San Vicente Ferrer


                                                    Misionero Dominico.1419.

Nacido en Valencia (España) en 1350, murió en Vannes, Bretaña en 1419. Era descendiente del menor de dos hermanos elevados al rango de Caballeros por su valor durante la conquista de Valencia en 1238. 

En 1340, el padre de Vicente, Guillermo Ferrer, se casa con Constancia Miguel, cuya familia también había sido adoptada dentro de la nobleza durante la conquista de Valencia. Vicente fue el cuarto hijo. Un hermano de Vicente, conocido en la historia, Bonifacio Ferrer, fue General de los Cartujos y empleado por el Antipapa Benedicto XIII, en importantes misiones diplomáticas.

Dedicado por sus padres a la carrera eclesiástica, a los 7 años fue tonsurado y a los 11, en 1361, tomó posesión de un beneficio en la parroquia de Santo Domingo. En 1367 renunció a su beneficio y tomó el hábito dominicano en el convento de esta Orden en Valencia (2 de febrero). 

Profesó en 1368. Los diez años siguientes de su vida, hasta su ordenación sacerdotal en 1378, los dedicó a su perfeccionamiento intelectual en los centros docentes de Cataluña y del sur de Francia. Estudió lógica en el convento de los dominicos de Barcelona (1368), filosofía entre 1370 y 1372 en el convento de Lérida, situado muy cerca de la universidad más importante de la Corona de Aragón. De nuevo en Barcelona, estudiando y enseñando, cosa que era muy frecuente en la época, se reveló como gran taumaturgo. En 1376 regresó a Valencia, aunque por breve tiempo, ya que al año siguiente pasó a Toulouse para completar sus estudios de teología y seguramente también como lector de filosofía.

Un domingo de marzo del año 1374 Vicente Ferrer se puso a predicar en la plaza del Born de Barcelona, que estaba atravesando unas semanas de hambruna porque los barcos portadores de comida no llegaban al puerto. En medio de su predicación, Vicente les dijo: “Alegraos hermanos, que antes de la noche llegarán a esta playa dos navíos de trigo, con lo que quedaréis socorridos”. 

Se armó un buen alboroto, hasta el punto que los superiores de la Orden le advirtieron de que se abstuviera de semejantes anuncios. Pero una hora antes del anochecer el centinela de Monjuich divisó dos naves cargadas de trigo que poco después arribaron a la ciudad, poniendo fin al episodio de hambre. Al conocerse la noticia se extendió su fama de profeta por toda Barcelona. Vicente tuvo que volver a Valencia para huir de las masas que lo aclamaban.

En 1377 fue enviado a continuar sus estudios en Tolosa donde según sus palabras, “el estudio seguía la oración y la oración lograba el estudio”. 

En enero de 1377 se cumplía uno de los mayores anhelos de muchos sectores de la Cristiandad: el retorno de los Papas a Roma. A simple vista parecía que la estancia en Aviñón, iniciada en 1309, se cerraba. Pero no iba a ser del todo así. En marzo de 1378 al morir Gregorio XI y en el cónclave del siguiente 8 de abril se eligió al italiano Arzobispo de Bari, que tomó el nombre de Urbano VI. 

                                                                   Papa Urbano VI

Tumultos y presiones llevaron a hablar de falta de libertad en la elección. La huida de los cardenales franceses, unida a la ausencia de uno de los electores, y el adherirse a la causa el Cardenal español Pedro de Luna, llevó consigo que el 9 de agosto un grupo de electores proclamase nula la elección realizada y que el 20 de septiembre del mismo año se eligiera a Clemente VII. 

                                                               Papa Clemente VII

La Cristiandad quedaba divida en dos sectores, más o menos amplios, según sus reyes, canonistas y universidades: el de la obediencia aviñonense y el de la romana.

¿Qué partido iba a tomar la Corona de Aragón con Pedro IV el Ceremonioso a la cabeza? Se habla de la "indiferencia" del rey, pero su hijo el Príncipe Juan se adhirió desde el principio a Clemente VII. Vicente Ferrer se había entrevistado en Barcelona con Pedro de Luna y éste le delegó para que interviniera en Valencia, donde se encontraba ya Perfecto Malatesta, Legado de Urbano VI.  Vicente Ferrer ya en su ciudad natal fue elegido Prior de su Convento. Sus actividades a favor de la obediencia aviñonense fueron tales, que las autoridades ciudadanas escribieron a Pedro IV denunciándolas. No conocemos la respuesta del monarca. Sí, en cambio, la carta que el Príncipe Juan escribió a Olfo de Proxita rogando que interviniese para que no se molestase a Vicente Ferrer en su empresa clementista. La carta está fechada en enero de 1380.

