San Anselmo de Canterbury

 

                                                Arzobispo de Canterbury. 1109.

Gran filósofo y teólogo de principios del segundo milenio, es conocido tanto por su lucha contra las investiduras, cuyo momento más conflictivo le tocó vivir al santo, como por su "argumento ontológico" sobre la existencia de Dios, que se añade a las famosas 5 vías de Santo Tomás de Aquino. 

Nació Anselmo en el Piamonte (Italia), en la población de Aosta, en el año 1033. Era hijo de Gondulfo, noble longobardo, y Ermenberga, pariente de Otón I de Saboya

Como en muchas de las biografías de los santos de aquella época, se nos presenta una antítesis entre los caracteres de ambos progenitores: Un padre pródigo y disipado y una madre profundamente religiosa. Incluso siendo esto verdad, no representaría un caso excepcional, considerando el comportamiento común en el Medioevo de hombres y mujeres. Con todo, se puede asegurar que la primera infancia de Anselmo transcurriría en completa normalidad. El hecho de que desde muy pequeño mostrara inquietudes religiosas se debería en gran parte al trato continuo con su madre, quien le habría acercado a sus valores y prácticas religiosas. Por otro lado, no era raro que hijos de nobles vieran la vida monástica como una vía solicitada para perpetuar el renombre de la familia.


 Fue educado y formado por monjes benedictinos en un monasterio. Tras la muerte de su madre, Anselmo abandonó su casa y en 1060, a los 27 años, ingresó al monasterio de Bec (Normandía) donde se convirtió en discípulo y gran amigo de Lanfranco, Arzobispo de Canterbury.

En 1063 fue nombrado Prior, y en 1078, Abad del monasterio. Se distinguió por su sabia administración y por el impulso que dio a la copia de manuscritos para enriquecer las bibliotecas de la Orden. 

Tuvo que viajar varias veces a Inglaterra por los intereses que allí tenía el monasterio, con lo que hubo de tratar con los Reyes Guillermo el Conquistador y Guillermo el Rojo, su hijo, cuya estima se ganó. Al quedar vacante la sede primada de Cantorbery, el Rey la mantuvo vacante cuatro años, hasta que cediendo a las presiones del pueblo y del clero, que le pedían insistentemente que fuera designado Anselmo, Guillermo II, decidió por fin, atendiendo también a sus propios intereses, adjudicársela a San Anselmo.

Pero éste no queriendo recibir la investidura de manos del Rey, sino de manos del Papa, desató el conflicto, que finalmente se resolvió en favor de la Iglesia, después de sufrir no pocas penalidades, incluido el destierro. El Rey Guillermo, quería nombrar él mismo a Obispos y sacerdotes. Anselmo se le opuso diciéndole que esto era un derecho exclusivo de la Iglesia Católica. El Rey entonces expulsó de Inglaterra al Arzobispo Anselmo, el cual aprovechó para dedicarse en Francia y en Italia a estudiar y a escribir.

A la muerte de Guillermo, regresó Anselmo a Inglaterra, pero el nuevo Rey Enrique quería también nombrar él mismo a los Obispos y disponer de los bienes de la Iglesia. Anselmo se le opuso valientemente. Enrique quiso expulsarlo. El Sumo Pontífice amenazó con excomulgar al Rey si expulsaba al Arzobispo. Entonces enviaron delegados a Roma y el Papa le dio toda la razón a Anselmo. El santo consiguió con sus ruegos en Roma, que no fuera sancionado el Rey y así obtuvo que Inglaterra no se separara de la Iglesia Católica todavía. Él era extraordinariamente bondadoso.

Echó los cimientos de la teología escolástica con sus ya famosas palabras: "no busco entender para creer, pero creo para entender. Pues quien no cree no experimenta, y quien no experimenta, no cree". 

La especulación filosófica, según él, era una consecuencia exigida por la fe. Sostenía la necesidad de creer para comprender a fin de intentar luego comprender lo que se creía. No anteponer la fe, según Anselmo, era presunción; sin embargo, no apelar a continuación a la razón era negligencia.

En la cuestión de los universales, se inclinó hacia la solución platónica. De este realismo proviene el valor de la llamada prueba ontológica de la existencia de Dios propuesta en el Proslogium (1078): tenemos la idea de un ser perfecto; entre los atributos que hacen perfecto a un ser se encuentra la existencia (si le falta la existencia, no es perfecto); luego el Ser Perfecto existe.

El argumento ontológico de San Anselmo se basa en establecer una correlación entre nuestras ideas y la realidad. Por ello fue aceptado por filósofos racionalistas como René Descartes y Gottfried Wilhelm Leibniz, pero rechazado por Immanuel Kant, quien afirmó que el hecho de que concibamos una cosa no prueba en absoluto su existencia fuera de la mente.

El ilustre historiador Cardenal Baronio llamó al Santo "La lumbrera del siglo XI y la Estrella de Inglaterra".



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