llamada también "Moles Hadriani".
El último Papa que utilizó este pasadizo fue el
Papa Clemente VII, huyendo del ataque inminente de los ejércitos mercenarios
del Rey Carlos I de España y V de Alemania.
Archivo Macabro:
En el Palacio Apostólico del Vaticano existen unas estancias que a lo largo de los siglos han sido comúnmente desconocidas por el gran público e incluso por muchos miembros del Clero. Se trata del "Arcano Archivo de las Reliquias".
Estas dependencias de techo muy alto, con sus vetustas paredes rellenas de archivadores de madera y metálicos, y con viejas estanterías con cajones, se podrían confundir con cualquier biblioteca pública antigua. Pero no es así, se trata de una dantesca recopilación de macabros objetos (aunque santos) que vienen a ser reliquias de Santos y Mártires de la Iglesia.
En un pequeño rincón de la habitación, se encuentra un pequeño despacho en el que un sacerdote destinado allí, se encarga de remitir a cualquier parte del mundo, arquetas, paquetes pequeños o sobres, conteniendo en su interior reliquias santas.
Y es que el Derecho Canónico, viene a exigir que todo altar de sea cual sea la Iglesia o capilla católica, debe contener una reliquia. Sabido es que cada semana o cada mes, se inauguran iglesias y capillas en algún lugar de la tierra, por lo tanto el sacerdote en cuestión, jamás se encontrará sin trabajo, de su macabro trabajo.
Ángel de Bronce:
Un paseo por los alrededores del Castillo Sant´Angelo, nos servirá para admirar su estado actual, y ver en lo alto a un ángel de bronce que está esgrimiendo una espada, su inquietante mirada parece contemplarnos enigmáticamente desde arriba. ¿Pero que significado tiene esta figura?.
Pues bien, en el año 590 y bajo el Pontificado de Gregorio Magno, Papa famoso por haber instituido el canto gregoriano, y por haber confirmado la "autoridad civil del Papa" iniciando lo que se vino a llamar después "el poder temporal", se dio en Roma una fatídica circunstancia. La ciudad, se vio asolada por una terrible epidemia de peste.
Un día el Papa que presidía una procesión penitencial hasta lo que es hoy el enclave del Castel de Sant´Angelo (que era la antigua tumba del Emperador Adriano), tuvo una visión de un ángel sobrevolando el lugar con la espada desenvainada. El Papa interpretó la visión como la respuesta de Dios a las súplicas y rápidamente declaró que la epidemia había terminado.
Y desde el día siguiente ya no hubo más contagios y se dice que posteriormente el Papa mandó colocar en el lugar un ángel de bronce con la espada en su mano. También existen otros datos que ubican la colocación de este ángel mucho tiempo después, concretamente en el siglo XVIII. Lo que sí es cierto es que la inquietante imagen del ángel nos recuerda primero la peste que asoló Roma, y el fin de las desgracias, con la visión del Santo Pontífice.
El símbolo de las Abejas:
Existe un extraño y desconocido simbolismo en el Altar Papal de la Basílica del Vaticano, incorporado por el genial artista Bernini, cuando recibió el curioso encargo de construir dicho altar del Papa Urbano VIII, hacia el segundo cuarto del siglo XVII. Este encargo, el Papa lo realizó al cumplir una promesa a raíz del estado de salud de una de sus sobrinas favoritas. Al parecer la mujer estaba pasando un embarazo complicado y se temía por su vida y la del bebé. Al parecer nació una criatura sana y la madre salvó también la vida. Al cumplir el encargo papal, Bernini en un arranque de inspiración, utilizó como símbolo el escudo de su familia: un campo con 3 abejas.
En la observación del altar, en el primer blasón aparece la cabeza de la mujer sobre el campo de abejas, señalando las abejas el vientre de la mujer. En la base de la primera columna se puede ver la cabeza de una joven sana con un cuerpo normal. En el siguiente escudo se puede apreciar la gravidez y el padecimiento de la mujer, cuyo rostro muestra el dolor y su cuerpo enormemente hinchado. En el último blasón ha desaparecido la cabeza de la madre reemplazada por el rostro sonriente del bebé.
El color púrpura de los Cardenales:
Un símbolo que siempre se nos aparece, es cuando vemos a algún Cardenal de la Iglesia Católica, ataviado con vestimentas rojas saturadas, algo intermedio entre el escarlata y el carmesí. ¿Pero nos hemos preocupado a que se deben estas vestimentas, que los diferencian de los sacerdotes y Obispos?
