San Francisco de Sales

 

                                      Obispo de Ginebra. Doctor de la Iglesia.1622.

Nació en Thorens, en el Ducado de Saboya (Francia), en 1567; murió en Lyon en 1622. Su padre, Francisco de Sales de Boisy, y su madre, Francisca de Sionnaz, pertenecían a antiguas familias aristocráticas saboyanas. El futuro santo fue el mayor de 6 hermanos.

Vivió en el Castillo de Sales, a unos veinte kilómetros de Annecy. Su padre, Francisco, era Señor de Sales, de Boisy y de Novel, y su madre, Francisca, era hija de Melchor Urbain de Sionna, Señor de la seigneur de La Thuile y de Vallières. Su padre tenía el prestigioso y lucrativo cargo de encargado del hotel del Príncipe Sebastián de Luxemburgo-Martigues y sirvió como oficial en el ejército del rey de Francia, Francisco I

Hay un hecho en su infancia que denota mucho su celo por Dios pero también su inclinación a la ira, con la que luchará por 19 años de su vida hasta dominarla. Se cuenta que un día un calvinista fue a visitar el castillo, Francisco se enteró y como no podía meterse en la sala a protestar, tomó un palo en las manos, y lleno de indignación se fue al corral de las gallinas, arremetiendo contra ellas y gritando: "Fuera los herejes: No queremos herejes". Las pobres gallinas salieron corriendo y gritando ante su atacante, y a tiempo llegaron los sirvientes para salvarlas. Este que ahora atacaba a las gallinas, después llegará a tener un genio tan bondadoso y amable que no procederá con ira ni siquiera contra los más tremendos adversarios; ahora bien, esta bondad no nació con él sino que fue una conquista, poco a poco, con la ayuda de Dios.

Su padre, Don Francisco, tenía temor de que su hijo fuera a crecer flojo de voluntad porque la mamá lo quería muchísimo y podía hacerlo crecer algo consentido y mimado. Entonces le consiguió de profesor a un sacerdote muy rígido y muy exigente, el Padre Deage. Este será su preceptor durante toda su vida de estudiante. Era un hombre super exacto en todo, pero muy frecuentemente demasiado perfeccionista en sus exigencias. Este preceptor lo ayudará mucho en su formación pero le hará pasar muchos ratos amargos, por exigirle demasiado. Francisco no protestará nunca y en cambio le sabrá agradecer siempre, pero para su comportamiento futuro tomará la resolución de exigir menos detalles importunos y hacer más amables a quienes él tenga que dirigir.

Un gran deseo de consagrarse a Dios consumía al joven, que había cifrado en ello la realización de su ideal; pero su padre (que al casarse había tomado el nombre de Boisy) tenía destinado a su primogénito a una carrera secular, sin preocuparse de sus inclinaciones. A los 14 años, Francisco fue a estudiar a la Universidad de París que, con sus 54 colegios, era uno de los más grandes centros de enseñanza de la época. Su padre le había enviado al Colegio de Navarra, a donde iban los hijos de las familias de Saboya; pero Francisco, que temía por su vocación, consiguió que consintiera en dejarle ir al Colegio de Clermont, dirigido por los jesuitas y conocido por la piedad y el amor a la ciencia que reinaban en él. Acompañado por el Padre Déage, Francisco se instaló en el Hotel de la Rosa Blanca de la calle St. Jacques, a unos pasos del Colegio de Clermont. Francisco se propuso un plan de vida durante su estadía en el colegio, dedicándose a hacer lo que tenía que hacer: prepararse bien para el futuro.

Desde el principio, guiado, por su director, el Padre Déage, se trazó un programa de acción: cada semana confesarse y comulgar. Cada día atender muy bien a las clases y preparar las tareas y lecciones para el día siguiente. Dos horas diarias de ejercicios de equitación, de esgrima, de baile. La debida mezcla entre los ejercicios de piedad y las artes gimnásticas le fueron consiguiendo un aire de elegancia y respetabilidad. Era alto, gallardo y bien presentado. Enemigo de los lujos, pero siempre decorosamente presentado. En las reuniones de gente de refinada elegancia era el invitado preferido, porque a la vez de ser muy sencillo y sin rebuscamientos inútiles, era "la cultura personificada". 

Más tarde, cuando sea Obispo, la gente exclamará: "en las reuniones sociales se porta con la santidad de un digno ministro de Dios, y en las ceremonias religiosas se porta con la elegancia del más exquisito de los caballeros". Y al preguntarle alguien el por qué, respondió: "Cuando estoy en la alegría de una fiesta social me imagino estar revestido de ornamentos de Obispo, y me comporto con la dignidad que esto exige. Y cuando estoy celebrando una ceremonia religiosa me imagino estar en la más exquisita y refinada reunión, y trato de comportarme con la educación y urbanidad que en estos casos se exige".

Pronto se distinguió en retórica y en filosofía; después se entregó apasionadamente al estudio de la teología. Cada día estaba más decidido a consagrarse a Dios y acabó por hacer voto de castidad perpetua, poniéndose bajo la protección de la Santísima Virgen. Pero no por ello faltaron las pruebas.

Vivir en gracia de Dios en aquellos ambientes no era nada fácil. Sin embargo, Francisco supo alejarse de toda ocasión peligrosa y de toda amistad que pudiera llevarle a ofender a Dios y logró conservar así el alma incontaminada y admirablemente pura. Francisco tenía 18 años. Su carácter era muy inclinado a la ira, y muchas veces la sangre se le subía a la cara ante ciertas burlas y humillaciones, pero lograba contenerse de tal manera que muchos llegaban hasta imaginarse que a Francisco nunca le daba mal genio por nada. Pero entonces el enemigo del alma, al ver que con las pasiones más comunes no lograba derrotarlo, dispuso atacarlo por un nuevo medio más peligroso y desconocido. Empezó a sentir en su cerebro el pensamiento constante y fastidioso de que se iba a condenar, que se tenía que ir al infierno para siempre. 

