San Edmundo Rich

                                               Arzobispo de Canterbury.1240.

Nació en 1180, en Abingdon, y murió en Soissy, Francia. Sus padres, Reinald y Mabel Rich, fueron excepcionales debido a su piedad. Se dice que su madre vistió constantemente vestimentas de cabello y que asistió a la iglesia de la Abadía casi todas las noches en las maitines. Su padre entró al Monasterio de Eynsham en Oxfordshire aun durante los años de vida de su madre.

Su madre le enseñó, desde sus primeros años, a llevar a cabo actos de penitencia tales como el ayuno sabatino a pan y agua, y llevar una camisa de cabellos. Cuando tuvo la edad suficiente fue mandado a estudiar en Oxford.

El niño Jesús se le apareció mientras estaba paseando a solas en los campos. En memoria de lo que sucedió aquella ocasión entre él y Cristo, comenzó a escribir en su frente, noche por noche, las palabras "Jesús de Nazaret"; una costumbre que le recomendaría a otros. Ansioso por preservar la pureza de mente y cuerpo, Edmundo hizo un voto de castidad y se procuró dos anillos; uno lo colocó en el dedo de la estatua de Nuestra Señora en Santa María de Oxford, el otro lo usó él mismo.

Alrededor de 1195 fue mandado a las escuelas de París en compañía de su hermano Ricardo. Cuando la madre, los envió a estudiar a París dio un cilicio a cada uno, encargándolos que le usasen dos o tres veces a la semana, para que aquel instrumento de penitencia les sirviese como de una cota celestial contra los golpes del espíritu maligno que se vale de los engañosos atractivos de la carne para rendir a la razón, desviándola de la servidumbre del dulce yugo de la ley de Dios. Acreditó Edmundo la buena educación que le había dejado como en herencia su piadosa madre.

Como sus dos hermanas querían ser religiosas, Edmundo las condujo al convento de las benedictinas de Catesby, en Northamptonshire, donde ambas se distinguieron por su santidad y murieron ejerciendo el cargo de abadesas son las Beatas Alicia y Margarita.

De ahí en adelante, y durante varios años, su vida se sucedió entre Oxford y París. En la universidad de Oxford, le admitieron como profesor de matemáticas, dialéctica y filosofía aristotélica a partir de 1205. Siendo profesor se interesó por la teología, la estudió y se doctoró en ella con excelentes resultados. Durante ocho años, fue profesor de teología en Oxford y, según se dice, fue el primero que enseñó la lógica de Aristóteles en esa Universidad. Tuvo mucho éxito como profesor, como predicador y muchos de sus discípulos llegaron a distinguirse. 

 Fue ordenado presbítero y continuó como profesor, al mismo tiempo que predicaba y atendía a su parroquia de Calne, Wiltshire. 

En 1227, el Papa Gregorio IX le mando que predicase la IV Cruzada contra los sarracenos, y le concedió el derecho de recibir un estipendio de cada una de las iglesias en que predicase. Edmundo cumplió la orden con gran celo, pero no aceptó estipendio alguno. 

Sus palabras eran de fuego e inflamaban a sus oyentes. Se cuenta, además, que confirmó con milagros su predicación en Worcester, Leominster y otros sitios. Guillermo Longsword, Conde de Salisbury, que durante largo tiempo había descuidado sus deberes religiosos, se convirtió gracias a su predicación y a su conversación. 

San Edmundo fue uno de los maestros más experimentados de la época en materia de vida interior y solía exhortar, con frecuencia, a los fieles a la oración afectiva. En cierta ocasión escribió: "Miles de personas se engañan multiplicando las oraciones. Yo preferiría decir devotamente cinco palabras con toda el alma, en vez de 5000 sin acompañarlas con el afecto y el entendimiento. Cantad al Señor sabiendo lo que decís; el sentimiento del alma debe acompañar las palabras que los labios repiten". San Edmundo supo unir con tal acierto la experiencia interior con los conocimientos de teología mística y especulativa, que llegó a un alto grado de contemplación.

Sus austeridades, durante todo este tiempo, fueron muy grandes. La mayor parte de la noche la pasaba en plegarias, y el poco sueño que se permitía no lo hizo recostado. Aun cuando fue severo consigo mismo, era gentil hacia otros, especialmente hacia los pobres y enfermos a quienes atendió algunas veces personalmente.

Predicaba un día fuera de la iglesia de Wigorna, y de repente se cubrió el cielo de una nube tan negra y tan espesa, que el auditorio se comenzó á remover para retirarse por miedo de la tempestad. Se mantuvo quieto el santo; se volvió hacia la nube, hizo la señal de la cruz y dijo en alta voz: “Yo te mando, espíritu maligno, que te retires de este lugar, y que no vengas a inquietar a este pueblo”. Al punto reventó la nube y, anegando el agua todo el contorno, no cayó una gota en el espacio que ocupaba el auditorio, manteniéndose sereno el aire que correspondía a él cuando estaba turbado todo el que le rodeaba.

Después de tres votaciones que fueron anuladas, San Edmundo fue elegido Arzobispo de Canterbury, una sede que había estado largo tiempo vacante. Los electores enviaron algunos hombres a Calne para dar la noticia a San Edmundo y acompañarle a Canterbury. El santo, que al parecer no sabía nada, protestó contra la elección. Entonces, los enviados acudieron a Roberto, obispo de Salisbury, quien mandó al santo que aceptase. Edmundo se sometió, no sin resistencia, y fue consagrado el 2 de abril de 1234. 

