San Eduardo el Confesor
Rey de Inglaterra. 1066.
Nacido en 1003. Era hijo de Ethelred II el Indeciso y Emma de Normandía, hija del Duque Ricardo de Normandía, siendo así medio hermano del Rey Edmundo Ironside, hijo de Ethelred y su primera esposa, y del Rey Hardicanuto, hijo de Emma de su segundo matrimonio con Canuto.
Después de que Swein incautó el trono en 1013, la Reina Emma huyó a Normandía con Eduardo y Alfredo y más adelante fue seguida por Etelredo.
Swein murió en febrero de 1014 y los líderes ingleses invitaron a Etelredo a volver, con la condición de que se comprometiera a gobernar de manera más justa que antes. Etelredo aceptó y envió a Eduardo con sus embajadores.
Etelredo murió en abril de 1016 y fue sucedido por el medio hermano mayor de Eduardo, Edmundo Ironside, quien continuó la lucha contra Canuto, el hijo de Swein. Según la tradición escandinava, Eduardo peleó junto a Edmundo; como se supone que a lo sumo tenía 13 años en ese momento, esa parte de la historia es discutida.
Edmundo falleció en noviembre de 1016 y Canuto se convirtió en el rey indiscutible. Eduardo volvió de nuevo al exilio con su hermano y su hermana, pero a su madre no le gustaba la marginación y en 1017 se casó con Canuto.
Ese mismo año, Canuto ejecutó a Eadwig Etheling, el único medio hermano mayor de Eduardo que aún sobrevivía, por lo que este quedó como el principal pretendiente anglosajón al trono.
Canuto murió en 1035 y Hardeknut le sucedió como Rey de Dinamarca. No está claro si pretendía tener Inglaterra también, pero estaba demasiado ocupado en la defensa de su posición en Dinamarca para viajar hacia allá y hacer válida cualquier reclamación. Por tanto, se decidió que su medio hermano mayor, Haroldo Harefoot, actuaría como regente, mientras que Emma retuvo Wessex en representación de su hijo.
Eduardo y su hermano Alfredo llegaron por separado a Inglaterra en 1036. Emma afirmó más tarde que acudieron en respuesta a una carta donde les invitaba a visitarla, que había sido falsificada por Harold, pero los historiadores creen que probablemente los invitó en un esfuerzo por contrarrestar la creciente popularidad de Harold. Alfredo fue capturado por Godwin, conde de Wessex, quien le entregó a Haroldo Harefoot. Haroldo cegó a Alfredo aplicando un atizador al rojo vivo contra sus ojos con la intención de hacerlo inadecuado para reinar; y poco después murió como consecuencia de las heridas.
Se cree que este asesinato es la fuente de gran parte del odio que Eduardo manifestó posteriormente hacia el conde y una de las principales razones del destierro de Godwin en el otoño de 1051. Se dice que Eduardo sostuvo una exitosa escaramuza cerca de Southampton y luego regresó a Normandía. Así mostró su prudencia, aunque tenía cierta reputación como soldado en Normandía y Escandinavia.
Haroldo fue aceptado como rey en 1037 y al año siguiente expulsó de Inglaterra a Emma, quien se retiró a Brujas.
Emma convocó a Eduardo y le pidió su ayuda para Hardeknut, pero este se negó porque no tenía recursos para iniciar una invasión y además negó tener interés en reclamar el trono para sí mismo. Cuando Hardeknut sintió segura su posición en Dinamarca, planeó una invasión, pero Harold murió en 1040 y Hardeknut fue capaz de llegar a Inglaterra sin oposición en compañía de su madre para tomar posesión del trono inglés.
Hardeknut invitó a Eduardo a visitar Inglaterra en 1041, probablemente pensando en nombrarlo su heredero porque sabía que tenía poco tiempo de vida. Fue recibido como rey a cambio de su juramento de que continuaría con las leyes de Canuto. Asumió el trono a la edad de 40 años debido a la muerte súbita de Hardicanuto en 1042, siendo incluso bienvenido por los colonos daneses, a los que agradaban su santo carácter apacible.