Los Cardenales vienen vistiendo de rojo desde 1465 y se interpreta el simbolismo de este color, diciendo que expresa la disposición a derramar su sangre por la Fe. Concretamente portan sotana roja y en las ocasiones especiales, capa roja de seda y una larga cola que llevan recogida sobre el brazo, como los antiguos romanos portaban la toga. Pero esta circunstancia, demás de su hermético simbolismo, se debe a que un Papa veneciano, concretamente Pablo II, el cual era muy aficionado a la magnificencia y a la pompa, dispuso que sus Cardenales vistieran así. Incluso el mismo prefería también ese color. Solamente años después cuando el Papa Pío V pasó a ocupar el Solio Pontificio en 1566, creó la costumbre de que los Pontífices vistieran de blanco.
El Nogal Maldito:
Un hecho macabro ahora. En Roma y en la Piazza di Popolo, es decir La Plaza del Pueblo, existía un gran nogal. Pero aquel punto era un lugar maldito para los romanos y para la Iglesia. Aquel nogal marcaba el punto exacto en donde estuvo la tumba de Nerón y el sitio en donde se quitó la vida. Pero el pueblo se había quejado insistentemente al Vaticano de que en lugar pasaban cosas muy raras, diciéndose incluso que los demonios asediaban aquel extraño lugar.
En 1099 se dice que la Virgen María se apareció al Papa Pascual II, pidiéndole que fuese talado el nogal y desenterrados los huesos de Nerón, para quemarlo todo junto y tiradas las cenizas al Tíber. El Papa hizo todo lo que se le dijo, e incluso aplicó personalmente el primer golpe de hacha sobre el nogal.
Mas tarde en 1472, el Papa Sixto IV mandó construir en ese lugar la Iglesia de Santa María del Popolo. Allí se ve sobre el altar principal en uno de los relieves de la bóveda al Papa Pascual II cortando el árbol infausto.
La Papisa Juana:
Una antigua y misteriosa leyenda medieval, nos habla de la época de las penurias y la hambruna en la Polonia del siglo X, tiempos difíciles aquellos de invasiones y epidemias. Continúa la leyenda que solo los curas mendicantes y los niños en aquellos duros tiempos podían subsistir, y que una mujer joven y pobre que no quería prostituirse, se colocó un hábito de un sacerdote muerto por la peste y se dedicó a mendigar como un hombre.
Juana se llamaba esta mujer y como era muy lista, se dio cuenta que los clérigos que más ganaban eran los que se dedicaban a predicar la palabra de Dios en las plazas y en las iglesias de los pueblos. La leyenda nos acerca al cambio de Juana, que con verbo inteligente se transformó en un orador magnifico, hasta el punto que acudían gentes en pequeñas peregrinaciones para escuchar su palabra.
Sus hábitos la confundían con un monje y ella nunca dijo ser mujer, su fama siguió creciendo y dicen los escritos que al cabo de un tiempo fue nombrada "Obispo" y en la imaginación popular de Obispo a Cardenal solo hay un paso... y de Cardenal a Papa, solo un poco de suerte. Continúa la leyenda que durante algunos años, ejerció muy bien sus deberes papales pero que una vez como mujer que era, sucumbió ante la belleza de un paje, y que a raíz de este hecho quedó embarazada.
La "Imaginería" continua que ya estando a punto de dar a luz y habiendo durante todo el tiempo ocultado su condición femenina y su ingravidez, se dirigió con el "Anda Papal" a la Iglesia a celebrar la Fiesta del Corpus Christi.
Y quiso el destino que en aquel momento diera a luz. Existen varios finales diferentes de esta leyenda. En algunos, se afirma que la Papisa Juana fue linchada en el lugar por la multitud, otras versiones apuntan que terminó sus días junto con su hijo en un castillo papal confinada de por vida, y en otras versiones de la leyenda se habla de que murió en la pobreza junto con su hijo.
El Papa Juan Pablo I y otros enigmas:
Muchos católicos y, especialmente, muchos eclesiásticos rechazan incluso la posibilidad de que Juan Pablo I no muriera de forma natural. Parece útil un breve recorrido por la historia de la Iglesia considerando algunos precedentes, tanto antiguos como modernos:
Por ejemplo, en el siglo oscuro del Pontificado, que se extiende, con ligeros intervalos, durante todo el siglo X hasta bien entrado el siglo XI. Anteriormente, se había producido la donación de Pipino el Breve y el nacimiento de los Estados Pontificios (753-754).
