San Pío X

 

                                                                Papa. 1914.

Nació en 1835 en Riese, provincia de Treviso, en Venecia (italia). Su padre fue un cartero y murió en 1852, pero su madre vivió para ver a su hijo llegar a Cardenal. En 1850 recibió la tonsura de manos del Obispo de Treviso y obtuvo una beca de la diócesis de Treviso para estudiar en el Seminario de Padua, donde terminó sus estudios filosóficos, teológicos y de los clásicos con honores. 

Fue ordenado sacerdote en 1858, y durante 9 años fue Capellán de Tómbolo, teniendo que asumir muchas de las funciones del párroco, puesto que éste ya era anciano e inválido.

En 1867 fue nombrado Arcipreste de Salzano, un importante municipio de la diócesis de Treviso, en donde restauró la iglesia y ayudó a la ampliación y mantenimiento del hospital con sus propios medios, en congruencia con su habitual generosidad hacia los pobres; especialmente se distinguió por su abnegación durante una epidemia de cólera que afectó a la región. Mostró una gran solicitud por la instrucción religiosa de los adultos. 

En 1884 fue nombrado Obispo de Mantua, en ese entonces una sede muy problemática. Su principal preocupación en su nuevo cargo fue la formación del clero en el Seminario, donde, por varios años, enseñó teología dogmática y, durante un año, teología moral.

Deseaba seguir el método y la teología de Santo Tomás, y a muchos de los estudiantes más pobres les regaló copias de la “Suma Teológica”; a la vez, cultivó el canto Gregoriano en compañía de los seminaristas. La administración temporal de la sede le impuso grandes sacrificios. En 1887 celebró un Sínodo Diocesano. Mediante su asistencia en el confesionario, dio ejemplo de celo pastoral. 

La Organización Católica de Italia, conocida entonces como la “Opera dei Congressi”, encontró en él a un celoso propagandista desde su ministerio en Salzano. En el Consistorio secreto celebrado en junio de 1893, León XIII lo creó Cardenal, con el título de San Bernardo de las Termas; y en el Consistorio público, tres días más tarde, fue preconizado Patriarca de Venecia, conservando mientras tanto el título de Administrador Apostólico de Mantua.

El Cardenal Sarto fue obligado a esperar 18 meses, antes de tomar posesión de su nueva diócesis, debido a que el gobierno italiano se negaba a otorgar el “exequatur”, reclamando que el derecho de nominación había sido ejercido por el Emperador de Austria. Este asunto fue tratado con amargura en periódicos y panfletos. El gobierno, a manera de represalia, rehusó extender el exequatur a los otros Obispos que fueron nombrados durante este tiempo, por lo que el número de sedes vacantes creció a 30. Finalmente, el ministro Crispi, habiendo regresado al poder, y la Santa Sede, habiendo elevado la misión de Eritrea a la categoría de Prefectura Apostólica en atención a los Capuchinos italianos, motivaron al gobierno a retractarse de su posición original.

A la muerte del Papa León XIII, los Cardenales se reunieron en Cónclave y, después de varias votaciones, Giuseppe Sarto fue elegido al obtener 55 de 60 votos posibles. Su coronación tuvo lugar el siguiente domingo en agosto de 1903. 

Gobernó la Iglesia Católica con mano firme en una época en que esta se enfrentaba a un laicismo muy fuerte así como a numerosas tendencias del modernismo en los campos de los estudios bíblicos y la teologíaEl nuevo Papa desconfiaba de las tendencias progresistas y se apartó conscientemente de la línea más aperturista seguida por su predecesor. Pío X creía necesaria una reacción, adoptando desde el principio una actitud de retirada y de «defensa católica»; esto le llevó a reivindicar para la Iglesia una independencia plena respecto al poder civil, y a recelar abiertamente de la democracia cristiana.

Sus esfuerzos se dirigieron a promover la piedad entre los fieles, y a fomentar la recepción frecuente de la Sagrada Comunión, y, si era posible, hacerla diariamente, dispensando a los enfermos de la obligación de ayunar para poder recibir la Sagrada Comunión dos veces al mes, o incluso más. Recomendó que la Primera Comunión en los niños no se demorara demasiado tiempo después de que alcanzaran la edad de la discreción.


Como Obispo, su principal preocupación había sido la formación del clero, y de acuerdo con este propósito, una Encíclica dirigida al Episcopado Italiano en 1906, hacía énfasis en la necesidad de tener mayor cuidado en la ordenación de sacerdotes, llamando la atención de los Obispos sobre el hecho de que, entre los clérigos más jóvenes, se manifestaba cada vez con mayor frecuencia un espíritu de independencia que era una amenaza para la disciplina eclesiástica. En beneficio de los Seminarios italianos, ordenó que fueran visitados regularmente por los Obispos, y promulgó un nuevo programa de estudios que había estado en uso en el Seminario Romano. Por otra parte, como las diócesis del centro y sur de Italia eran tan pequeñas que sus Seminarios respectivos no podían prosperar, Pío X estableció el Seminario Regional, que es común para las sedes de una región dada; en consecuencia, muchos Seminarios, pequeños y deficientes, fueron cerrados.