Su reino fue uno de los más pacíficos. La amenaza de invasión del hijo de Canuto, Sweyn de Noruega, fue solucionada con el ataque oportuno sobre él de Sweyn de Dinamarca; y las dificultades internas ocasionadas por la ambición del Conde Godwin y sus hijos fueron acalladas sin ningún derramamiento de sangre por la propia nobleza y prudencia de Eduardo.
No emprendió ninguna guerra excepto aquellas para rechazar la incursión de los galos, y para ayudar a Malcolm III de Escocia contra Macbeth, el usurpador de su trono.
Desprovisto de ambición personal, el único objetivo de Eduardo era el bienestar de su pueblo. Remitió el detestable "Danegelt" que había continuado inútilmente siendo ejecutado; y aunque profuso en limosnas para los pobres y para los propósitos religiosos, hizo su propio patrimonio real sin imponer impuestos. Tanto así era el contento causado por "las buenas leyes de San Eduardo", que su promulgación fue repetidamente exigida por las siguientes generaciones, cuando se sentían oprimidas.
Cediendo a la súplica de su nobles, aceptó como su consorte a la virtuosa Editha, hija del Conde Godwin quien había asesinado a su hermano Alfredo. Sin embargo, habiendo hecho un voto de castidad, él le exigió previamente a ella el acuerdo de sólo vivir con él como una hermana.
La tradición sostiene que San Eduardo y su esposa guardaron perpetua continencia, por amor a Dios, y como un medio para alcanzar la perfección; pero el hecho no es del todo cierto, y mucho menos sus motivos. Guillermo de Malmesbury, quien escribió 80 años más tarde, afirma que todo el mundo sabía que el Rey y la Reina observaban la continencia, pero añade: “Lo que no se ha conseguido averiguar es si el monarca procedía así por desprecio a la familia de su esposa o simplemente por amor a la castidad”. El cronista Rogelio de Wendover repite esta opinión, pero cree que San Eduardo no quería “tener sucesores que perteneciesen a una familia de traidores”. Sin embargo, debe reconocerse que ese motivo parece traído por los cabellos. En este caso no existe razón alguna para preguntarnos por qué San Eduardo contrajo matrimonio si no pensaba consumarlo, ya que el poder del Conde Godwino constituía la mayor amenaza para su reino y su matrimonio lo resguardaba.
En efecto, Godwino era el principal enemigo de un grupo de normandos cuya influencia se dejaba sentir sobre todo en la corte, tanto en el nombramiento de los Obispos como en otras materias de menor importancia. En los nombramientos eclesiásticos, Eduardo y sus asesores mostraron un sesgo contra candidatos con conexiones locales y cuando el clero y los monjes de Canterbury eligieron a un pariente de Godwin como arzobispo de Canterbury en 1051, Eduardo lo rechazó y nombró a Roberto de Jumièges, quien afirmó que Godwin estaba en posesión ilegal de algunas propiedades arzobispales.
En septiembre, Eduardo fue visitado por su cuñado, el segundo marido de Godgifu, Eustaquio, Conde de Boulogne; sus hombres provocaron una riña en Dover. Eduardo ordenó a Godwin que, como Conde de Kent, castigara a los culpables, pero este se negó. Eduardo aprovechó la oportunidad para subyugar a su conde más poderoso.
El arzobispo Roberto acusó a Godwin de conspirar para matar al rey, tal como había matado a su hermano Alfredo en 1036, y Leofric y Siward apoyaron al rey y llamaron a sus vasallos. Svend y Haroldo llamaron a sus propios vasallos, pero ninguno de las partes quería una pelea, además Godwin y Svend aparentemente tenían cada uno un hijo como rehén, que habían sido enviados a Normandía. La posición de los Godwin se desintegró, ya que no estaban dispuestos a luchar contra el rey. Cuando Stigand, que estaba actuando como intermediario, transmitió la burla del rey de que Godwin podría tener paz si le devolvía a Alfredo y sus compañeros vivos y sanos, Godwin y sus hijos huyeron a Flandes e Irlanda. Eduardo repudió a la Reina Edith y la envió a un convento, tal vez porque no llegó a tener hijos, y el arzobispo Roberto la instó a divorciarse.
