San Agapito el Taumaturgo o de Sinnada
Nació en Roma en el seno de la familia Anicia. Su fe era tan firme que no dudó lo más mínimo en dedicarse a evangelizar. Se alimentaba de una continua oración y de la presencia de Dios en cuanto pensaba y hacía.
Fue obispo de Sínada, en Frigia (Turquía). Una de las armas de su apostolado fue la correspondencia. Quedan muchas cartas de en las que se relatan sus dones taumatúrgicos y el sentido de su apostolado epistolar.
Una de estas cartas, dirigidas a su amigo San Teófilo, obispo de Alejandría, dice: "Si me dices, muéstrame a tu Dios", te diré yo a mi vez: "Muéstrame primero a tu hombre y te diré quién es mi Dios"
San Agapito vivió durante el reinado de Diocleciano (284-305), y procedía de Capadocia. Era hijo de padres cristianos, y siendo aún joven, se fue a un monasterio. En el monasterio, donde había alrededor de mil monjes, reunió diversas virtudes, como una abeja recolecta de varias flores.
Allí se enderezó como un trabajador probado de los mandamientos del Señor, y humilló su cuerpo con ayunos, vigilias, y con otros medios de autocontrol. Durante un período de ochenta años comió solo distintos tipos de plantas. También salió victorioso sobre el sueño, tanto como es posible para alguien.
Era servicial y estudioso en sus deberes con los hermanos del monasterio, y se refería a todos los monjes como maestro y señor. Así fue hecho digno de recibir de Dios la gracia de hacer milagros. Con sus oraciones mató a un dragón y sanó a una doncella de la ruina de una enfermedad. Por eso fue amado por todos y glorificado.
El Emperador Licinio (313-324) descubrió cómo este santo era varonil en su cuerpo, por lo que lo reclutó contra su voluntad y lo alistó en su ejército. A pesar de esto, el Santo continuó su lucha ascética habitual, y no falló en el desempeño de sus deberes como soldado.
El renombrado no solo sanó los males intratables y mortales de las personas, sino también el de los caballos y del ganado y de cualquier otro tipo de animal, solo con su presencia. Debido a que en ese momento el Santo vio cómo los victoriosos mártires Victorino, Doroteo, Teódoulo y Agripa estaban siendo severamente castigados por su fe en Cristo, también él quiso participar en su martirio. Por lo tanto, después de haber sido decapitados, fueron perfeccionados y recibieron la corona del combate. Luego, el bendito Agapito, tras ser herido con una lanza, permaneció ileso por el bien de la salvación de muchos otros.
Cuando el Emperador Licinio partió de esta vida y Constantino el Grande recibió el imperio de los romanos (25 de julio de 306), sucedió lo siguiente. Un sirviente del emperador que era diestro en sus servicios, fue poseído por un espíritu inmundo. Él gritaba y llamaba su nombre a San Agapito.
Por lo tanto, el Santo fue llamado por el emperador al palacio, y tan pronto como oró, el demonio se fue y el siervo fue sanado. El Santo no pidió ningún favor al emperador, excepto que lo liberasen de su deber militar para poder regresar a su amada quietud.
El emperador aprobó esto inmediatamente. Cuando el Santo regresó a su lugar, el Obispo de la ciudad de Sínada, que se encuentra en el corazón de Frigia hacia Bitinia, a cuarenta millas de Nicea, y honrado con un trono episcopal bajo la Metrópoli de Hierápolis, tomó al Santo y le ordenó sacerdote contra su voluntad.
Habiendo muerto el obispo poco después, el Santo fue ordenado Obispo de Sínada por la elección de Dios, así como la de los sacerdotes y de todo el pueblo.
Tan pronto como se convirtió en obispo, realizó mayores milagros y se hizo digno del carisma de la profecía. Para demostrar esto claramente, mencionaremos algunas de las profecías y milagros que realizó el Santo: Una mujer que había oído hablar de este Santo, fue a recibir su bendición, se acercó a él, y cuando el Santo la vio, él la contó todo sobre ella desde su infancia, y habiéndola aconsejado y beneficiado, la despidió lejos.
En otra ocasión, un diácono de Heraclea en Tracia, cuando se acercó para recibir la gracia de su bendición, el Santo lo reprendió porque había corrompido a una virgen.
Los campos del muy favorecido de Dios Obispo Damianos de Silandos, una ciudad de Lidia, estaban desapareciendo debido al flujo del río que lo atravesaba en el invierno. Con sus oraciones, San Agapito cambió la dirección del río hacia otra dirección, y así los campos del Obispo se mantuvieron ilesos. Y muchos otros milagros realizó el Santo, que están contenidos en su historia, en un número mayor de cien. Simplemente por el toque de su mano, o la sombra de su cuerpo, y por sus palabras, eran curadas enfermedades intratables. Habiéndose conducido bien y amando a Dios, y habiendo alcanzado la vejez madura, se fue al Señor.














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