Después, la coronación papal de Carlomagno (800). Poco a poco, la idea de cristiandad, que el Papa Nicolás I (858-867) formulara como comunidad de todos los pueblos cristianos, conduce a la Iglesia al terreno turbio y tentador de la lucha política, convirtiéndose a su vez el trono pontificio en objeto de control sumamente codiciado por príncipes poderosos e intrigantes familias romanas.
Una de esas familias, la de Teofilacto, Señor de la Urbe, llegó a tener en sus manos durante bastante tiempo no sólo los cargos de la Curia sino el mismo pontificado. A los Teofilactos les sucedieron los Crescencios y los Tusculanos. En este contexto, desde Juan VIII a León IX (872-1049), los Papas legítimos fueron 39 y 4 o 5 los ilegítimos; varios fueron elegidos a la fuerza; 10 no llegaron a reinar más de medio año y a otros se les obligó a abdicar; 2 o 3 renunciaron a la tiara y volvieron a exigirla, no pasado mucho tiempo; finalmente, varios murieron de muerte violenta: Juan VIII (872-882), Esteban VI (896-897), Benedicto VI (972-974), Juan XIV (983-984)" (175).
En la época del Renacimiento, pródiga en crímenes y conspiraciones, está por ejemplo, la conspiración contra el Papa León X, realizada no ya por la P2, sino por miembros del Colegio Cardenalicio, algo que parece increíble, pero que ha pasado a los anales de la historia.
Hasta qué punto había llegado la corrupción en Roma, lo demuestra la conjuración de los Cardenales en 1517, año en que Lutero publicó sus tesis. León X era un Papa popular, pero entre los Cardenales había muchos descontentos. Cabeza de la conjuración fue el Cardenal Petrucci, el cual estaba además movido por sentimientos de rivalidad política, ya que hasta poco antes su familia había ocupado en Siena una posición análoga a la de los Médicis en Florencia.
El plan de Petrucci era asesinar al Papa con ayuda de su médico. Ganó a su causa a los Cardenales Sauli, Soderini, Accolti, Castellesi e incluso al viejo Camarlengo Rafael Riario, el nepote de Sixto IV. No podemos decir con seguridad en qué medida estaban estos complicados en el proyecto de asesinato, pero lo cierto es que dejaron las manos libres a Petrucci. Riario esperaba con esta ocasión llegar a ser Papa. El complot fue descubierto y León X intervino enérgicamente. Petrucci fue ajusticiado y los demás escaparon del mal paso con fuertes multas en dinero".
León X murió inesperadamente; según Jedin, de un ataque de malaria. Se le hizo la autopsia, pues se sospechaba que pudiera haber muerto envenenado.
Le sucedió Adriano VI (1522-1523), el último Papa no italiano durante más de cuatro siglos y medio. Con inaudita franqueza confiesa la culpa de Roma en la división de la Iglesia: "Sabemos muy bien que también en esta Santa Sede han acaecido desde muchos años atrás muchas cosas abominables: abusos en las cosas espirituales, transgresiones de los mandamientos y hasta que todo esto ha empeorado. Así, no es de maravillar que la enfermedad se haya propagado de la cabeza a los miembros, de los Papas a los prelados. Todos nosotros, prelados y eclesiásticos, nos hemos desviado del camino del derecho y tiempo ha ya que no hay ni uno solo que obre el bien (Sal 13,3). Pondremos todo empeño porque se corrija ante todo esta Corte Romana, de la que tal vez han tomado principio todas estas calamidades; luego, como de aquí salió la enfermedad, por aquí comenzar también la curación y la renovación. Sentímonos tanto más obligados a realizar estos propósitos, cuanto el mundo entero desea esa reforma. Sin embargo, nadie se maraville de que no arranquemos de golpe todos los abusos, pues la enfermedad está profundamente arraigada y tiene múltiples capas. Hay que proceder, por tanto, paso a paso, a fin de no embrollar más las cosas por una reforma precipitada. Porque con razón dice Aristóteles que todo súbito cambio de una comunidad es peligroso".
Hombre ascético y piadoso, Adriano VI era parco en conceder favores. Cuando un Cardenal le pidió la confirmación de los privilegios concedidos por León X, recordándole la amabilidad con que los Cardenales le habían llamado a la cumbre del pontificado, Adriano VI respondió que lo habían llamado "al martirio y a la cárcel". Murió al año de pontificado; según algunos, con señales de envenenamiento. En su sepulcro se puso esta inscripción: "¡Ay dolor!. Que los méritos de un hombre, aun del mejor, dependan tanto del tiempo en que le tocó vivir!".
