San Alberto de Jerusalén
Patriarca de Jerusalén. 1214.
Nació en Parma, Italia en 1149, de la familia Avogadro o de los Condes Sabbioneta. Era hermano de San Bartolo. Su hermano mayor Bartolo, fue a Tierra Santa como un cruzado y permaneció en Antioquía mientras ocurrió la victoria de los sarracenos.
Durante este tiempo conoció un pobre que pedía limosna a todo el que se le acercase. Avogadro fue el único que le dio algo y desde aquel día se ganó la confianza de los pobres. Fue en este tiempo cuando Avogadro tuvo una visión de Cristo que denunciaba el mal proveniente de los soldados.
En el año 1155 Avogadro (que se hacía llamar Bertoldo o Bartoldus de Calabria) viajó al Monte Carmelo como ermitaño inspirado en el profeta Elías. Allí desarrolló una pequeña comunidad de seguidores, con los que construyó una pequeña capilla. La Orden de los Carmelitas (u Orden del Carmelo) dicen que descienden de ese grupo.
San Bartolo hermano de San AlbertoAlberto en 1180 fue elegido Prior de los Canónigos Regulares de Santa Cruz de Mortara en Pavía. En 1184 es elegido Obispo de Bobbio y al año siguiente de Vercelli, diócesis que gobernó por espacio de 20 años.
Durante este tiempo desempeñó, con gran acierto, delicadas misiones nacionales e internacionales, encargado por Papas y Emperadores. Todos acudían a él, sabedores de su prudencia, firmeza e independencia. Fue lo que suele llamarse "experto árbitro" de los más intrincados litigios que tenían relación con la Iglesia.
Fue mediador entre el Papa Clemente III y Federico Barbarroja, siendo nombrado Príncipe del Imperio por el sucesor de éste, Enrique VI. A él se debe la paz de 1194 entre Milán y Pavía y luego entre Parma y Piacenza.
En el año de 1099, cuando los cruzados al mando de Godofredo de Bouillon establecieron el reino latino de Jerusalén, los Patriarcas y obispos griegos fueron despedidos de sus principales sedes e iglesias y reemplazados por obispos de Occidente, cuyos únicos fieles se encontraban en las filas de los propios cruzados.
De esta manera, hubo un Patriarca latino en Jerusalén, y es lamentable tener que decir de la mayoría de los prelados que ocuparon ese puesto, que su comportamiento fue tan equívoco como su posición. Por consiguiente, al morir el Patriarca Michael, de triste memoria, los Canónigos Regulares del Santo Sepulcro, apoyados por el Rey Amaury II de Lusignan, le pidieron al Papa Inocencio III que enviase como sucesor a un prelado cuyas virtudes, destreza y energía fuesen ampliamente reconocidas.
Dadas sus cualidades y mirando el bien de la Iglesia universal, el Papa Inocencio III, nombró a Alberto, Patriarca de Jerusalén, aunque le dolió perder este fiel servidor.
San Alberto partió de Italia en el año de 1205. Ya desde dieciocho años antes, los sarracenos habían reconquistado Jerusalén a los cruzados y la sede del Patriarca latino se había trasladado a Akka (San Juan de Acre), donde el rey franco estableció su corte.
En consecuencia, San Alberto fue a residir en Akka y, desde el primer momento, trabajó para conquistarse el respeto y la confianza, no sólo de los cristianos, sino también de los musulmanes, lo que no habían conseguido hacer sus antecesores.
En su calidad de Patriarca y delegado, desempeñó un papel muy destacado en la política eclesiástica y civil del Levante; en un período de nueve años, tuvo que vérselas con infinidad de asuntos que pusieron a prueba su paciencia y su prudencia. En primer lugar, hizo frente al escabroso problema de mantener la paz entre los francos y los naturales del país; mas no fue por el cumplimiento de esa difícil tarea por lo que se distinguió sobremanera el ilustre prelado.
Entre los años 1205 y 1210, el beato Brocardo, Prior de los ermitaños del Monte Carmelo, solicitó al Patriarca que ordenara la vida monástica de los ermitaños, bajo una regla que acatarían él y sus súbditos. San Alberto respondió a la solicitud con un documento breve, pero absolutamente claro y conciso, de dieciséis "capítulos".
Pedía la obediencia completa al superior elegido; una celda aparte para cada ermitaño, con un oratorio común; trabajo manual para todos, ayunos prolongados y perpetua abstinencia de carne, y observar a diario un período de silencio, desde vísperas hasta después de tercia. "Cada ermitaño debe permanecer en su celda o cerca de ella, entregado, día y noche, a la meditación de las leyes del Señor y dedicado a la oración, a menos que esté ocupado en alguna ocupación legítima", advierte el santo Patriarca en su documento. Aquella regla fue confirmada por el Papa Honorio III en 1226 y modificada por Inocencio IV, veinte años después. Cualquiera que haya sido el fundador de la Orden de los Carmelitas, no hay duda de que San Alberto, Patriarca de Jerusalén, un canónigo agustino, fue su primer legislador.
Sus extraordinarias cualidades de experto mediador también las ejercitó con fruto, durante los 9 años que duró su patriarcado. En 1206 Alberto ratificó el contrato matrimonial entre el Rey Hugo I de Chipre y Alicia de Champaña.
En el principado de Antioquía depuso al Patriarca griego Simeón II, introducido por Bohemundo IV, Conde de Trípoli, e intentó en vano liberar al Patriarca latino Pedro de Angiema, que finalmente murió en prisión. Por consejo de Alberto los canónigos de Antioquía eligieron a Pedro de Lucedio como nuevo Patriarca.
En 1211 excomulgó al Rey León II de Armenia, regente del Reina Armenio de Cilicia, que se había apoderado de las posesiones de los Templarios, aunque dos años más tarde León II se sometió y fue absuelto de su censura.
En Chipre, Alberto intentó reconciliar al Rey Hugo I con el antiguo regente Guillermo de Montbeliard y declaró inválida la elección de Durando como Arzobispo de Nicosia. En septiembre de 1210 bendijo el matrimonio de Juan de Brienne, Rey de Jerusalén y de la Reina María.
Alberto residió de hecho siempre en Accon (San Juan de Acre), pues Jerusalén estaba ocupado por los sarracenos. El Papa Inocencio III le siguió encomendando encargos de gran confianza (mediador de paz en muchas ocasiones). A su prudencia y actividad atribuyó el Papa que Tierra Santa no cayese por completo en poder musulmán.
Para los Carmelitas su obra más benemérita fue la entrega de la regla o norma de vida que lleva su nombre y que aún hoy observa el Carmelo en todas sus múltiples ramas. Por los años 1206-1209, a petición de los eremitas que moraban en el Monte Carmelo, entregó una norma de vida o regla, llamada "Regla de San Alberto".
Alberto codificó en breves trazos, ricos en citas bíblicas, la tradición monástica del Carmelo. Son normas concretas y prescripciones disciplinares, insiste, sobre todo, en la meditación de la Palabra de Dios para mejor servir a Jesucristo, en la oración, silencio, mortificación y trabajo.
En 1214, en Accón, mientras participaba San Alberto en una procesión, fue asesinado a puñaladas por el Maestro del Hospital del Espíritu Santo, al cual había reprendido y depuesto de su cargo a causa de su mala vida.
No es carmelita en sentido estricto, pero sí lo celebra la Orden del Carmen con toda propiedad como a hijo querido por haber sido su legislador.
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