La herejía de la predestinación, que predicaba Calvino y que él había leído, se le clavaba cada vez más en su mente y no lograba apartarla de allí. Perdió el apetito y ya no dormía. Estaba tan impresionantemente flaco y temía hasta enloquecer. Lo que más le atemorizaba no eran los demás sufrimientos del infierno, sino que allá no podría amar a Dios.

El Señor permitiéndole la tentación le da la salida. El primer remedio que encontró fue decirle al Señor: "Oh mi Dios, por tu infinita justicia, tengo que irme al infierno para siempre, concédeme que allá yo pueda seguirte amando. No me interesa que me mandes todos los suplicios que quieras, con tal de que me permitas seguirte amando siempre"; esta oración le devolvió gran parte de paz a su alma.

Pero el remedio definitivo, que le consiguió que esta tentación jamás volviese a molestarle fue al entrar a la iglesia de San Esteban en París, y arrodillarse ante una imagen de la Santísima Virgen y rezarle la famosa oración de San Bernardo: "Acuérdate Oh piadosísima Virgen María, que jamás oyó decir que hayas abandonado a ninguno de cuantos han acudido a tu amparo, implorando tu protección y reclamando tu auxilio. Animado con esta confianza, también yo acudo a ti, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante tu soberana presencia. No desprecies mis súplicas, Madre del Verbo Divino, antes bien, óyelas y acógelas benignamente. Amén". 

Al terminar de rezar esta oración, se le fueron como por milagro todos sus pensamientos de tristeza y de desesperación y en vez de los amargos convencimientos de que se iba a condenar, le vino la seguridad de que "Dios envió al mundo a su Hijo no para condenarlo, sino para que los pecadores se salven por medio de Él. Y el que cree no será condenado" (Juan 3:17). Esta prueba le sirvió mucho para curarse de su orgullo y también para saber comprender a las personas en crisis y tratarlas con bondad. 

En 1588 estudió leyes en Padua, en donde el sacerdote jesuita Possevin fue su director espiritual. Recibió su diploma de doctorado de manos del famoso Pancirola en 1592. Al haber sido admitido como abogado ante el Senado de Chambèry, estaba a punto de ser designado Senador. Su padre había seleccionado a una de las más nobles herederas de Saboya para ser la compañera de su futura vida, pero Francisco declaró su intención de abrazar la vida eclesiástica. Una aguda lucha siguió a esto, su padre no consentiría el ver frustradas sus intenciones. Entonces, Claudio de Granier, Obispo de Ginebra, por su propia iniciativa, obtuvo para Francisco un puesto en el patronato del Papa. Este era, el más alto cargo en la diócesis. El Señor de Boisy cedió y Francisco recibió las órdenes sagradas en 1593.

Desde el tiempo de la Reforma, la sede de la diócesis de Ginebra había permanecido establecida en Annecy. Allí, con celo apostólico, el nuevo preboste se dedicó a la predicación, a atender confesiones y a las otras ocupaciones de su ministerio. 

Las condiciones religiosas de los habitantes del Chablais, en la costa sur del lago de Ginebra, eran deplorables debido a los constantes ataques de los ejércitos protestantes, y el Duque de Saboya rogó al Obispo Claudio de Granier que mandase algunos misioneros a evangelizar de nuevo la región. El Obispo envió a un sacerdote de Thonon, capital del Chablais; pero sus intentos fracasaron. El enviado tuvo que retirarse muy pronto. Entonces el obispo presentó el asunto a la consideración de su Capítulo, sin ocultar sus dificultades y peligros. De todos los presentes, Francisco fue quien mejor comprendió la gravedad del problema, y se ofreció a desempeñar ese duro trabajo, diciendo sencillamente: "Señor, si creéis que yo pueda ser útil en esa misión, dadme la orden de ir, que yo estoy pronto a obedecer y me consideraré dichoso de haber sido elegido para ella". El Obispo aceptó al punto, con gran alegría para Francisco.

Pero el Señor de Boisy veía las cosas de distinta manera y se dirigió a Annecy para impedir lo que él llamaba "una especie de locura". Según él, la misión equivalía a enviar a su hijo a la muerte. Arrodillándose, a los pies del Obispo le dijo: "Señor, yo permití que mi primogénito, la esperanza de mi casa, de mi avanzada edad y de mi vida, se consagrara al servicio de la Iglesia; pero yo quiero que sea un confesor y no un mártir". Cuando el Obispo, impresionado por el dolor y las súplicas de su amigo, se disponía a ceder, el mismo Francisco le rogó que se mantuviese firme: "¿Vais a hacerme indigno del Reino de los Cielos? -preguntó- Yo he puesto la mano en el arado, no me hagáis volver atrás". El Obispo empleó todos los argumentos posibles para disuadir al Señor de Boisy, pero éste se despidió con las siguientes palabras: "No quiero oponerme a la voluntad de Dios, pero tampoco quiero ser el asesino de mi hijo permitiendo su participación en esta empresa descabellada, yo jamás autorizaré esta misión".

Francisco tuvo que emprender el viaje, sin la bendición de su padre, el 14 de septiembre de 1594, día de La Santa Cruz. Partió a pie, acompañado solamente por su primo, el canónigo Luis de Sales, a la reconquista de Chablais. El gobernador de la provincia se había hecho fuerte con un piquete de soldados en el Castillo de Allinges, donde los dos misioneros se las ingeniaron para pasar las noches a fin de evitar sorpresas desagradables. En Thonon quedaban apenas unos 20 católicos, a quienes el miedo impedía profesar abiertamente sus creencias. Francisco entró en contacto con ellos y los exhortó a perseverar valientemente. Los misioneros predicaban todos los días en Thonon, y poco a poco, fueron extendiendo sus fuerzas a las regiones circundantes.