Son los primeros sinsabores en el Cisma. Sinsabores que lo llevarán a renunciar al único cargo que tuvo a lo largo del resto de su vida en su Orden de Frailes Predicadores. Romper la actitud que muchos mantenían de indiferencia, o de adhesión al sector urbanista era tarea ardua. Y Vicente Ferrer acometió la empresa dejándonos un Tratado, sobre el Cisma Moderno, que hay que fechar en 1380, con el que con razones teológicas y del Derecho Canónico vigente pretende convencer de que el Papa legítimo era el de la línea aviñonense.

En 1380, escribió un libro osado y contundente, De moderno Ecclesiae schismate, donde demostró que el verdadero Papa era Clemente VII (el de Aviñón) y no Urbano VI (el de Roma), y que dedicó a Pedro IV El Ceremonioso de Aragón que mantenía una actitud neutral y expectante ante el Cisma.

Del 1385 al 1390 enseñó teología en la Catedral de Valencia.  Posteriormente Vicente realizó su labor apostólica dentro del grupo de Pedro de Luna. En Valladolid convirtió a un rabino, posteriormente bien conocido como el Obispo Pablo de Burgos. 

En Salamanca la Reina Yolanda de Aragón le escogió como Confesor, del 1391-5. Durante este tiempo fue citado ante la Inquisición por predicar públicamente, “el Judas ha hecho penitencia”, pero Pedro de Luna, recientemente nombrado Papa Benedicto XIII, citó el caso ante su tribunal y quemó los documentos acusatorios. 

En 1394, cuando al cardenal Luna fue elegido Papa de Aviñón, y adoptó el nombre de Benedicto XIII, fray Vicente fue incorporado a la corte pontificia, como confesor papal y maestro del Sacro Colegio, donde residió normalmente hasta fines de 1399, en que se consagró de lleno a su labor misional. Pese a su adscripción a la causa de Benedicto XIII, renunció a la púrpura cardenalicia en 1398 y al obispado de Valencia, demostrando ningún interés en fomentar discordias eclesiásticas.

En el año 1397 Vicente Ferrer, estando en Aviñón,  enfermó gravemente y estuvo a las puertas de la muerte. Entonces, el 3 de octubre de 1398,  tuvo una visión, en la que se le aparecía Jesucristo acompañado de San Francisco y Santo Domingo de Guzmán, quienes le encargaban la misión de evangelizar el mundo antes de la llegada del Anticristo para la conversión y enmienda de los hombres. 

Fue el mismo Vicente Ferrer el que contó su experiencia al entonces todavía Papa Benedicto XIII en una carta enviada en 1413. Según la carta, a raíz de esta visión, se consideró uno de los “tres predicadores que sucesivamente se habían de enviar a los hombres antes del Juicio”. San Vicente Ferrer fue considerado por sus contemporáneos el ángel del apocalipsis o predicador del final de los tiempos.

La situación en la que se encontraba Aviñón en el momento en el que Vicente Ferrer tuvo su visión era especialmente dramática. Francia había decidido dejar de apoyar a Benedicto XIII y la ciudad estaba sitiada por las tropas francesas. Tras su visión, Vicente recuperó inmediatamente la salud. Y, según el mensaje recibido, poco después, en cuanto obtuvo la autorización del Papa,  se fue por el mundo a predicar cómo la hora del juicio había llegado. 

No fue hasta noviembre de 1399 que Benedicto XIII permitió a Vicente Ferrer comenzar su apostolado, dándole todos los poderes de un Legado a latere Christi. Durante 20 años atravesó el oeste de Europa predicando la penitencia por los pecados y la preparación para el juicio. 

Provenza fue el primer campo de su apostolado donde tuvo que predicar en plazas y sitios abiertos por las muchedumbres que acudían a oír su prédica. En 1401 evangelizó en Daupiní, Saboya y en la región alpina convirtiendo a muchos cátaros y valdenses. 

Entonces entró en Lombardía. Mientras predicaba en Alejandría señaló de entre el público, a un joven quien estaba destinado a evangelizar a Italia, Bernardino de Siena. 

                                                            San Bernardino de Siena

Le seguían un ejército de penitentes provenientes de todos los niveles sociales que deseaban permanecer bajo su tutela. Vicente siempre fue vigilante de sus discípulos y nunca el escándalo tocó su extraña comitiva, que a veces superaban los 10.000 seguidores.

