Santa Apolonia de Alejandría

 

                                                        Virgen. Mártir. 249.

Según la tradición, los padres de Apolonia no tenían descendencia a pesar de sus constantes oraciones a sus dioses. Finalmente la futura madre le pidió a la Virgen Santísima que interceda por ellos. Cuando la joven Apolonia conoció las circunstancias de su nacimiento, se hizo cristiana. 

Hija de un calificado funcionario de Alejandría (en Egipto), quien nació en el año 200 y recibió una educación de excelencia. Además de contar con grandes aptitudes por el conocimiento, tenía a su disposición la Biblioteca de Alejandría, lo que reforzó sus dotes intelectuales. 

La tradición dice que Apolonia se convirtió al cristianismo al saber que su madre rezaba a la virgen María para poder concebir. Predicó la fe cristiana durante toda su juventud y hasta su adultez lo que la llevó a ocupar uno de los grados máximos de la jerarquía católica: dictante de catequesis y presbítero.

San Dionisio, Obispo de Alejandría, fue testigo de la muerte de Apolonia quien era para entonces una diaconisa de edad avanzada. La describió en una carta a Fabio, que fue preservada por Eusebio, Obispo de Antioquía.

Apolonia, una mujer real, nacida en un tiempo preciso, era diaconisa, con las funciones propias de ellas. Estas eran: preparar los bautismos, enseñar la doctrina a las mujeres, visitar a los pobres, organizar el cuidado y tal vez la administración de los libros y vasos sagrados).

Fue una virgen de Alejandría, que padeció el martirio en el año 249, bajo el reinado de Felipe el Árabe, quien teniendo que luchar por una parte contra los godos que presionaban en las fronteras, y por otra contra la descomposición interna del Imperio y contra la corrupción, decretó la VII persecución de los cristianos, severísima. 

El Gobernador de Alejandría influenciado por un adivino que se hacía llamar divino, ordenó injustas represalias contra los cristianos y su religión, ya que según el adivino, ellos atentaban contra el Imperio y por consiguiente a su monarca. Este adivino azuzó a las turbas paganas provocando muerte y destrucción a los cristianos que allí vivían. Las expropiaciones que acompañaban a cualquier condena despertaron la codicia de muchos y menudearon las denuncias.


 La chusma, en tropel cerrado, se lanzó sobre las casas de los cristianos, e invadiendo las que cada uno conocía como vecinas, allí se entregaban a la destrucción, al saqueo y al pillaje. Ponían aparte para sí los objetos y enseres más preciosos y lanzaban a la calle los más viles y fabricados de madera, para prenderles fuego. Aquello ofrecía el espectáculo de una ciudad tomada al asalto por el enemigo. Muchos cristianos lograron escapar y retirarse a escondidas, y aceptaron con gozo la rapiña de sus bienes, de modo semejante a aquellos de los que habla la Carta a los Hebreos (10, 34).

La primera víctima fue un anciano venerable llamado Metras o Metrius, a quien trataron de obligar a proferir blasfemias contra Dios. Cuando se negó, lo azotaron, le clavaron astillas de caña en los ojos, y lo mataron a pedradas. 

La siguiente persona que aprehendieron fue a una mujer cristiana, llamada Quinta, a quien llevaron a uno de sus templos para forzarla a adorar al ídolo. Ella se dirigió al falso dios con palabras de desprecio que exasperaron tanto al pueblo que la arrastraron por los talones por encima del empedrado, la azotaron y le dieron muerte a pedradas. 

Por esos días, los alborotadores habían llegado al colmo de su furor. Los cristianos no ofrecían resistencia, sino que se daban a la fuga, abandonando todas sus pertenencias, sin quejarse, porque sus corazones estaban despegados de la tierra. Su constancia era tan general, que San Dionisio no supo de ninguno que hubiera renunciado a Cristo.

Apolonia, fue otra víctima más de esta persecución. Los gentiles le arrancaron salvajemente los dientes para obligarla con este tormento a abjurar de su fe (por eso se la invoca contra el dolor de muelas). 

Al no conseguir su objetivo, la pusieron ante una hoguera y la amenazaron con arrojarla a las llamas si no sacrificaba a los dioses del Imperio; y ella, sin esperar a que cumpliesen su amenaza, se arrojó al fuego.

A pesar que la Santa era de Oriente, la Iglesia Occidental es quien la venera, no así la iglesia de Oriente, ya que interpretan el acto de valentía de Santa Apolonia como un acto suicida. Pero es San Agustín quién nos explica años más tarde, que se trató de un acto invocado por el Espíritu Santo lo que llevó a esta Santa a comportarse así.

Su martirio estuvo rodeado de polémica, porque ella misma se arrojó a las llamas de la hoguera que la esperaba. Por eso, los ortodoxos no la consideran mártir, sino suicida. En esa polémica llegó a participar San Agustín, determinando que fue el amor a Jesucristo lo que le llevó a adelantarse al verdugo. 

Es representada con la palma del martirio y unas tenazas (aunque, en realidad la historia dice que se los arrancaron destrozándole la boca con cantos), a veces de un tamaño descomunal, y en algunas imágenes lleva un libro, por su función de diaconisa. 

Era de edad avanzada cuando padeció el martirio. Y otro detalle: solo en Francia se veneraban más de 100 dientes de Santa Apolonia. Cosas de los antiguos, afanados en conseguir reliquias a toda cosa. 

                                Relicario con una muela de Santa Apolonia, Portugal.

Brazo de Santa Apolonia, ciudad belga de Tournai.

Mandíbula de Santa Apolonia, Brindisi Italia.

Su día de veneración es el 9 de febrero y se le considera la Santa Patrona de los odontólogos y de las enfermedades dentales. De allí que sea invocado su nombre cuando hay un dolor de muelas.


Comentarios

Entradas populares