San Eusebio de Samosata

 

                                            Obispo de Samosata. Mártir. 379.

Obispo de Samosata en Siria. Tomó parte en a consagración de San Melecio, el recién elegido Patriarca de Antioquía. Por aquella época la Iglesia de Oriente estaba confundida por el arrianismo y sus herejías asociadas. La mayoría de las sedes episcopales estaban ocupadas por los obispos arrianos, y el mismo Melecio fue elegido Patriarca de Antioquía sólo porque los arrianos creyeron que él apoyaba esta herejía. 

Tillemont y algunos otros historiadores incluso mantenían que en aquella época Eusebio se inclinaba por el arrianismo. Sea lo que haya sido respecto de la fe de Eusebio previamente, lo cierto es que en el Sínodo sostenido en Antioquía en 363 la fórmula nicena, que expresamente menciona el “homoousios”, fue aceptada, y el documento fue firmado por Eusebio y otros 24 Obispos.

En el primer discurso que pronunció el nuevo obispo de Antioquía, en presencia del Emperador Constancio, que también era arriano, reafirmó la doctrina católica de la Encarnación, tal como había sido expuesta en el Credo de Nicea.

Cuando los arrianos descubrieron que Melecio sostenía la doctrina del Concilio de Nicea, declararon su elección inválida e intentaron obtener de Eusebio las actas sinodales que le habían sido confiadas y que probaban la legitimidad de la elección. El Emperador Constancio, que apoyaba a los arrianos, ordenó a Eusebio entregar el documento, pero sin éxito. 

El Emperador Constancio amenazó a Eusebio con la pérdida de su mano derecha, pero el Obispo calmadamente presentó ambas manos al portador del mensaje y le dijo: "Córtalas a ambas. No entregaré el documento por el cual la injusticia de los arrianos puede ser demostrada". El Emperador se impresionó por la constancia de Eusebio y dejó el documento en su posesión.

Durante algún tiempo más, después de aquel incidente, San Eusebio tomó parte en los concilios y conferencias de los arrianos y semiarrianos, a fin de sostener la verdad y con la esperanza de obtener la unidad; pero, a partir del Concilio de Antioquía, en 363, San Eusebio dejó de aparecer en las reuniones, porque comprendió que su actitud escandalizaba a los ortodoxos. 

Nueve años después fue urgentemente solicitada su presencia por el anciano Gregorio de Nazianzo. Fue a Capadocia para ejercer su influencia y su experiencia en favor de San Basilio, en la elección para ocupar la sede vacante de Cesárea. Tan notables fueron los servicios que prestó en aquella ocasión, que el joven Gregorio, en una carta escrita por aquel entonces, se refiere a Eusebio como "columna de la verdad, luz del mundo, instrumento de los favores de Dios hacia su pueblo, apoyo y gloria de toda la ortodoxia". Entre San Basilio y San Eusebio se estableció una sincera amistad que, más tarde, se mantuvo a través de las cartas. En el año 370, San Basilio fue elegido Arzobispo de Cesárea de Filipo en Capadocia.

Eusebio desplegó su gran actividad durante la persecución de los católicos por parte del Emperador Valente. Disfrazado de oficial militar, visitó las iglesias perseguidas de Siria, Fenicia y Palestina, exhortando a los católicos afligidos a permanecer fieles a su fe, ordenando sacerdotes fieles donde era necesario, y asistiendo de muchas otras formas a los Obispos católicos en el difícil ejercicio de sus tareas durante estos tiempos complicados.

Su celo extraordinario despertó la animosidad de los arrianos y, en 374, el Emperador Valente promulgó la orden que lo condenaba al destierro en Tracia. 

Cuando el oficial encargado de hacer cumplir el decreto se presentó ante Eusebio, el obispo le rogó que procediera con discreción, porque si el pueblo veía que le arrestaban, se lanzaría sobre los captores para matarlos. Por consiguiente, aquella noche, después de rezar el oficio como de costumbre, salió tranquilamente de su casa cuando todos dormían y, en compañía de uno de sus servidores, partió hacia el Éufrates y se embarcó. A la mañana siguiente, cuando las gentes se dieron cuenta de que había partido, se emprendió su búsqueda; algunos de sus fieles le dieron alcance y le suplicaron, con lágrimas en los ojos, que no los abandonara. Él también lloró ante las muestras de afecto de aquellas gentes, pero les explicó que era necesario obedecer las órdenes del Emperador y los exhortó a confiar en Dios para que todo llegara a arreglarse satisfactoriamente. La grey del obispo Eusebio demostró su fidelidad y, mientras duró el exilio, se negó a tener cualquier trato con los dos prelados arrianos que ocupaban la sede.

A la muerte de Valente, en 378, terminó la persecución, y San Eusebio regresó a su sede y a su rebaño. Su celo y su piedad no habían sufrido menoscabo por los sufrimientos del destierro. Gracias a sus esfuerzos, se restableció en toda su diócesis la unidad católica, y las sedes vecinas fueron ocupadas con prelados ortodoxos.

Fue fundamental en el nombramiento de numerosos Obispos fieles, entre ellos Acacio de Beroea, Teodoto de Hierápolis, Isidoro de Cyrrhus, y Eulogio de Edesa. Habiendo retornado a su sede, reasumió su antigua actividad contra los arrianos, tanto en su diócesis como en las iglesias vecinas. Cuando tomaba parte en la consagración del Obispo Maris, en el pequeño pueblo de Dolicha, cerca de Samosata, una mujer arriana lo golpeó con un ladrillo que arrojó desde el techo de su casa. Murió a consecuencia de las heridas pocos días después.



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