San Giuseppe o José Pignatelli
Sacerdote. Jesuita.1811.
Santo español de la ilustre familia Pignatelli uno de cuyos vástagos fue elevado al mismísimo puesto de sucesor de Pedro en la persona del Pontífice Inocencio XII y cuyas raíces se hunden en la historia hasta rayar la leyenda.
Nacido en 1737, en Zaragoza, España. Su padre era Antonio Pignatelli, Conde de Fuentes y su madre Francisca Moncayo, Marquesa de Moya, pertenecientes ambos a la alta aristocracia, muy relacionada con el reino de Nápoles. Su vida va a trascurrir en constantes sobresaltos. A los cuatro años fallece su madre, ello no obstante, recibe una buena educación.
Tras una breve estancia en Nápoles regresa a Zaragoza donde va cursar humanidades en el colegio de los jesuitas y es allí donde comienza a fraguarse su vocación.
Luego de finalizar sus estudios tempranos en el colegio jesuita de Zaragoza, entró a los 16 años a la Sociedad de Jesús en 1753 a pesar de la oposición familiar. Al concluir sus estudios eclesiásticos fue ordenado e impartió sus enseñanzas en Zaragoza.
En 1766 el gobernador de Zaragoza fue encontrado responsable por la amenazante hambruna, y se encontró con el encono de la población contra él, que destruyó su palacio con fuego. El poder persuasivo de Pignatelli sobre la gente evitó la calamidad.
En 1767 la masonería mundial estableció un acuerdo para pedir a todos los gobernantes que expulsaran de sus países a los Padres Jesuitas.
El Rey Carlos III de España obedeció las órdenes masónicas y expulsó de territorio español y de sus colonias respectivas a todos los jesuitas. El Padre José Pignatelli y su hermano por pertenecer a una familia aristocrática recibieron la oferta de poder quedarse en España pero con la condición de renunciar a su vocación jesuita; los hermanos no aceptaron y prefirieron el destierro en la Isla de Córcega. Sin embargo, los franceses invadieron la isla, y ambos también fueron expulsados del lugar.
Acosados en las fronteras internacionales, en última instancia, se vieron obligados a un prolongado período de aislamiento e incertidumbre. Refugiados en 13 barcos, unos 5.000 jesuitas fueron empujados de un puerto italiano a otro, hasta que, finalmente, más de un año después, y con mucha política de por medio entre el monarca español y el Papa Clemente XIII, encontraron un respiro dentro de los Estados Pontificios. Los jesuitas ancianos y enfermos fueron particularmente vulnerables durante este largo viaje en medio de malas condiciones.
Los exiliados encontraron acogida en Ferrara gracias a la amabilidad de un primo de Pignatelli y futuro cardenal, Monseñor Francisco Pignatelli. Pero la situación era muy inestable, ya que las monarquías europeas seguían presionando al Papa Clemente XIII para que suprimiese la Compañía de Jesús. Éste se resistía, pero su sucesor, Clemente XIV acabó por ceder, y el 21 de julio de 1773 decretó la disolución de la Compañía de Jesús con su breve Dominus ac Redemptor noster.
En 1774, Clemente XIV por petición de los reyes españoles emitió un decreto suprimiendo la Compañía de Jesús; como resultado del decreto, aproximadamente 23.000 jesuitas fueron obligados a abandonar sus respectivos conventos y monasterios. San José Pignatelli junto con sus demás compañeros obedecieron humildemente y durante los 20 años siguientes soportaron pacientemente sufrimientos y humillaciones.
Los jesuitas habían sido expulsados de Brasil (1754), Francia (1764), España y sus colonias (1767) y Parma (1768).
A pesar de enfrentarse con una fuerte presión de parte de los embajadores de las cortes borbónicas, el Papa Clemente XIII se negó repetidamente a ceder ante sus demandas, que pedían la total supresión de la Orden Jesuita. El asunto devino en una crisis que rondó las celebraciones del cónclave de 1769, que elegiría a Clemente XIV. El nuevo Papa, de la familia de los Ganganelli, era un fraile franciscano.
Papa Clemente XIVClemente trató de aplacar a los enemigos de los jesuitas durante sus primeros años de gobierno a través de un duro tratamiento a la Orden: rechazó reunirse con el Superior General Lorenzo Ricci, les ordenó no recibir novicios, entre otras medidas, sin ningún resultado. La presión había ido en aumento hasta el punto de que los países católicos amenazaron con romper con Roma. Clemente XIV finalmente cedió en nombre de la paz de la Iglesia y para evitar la secesión en Europa, suprimió la Compañía de Jesús a través del breve "Dominus ac Redemptor", el 21 de julio de 1773.
La inspiración de estas medidas se encuentra en una doctrina política denominada regalismo, que defiende el derecho del Estado nacional a intervenir, recibir y organizar las rentas de sus iglesias nacionales. La expulsión de una Orden obediente al Papa como la jesuita, era económicamente apetecible porque reforzaba el poder del monarca y, además, porque tras la expulsión de una Orden Religiosa venía luego la correspondiente desamortización de sus bienes, que el Estado podía administrar como creyera oportuno.