Svend peregrinó a Jerusalén (muriendo en el camino de regreso), pero Godwin y sus otros hijos volvieron con un ejército un año más tarde y recibieron un apoyo considerable, mientras que Leofric y Siward no apoyaron al rey.
Ambos lados estaban preocupados de que una guerra civil dejaría el país en riesgo de una invasión extranjera. El rey estaba furioso, pero se vio obligado a ceder y devolver a Godwin y a Haroldo sus condados, mientras que Robert de Jumièges y otros franceses huyeron, temiendo la venganza de Godwin.
Edith fue restablecida como reina y Stigand, que otra vez había actuado como intermediario entre las dos partes en la crisis, fue nombrado arzobispo de Canterbury en lugar de Roberto. Stigand conservó el obispado de Winchester y su pluralismo fue una fuente continua de conflicto con el Papa. El sobrino de Eduardo, el conde Ralph, que fue uno de sus principales partidarios en la crisis de 1051-52, pudo haber recibido por esas fechas el territorio de Svend en el condado de Hereford. El Arzobispo de Canterbury y otro Obispo, que eran normandos, huyeron a Francia. Los cronistas de la época alaban sobre todo las “leyes y costumbres del buen Rey Eduardo” y el hecho de que hubiese librado al país de la guerra civil.
En la década de 1050, Eduardo llevó una política agresiva y generalmente acertada en relación con Escocia y Gales. Malcolm Canmore se exilió en la corte de Eduardo después de que Macbeth mató a Duncan I de Escocia y se apoderó del trono de Escocia.
En 1054, Eduardo envió a Siward a invadir Escocia, este derrotó a Macbeth, y Malcolm, que lo había acompañado a la expedición, tomó el control del sur de Escocia.
Para 1058, Malcolm había matado a Macbeth en batalla y recuperado el trono escocés. En 1059, visitó a Eduardo, pero en 1061 comenzó a asaltar Northumbria con el objetivo de incorporarla a su territorio.
En 1053, Eduardo ordenó el asesinato de Rhys ap Rhydderch, príncipe del sur galés, en represalia por una incursión en Inglaterra, y la cabeza de Rhys le fue entregada.
En 1055, Gruffydd ap Llywelyn se estableció como gobernante de todo el país de Gales y se alió con Aelfgar de Mercia, que había sido proscrito por traición. Derrotaron al conde Ralph en Hereford y Harold tuvo que acumular fuerzas de casi toda Inglaterra para conducir a los invasores de regreso a Gales.
La paz se consiguió cuando aceptaron el retorno de Aelfgar, que así pudo heredar el condado de Mercia tras la muerte de su padre en 1057. Gruffydd le juró a Eduardo ser un fiel rey vasallo. Aelfgar parece haber muerto en 1062 y a su hijo Edwin se le permitió sucederlo como conde de Mercia, pero Haroldo lanzó un ataque sorpresa a Gruffydd. Gruffydd logró escapar, pero cuando Haroldo y Tostig atacaron otra vez el año siguiente, se retiró y fue asesinado por enemigos galeses. Eduardo y Haroldo fueron capaces de imponer así vasallaje sobre algunos príncipes galeses.
La administración equitativa y justa de San Eduardo le hizo muy popular entre sus súbditos. La perfecta armonía que reinaba entre él y sus consejeros se convirtió más tarde, un tanto idealizada, en el sueño dorado del pueblo, ya que durante el reinado de Eduardo, los Barones normados y los representantes del pueblo inglés ejercieron una profunda influencia en la legislación y el gobierno. Uno de los actos más populares del reinado de San Eduardo fue la supresión del impuesto para el ejército; los impuestos recaudados de casa en casa en la época del santo, fueron repartidos entre los pobres.