A la muerte de Julio III, en 1555, un grupo de Cardenales estaba firmemente decidido a no tolerar componenda alguna en la elección de nuevo Pontífice. Se había de elegir al mejor. En un cónclave muy breve, fue elegido el Cardenal Cervini, que adoptó el nombre de Marcelo II. La reforma parecía finalmente un hecho, cuando a las tres semanas murió el nuevo Papa. La impresión fue abrumadora. El Cardenal Seripando opinó que Dios había querido dar a entender que la salvación de la Iglesia no podía obtenerse con medios humanos.
A finales de siglo, 3 Papas se sucedieron muy rápidamente: Urbano VII (del 15 al 27-9-1590), Gregorio XIV (del 5-12-1590 al 16-10-1591) e Inocencio IX (del 29-10-1591 al 30-12-1591).
Todo esto no son sólo historias del tiempo de los Borgias o de los Teofilactos. De Monseñor Diego Venini, ex secretario de Pío XI, son estas palabras confesadas entre lágrimas: “¡A nosotros nos la han hecho!. Hay que estar con los ojos abiertos". Con ello pretendía confirmar la sorprendente revelación del diario del Cardenal Tisserant sobre la muerte por veneno de Pío XI.
El Cardenal Tisserant (1884-1972) fue durante muchos años Prefecto de la Biblioteca Vaticana y del Archivo Secreto, hasta 1971 en que renuncia por motivos de salud; además, desde 1959 fue decano del Sacro Colegio Cardenalicio. Pues bien, el Papa Pío XI, murió el 10 de febrero de 1939, precisamente la víspera de pronunciar un importante discurso en el X° aniversario de los Pactos de Letrán. Su discurso era una inflamada protesta contra la política eclesial de los regímenes fascistas.
Durante 1938 (especialmente en el otoño), se había agudizado el enfrentamiento entre la Iglesia y el régimen de Mussolini, mientras se afianzaba el ala radical fascista y se aproximaban (desde 1936) Italia y Alemania. Pío XI "había decidido denunciar y hasta acusar al régimen ante todo el Episcopado Italiano reunido a su lado, pero no tenía la intención de llegar a la ruptura". La circunstancia política en que se produjo la muerte de Pío XI fue comentada ya en el verano de 1939 por el diario católico francés "Le Figaro", que además añadió: "El médico que le administró al Papa, su última inyección es el hermano de Clara Petacci, la querida de Mussolini".
El Papa Pío XI era un hombre de fuerte personalidad y juicio independiente, ajeno a la Curia, capaz de actuar con energía, de excelente salud (paso elástico incluso a los 70 años), aficionado al montañismo. La despedida popular fue impresionante: "durante varios días estuvo la gente (un millón de personas) desfilando ante el cadáver expuesto en la Basílica de San Pedro y los 5.000 soldados facilitados por el gobierno italiano apenas bastaban para mantener el orden en la plaza".
Tanto en este caso como en el más reciente de Juan Pablo I nos remitimos a otro tribunal (2 Co 5,10) donde no valgan ya los secretos de Estado y donde los motivos políticos, económicos, prudenciales o simplemente "piadosos", no queden por encima de la verdad sobre la vida y sobre la muerte de los mismos Papas.
Finalmente, ahí está el atentado contra Juan Pablo II, en plena plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981. Una semana antes el Papa había hecho esta oración: "que el Señor mantenga la violencia y el terrorismo lejos de los muros del Vaticano".
Una semana después, Roberto Calvi era detenido y, además, se hacían públicas las listas de la P2, provocando la caída del gobierno italiano, que durante casi dos meses las había ocultado.
El Tribunal de Primera Instancia de Roma desechó "por insuficiencia de pruebas" la llamada "pista búlgara", según la cual los Servicios Secretos Búlgaros y Soviéticos estarían detrás del atentado contra Juan Pablo II por cuestión de Polonia. Al propio tiempo, las conclusiones de los jueces Zincari y Castaldi sobre la matanza de Bolonia pueden abrir una pista nueva sobre el atentado contra el Papa Wojtyla: "siempre se sospechó que pudo haber estado manejado por miembros de los Servicios Secretos desviados por el General Musumeci y la logia P-2". El hecho de que la P-2, directa o indirectamente, participase en el atentado al Papa ha sido siempre un tabú que todos han querido evitar.