El camino al castillo de Allinges, que estaban obligados a recorrer, ofrecía muchas dificultades y, particularmente en invierno, resultaba peligroso. Una noche, Francisco fue atacado por los lobos y tuvo que trepar a un árbol y permanecer ahí en vela para escapar con vida. A la mañana siguiente, unos campesinos le encontraron en tan lastimoso estado que, de no haberle transportado a su casa para darle de comer y hacerle entrar en calor, el santo habría muerto seguramente. Los buenos campesinos eran calvinistas. Francisco les dio las gracias en términos tan llenos de caridad, que se hizo amigo de ellos y muy pronto los convirtió al catolicismo. En el año 1595, un grupo de asesinos se puso al asecho de Francisco en dos ocasiones, pero el cielo preservó la vida del santo en forma milagrosa.

El tiempo pasaba y el fruto del trabajo de los misioneros era muy escaso. Por otra parte, el Señor de Boisy enviaba constantemente cartas a su hijo, rogándole y ordenándole que abandonase aquella misión desesperada. Francisco respondía siempre que si su Obispo no le daba una orden formal de volver, no abandonaría su puesto. El santo escribía a un amigo en estos términos: "Estamos apenas en los comienzos. Estoy decidido a seguir adelante con valor, y mi esperanza contra toda esperanza está puesta en Dios".

San Francisco hacía todos los intentos para tocar los corazones y las mentes del pueblo. Con ese objeto, empezó a escribir una serie de panfletos en los que exponía la doctrina de la Iglesia y refutaba la de los calvinistas. Aquellos escritos, redactados en plena batalla, que el santo hacía copiar a mano por los fieles, para distribuirlos, formarían más tarde el volumen de las "Controversias". Los originales se conservan todavía en el Convento de la Visitación de Annecy. 

Aquí empezó la carrera de escritor de San Francisco de Sales, que a este trabajo añadía el cuidado espiritual de los soldados de la guarnición del castillo de Allinges, que eran católicos de nombre y formaban una tropa ignorante y disoluta.

En el verano de 1595, cuando San Francisco se dirigía al monte Voiron a restaurar un oratorio a Nuestra Señora, destruido por los habitantes de Berna, una multitud se echó sobre él, después de insultarle, y le maltrató. Poco a poco el auditorio de sus sermones en Thonon fue más numeroso, al tiempo que los panfletos hacían efecto en el pueblo. Por otra parte, aquellas gentes sencillas admiraban la paciencia del santo en las dificultades y persecuciones, y le otorgaban sus simpatías. El número de conversiones empezó a aumentar y llegó a formarse una corriente continua de apóstatas que volvían a reconciliarse con la Iglesia.

El 19 de febrero de 1596, Antoine de Saint-Michel, señor de Avully y presidente del consistorio, se convirtió al catolicismo en la iglesia de Thonon-les-Bains. Posteriormente, Francisco de Sales, acompañado por Antoine de Saint-Michel, Pierre Poncet, y otros, fue a Ginebra a debatir con el calvinista Antoine de La Faye.

Francisco de Sales fue a Turín para pedir a Carlos Manuel I autorización para celebrar la misa en público. Se le dio permiso en enero de 1597 y, por lo tanto, restauró la misa en Thonon. También pudo recuperar objetos litúrgicos puestos a salvo por la Orden de los Santos Mauricio y Lázaro, que, con el acuerdo del Papa, los había incautado para evitar un saqueo durante la guerra contra los calvinistas de Berna.

Cuando el Obispo Granier fue a visitar la misión, 3 o 4 años más tarde, los frutos de la abnegación y celo de San Francisco de Sales eran visibles. Muchos católicos salieron a recibir al Obispo, quien pudo administrar una buena cantidad de confirmaciones, y aún presidir la adoración de las 40 horas, lo que había sido inconcebible unos años antes, en Thonon. San Francisco había restablecido la fe católica en la provincia y merecía, en justicia, el título de "Apóstol del Chablais".

Por entonces, el duque decidió aplicar un principio político y jurídico entonces generalizado: "cuius regio, eius religio" que se traduce en "según sea la del rey, así será la religión". Restableció así el catolicismo en el Chablais obligatoriamente, aunque fuera a costa de la confiscación y destrucción de las publicaciones protestantes, expulsión de los pastores calvinistas y prohibición a los protestantes de ejercer cualquier cargo público.​ Francisco de Sales se opuso a estos métodos, pero su formación en el Derecho de entonces le llevó a respetar la autoridad.​ Buscó suavizar el destino de los protestantes mediante la distribución de salvoconductos y visitó veinte exiliados de Chablais para continuar el diálogo con ellos.

Mario Besson, un posterior Obispo de Ginebra ha resumido la obra apostólica de su predecesor en una frase del mismo San Francisco de Sales a Santa Juana de Chantal: "Yo he repetido con frecuencia que la mejor manera de predicar contra los herejes es el amor, aun sin decir una sola palabra de refutación contra sus doctrinas". El mismo Obispo Monseñor Besson, cita al Cardenal Du Perron: "Estoy convencido de que, con la ayuda divina, la ciencia que Dios me ha dado es suficiente para demostrar que los herejes están en el error; pero si lo que queréis es convertirles, llevadles al Obispo de Ginebra, porque Dios le ha dado la gracia de convertir a cuantos se le acercan".

Por petición del Papa Clemente VIII fue a Ginebra para entrevistarse con Theodore Beza, quien era llamado el Patriarca de la Reforma. Este último lo recibió amablemente, y por un momento parecía conmovido, pero no tuvo el coraje de dar los pasos finales. Una gran parte de los habitantes del Chablais regresaron al redil (1597 y 1598). Claudio de Granier escogió entonces a Francisco como coadjutor suyo, a pesar de sus negativas, lo envió a Roma en 1599.