Todos los días gastaba muchas horas delante del Santísimo Sacramento, derramando su corazón en presencia de su Dios con tiernas y copiosas lágrimas. Asistiendo al santo sacrificio de la Misa, vio con los ojos corporales a Jesucristo en forma humana al tiempo que se elevaba la Hostia. Le dotó Dios también con el don de profecía, y estando oyendo Misa en cierta ocasión vio desde allí la muerte del Rey de Dinamarca, con la total pérdida de su armada naval, en que venía para hacer un desembarco en Inglaterra.
Ganó el corazón de todos con su dulzura y con su afabilidad, al mismo tiempo que su encendida caridad con todos los necesitados le mereció el glorioso título de "Tutor de huérfanos y Padre de pobres." Después de dar audiencia horas enteras a todos los que se presentaban, y de asistir a las del despacho en el gabinete con sus ministros, ocupaba las demás en obras de misericordia, y la mayor parte de la noche en oración.
Encontró un día en la calle a un pobre paralítico, le cargó en sus reales hombros y le llevó a la iglesia adonde el enfermo iba arrastrando. Premió Dios en el mismo instante un acto tan heroico de caridad, porque el paralítico quedó sano en aquel punto, y publicó por todas partes un milagro tan visible que pretendía ocultar la humildad del santo Rey.
Su Tesorero General dejó un día abierto el tesoro por inadvertencia, y cierto oficial, sin reparar que el Rey le estaba viendo, se aprovechó de la ocasión y hurtó una cantidad considerable. No le habló palabra el santo Rey; pero volviendo el Tesorero, y reconociendo el robo, suplicó a Su Majestad se sirviese mandar hacer una exacta pesquisa del delincuente. “No haré tal”, respondió el suave monarca, “porque es natural que el que hurtó ese dinero tuviese más necesidad de él que yo; pero tú ten cuidado en adelante de que no sean tan fáciles semejantes robos”.
Fuera del abrasado amor que profesaba a Jesucristo y de la ternura con que amaba a la Santísima Virgen, tenía particular devoción con San Juan Evangelista, uno de los principales protectores de la virginidad; y en virtud de esta devoción ofreció no negar nunca limosna a quien se la pidiese en nombre del glorioso Santo. Se le apareció un día el mismo, en figura de un pobre, que le pidió una caridad por amor de San Juan Evangelista. No se hallaba a la sazón con dinero el piadoso Rey; y, sacando del dedo un anillo, se la dio al pobre. Pocos días después apareció el Santo Apóstol a dos peregrinos ingleses, y les mandó que llevasen al Rey aquel anillo, asegurándole de su parte que sólo le faltaban 6 meses de vida, y que al cabo de ellos, él mismo vendría por él, para llevarle a las bodas del Cordero.
Fueron aquellos 6 meses una encendida renovación de fervor y un continuado ejercicio de virtudes y obras de misericordia. En fin, habiendo llegado el día pronosticado por el Santo Apóstol, que fue el 5 de enero del año 1066, después de una corta enfermedad, habiendo recibido el Santo Rey los sacramentos, colmado de méritos entregó su inocente alma en manos de su Creador, entre el llanto general de toda Inglaterra, casi a los 36 años de su edad y en el 23 de su reinado.
Ningún Príncipe fue jamás llorado ni con mayor sinceridad ni por más largo tiempo; llanto tan amargo como justo, que sólo le pudo enjugar el general concepto que se tenía de su santidad, y la confianza de los pueblos en su poderosa intercesión con el Señor, quien continuó glorificando a su siervo con multitud numerosa de milagros.
Fue uno de los últimos reyes anglosajones de Inglaterra y es generalmente considerado como el último rey de la casa de Wessex. A Eduardo se le llama confesor en el sentido de confesor de la fe, como se denomina en la tradición cristiana a alguien que se cree que vivió una vida santa pero que no fue un mártir.
No contribuyó poco al aumento de su culto el que sucedió, pocos años después de su muerte, en presencia del Rey Guillermo el Conquistador, (primo del Santo), de Lanfranco, Arzobispo de Conturbel, del clero y nobleza de Inglaterra. Le obró San Eduardo en favor de un Obispo que él mismo había presentado para el obispado, a quien sin razón querían deponer. Acudió el prelado a la protección del Santo Rey, y fijando su cruz sobre la losa de la sepultura del Santo, que era de mármol, se entró por ella como pudiera por el más blando y tierno barro. Con esta ocasión hizo el Rey Guillermo que se encerrase el ataúd en una caja de oro y de plata.