En aquel tiempo había predicadores que lo que buscaban era agradar a los oídos y componían sermones rimbombantes que no convertían a nadie. En cambio, a San Vicente lo que le interesaba no era lucirse sino convertir a los pecadores. Y su predicación conmovía hasta a los más fríos e indiferentes. Su poderosa voz llegaba hasta lo más profundo del alma. En pleno sermón se oían gritos de pecadores pidiendo perdón a Dios, y a cada rato caían personas desmayadas de tanta emoción. Gentes que siempre se habían odiado, hacían las paces y se abrazaban. Pecadores endurecidos en sus vicios pedían confesores. El santo tenía que llevar consigo una gran cantidad de sacerdotes para que confesaran a los penitentes arrepentidos. Hasta 15.000 personas se reunían en los campos abiertos, para oírle.

Después de sus predicaciones lo seguían dos grandes procesiones: una de hombres convertidos, rezando y llorando, alrededor de una imagen de Cristo Crucificado; y otra de mujeres alabando a Dios, alrededor de una imagen de la Santísima Virgen. Estos dos grupos lo acompañaban hasta el próximo pueblo a donde el santo iba a predicar, y allí le ayudaban a organizar aquella misión y con su buen ejemplo conmovían a los demás.

Como la gente se lanzaba hacia él para tocarlo y quitarle pedacitos de su hábito para llevarlos como reliquias, tenía que pasar por entre las multitudes, rodeado de un grupo de hombres encerrándolo y protegiéndolo entre maderos y tablas. El santo pasaba saludando a todos con su sonrisa franca y su mirada penetrante que llegaba hasta el alma.

Las gentes se quedaban admiradas al ver que después de sus predicaciones se disminuían enormemente las borracheras y la costumbre de hablar de cosas malas, y las mujeres dejaban ciertas modas escandalosas o adornos que demostraban demasiada vanidad. Y hay un dato curioso: siendo tan fuerte su modo de predicar y atacando tan duramente al pecado y al vicio, sin embargo las muchedumbres le escuchaban con gusto porque notaban el gran provecho que obtenían al oírle sus sermones.

Vicente fustigaba sin miedo las malas costumbres, que son la causa de tantos males. Invitaba incesantemente a recibir los santos sacramentos de la confesión y de la comunión. Hablaba de la sublimidad de la Santa Misa. Insistía en la grave obligación de cumplir el mandamiento de santificar las fiestas. Insistía en la gravedad del pecado, en la proximidad de la muerte, en la severidad del Juicio de Dios, y del cielo y del infierno que nos esperan. Y lo hacía con tanta emoción que frecuentemente tenía que suspender por varios minutos su sermón porque el griterío del pueblo pidiendo perdón a Dios, era inmenso.

Pero el tema en que más insistía este santo predicador era el Juicio de Dios que espera a todo pecador. La gente lo llamaba "El ángel del Apocalipsis", porque continuamente recordaba a las gentes lo que el libro del Apocalipsis enseña acerca del Juicio Final que nos espera a todos. El repetía sin cansarse aquel aviso de Jesús: "He aquí que vengo, y traigo conmigo mi salario. Y le daré a cada uno según hayan sido sus obras" (Apocalipsis 22,12). Hasta los más empecatados y alejados de la religión se conmovían al oírle anunciar el Juicio Final, donde "Los que han hecho el bien, irán a la gloria eterna y los que se decidieron a hacer el mal, irán a la eterna condenación" (San Juan 5, 29).

Corría el mes de septiembre del año 1412 cuando Vicente Ferrer llegó a la localidad de Castellón de la Plana. Castellón sostenía entonces una encarnizada lucha con las localidades de Onda y Almassora, ello a causa de determinados bandos que se habían formado y que cometían todo tipo de crímenes. Es posible que Vicente Ferrer fuera precisamente llamado para poner fin esta situación.

San Vicente Ferrer llegó a Castellón y se dispuso a efectuar uno de sus famosos sermones. Mandó llamar al Baile General del Reino de Valencia, una especie de gobernador general, para que estuviera presente en el sermón. San Vicente pronunció ante todos un emocionante sermón. Desplegó su gran elocuencia y, aprovechándose de la simpatía general de la que gozaba y de su prestigio, logró destruir todos los odios y enemistades. Acabado el sermón, consiguió que todos los bandos firmaran la paz. Así terminaron las antiguas diferencias que mantenían estos pueblos en continua guerra. Y es que San Vicente, además de sacerdote ejemplar, gran predicador y taumaturgo, fue un eficaz pacificador en de discordias de todo tipo. 