A su regreso de Roma, los asuntos religiosos del territorio de Gex, dependencia francesa, le exigieron desplazarse a París. Allí el coadjutor desarrolló una amistad íntima con el Cardenal de Bérulle, Antoine Deshayes, Secretario de Enrique IV y también con el mismo Enrique IV, quien deseaba "ser un tercero en esta bella amistad". El Rey le hizo predicar la Cuaresma en la Corte y deseaba hacerlo permanecer en Francia; además lo exhortó a que continuara, con sus sermones y con sus escritos, enseñando a aquellas almas que tenían que vivir en el mundo, como tener confianza en Dios y como ser genuina y verdaderamente piadosos, gracias de las cuales él veía la gran necesidad.


Entre 1600 y 1601 tuvo lugar una guerra entre el reino de Francia y el ducado de Saboya, que terminó con el Tratado de Lyon. Enrique IV de Francia tuvo una reunión en Annecy con el obispo Claude de Granier y con Francisco de Sales y se comprometió a proteger todo lo que ellos habían hecho en esa región.

En 1602, el obispo Claude Granier envió a Francisco de Sales en misión diplomática a París para pedirle al Rey Enrique IV que devolviera los bienes de la Iglesia confiscados en la guerra. Francisco aumentó su reputación con los sermones que dio el 27 de abril en la Catedral de Notre-Dame, a donde le habían llamado para la oración fúnebre de Felipe Manuel de Lorraine, hermano de Louise de Vaudémont y héroe de la guerra contra los otomanos.

El rey de Francia incluso le ofreció el cargo de obispo de París, oferta que rechazó diciendo que se había casado con una esposa pobre y que no podía dejarla por otra rica.​ Pasó nueve meses en París. Allí conoció a Barbe Jeanne Avrillot de Acarie, y la ayudó en su labor de instaurar en Francia la Orden de las Carmelitas Descalzas, que había fundado en España Santa Teresa de Ávila. Barbe Jeanne Avrillot de Acarie, pasó a ser la Beata María de la Encarnación.

A la muerte de Claudio de Granier, Francisco fue consagrado Obispo de Ginebra en 1602, pero nunca pudo ocupar el cargo debido al calvinismo que imperaba en la ciudad y permaneció en su residencia saboyana de Annecy.

Su primer paso consistió en instituir instrucciones catequéticas para los fieles, tanto jóvenes como adultos. Estableció prudentes regulaciones para guía de su clero. Cuidadosamente visitó las parroquias dispersas en las escarpadas montañas de su diócesis. Reformó las comunidades religiosas.

En unión con Santa Juana Francisca de Chantal fundó en 1607 el “Instituto de la Visitación de la Santísima Virgen”, para mujeres jóvenes y viudas que, sintiendo el llamado a la vida religiosa, no se sienten con suficiente fortaleza o les falta la inclinación para someterse a las austeridades corporales de las grandes Órdenes religiosas. 

Su celo se extendía más allá de los límites de su propia diócesis. Predicaba los sermones de Cuaresma y de Adviento que todavía son famosos: los pronunciados en Dijon en 1604, en donde por primera vez se encontró con la Baronesa de Chantal; en Chambéry (1606); en Grenoble (1616, 1617, 1618), en donde convirtió al Mariscal de Lesdiguières.

En 1622 tuvo que acompañar a la corte de Saboya en su viaje a Francia. En Lyon insistió en ocupar una pequeña habitación pobremente amoblada en una casa que pertenecía al jardinero del convento de la Visitación. Allí, el 27 de diciembre, le sobrevino una apoplejía. Recibió los últimos sacramentos e hizo su profesión de fe repitiendo constantemente las palabras: “¡Hágase la voluntad de Dios! ¡Jesús, mi Dios y mi todo!” .

Murió al día siguiente, a los 55 años de edad. Acudieron inmensas muchedumbres a visitar sus despojos, y la gente de Lyon estaba ansiosa de conservarlos en su ciudad. Con mucha dificultad pudo llevarse su cuerpo de regreso a Annecy, pero su corazón fue dejado en Lyon. El día 29 de diciembre la ciudad entera de Lyon fue desfilando por la humilde casita donde había muerto el querido santo. Y era tanto el deseo de la gente de besarle las manos y los pies, que los médicos no lograban llevarse el cadáver para hacerle la autopsia.


-La hiel: Dice Monseñor Camus que al sacarle la hiel la encontraron convertida en 33 piedrecitas, señal de los esfuerzos tan heroicos que había tenido que hacer para vencer su temperamento tan inclinado a la cólera y al mal genio y llegar a ser el santo de la amabilidad.

-Reliquias: Todos en Lyon querían un recuerdo del santo: sus ropas fueron partidas en miles de pedacitos para darle a cada cual alguna reliquia.

-El corazón

Después de la muerte, de San Francisco de Sales, su corazón fue removido y puesto en un relicario provisorio de plomo y envuelto por un tejido de terciopelo negro y colocado sobre el altar del Monasterio. Varios días después, pasaba por Lyon el confesor del santo y pedía ver la reliquia. La Madre al remover el tejido percibió que el corazón continuaba con el mismo color y frescor, como del día 29 de diciembre. Y notó que del corazón emanaba un líquido precioso y exhalaba un suave perfume. Comenzaban así los milagros: el primero de ellos se dio con el Rey Luis XIII, que al borde de la muerte, fue curado milagrosamente al tocar y besar la preciosa reliquia. Y de esta manera, sucesivamente, innúmeras otras personas fueron beneficiadas. El Santo Padre oyendo tales milagros, creyó mejor exigir que las hermanas guardasen el corazón en un cajón de madera, prohibiendo cualquier manifestación pública de veneración, bajo pena de excomunión, hasta que la Santa Sede, estudiase la vida de este eximio y santo obispo. Pasó tres años escondida la reliquia y en el día de la beatificación de San Francisco de Sales el corazón continuaba como antes. Infelizmente algunas hermanas con recelo de perderlo, creían que el líquido que de él emanaba haría que un día él desapareciese completamente y resolvieron colocarlo al sol. Esto hizo que el corazón quedase un poco reseco pero continúa, aunque en cantidad menor, su trasudación y su perfume se conservó sin ninguna alteración. Con la Revolución Francesa, el corazón de San Francisco de Sales, estuvo en riesgo. Un decreto del Municipio exigía que las hermanas entregasen la reliquia, alegando que era un bien patrimonial del monasterio y que debería ser dado al gobierno. Las hermanas supieron actuar con astucia y proteger este precioso tesoro, llegando a abandonar su tierra natal y huir a Italia. Tuvieron que caminar horas y días, enfrentar tempestades y peligros, sin conocer la lengua…una verdadera epopeya. Quien visita la ciudad de Treviso, al norte de Italia, a pocas horas de Venecia, podrá venerar la preciosa reliquia.