Por un decreto reciente de 1910, el clero había sido impedido de tomar parte en la administración temporal de organizaciones sociales, lo cual era causa frecuente de graves dificultades.  En 1907, publicó el Decreto “Lamentabili” (llamado también el Syllabus de Pío X), en el que 65 proposiciones modernistas fueron condenadas. La mayor parte de estas se referían a las Sagradas Escrituras, su inspiración y la doctrina de Jesús y los Apóstoles, mientras otras se relacionaban con el dogma, los sacramentos, la primacía del Obispo de Roma. Inmediatamente después de eso, apareció la famosa Encíclica “Pascendi”, que exponía y condenaba el sistema del Modernismo. Entre las medidas sugeridas cabe señalar el establecimiento de un cuerpo oficial de “Censores” de libros y la creación de un “Comité de Vigilancia”.

Sancionó que todos aquellos que ejercieran el sagrado ministerio o quienes enseñaran en institutos eclesiásticos, así como canónigos, Superiores del clero regular, y aquellos que servían en oficinas eclesiásticas, deberían tomar un juramento en el que se comprometían a rechazar los errores que eran denunciados en la Encíclica o en el Decreto “Lamentabili”.

La jerarquía católica incrementó grandemente su número durante los primeros años del pontificado de Pío X, en los que se crearon 28 nuevas diócesis, la mayoría en los Estados Unidos, Brasil y las Islas Filipinas; también una Abadía nullius, 16 Vicariatos Apostólicos y 15 Prefecturas Apostólicas.

El Papa León XIII llevó la cuestión social dentro del ámbito de la actividad eclesial; Pío X también deseó que la Iglesia cooperara, o, mejor aún, desempeñara un papel de liderazgo en la solución de la cuestión social; sus puntos de vista en esta materia fueron formulados en un Syllabus de 19 proposiciones, tomadas de diferentes Encíclicas y otras Actas de León XIII, y publicadas en un Motu Proprio en 1903, especialmente para la orientación en Italia, donde la cuestión social era un asunto espinoso a principios de su pontificado. Buscó especialmente reprimir ciertas tendencias que se inclinaban hacia el Socialismo y promovían un espíritu de insubordinación a la autoridad eclesiástica.

Como resultado del aumento constante de divergencias, la “Opera dei Congressi”, la Asociación Católica más grande de Italia, fue disuelta. No obstante, inmediatamente en 1905 provocó la formación de una nueva organización, constituida por tres grandes uniones, la Popular, la Económica y la Electoral. La firmeza de Pío X logró la eliminación de, por lo menos, los elementos más discrepantes, posibilitando una Acción Social Católica, aunque subsistieron algunas fricciones. El deseo de Pío X, es que la clase trabajadora sea abiertamente católica, como lo expresó en una memorable carta dirigida al Conde Medolago Albani.

En sus relaciones con los gobiernos, el pontificado de Pío X tuvo que mantener luchas dolorosas. En Francia, el Papa heredó disputas y amenazas. La cuestión “Nobis nominavit” fue resuelta con la condescendencia del Papa; pero en lo referente al nombramiento de Obispos propuestos por el gobierno, la visita del Presidente al Rey de Italia, con la consiguiente nota de protesta, y la remoción de 2 Obispos franceses, deseada por la Santa Sede, se convirtieron en pretextos del gobierno en París para el rompimiento de las relaciones diplomáticas con la Corte de Roma. 

Mientras tanto la ley de Separación ya había sido preparada, despojando a la Iglesia de Francia y prescribiendo, además, una Constitución para la misma, la cual, si bien no era abiertamente contraria a su naturaleza, por lo menos entrañaba grandes peligros para ella. Pío X, sin prestar atención a los consejos oportunistas de quienes tenían una visión corta de la situación, rechazó firmemente consentir en la formación de las asociaciones culturales. La separación trajo cierta libertad a la Iglesia de Francia, especialmente en materia de la elección de sus pastores.  

En 1905 denunció el Concordato que, bajo las condiciones draconianas impuestas por Napoleón, había firmado en 1801 la Santa Sede con Francia. Con esta denuncia el papado alcanzaba la total libertad de nombramiento de obispos en Francia, libertad de la cual, a pesar de los diversos regímenes que se habían sucedido en este país, en realidad jamás había gozado.


En julio de 1908 culminó la reorganización de la Curia romana con la aparición de tres decretos mediante los que se modificaron y sistematizaron de manera más racional las atribuciones de las congregaciones romanas, adaptando así la administración eclesiástica a las tareas que trajo consigo una centralización en constante aumento desde mediados del siglo XIX.​

Estableció la elevación de la hostia y del cáliz. Pío X quería erradicar a los modernistas católicos de la Iglesia y para ello creó la Cofradía de Pío IX (una red de espías que se extendía desde el Vaticano y cuyos miembros delataban a los sospechosos de modernismo).

Entre los acusados estaba Giuseppe Roncallli (futuro Papa Juan XXIII), acusado de leer y aprobar al historiador católico francés Louis Dúchense, cuya Historia de la Iglesia Antigua, estaba catalogada en el “Índice de Libros Prohibidos”. Este hecho marcó al futuro Papa, que se oponía a la represión intelectual.

Falleció en Roma el 20 de agosto de 1914 a causa de un infarto agudo al miocardio, a los 79 años de edad y fue enterrado en las grutas vaticanas. En 1951 sus restos fueron trasladados a la Basílica de San Pedro, bajo el altar de la capilla de la Presentación, donde están expuestos a la veneración de los fieles. En su epitafio se lee: "Su tiara estaba formada por tres coronas: pobreza, humildad y bondad".

                            

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