El General Ambrogio Viviani, que fue durante 4 años jefe del Contraespionaje Italiano y que asegura que entró en la P-2 como infiltrado por mandato de sus superiores, vincula a la P-2 con el atentado contra Juan Pablo II. Poco antes del atentado, durante una de las investiduras de la logia P2, Gelli le enseñó al entonces afiliado, el socialista Nisticó, unas fotos del Papa en bañador, en la piscina de Castelgandolfo. Ante el asombro de Nisticó, Gelli le dijo: "No tienes que sorprenderte, es sólo un problema de Servicios Secretos y, si ha sido fácil obtener estas fotos, piensa lo fácil que sería dispararle al Papa".
Cuando el autor inglés John Cornwell le pregunta a Marcinkus si es posible que al Papa Juan Pablo I lo asesinaran, responde de esta manera: "Nunca se me hubiera... pasado por la imaginación...- dijo casi sin aliento - que a alguien se le hubiera ocurrido acabar con Papa alguno". Esto lo dice el que durante años fue "guardaespaldas" de Pablo VI y de Juan Pablo I.
El último misterio vaticano: La
muerte del Papa Juan Pablo I.
La muerte del Papa Juan Pablo I (Albino Luciani), quien alcanzó a permanecer sólo 33 días al mando de la Iglesia Católica, sigue siendo un misterio. A 20 años de su deceso, el Cardenal brasileño Aloisio Lorscheider, amigo personal del Pontífice, aseguró al diario británico The Times que está dispuesto a contar lo que realmente ocurrió el 29 de septiembre de 1978. "Debo reconocer con cierta tristeza que la versión oficial entregada por El Vaticano despierta muchas dudas", declaró Lorscheider. Pero el Cardenal no es el único que prometió revelar detalles inéditos; otros funcionarios de la Santa Sede también están dispuestos a realizar una especie de mea culpa, a raíz del aniversario de la muerte del Pontífice.
Según la versión oficial de El Vaticano, Juan Pablo I habría muerto de un repentino ataque al corazón. Sin embargo, las teorías de asesinato y de conspiración han sido alimentadas por una serie de libros que se han publicado respecto al tema. El escritor inglés David Yallop, autor de “In the name of God” (En el nombre de Dios), asegura que el Pontífice fue envenenado. En cambio, John Cornwell, autor de “A thief in the night” (Un ladrón en la noche), sostiene la tesis de que a Juan Pablo I lo dejaron morir. A pesar de que ambas teorías van contra la historia oficial de la Iglesia, Cornwell hasta ahora ha sido el único periodista que obtuvo la venia eclesiástica para realizar su investigación.
El Cardenal Lorscheider fue quien volvió a revivir el mito fabricado hace 20 años. Considerado uno de los principales promotores de la nominación de Luciani, junto al resto de sus colegas latinoamericanos, aseguró que el Pontífice jamás le comentó que sufría problemas de salud. "Jamás oí ni de él ni de nadie en El Vaticano que estaba enfermo", aseguró a la revista católica “Trenta Giorni”.
Otra de las contradicciones que existe con la versión oficial de la Santa Sede tiene que ver con la persona que halló el cadáver del Pontífice. A las 5 de la mañana del 29 de septiembre, la Hermana Vicenza (quien trabajó con Luciani desde 1959) le llevó el café a su despacho, donde lo encontró sin vida.
El Vaticano prefirió difundir como una versión más apropiada que había sido John Magee, su Secretario Privado, quien encontró el cadáver del Pontífice. El problema fue que en 1988, el Obispo irlandés se arrepintió de haber participado en ese pequeño montaje y negó la versión que había divulgado la Santa Sede 10 años antes. Magee relató ante el asombro de la comunidad eclesiástica, que la primera persona que halló muerto a Juan Pablo I fue la religiosa que todas las mañanas le llevaba el café a su despacho y no al dormitorio. Esta mentira ayudó a la confusión y a fabricar los rumores en torno a la muerte de Luciani.
Otro de los episodios que sembró dudas fue la negativa de Jean Villot, entonces Secretario de Estado de la Santa Sede, de llevar a cabo una autopsia al cadáver. El teólogo Gianni Gennari, otro amigo íntimo de Juan Pablo I, achacó esa negativa vaticana a la "maldita costumbre de no querer nunca informar sobre los hechos".
Lo cierto es que el breve pontificado de Luciani estuvo rodeado de episodios turbios. El año 1978, fue uno de los momentos más difíciles para la Iglesia Católica. Conocido como el año de los 3 Papas, el 6 de agosto murió Pablo VI, de un edema pulmonar, en Castelgandolfo, la residencia de descanso de los pontífices.
El anciano Papa había sufrido mucho en los últimos años de su pontificado, iniciado en 1963, en medio del Concilio Vaticano II, que había convocado su predecesor Juan XXIII. Los conservadores acusaban a Giovanni Montini (Pablo VI) de ser "demasiado oscilante". Hasta lo llamaban el "pequeño Hamlet", pero tuvo un gran mérito que fue completar el Concilio.