                                               Relicario con el corazón en Venecia

-Expuesto al público: Una vez embalsamado, el cuerpo de Monseñor Francisco de Sales fue vestido con sus ornamentos episcopales y trasladado en un ataúd para sus funerales en la iglesia de la Visitación. Estuvo expuesto para veneración de los fieles por dos días. Cuando la noticia llegó a Annecy, tomó a todos por sorpresa y después de un silencio general, todos lloraban a su querido Obispo. Inmediatamente que llegó su cadáver a Annecy y fue sepultado, empezaron a ocurrir milagros por la intercesión del santo, lo que llevó a La Santa Sede a abrir su causa de beatificación en 1626. En 1632 se hizo la exhumación del cadáver de Francisco de Sales para saber cómo estaba. Abrieron su tumba los comisionados de la Santa Sede acompañados de las monjas de la Visitación. Cuando levantaron la lápida, apareció el santo igual que cuando vivía. Su hermoso rostro conservaba la expresión de un apacible sueño. Le tomaron la mano y el brazo estaba elástico (llevaba 10 años de enterrado). 

                                                            Cuerpo del Santo

Del ataúd salía una extraordinaria y agradable fragancia.  Toda la ciudad desfiló ante su santo Obispo que apenas parecía dormido. Por la noche cuando todos los demás se hubieron ido, la Madre Chantal volvió con sus religiosas a contemplar más de cerca y con más tranquilidad y detenimiento el cadáver de su venerado fundador. Más a causa de la prohibición de las autoridades no se atrevió a tocarle ni a besar sus hermosas manos pálidas. Pero al día siguiente los enviados de la Santa Sede le dijeron que la prohibición para tocarlo no era para ella, y entonces se arrodilló junto al ataúd, se inclinó hacia el santo, le tomó la mano y se la puso sobre la cabeza como para pedirle una bendición. Todas las Hermanas vieron como aquella mano parecía recobrar vida y moviendo los dedos, suavemente oprimió y acarició la humilde cabeza inclinada de su discípula preferida y santa. Todavía hoy, en Annecy, las Hermanas de la Visitación conservan el velo que aquel día llevaba en la cabeza la Madre Juana Francisca.

San Francisco fue beatificado por el Papa Alejandro VII en el año 1661, y el mismo Papa lo canonizó en el año 1665, a los 43 años de su muerte. En el año 1878 el Papa Pío IX, considerando que los tres libros famosos del santo: "Las Controversias"(contra los protestantes); La Introducción a la Vida Devota" (o Filotea) y El Tratado del Amor de Dios (o Teótimo), tanto como la colección de sus sermones, son verdaderos tesoros de sabiduría, declaró a San Francisco de Sales "Doctor de la Iglesia" , siendo llamado "El Doctor de la amabilidad". Un gran número de favores milagrosos, han sido alcanzados en su tumba en el Convento de la Visitación de Annecy. Su corazón, en tiempos de la Revolución Francesa, fue llevado por las monjas de la Visitación de Lyon a Venecia, en donde es venerado actualmente.

Juan Calvino, el Gran Reformador Protestante:

Este hombre, sin duda el más grande de los teólogos protestantes, nació en Noyon en Picardía, Francia, en 1509, y murió en Ginebra, en 1564.  Una generación lo separa de Lutero, al que nunca llegó a conocer. Estos dos protagonistas de los movimientos reformistas mostraban entre sí fuertes contrastes de nacimiento, educación y carácter. Lutero era un campesino sajón, su padre un minero. Calvino procedía de la clase media francesa, y su padre, un abogado, había comprado la licencia de la ciudad de Noyon, donde ejercía la práctica del derecho civil y canónico. 

Lutero entró en la Orden de los Agustinos, hizo los votos de vida monástica, fue ordenado sacerdote y concitó mucho odio al casarse con una monja. Calvino nunca fue ordenado sacerdote de la Iglesia Católica: su formación giró fundamentalmente en torno al Derecho y las humanidades; no hizo ningún voto. 


La elocuencia de Lutero le proporcionó popularidad gracias a la fuerza, sentido del humor, grosería y a la vulgaridad de su estilo. Calvino se dirigía a la gente culta en todo momento, incluso cuando predicaba a las multitudes. Su estilo era clásico; razona sobre los sistemas y tiene un escaso sentido del humor. En vez de fustigar con una vara él utiliza el arma de la lógica aplastante y persuade con la autoridad del maestro, no con los insultos de un demagogo. Escribe en francés con la misma corrección con que Lutero escribe en alemán, y como él, ha sido reconocido como uno de los pioneros en el desarrollo como lengua moderna de su idioma materno.

