San Andrés Corsini

 

                                                       Obispo de Fiésole. 1374.

Nació en Florencia a finales del siglo XIV en el año 1301. Sus padres, Nicolás Corsini y Gema degli Stracciabende, pertenecían a una de las familias más antiguas y aristocráticas de la ciudad. La familia Corsini llegó a Florencia en el siglo XII y ésta habría de ser su sede desde donde desplegaría su gran actividad; su momento de gran esplendor tendría lugar en el siglo XIV y en su seno irían apareciendo personajes relevantes, tanto políticos y comerciantes como eclesiásticos. Apellidarse Corsini en estos tiempos, era, sin duda, una buena carta de presentación, pues ello significa que pertenecía a una de las familias más ilustres de la ciudad en los albores del Renacimiento.


 Antes de nacer, su madre dijo que había vista en sueños a su hijo en figura de un lobo que se transformó luego en cordero.

 Parece que en su juventud, Andrés fue arrogante, ocioso y pendenciero, pero después sintió un llamamiento irresistible a la mística paz del Carmelo.

Un tío trató de hacerlo volver a la casa con la promesa de un excelente matrimonio. Entonces le contestó: “¿De qué me servirían esos bienes, si no tengo la paz del alma?”. 

El demonio no podía resignarse a perder definitivamente a aquel que durante tanto tiempo fue su presa. No lo dejaba en paz, asaltándolo con violentas tentaciones. Pero Andrés recurría a la Santísima Virgen y así neutralizaba los asaltos del espíritu infernal.

Un día, estando encargado de la portería del convento, golpearon con insistencia a la puerta durante la cena de la comunidad. Andrés, que tenía orden de no dejar entrar a ningún extraño, abrió apenas un pequeño postigo de la puerta y vio a un garboso señor acompañado de varios criados: “Abre deprisa, pues soy tu pariente y no puedo consentir en que permanezcas más tiempo entre esos indigentes. Tus padres también quieren que salgas, pues escogieron y eligieron para ti a una esposa joven, noble y hermosa”. Respondió que no le reconocía por pariente, que sus padres estaban satisfechos con su estadía en el convento y que no le abriría la puerta por no tener autorización. Reconociendo en el embustero al padre de la mentira, con la señal de la cruz lo hizo huir.

Para practicar la humildad, Andrés pidió se le permitiera salir a pedir limosnas para el convento por las calles donde vivían las personas más prominentes de la ciudad y algunos parientes suyos. De muchos de ellos recibía insultos y reprensiones, alegando que había deshonrado el nombre de su familia.

Andrés llevaba debajo del hábito un cilicio, que todavía hoy se conserva, e iba de puerta en puerta pidiendo limosna, aun en las casas en donde antes hacía fiesta con los amigos. Después de la ordenación sacerdotal fue enviado a la Universidad de París para completar sus estudios.

Regresó de París robustecido no sólo culturalmente, sino también en el espíritu. Sus biógrafos narran que durante el viaje de regreso hizo algunas curaciones prodigiosas. Cuando llegó a Florencia, la ciudad estaba invadida por la epidemia de peste descrita por Boccaccio.


Fue elegido Superior Provincial de la Orden en 1348. Como Provincial, supo mantener entre los religiosos el espíritu de disciplina, el culto de la pobreza y de la oración y la observancia de la Regla, se cuidó particularmente de la formación de los jóvenes según el espíritu y la tradición de la Orden y supo infundir a todos el celo apostólico. Durante la peste que asoló a la región, se entregó con heroísmo al cuidado de los apestados.

En el año 1349 fue nombrado Obispo de Fiésole, diócesis cercana a Florencia, donde reveló pronto las dotes de prudencia y de bondad con que el Señor le había agraciado. Trató de rehuir al cargo, porque se consideraba indigno, y por eso se escondió en un yermo lejano, pero allí fue descubierto por un niño. Escogió para él, en su palacio, una celda reservada, en la que dormía sobre un lecho de sarmientos y donde pasaba largas horas de la noche en oración.

Los días jueves lavaba los pies de doce pobres, entregándoles después una generosa limosna. Cierta vez uno de ellos, que tenía en la pierna una úlcera tan asquerosa, quiso impedir que el obispo la tocara. Pero apenas el santo lo hizo, la pierna se curó inmediatamente.

Sus biógrafos lo presentan como obispo siempre adicto a la Santa Sede y entregado totalmente a su diócesis, acérrimo defensor y fiel administrador del patrimonio eclesiástico, pregonando que los bienes de la Iglesia son de los pobres; celoso reformador de la fe y de las costumbres; consciente del oficio principal del ministerio sacerdotal, que es dar culto a Dios y evangelizar al pueblo conduciéndolo a Dios. El Papa le confió con frecuencia importantes misiones para solucionar conflictos, juzgar y apaciguar querellas o visitar monasterios relajados. Murió el 6 de enero de 1373 y fue enterrado en la iglesia del Carmen de Florencia. Fue canonizado en 1629.



Comentarios

Entradas populares