La elección rápida de Albino Luciani como su sucesor demostró que el Cónclave que hubo en agosto de 1978, el primero de los dos, (el otro fue en octubre para escoger a Karol Wojtyla (Juan Pablo II), había sido preparado con notable anticipación. Giovanni Benelli, brazo derecho de Pablo VI durante casi todo su pontificado, era el favorito. Pero éste comprendió que le sería muy difícil ocupar el trono de San Pedro y preparó una gran alianza entre centristas y progresistas en favor de la candidatura de Luciani. En el cónclave fueron derrotados los conservadores, quienes tenían como candidato al Arzobispo de Génova, Giussepe Siri.
Con 99 votos de apoyo (de un total de 111), Albino Luciani se transformó en el nuevo Papa. A pesar de que su designación fue apreciada inmediatamente por los más de 800 millones de católicos de la época (un quinto de la población mundial), a quienes cautivó con su sonrisa, sus gestos simples y su figura de cura provinciano, su triunfo molestó mucho a la Curia Romana.
En sendos reportajes publicados por el Osservatore Romano (encargados por los detractores de Luciani) se le denominó el "Papa desconocido". La Curia se sentía derrotada por un hombre apacible y humilde, que entre las primeras cosas que hizo fue declarar que prefería el calificativo de Pastor Espiritual antes que el de Sumo Pontífice. En otra alocución pública, ante una plaza de San Pedro abarrotada de gente un domingo 10 de septiembre, Luciani habló de Dios y dijo: "Dios es nuestro Padre; más aún nuestra Madre". Los expertos en cuestiones vaticanas nunca le perdonaron esta frase, ya que se produjeron furibundos debates en relación con este cuarto e inesperado miembro de la Santísima Trinidad, hasta que Luciani, delicadamente, señaló que lo único que había hecho había sido citar al profeta Isaías.
Esos aires de espontaneidad molestaban a los miembros más conservadores de la Iglesia. En diversas ocasiones, Luciani escogía a un niño del coro para que compartiera el micrófono con él y le ayudara a dirigirse a las vastas audiencias. A los pocos días de resultar elegido, Juan Pablo I se enfrentó con un millar de periodistas, los reprendió amablemente por poner demasiada atención en las trivialidades del Cónclave. Luciani se sentía en su casa entre los periodistas. Más de alguna vez señaló que de no haberse entregado al sacerdocio seguramente se habría convertido en reportero. Apenas salió elegido, el nuevo Pontífice confesó a sus más cercanos que ignoraba las tramas del poder pontificio. Por ello pidió un anuario para estudiar a los personajes con los que debía lidiar. El carácter abierto de Luciani le valió hacerse de poderosos enemigos.
Según el escritor David Yallop, al menos una decena de personas tenía interés en eliminar a Juan Pablo I. Según Yallop, uno de ellos era el Obispo Paul Marcinkus, Director Ejecutivo del Banco del Vaticano.
Desde que el Papa Luciani asumió, "el Banquero de Dios", como apodaban a Marcinkus, no había dejado de lamentarse por un turbio negocio realizado 6 años antes (en 1972) con otra banca italiana. Además, el nuevo Pontífice alertado de los malos manejos de Marcinkus había ordenado una minuciosa investigación de su administración. A las pocas horas de la muerte de Juan Pablo I, un miembro de la Guardia Suiza vio rondar a primera hora de la mañana al banquero en las cercanías del Palacio papal. Pero Marcinkus, no era el único, que tenía motivos para asesinar a Luciani.
Otro hombre que permaneció en su despacho hasta altas horas de la noche fue Jean Villot. El Secretario de Estado del Vaticano trabajaba revisando una lista que le había entregado Luciani antes de morir.
En ella figuraban los nombres de las personas cuyos ceses o traslados debían efectuarse inmediatamente. Era una situación dramática, ya que esos cambios constituían uno de los principales cauces que llevarían a la Iglesia por nuevos rumbos de los que se encargaría el nuevo Pontífice. Villot había pedido al Pontífice no realizar algunos cambios, pero éste se mostraba inquebrantable. Incluso en la lista de retiros que exigía Juan Pablo I figuraba el propio nombre de Villot.
Por último, las sospechas también apuntaban a la Logia masónica denominada Propaganda 2 (P2), que había penetrado las murallas de El Vaticano e incluía entre sus miembros o aliados a numerosos sacerdotes, Obispos e incluso Cardenales. Esta logia era liderada por Licio Gelli, apodado Il Burattinaio (titiritero).