Pocos días después tomó parte en un parlamento reunido en Westminster, cuyos miembros informaron al Rey Enrique III del estado lamentable del reino y le pidieron que despidiese a los ministros indignos de ese cargo. Así lo hizo el monarca, quien envió a San Edmundo y a otros obispos al occidente del país a negociar una tregua con Llewelyn de Gales y otros nobles desafectos a la corona. 

Por entonces, San Edmundo nombró canciller de su diócesis a San Ricardo de Wyche, quien fue más tarde obispo de Chichester. Según parece, Ricardo de Wyche y Roberto Rich, hermano de San Edmundo, permanecieron con él hasta su muerte.  En 1237, San Edmundo presidió la ceremonia de la solemne ratificación que hizo Enrique III de la "Carta Magna", en la abadía de Westminster. 

Desgraciadamente, el matrimonio del monarca con Eleonor de Provenza había abierto la puerta a los ministros y favoritos extranjeros. Enrique III había obtenido que el cardenal Otto fuese nombrado Legado Pontificio para que apoyase su política contra los barones ingleses. San Edmundo reprendió por ello al rey y le predijo que el nombramiento del Legado produciría todavía más desordenes en el reino. 

                                                  Rey Enrique III de Inglaterra

El Cardenal Otto produjo muy buena impresión a su llegada, pues se negó a aceptar los presentes que le habían enviado todos los bandos. En calidad de legado, presidio un sínodo reunido en San Pablo, que promulgó cierto número de cánones sobre la disciplina del clero y sobre los beneficios eclesiásticos; pero algunos cánones favorecían a los extranjeros contra los ingleses en materia de beneficios, y fueron muy mal recibidos. Enrique III se las arregló para valerse del legado contra San Edmundo y los obispos y barones ingleses.

Las injusticias y abusos cometidos por el Rey Enrique III en materia de relaciones entre la Iglesia y el Estado no fueron las únicas dificultades de San Edmundo. Los monjes de la Christ Church de Canterbury, a quienes estaba confiada la catedral, se levantaron contra el arzobispo en defensa de ciertos presuntos derechos. Aunque San Edmundo se mostró dispuesto a negociar y el Legado Pontificio aconsejó a los monjes que se sometiesen, éstos se obstinaron hasta que el escándalo se divulgó por todo el país. 

San Edmundo decidió presentar personalmente el asunto en Roma en 1237. En todo caso, los monjes de Canterbury no eran apacibles, de suerte que el arzobispo se vio obligado a excomulgar a 17 de ellos a su regreso. El rey se opuso a San Edmundo y sus sufragáneos. Lo mismo hizo el Cardenal Otto, quien absolvió a los monjes que San Edmundo había excomulgado, desautorizó varias decisiones suyas de gran importancia, y llegó hasta usurpar los derechos personales del primado de Inglaterra. 

En un concilio reunido en Reading el Legado exigió que los obispos y el clero contribuyesen con la quinta parte de sus rentas a los gastos de guerra del Papa contra el Emperador Federico II. Para entonces, existía ya un gran descontento por la cantidad de beneficios jugosos que poseían en Inglaterra ciertos personajes, en su mayoría italianos, que habían sido nombrados por el Papa y no habían puesto jamás el pie en el país. Ello traía consigo grandes daños materiales y espirituales. El mayor enemigo de ese abuso era el piadoso Roberto Grossatesta, a quien San Edmundo consagró obispo de Lincoln. Los obispos pidieron consejo al primado. San Edmundo les dijo: "Hermanos míos, bien sabéis que vivimos en una época tan difícil, que más nos valdría estar muertos. Tenemos que hacer de la necesidad una virtud, porque el Papa nos tira de un lado y el rey de otro, y no veo como podemos oponerles resistencia".

El Rey Enrique III solía dejar vacantes las sedes y sus beneficios para disfrutar de sus rentas y aun llegaba a impedir las elecciones con el daño consiguiente para los fieles. San Edmundo había obtenido de Gregorio IX un breve, según el cual, cuando un oficio o beneficio permanecía vacante durante seis meses, el metropolitano podía aplicar las rentas a cualquier catedral o iglesia abacial. 

Cuando Enrique III consiguió que el Papa anulase dicho breve, San Edmundo empezó a aparecer como una figura semejante a la de Tomas Becket. En efecto, el gobierno de su diócesis se le había hecho casi imposible, pues el cardenal Otto anulaba todas las medidas que él tomaba. Así pues, San Edmundo decidió salir del país. Se despidió del monarca, bendijo a la nación, se detuvo sobre una colina en las proximidades de Londres y se embarcó en Thanet. "Mirando hacia las costas de Inglaterra, se echó a llorar amargamente, pues presentía que nunca volvería a verla".

El santo se asiló en la abadía cisterciense de Pontigny, donde se refugiaban todos los obispos que habían sido expulsados de Inglaterra por defender la justicia. El bienaventurado mártir Tomas había esperado ahí durante dos años el premio que merecía su vida. 

Durante los pocos meses que pasó en la abadía, San Edmundo vivió como uno de tantos monjes; escribía en el «scriptorium» y predicaba en las poblaciones de los alrededores. 

                                          

En 1240, su mala salud le obligó a trasladarse al priorato de los canónigos regulares de Soissy. Allí murió al amanecer del viernes 16 de noviembre, Después de haber levantado la excomunión a los monjes de Canterbury y de haber enviado su camisa de cerdas a su hermano Roberto y su capa y una imagen a sus dos hermanas. Fue sepultado en la iglesia mayor de Pontigny, donde se conservan todavía sus reliquias con gran veneración. 

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