Su madre, Jeanne Le Franc, nacida en la diócesis de Cambray es mencionada como "bella y devota"; llevó a su hijito a varios santuarios y le educó como un buen católico. Por parte paterna, sus ancestros eran marineros. Su abuelo se estableció en Pont l´Evêque cerca de París, y tuvo dos hijos que se convirtieron en cerrajeros; el tercero, Gerardo, se convirtió en Procurador en Noyon y allí nacieron sus 4 hijos y 2 hijas. 

Residía en el Place au Blé (mercado de maíz). Noyon, una sede episcopal, había sido desde hacía mucho tiempo un feudo de los Hangest, una poderosa y antigua familia que lo manejaba como si fuera de su propiedad personal. Mas una disputa que venía de antiguo, en la que la ciudad tomó parte, se prolongó entre el Obispo y el Cabildo. Carlos de Hangest, sobrino de Jorge d´Amboise, Arzobispo de Rouen, rindió su obispado en 1525 a su propio sobrino, Juan, convirtiéndose en su Vicario General. Juan continuó la batalla con sus Canónigos hasta que el Parlamento de París intervino, debido a lo cual él marchó a Roma y murió finalmente en París en 1577. Este prelado tenía parientes protestantes; se le responsabiliza de haber fomentado la herejía que en aquellos años comenzaba a aparecer entre los franceses. De cualquier modo, las disputas entre el clero proporcionaron a las nuevas doctrinas un campo abonado; y los calvinistas estaban más o menos contagiados por ellas antes de 1530.

Los 4 hijos de Gerardo se convirtieron en sacerdotes y se les asignó a una parroquia a una edad muy temprana. Al reformador se le asignó una a la edad de 12 años, en la que se convirtió en párroco de San Martín de Marteville en Vermandois en 1527, y en 1529 de Pont l´Evêque. Tres de los hijos asistieron al Colegio de los Capetos de la localidad, donde Juan demostró ser un alumno aventajado. Pero su familia tenía amistad con gente de alcurnia, los Montmor, una rama de la familia Hangest, lo que ocasionó que acompañara a algunos de sus hijos a París en 1523, cuando su madre probablemente ya estaba muerta y su padre se había vuelto a casar. Este último murió en 1531, bajo excomunión por el Cabildo por no haber enviado sus cuentas. La causa de esto fue, según se cree, la enfermedad del anciano y no su falta de honradez. Sin embargo, su hijo Carlos, irritado por esta censura, se acercó a la doctrina protestante. En 1534 fue acusado de negar el dogma católico de la Eucaristía, y murió fuera de la Iglesia en 1536; su cuerpo fue expuesto públicamente en la horca como el de un renegado.

Entre tanto, el joven Juan estaba atravesando sus propias dificultades en la Universidad de París, donde su Decano, Noel Bédier, se había enfrentado a Erasmo y hacía sentir su autoridad sobre Le Fèvre d´Etaples (Estapulenses), famoso por su traducción de la Biblia al francés. Calvino, un rigorista en el Colegio de la Marche, trabó conocimiento con este hombre, y es posible que haya hojeado su comentario sobre San Pablo en latín, fechado en 1512, el cual es considerado por Doumergue como el primer libro protestante escrito por un autor francés. 

Otra influencia en la misma dirección fue la de Corderius, el tutor de Calvino, a quien le dedicó posteriormente su anotación sobre la Epístola I a los Tesalonicenses, afirmando "si algo hay de bueno en lo que he publicado, te lo debo a ti". Corderius poseía un excelente dominio o estilo del latín, su vida era austera, y sus "Coloquios" le ganaron una fama duradera. Mas cayó bajo la sospecha de herejía, y mediante la ayuda de Calvino se refugió en Ginebra, donde murió en septiembre de 1564. Un tercer heraldo de las "nuevas Enseñanzas" fue Jorge Cop, médico de Francisco I, en cuya casa Calvino encontró acogida y pudo escuchar las discusiones religiosas que Cop alentaba. Y el cuarto fue Pedro-Roberto d´Olivet de Noyon, que también tradujo las Escrituras, nuestro joven hombre de letras, su sobrino, escribió en 1535 un prefacio en latín del Antiguo Testamento y uno en francés  (su primera aparición como autor nativo) del Nuevo Testamento.

Hacia 1527, cuando no contaba más de 18 años, la formación de Calvino se había completado en sus líneas maestras. Había aprendido a ser un humanista y un reformador. La "repentina conversión" a una vida espiritual a la que él se refiere no debe ser interpretado literalmente. Nunca había sido un católico ferviente; pero las historias que circularon en un tiempo sobre su comportamiento disipado no tienen ningún fundamento; y por un proceso muy natural él se inclinó hacia el bando por el que su familia había tomado partido. En 1528 se inscribió como estudiante de Derecho en Orleans, trabó amistad con Francis Daniel y luego marchó a Bourges donde permaneció un año y empezó a predicar en privado. Margarita de Angulema, hermana de Francisco I y Duquesa de Berry residía allí, rodeada de numerosos alemanes heterodoxos.

El Rey Francisco I estaba, sin duda, tratando a los protestantes con dureza, y Calvino, que ya era Doctor en Derecho en Orleans compuso, según cuenta la leyenda, un discurso sobre la filosofía cristiana que Nicholas Cop leyó el día de Todos los Santos de 1532, por el que tanto el escritor como el orador tuvieron que huir precipitadamente perseguidos por los Inquisidores Reales. Esta leyenda ha sido desautorizada por los críticos modernos. 

Calvino pasó algún tiempo con el Canónigo de Tillet en Angulema bajo una designación falsa. En mayo de 1534 marchó a Noyon, renunció a su cargo y se dice que fue apresado. Sin embargo, escapó a Nerac, en Bearn, la residencia de la Duquesa Margarita, y allí se encontró de nuevo con Le Fèvre, cuya Biblia en francés había sido condenada a la hoguera por la Sorbona. Su siguiente visita a París ocurrió durante una violenta campaña de los luteranos contra la Misa, lo que ocasionó represalias. Etienne de la Forge y otros fueron quemados en la plaza de Grève; y Calvino acompañado por Tillet escapó (aunque no sin tropiezos) a Metz y Estrasburgo. 