Sin embargo, la tesis de Yallop se desmoronó cuando apareció el libro de John Cornwell, “A thief in the night”, que no le da crédito a la versión de que Juan Pablo I fue asesinado. Para Cornwell la muerte del Pontífice es mucho más vergonzosa, ya que según su teoría, todo el Vaticano es responsable de la pérdida de Juan Pablo I, porque supuestamente lo dejaron morir.
Según relata en su libro, en los días previos a su muerte, el Pontífice sufrió severos dolores de pecho e hinchazón en sus piernas, pero nadie le prestó mucha atención ni le brindó ayuda médica. La excusa de la Santa Sede fue que no habían recibido su historial médico desde Venecia, donde Luciani ejercía como líder de la Iglesia. Cornwell también describe al Vaticano como un palacio de chismes. A pesar de que la Santa Sede no está de acuerdo con su tesis, no todos están molestos con su investigación. "Pienso que es mejor aparecer como una tropa de ridículos, que como una banda de asesinos", aseguró Vittoria Marigonda, secretaria de Paul Marcinkus a la revista Time.
La muerte de Juan Pablo I reveló que existían profundos problemas de relaciones humanas en el interior de la Santa Sede. El propio Pontífice le habría confiado a diversos amigos que quería aprender lo más rápido posible el oficio de Papa, pero que no había nadie que le explicara. "La mayor parte del tiempo lo único que oigo son mutuos reproches. Todo el mundo habla mal de todo el mundo", aseguró. En una de sus últimas ediciones, la revista “L'Espresso” asegura que la muerte de Juan Pablo I aún no es un caso cerrado. Mientras que para los voceros del Vaticano ya no hay nada más que decir.
La muerte del Papa Juan Pablo I (Albino Luciani) tuvo lugar en la Ciudad del Vaticano el 28 de septiembre de 1978, apenas 33 días después de ser elegido sucesor de Pablo VI.
El 29 de septiembre a sus 65 años, había sido hallado el Papa sin vida en la cama dentro de su apartamento del Palacio Apostólico por la hermana Vincenza. Desesperada, salió a avisar al secretario John Magee, quien constató la muerte y llamó a un cardenal. Acompañado por el médico, el cardenal examinó el cadáver y llamaron a los embalsamadores. El cuerpo tenía en sus manos unos papeles considerados importantes. El comunicado oficial informó que falleció de un infarto.
Fue embalsamado, pero sin extraerle sangre ni extirparle las vísceras, mediante inyección de líquidos antipútridos. En cuanto a los papeles, eran sobre la reorganización y el cambio del poder en el Vaticano. Además, se afirma que la leve sonrisa con la que falleció no corresponde al dolor previo producido por un infarto.
El cuerpo de Luciani nunca pasó por una autopsia. Directamente, tuvo un funeral correspondiente al de un Pontífice y fue depositado en las grutas vaticanas.
Entre las numerosas especulaciones en torno al deceso del Papa, algunas apuntan tanto a la CIA como a la KGB soviética. Igual con la masonería, afirmando que le mataron masones infiltrados en las altas esferas vaticanas, y otros aseguran que el Pontífice fue envenenado. Se asegura igual que todo tenía un trasfondo económico, que la mafia italo-estadounidense estaba aprovechándose de las instituciones financieras de la Santa Sede para blanquear dinero de los crímenes, algo que el Papa tenía bajo sospecha.
El teólogo tradicionalista Abbé Georges de Nantes pasó gran parte de su vida atendiendo el caso, sobre los bancos y sobre el supuesto descubrimiento del Papa de una serie de sacerdotes masones en el Vaticano. En su libro "Juan Pablo I: Caso abierto", el sacerdote y teólogo Jesús López Sáez sostiene la tesis de que Luciani sufrió un homicidio.
En julio de 2019 fue publicado un libro por Anthony S. Luciano Raimondi, supuestamente gánster de la Familia Colombo y familiar del obispo Paul Marcinkus, con quienes habrían perpetrado el asesinato de Juan Pablo utilizando valium y cianuro, cuyo móvil también habría sido encubrir un fraude masivo de títulos financieros.
Unos días antes de su fallecimiento, el semanario sensacionalista italiano OP publicó un artículo titulado “Santidad, cómo está” en el que se afirmaba que “Juan Pablo no goza de buena salud”. Quien firmaba el artículo era su director, Mino Pecorelli, oscuro personaje, arrepentido de la P2 y vinculado al turbio mundo de los servicios de inteligencia.