A mediados del siglo XVIII los jesuitas fueron expulsados de las monarquías católicas más importantes:
Del reino de Portugal (cuyo rey ostentaba el título de "Rey Fidelísimo") en 1759, acusados por el marqués de Pombal de instigar un atentado contra la vida del rey.
Del reino de Francia (la "hija mayor de la Iglesia", cuyo rey era "el Rey Cristianísimo") en 1762, bajo el gobierno del duque de Choiseul, y en el contexto de la polémica entre jesuitas y jansenistas, se revisó la situación legal de la Compañía tras un escándalo financiero, y se consideró que su existencia, además de las doctrinas que defendían (laxismo, casuismo, tiranicidio) era incompatible con la monarquía. Del reino de España (la "Monarquía Católica") en 1767, acusados por Campomanes de instigar el motín de Esquilache.
El Ministro Aranda ofreció reinstalar a José Pignatelli, facilitando que abandone su Orden, sin importarle su debilitada salud, pero él se mantuvo firme. El Papa Clemente III no le permitió viajar a Civita Vecchia con los otros jesuitas de Aragón, él se quedó en Córcega donde desplegó su singular habilidad para la organización en la provisión de 500 padres y estudiantes.
Su hermana, la Duquesa de Acerra, lo ayudó con dinero y provisiones. Organizó estudios y mantuvo celebraciones regulares. Cuando Francia asumió el control de Córcega, fue obligado a retornar a Génova. Fue nuevamente confinado a su delegación de Ferrara, no solo con los Padres de su propia provincia de Aragón, sino además para aquellos de Perú y México, pero la comunidad fue disuelta en agosto de 1773.
Los dos hermanos Pignatelli fueron obligados a movilizarse a Bolonia, donde vivieron en el retiro (tenían prohibido ejercitar su ministerio sagrado). Ellos se dedicaron a estudiar y el mismo Pignatelli tenia una colección de libros y manuscritos sobre la historia de la Sociedad.
Al verificar que la Sociedad de Jesús aun sobrevivía en la Rusia Blanca, él deseó ser recibido allí. Por varias razones fue obligado a demorar su partida. Durante la demora fue invitado, a instancias de Fernando, Duque de Parma, para reestablecer la Sociedad en sus Estados; y en 1793, habiendo obtenido a través de Catalina II y unos pocos Padres de Rusia, hicieron un establecimiento con otros jesuitas.
En 1797, los Pignatelli renovaron allí sus votos. En 1779 fue ordenado Maestro de los novicios de Colerno. Con la muerte del Duque de Parma, el Estado de Parma fue puesto bajo la fidelidad de Francia. No obstante este hecho, el Padre José permaneció sin inconvenientes por 18 meses, periodo durante el cual obtuvo la restauración de los jesuitas en Nápoles.
En abril de 1799 el Padre Pignatelli pudo visitar al Papa en Parma, al que entregó una gran suma de dinero, procedente de sus familiares, al tiempo que pidió permiso para poder abrir un noviciado, siéndole concedido de forma oral. La fundación pudo hacerse a título privado, gracias a la ayuda de sus familiares, siendo designado él mismo como rector y director de los novicios. En esta labor tuvo como colaborador al Padre Luis Fortis, futuro General de la Orden.
El 7 de Mayo de 1803 es nombrado Provincial de Italia y con su inestimable colaboración comenzó la restructuración de “La Compañía de Jesús” en las Dos Sicilias. Favorecido por su condición de sobrino de Inocencio XII, pudo contribuir eficazmente en la restauración de “La Compañía”.
El Sumario Papal en 1804 fue mucho más favorable que el obtenido en Parma. Los viejos jesuitas rápidamente volvieron para ser nuevamente recibidos; algunos además enrolados en varias congregaciones eclesiásticas, permanecieron en sus puestos. Escuelas y un colegio fueron abiertos en Sicilia, pero cuando esta parte del reino cayó bajo el poder de Napoleón, fue ordenada la dispersión de los jesuitas pero el decreto no fue ejecutado rigurosamente.
Pignatelli fundó colegios en Roma, Tivoli y Orvieto, y los padres jesuitas fueron invitados a otras ciudades. Durante el exilio de Pío VII y la ocupación francesa, la Sociedad continuó sin molestias, gracias a la prudencia y los méritos de Pignatelli; él manejó el evitar los juramentos de fidelidad a Napoleón. Aseguró la restauración de la Sociedad en Cerdeña en 1807.
Pignatelli llevaba 40 años en el exilio cuando llegó a Roma, siempre acariciando la esperanza de que llegara la total restauración de la Compañía, pero resignado al hecho de no verla en vida. Sus últimos dos años fueron de un continuo debilitarse, siempre con hemorragias, probablemente provocadas por úlceras de estómago. El mes de octubre de 1881 lo pasó ya en cama. Falleció en paz el 15 de noviembre, tres años antes de que Pío VII restaurase la Compañía. Bajo Gregorio XVI la causa de su beatificación fue introducida. Fue beatificado en 1933 y fue canonizado en 1954.
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