En esta última ciudad Bucer tenía autoridad absoluta. Los líderes reformistas dictaban leyes desde el púlpito a sus partidarios, y este viaje resultó decisivo para el humanista francés, quien, aunque de naturaleza tímida e introvertida, se dedicó a una guerra por escrito contra su propio soberano. La famosa carta de Francisco I está fechada en agosto de 1535. Sirvió como prólogo a los "Institutos", cuya primera edición se publicó en marzo de 1536, no en francés sino en latín. La disculpa de Calvino para dar lecciones a su Rey se basaba en que se habían distribuido por todo el reino bandos que denunciaban a los reformistas como rebeldes. Francisco I no llegó a leer estas páginas, pero si lo hubiera hecho hubiera hallado en ellas una petición no de tolerancia, algo que el reformista despreciaba por completo, sino de renuncia al Catolicismo en favor del nuevo evangelio. Sólo podía haber una Iglesia verdadera, afirmaba el joven teólogo, por lo tanto los Reyes deberían poner fin al papismo.

Un capítulo muy controvertido de la biografía de Calvino es la visita que durante mucho tiempo se pensó que había hecho a la Duquesa Renée, hija de Luis XII, en Ferraro. Se contaron muchas historias relativas a este viaje que han sido desmentidas por los escritores mejor informados. Todo lo que sabemos con certeza es que el reformador, después de poner en orden sus asuntos familiares y convertir a 2 de sus hermanos y hermanas a las ideas que apoyaba, decidió, a causa de la guerra entre Carlos V y Francisco I, llegar a Bale vía Ginebra, en julio de 1536. En Ginebra, el predicador suizo Fare, que estaba por entonces buscando ayuda para que le apoyaran en su propaganda, le suplicó con tal vehemencia que se quedara y enseñara teología que, como cuenta el mismo Calvino, le aterrorizó hasta que accedió. 

El estudio y el ayuno le provocaron fuertes dolores de cabeza que sufrió continuamente. En su vida privada era alegre aunque susceptible, por no decir despótico, sus amigos siempre le trataron con esmerado y delicado respeto. Sus hábitos eran sencillos; no le preocupaban nada las riquezas y nunca se tomó vacaciones. Su correspondencia, de la que se conservan 4271 cartas, versa fundamentalmente sobre temas doctrinales. Sin embargo, su carácter fuerte y reservado se revelaba enseguida a todos aquellos con los que trataba. Ginebra se sometió a su mandato teocrático y las Iglesias Reformadas aceptaron sus enseñanzas como infalibles.

Este era el extraño que Farel recomendó a sus compañeros protestantes, este "francés" elegido para enseñar la Biblia en una ciudad con divisiones internas. Ginebra tenía alrededor de 15.000 habitantes. Su Obispo había sido, desde antiguo, su Príncipe, aunque limitado por privilegios populares. El Alcalde era el Conde de Saboya, y su familia consideraba el Obispado como una propiedad que, desde 1450, habían confiado a su hijo menor. Juan de Saboya, hijo ilegítimo del anterior Obispo, vendió sus derechos al Duque, que era la cabeza de familia, y murió en 1519 en Pignerol. Jean de la Baume, el último de sus Príncipes eclesiásticos, abandonó la ciudad, que recibió profesores protestantes de Berna en 1519 y de Friburgo en 1526.

En 1527 las armas de la Casa de Saboya fueron arrancadas de sus muros; en 1530 el partido católico sufrió una derrota y Ginebra se proclamó independiente. Tenía dos Consejos pero el veredicto final sobre medidas públicas era decidido por el pueblo. Este designó a Farel, un converso seguidor de Le Fèvre, como su predicador en 1534. Una discusión entre las dos Iglesias, en junio de 1535 concluyó con una victoria de los protestantes. 

Los altares fueron profanados, las imágenes sagradas destrozadas, la misa abolida. Las tropas de Berna entraron en la ciudad y el "Evangelio" fue aceptado en mayo de 1536. 

Esto implicaba la persecución de los católicos por los Consejos, que actuaron al mismo tiempo como Iglesia y como Estado. Los sacerdotes fueron encarcelados; los ciudadanos multados por no asistir a los sermones. En Zúrich, Basilea y Berna se establecieron las mismas leyes. La tolerancia no formaba parte de las ideas de la época.

Más, aunque Calvino no había sido el introductor de estas leyes, fue principalmente debido a su influencia que, en junio de 1537, se votaron los "artículos" que hacían hincapié en la comunión 4 veces al año, el espionaje a los delincuentes, el establecimiento de una censura moral y el castigo de los insubordinados con la excomunión. Se confeccionó un catecismo infantil, que él compuso y que figura entre sus mejores escritos. La ciudad se dividió entonces entre los que "juraban" y los que "no juraban", ya que muchos se negaron a jurar y acatar los "artículos"; de hecho, nunca llegaron a ser aceptados por completo. 

Habían surgido una serie de interrogantes en los que Berna había tocado algunos puntos que Calvino juzgó irrelevantes. Se convirtió en una figura popular en los debates de Lausana defendiendo la independencia de Ginebra. Pero los desórdenes sobrevinieron en la ciudad donde, sin embargo, se había extendido el rechazo de los católicos a las medidas impuestas; en 1538 el Consejo desterró a Farel, a Calvino y al evangelista ciego Couraud. 