Se lee allí que “Juan Pablo I no goza de óptima salud, aunque en el fondo tenga la fibra notoriamente robusta del campesino véneto. Enfermedades viejas y nuevas se han sedimentado lentamente sobre su persona haciéndole fatigoso y difícil el sumo encargo del que lo ha investido el Cónclave. Noticias filtradas por fuentes vénetas y vaticanas dicen que Albino Luciani, joven seminarista, sufrió una tuberculosis. Hoy está clínicamente curado, pero como dicen los médicos de la Escuela Salernitana, ‘una vez tísico, siempre tísico’”. Se hacía mención además de que el Papa padecería supuestas dificultades digestivas y una afección en los ojos producida por el reflejo del agua de los canales venecianos [sic]. A todo esto, según el autor, se le sumaba un ambiente decididamente hostil hacia el nuevo Pontífice. El 20 de marzo de 1979, Pecorelli sería asesinado de un tiro en la boca.
Otras Muertes Papales:
Las conspiraciones y muertes sin explicación han ocurrido a través de los siglos en el Vaticano, lugar donde se han desatado intrigas y oscuros misterios. Además del controvertido deceso de Albino Luciani, (el sonriente Juan Pablo I), otras extrañas y repentinas desapariciones afectaron al Papado, la institución vigente más antigua de la tierra.
Estos son algunos de los casos más famosos:
Celestino V:
el Papa ermitaño era un modesto fraile benedictino que no quería acceder al
Pontificado vacante durante varios meses por diversas luchas partidarias.
Promotor de un estilo de vida pobre para la Santa Sede y desinteresado por el
poder eclesiástico, Celestino V abdicó y fue encarcelado por su sucesor,
Bonifacio VII. Su muerte, ocurrida en 1296, fue catalogada de natural durante
décadas. Sin embargo, hace pocos días la Iglesia admitió haberle practicado un
escáner en 1988: en su cráneo se detectó un clavo.
Alejandro VI: el
conocido Papa Borgia, mediador entre españoles y portugueses en una época en
que ambos se disputaban la conquista de los territorios del Nuevo Mundo, fue
envenenado con arsénico, en 1503. Su cuerpo se volvió totalmente negro y se
hinchó a tal punto que sus sepultureros debieron saltar sobre su estómago para
poder cerrar la tapa del ataúd.
Pío XI: supuestamente fue víctima de un
complot preparado por Benito Mussolini en 1939. El Duce, al enterarse de que el
Papa pronunciaría un discurso contra el fascismo y el antisemitismo, lo habría
mandado a matar 24 horas antes. Aprovechándose de que el médico del anciano Pío
XI (muerto a los 82 años) era el padre
de su amante, Claretta Petacci, Mussolini lo habría obligado a suministrarle
una inyección letal.
Ceremonia de los Cardenales:
La ceremonia en la cual un religioso asume como Cardenal es muy vistosa. Pero la fastuosidad que atrae la vista, no es tan importante como los detalles que la rodean. Cada Cardenal, también llamados los “Príncipes de la Iglesia”, visten una capa escarlata y una “Biretta”, parecida a un sombrero, que le es entregado por el Papa, un día antes de celebrarse la ceremonia de asunción.
De acuerdo con la tradición, esa “Biretta” va a reflejar la voluntad del Cardenal designado en ofrendar su vida por la Iglesia. Cada uno; en éste caso de los 44 Cardenales, hace un juramento en latín. El juramento es de eterna fidelidad a Cristo y obediencia al Papa. Además, prometiendo no revelar nunca los secretos que la Iglesia les hubiere encomendado.
El ceremonial es muy antiguo, y así se ha estilado hasta ahora. El Papa, espera en su trono blanco y oro, vestido con los mismos colores. Uno por uno, los nuevos Cardenales, se aproximan.
Luego se arrodillan ante el Papa. Posan sus rodillas sobre un cojín color púrpura y esperan la colocación del anillo de Cardenal. El Papa debe colocar un anillo de oro en el tercer dedo de la mano derecha del nuevo Cardenal, mientras expresa en latín la significación de la sortija. Un símbolo de dignidad, apego pastoral y profunda convivencia con la Iglesia. A continuación, lo invita a incorporarse y felicita con una abrazo, mientras dice algo en su oído.
Durante la ceremonia, los Cardenales de mayor antigüedad, visten de un rojo mas intenso para ser diferenciados de los nuevos. El color rojo púrpura que acompaña a un Cardenal representa la sangre. Un Cardenal debe ofrendar su vida por la Iglesia.
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