Génova, Flandes y el norte de Francia, todos en su momento escucharon a Vicente. Sería difícil entender como él se hacía comprender entre todas las nacionalidades que evangelizó, ya que el solo hablaba el lemosín, el lenguaje de Valencia. Muchos de sus biógrafos sostienen que poseía el don de lenguas, opinión compartida por Nicolas Clemangis, Doctor de la Universidad de Paris quien le escuchó predicar.

Vicente Ferrer forma parte de la historia antisemita de España. Según decía los judíos eran "animales con rabo y que menstrúan como las mujeres".  Fue impulsor del pogromo de 1391 en el barrio judío de Valencia, donde actualmente se ubica la plaza San Vicente Ferrer; y en Toledo consiguió la transformación de la Sinagoga Mayor de Toledo en la Iglesia de Santa María la Blanca.

Como resultado, bien de sus predicaciones, bien de la violencia de la revuelta antijudía de 1391, una gran cantidad de judíos se convirtieron al cristianismo, originándose a partir de entonces una importante comunidad de cristianos nuevos. Hay autores que niegan que Vicente Ferrer estuviera en Valencia en 1391, e insisten en que nunca aprobó la violencia, aunque sí pensaba que aquel quebranto era una buena oportunidad para intensificar la catequesisSu trabajo se vio facilitado por su conocimiento intenso del hebreo, las tradiciones, y las Escrituras.

Vicente tuvo un trato especial con los convertidos, encargando su formación y educación en el cristianismo a personas seleccionadas, o como el converso musulmán Atmez Hannexa, que tomó el nombre de Vicente cuando se bautizó, del que se preocupó para que él y su familia tuvieran una pensión para su socorro y sustento, y pudiera predicar entre musulmanes y cristianos.

Cristianos, judíos y musulmanes estaban todos perdidos en admiración del taumaturgo. Desde el año 1408 a 1416 trabajó casi continuamente al sur de los Pirineos. En distintos momentos de la historia española grandes intentos se hicieron para convertir a los judíos, donde el bautismo o la destitución forzosa eran sus únicas opciones. 

Esta era la situación cuando Vicente comenzó su labor con ellos, multitudes eran convertidas por su predicación. Ranzano, su primer biógrafo, estima el número de judíos que convirtió en unos 25.000. 

Al dominico Vicente Ferrer se le atribuye en el año 1410 (en Valencia, España), la fundación del primer orfanato del mundo registrado en la historia europea y que todavía sigue en pie y funcionando.

                                    Colegio Imperial para Niños Huérfanos en Valencia

En el reino de Granada convirtió a miles de moros. Vicente fue comúnmente llamado para ayudar a su país en los asuntos temporales como consejero de reyes y una vez como árbitro del destino de España. En 1409 fue comisionado por Benedicto XIII para notificarle a Martín de Aragón la muerte de su único hijo y sucesor. Luego de la muerte de Martín de Aragón, los delegados de los reinos de Aragón, Valencia y Cataluña nombraron a Vicente como uno de los jueces para decidir la sucesión a la corona. Luego de la determinación, conocida como “el compromiso de Caspe”, activamente cooperó para elegir a Fernando de Castilla. 

                                                              Compromiso de Caspe

Vicente fue uno de los más resolutos y fieles partidarios de Benedicto XIII, y con su palabra, santidad y milagros hizo mucho en fortalecer la posición de Benedicto XIII. No fue hasta 1416 cuando presionado por el Rey Fernando de Aragón que le abandonó.

En enero de 1416, predicando en Perpiñan, declaró ante el gentío que rodeaba su púlpito, que  Benedicto XIII era el Papa legitimo, pero ya que él no renunciaba para traer paz a la Iglesia, Fernando había retirado la obediencia de sus estados para con Aviñón. Este evento le debió de causar mucha tristeza pues era profundamente apegado a Benedicto XIII. Sin embargo, se pensaba que Vicente era la única persona suficientemente estimada por los españoles como para anunciar tal decisión. 

Juan Dominici fue más afortunado en sus intentos para hacer una reunión cuando anunció al Concilio de Constanza la renuncia de Gregorio XII. Vicente no asistió al Concilio de Constanza. Él continuó sus jornadas apostólicas en Francia y estuvo los últimos dos años de su vida en Bretaña donde incontables conciencias fueron reformadas e instruidas en un modo de vida cristiano.