El Reformista marchó a Estrasburgo, donde se convirtió en huésped de Bucer y Capito, y en 1539 explicaba el Nuevo Testamento a refugiados franceses por 52 florines al año. El Cardenal Sadolet había dirigido una carta abierta a los ginebrinos a la que respondió entonces el desterrado. Sadolet insistía en que el cisma era un crimen. Calvino replicaba que la Iglesia romana estaba corrompida. Se ganó aplausos por su aguda facultad para el debate en Hagenau, Worms y Ratisbona.  Sin embargo, él se queja de su pobreza y mala salud, que no le impidieron casarse en esa época con Idelette de Bure, la viuda de un anabaptista a la que él había convertido. Nada más se sabe de ella, salvo que tuvieron un hijo que murió poco después de nacer en 1542 y que ella a su vez murió en 1549.


Después de algunas negociaciones Ami Perrin, enviado por Ginebra convenció a Calvino para que volviese. Y así lo hizo, no de muy buena gana, en septiembre de 1541. Su entrada fue considerablemente modesta. La constitución de la Iglesia admitía ahora "pastores, doctores, mayores y diáconos" pero el poder supremo lo ostentaba un magistrado. 

Los ministros disponían del arma espiritual de la Palabra de Dios; el consistorio, como tal, nunca ejerció o empuñó el poder seglar. Los predicadores, liderados por Calvino, y los concejales, instigados por sus oponentes, se enfrentaron a menudo. Sin embargo, se mantuvieron las ordenanzas de 1541; el clero, ayudado por ancianos seglares, gobernó despótica y minuciosamente las acciones de cada ciudadano. 

En Ginebra se podía contemplar una Esparta presbiteriana; se convirtió en un modelo para los puritanos que vivieron después y que hicieron cuanto estaba en sus manos para imitar su disciplina. Se tomó como patrón el Antiguo Testamento, aunque se suponía que los cristianos disfrutaban de la libertad del Evangelio. 

En noviembre de 1552, el Consejo declaró que las "Instituciones" de Calvino constituían "una doctrina sagrada a la que nadie debía contradecir". Así, el Estado proclamaba decretos dogmáticos, cuya fuerza ya se había puesto en práctica, como cuando Jacques Gouet fue encarcelado bajo la acusación de impiedad en junio de 1547 y, después de fuertes torturas, fue decapitado en julio. Algunas de las acusaciones que se esgrimieron contra el desgraciado joven eran frívolas, otras dudosas, La parte que le correspondió a Calvino en este juicio, de haberla, es difícil de determinar. Sin embargo, la ejecución fue decisión suya; ha ocasionado una ofensa mayor que el destierro de Castiello o los castigos infligidos a Bolsec (personas moderadas, contrarias a los puntos de vista radicales en disciplina y en doctrina, y que fueron sospechosas de reaccionarias). 

                                  

El Reformista no retrocedió ante la tarea que se había impuesto. En 5 años se dictaron en Ginebra 58 sentencias de muerte y 76 de destierro, además de numerosos autos de prisión de ciudadanos muy destacados. 

No podían liberarse de aquel yugo de hierro. En 1555 se intentó una especie de rebelión bajo la dirección de Ami Perrin. No se produjo derramamiento de sangre, pero Perrin fue derrotado y la teocracia de Calvino triunfó. Me siento más profundamente escandalizado", escribió Gibbon "por la sola ejecución de Servet que por la mortandad que ardió en las llamas de los autos de fe de España y Portugal". 

Él achaca la enemistad de Calvino a su mala voluntad y, quizás, a la envidia. Los hechos de este caso están bastante bien determinados. Nacido en 1511, probablemente en Tudela, Miguel Servet estudió en Toulouse y estaba presente durante la coronación de Carlos V en Bolonia. 

Viajó por Alemania y en 1531 publicó en Hagenau su tratado "De Trinitatis Erroribus", una obra fuertemente unitaria que provocó una gran conmoción entre los reformistas más ortodoxos. Conoció y se encontró a Calvino y entabló discusiones con él en París en 1534.

Se convirtió en corrector de prensa en Lyons; dedicó su atención a la medicina, descubriendo la circulación menor de la sangre, y comenzó una relación por correspondencia que resultaría fatal con el dictador de Ginebra a propósito del nuevo volumen "Christianismi Restitutio", que tenía la intención de publicar. En 1546 cesó el intercambio de cartas.  El Reformista calificó a Servet de arrogante (se había atrevido a criticar las "Instituciones" en comentarios marginales) y pronunció una amenaza significativa: "Si viene aquí y yo tengo alguna autoridad, jamás le dejaré salir vivo". La "Restitutio" vio la luz en 1553. 

Calvino delató inmediatamente a su autor al Inquisidor Dominico Ory en Lyons, enviándole sus cartas de 1545-1546 y los comentarios. El español fue inmediatamente apresado en Vienne, pero escapó gracias a la confabulación de un amigo, y sólo fue quemada su efigie.


 Algún tipo de extraordinaria fascinación le arrastró a Ginebra, desde donde tenía la intención de cruzar los Alpes. Llegó el 13 de agosto de 1553. Al día siguiente, Calvino, que se había fijado en él durante el sermón, hizo que arrestaran a su crítico, y el propio secretario del predicador presentó la acusación.

El consejo ginebrino instigó el juicio en contra de Miguel Servet por herejía (por su negación de la Trinidad y por su defensa del bautismo a la edad adulta). Consultados los cantones de ZúrichSchaffhausenBerna y Basilea, el acusado fue condenado y sentenciado a morir en la hoguera. Fue quemado junto con sus libros el 27 de octubre de 1553 en la plaza de Champel.


Calvino falleció a los 54 años, en mayo de 1564, en brazos de Teodoro de Beza, su sucesor. Su cuerpo fue expuesto al público pero ante la afluencia de visitantes, los reformadores temieron ser acusados de promover la veneración de santos, por lo que fue enterrado al día siguiente en una tumba anónima, en el Cementerio de los Reyes de Ginebra. Se desconoce la ubicación de la tumba, pero se colocó una piedra funeraria en el siglo XIX para marcar la ubicación considerada como su lugar de descanso.



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