Se elevó el santo cuerpo de la tierra 36 años después de su muerte, hallándose tan entero y tan fresco, con todos los miembros tan flexibles como si estuviera vivo, y con los vestidos tan nuevos como si se los acabaran de poner. Desde entonces comenzaron los ingleses a instar incesantemente a la Silla Apostólica para que le declarase culto público, lo que lograron en fin, habiéndole canonizado solemnemente, con todas las formalidades necesarias, el Papa Alejandro III en el año 1161, a instancias de Enrique II, Rey de Inglaterra; y el Papa Inocencio XI fijó su fiesta el día 15 de octubre, en el cual se había hallado entero su cuerpo exhalando una exquisita fragancia.
La afinidad normanda de Eduardo se observa más claramente en el proyecto de construcción más importante de su reinado, la abadía de Westminster, la primera iglesia de estilo románico normando en Inglaterra.
Primera Abadía de WestminsterEsta comenzó a construirse entre 1042 y 1052, como una iglesia para entierros reales, fue consagrada el 28 de diciembre de 1065 y completada años después de la muerte de Eduardo, alrededor de 1090.
Fue demolida en 1245 para dar lugar a un nuevo edificio ordenado por Enrique III, que todavía sigue en pie. Era muy similar a la abadía de Jumièges, que fue construida por la misma época. Es probable que Robert de Jumièges estuviera estrechamente implicado en ambos edificios, aunque no está claro cuál es el original y cual la copia.
Eduardo parece no haber estado interesado en los libros y las artes, pero su abadía desempeñó un papel vital en el desarrollo de la arquitectura románica inglesa, demostrando que era un innovador y un generoso patrón de la iglesia. En el siglo XIII, el cuerpo de San Eduardo fue trasladado a una capilla situada detrás del altar mayor, donde reposa en la actualidad; sus reliquias son las únicas que permanecieron en su sitio (si se exceptúan las reliquias de un santo desconocido llamado Wite, que se conservan en Whitchurch de Dorsetshire), después de la tormenta de impiedad desatada por Enrique VIII y sus sucesores.
Tumba de San Eduardo en la Abadía de Westminster
A San Eduardo se atribuyó por primera vez el ejercicio del poder de curar “el mal de los reyes” (la escrófula). Sus sucesores ejercitaron también ese poder, aparentemente con éxito. Alban Butler afirma que, “desde la Revolución de 1688, sólo la Reina Ana tuvo ese poder”; pero el Cardenal Enrique Estuardo también lo ejerció. San Eduardo es el principal patrono de la ciudad de Westminster y patrono secundario de la arquidiócesis; su fiesta se celebra no sólo en Inglaterra, sino en toda la Iglesia de Occidente desde 1689.
La corona de San Eduardo es la más antigua de las coronas de la monarquía británica. Está en el Crown Jewels Hall, en la Torre de Londres, como los otros elementos de estas joyas. Esta corona data de 1661, año de su fabricación. Justo antes de que Olivier Cromwell lo destruyera con muchas otras joyas de la monarquía inglesa, después de la Guerra Civil Inglesa.
Corona de San Eduardo
Tiene la forma exacta de la corona de San Eduardo, el rey de Inglaterra, que fue coronado en 1065 y canonizado más tarde. Este rey fue considerado una referencia en el curso de la historia inglesa y sirvió en muchas ocasiones como justificación de la legitimidad del trono.
La corona medieval original fue fundida por los parlamentarios durante el reinado de Oliver Cromwell a mediados del siglo XVII. Cuando la monarquía fue restaurada el 29 de mayo de 1660, hubo que hacer nuevas joyas antes de que pudiera haber una nueva coronación. Una copia de algunas de las joyas que faltan han sido rehechas de manera idéntica.
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