Vicente sentía que era mensajero de la penitencia enviado a preparar los hombres para el juicio. Durante 20 años atravesó el oeste de Europa predicando la penitencia y despertando las dormidas conciencias de los pecadores con su maravillosa elocuencia. Su austera vida fue la viva expresión de su doctrina. El piso usualmente fue su cama. En perpetuo ayuno se levantaba a las dos de la madrugada para recitar el Oficio. 


Celebrando misa diariamente, posteriormente predicaba a veces tres horas y frecuentemente hacía milagros. Luego de su almuerzo atendía niños enfermos. A las ocho preparaba su sermón del próximo día. Usualmente viajaba a pie y pobremente vestido. 

Es el santo patrón actual de la comunidad valenciana; en su conmemoración se levantan en las calles de Valencia, escenarios llamados "altares", donde son representadas por niños escenas de su vida y milagros. Es un santo muy apreciado en la mayoría de los lugares que recorrió en sus viajes de predicación.

Conocido cariñosamente como "Sant Vicent el del ditet o San Vicente el del dedito", debido a que, según leyendas populares, logró varios milagros alzando su dedo índice, siendo así representado en su iconografía.

También es representado por "alas", porque está considerado como el "ángel del Apocalipsis", ya que él mismo se consideró un "legatus a latere Christi" y anunció en numerosas ocasiones la inminente llegada del Anticristo y el fin del mundo, tal como hizo, por ejemplo, en los varios sermones que predicó en la ciudad de Toledo en el año 1411.

Asimismo, sus predicaciones por diversas ciudades de Europa, sobre todo en Italia, fueron constantes a raíz de la célebre visión que tuvo en la ciudad de Aviñón en el año 1398. Era seguido por multitudes que lo acompañaban en sus itinerarios, entre ellas un séquito de flagelantes que se azotaban las espaldas como purga de sus pecados. Solía viajar subido sobre un asno y se alojaba en los conventos de frailes dominicos de las ciudades y pueblos en donde predicaba.

El día 26 de agosto de 1410 se dirigió a Liría, ya que sus vecinos estaban sumamente afligidos por habérseles secado su caudalosa fuente, que era toda su fuente de riqueza. Compadecido el Santo, celebró misa en el lugar donde solía manar el agua y bendiciéndolo, volvió a salir agua en abundancia, prometiendo el santo que jamás faltaría allí el agua, como así sigue siendo en la actualidad. En dicho lugar, conocido como San Vicente de Líria, se levantó una ermita en honor al Santo y se habilitó posteriormente como zona de recreo.

En 1385 predicando el santo en Valencia, en la Plaza del Mercado, se detuvo y muy conmovido dijo a los oyentes: "Hermanos, ahora mismo estoy viendo que unos hermanos nuestros piden un socorro inmediato, que si no se les da morirán". Le preguntaron dónde estaban esas personas. El santo contestó: "Seguid a mi pañuelo, y donde él entre, entrad. Y lanzó al aire su pañuelo, el cual entró por la ventana de una buhardilla. En ella, en efecto, se estaba muriendo de hambre una familia, que fue socorrida. Según la tradición la casa estaba ubicada en la actual plaza del "Milacre del Mocadoret nº 5 (junto a la plaza de la Reina), donde hay una placa que lo recuerda.

San Vicente Ferrer murió en la ciudad de Vannes (Francia) el 5 de abril de 1419, Miércoles de Ceniza, a la edad de 69 años. Acudió tanta gente a darle un último adiós que en tres días no se le pudo dar sepultura.


Fue canonizado el 29 de junio de 1455 por el Papa Calixto III, a quien San Vicente le había profetizado "Serás Papa y me canonizarás". En los procesos que se tramitaron para su canonización en Aviñón, Tolosa, Nantes y Nápoles figuran documentados hasta un total de 860 milagros.

Desde el año de su canonización en prácticamente todas las imágenes se le representa con el lema "TIEMETE DEUM ET DATE ILLI HONOREM". Se trata de una frase del libro del Apocalipsis, capítulo 14, versículo 7: “Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio”. La explicación está en que San Vicente Ferrer llegó a convertirse en el profeta del juicio final y de la venida del Anticristo. En su proceso de canonización un testigo señala que “cualquiera que lo oyera predicar temblaba ante el divino juicio”. Según otro “a muchos los vio temer y temblar ante el juicio de Dios”. No es de extrañar que el Santo creyera inminente el fin del mundo: la Iglesia atravesaba el terrible Cisma de Occidente, con tres Papas al mismo tiempo. Sin embargo, en el proceso de canonización los testigos también señalan que San Vicente tenía un carácter afable, era amable y optimista.



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