Santa Gertrudis La Grande
Escritora. Mística Benedictina. 1301.
Nacida en Alemania en 1256. A los 5 años de edad ingresó en la escuela del Convento de Helfta. En aquel tiempo, el monasterio estaba a cargo de la Santa e iluminada abadesa Gertrudis de Hackerborn, bajo cuya dirección el convento prosperó de manera sobresaliente, tanto en la observancia de la regla monástica, como en la actividad intelectual, a la que contribuyeron Santa Lioba y sus monjas anglosajonas, formadas en Alemania.
El siglo en el que vive esta santa, fue muy importante para la Iglesia y en especial para la vida monástica. Las Cruzadas se hicieron y fracasaron. Creció la influencia de San Bernardo, cuyas directivas de observancia se adoptaron en Helfta.
Y en toda la región germana y flamenca se vio surgir un nuevo modo de vida consagrada femenina: las “Beguinas”, caracterizadas por una fuerte vida contemplativa y mística.
Helfta era un lugar de estudio y de intenso trabajo intelectual (es necesario tenerlo en cuenta por lo que Gertrudis llamará su "conversión"). Pero lo más importante para las monjas era el canto y rezo del oficio divino y la misa, de allí que los escritos de estas monjas y la previa experiencia mística se da a partir de la liturgia.
También debe señalarse la influencia del feudalismo que se reflejará en las alegorías espirituales: el derecho señorial, el vasallaje, los rituales de corte, las vestimentas ricas y coloridas, los adornos y las alhajas, las fiestas, la heráldica, el amor cortesano, el lirismo. En los escritos de Helfta, y en especial de Gertrudis, todos estos elementos aparecen simbólicamente en el cielo. Como copista había adquirido una formación literaria y teológica que desarrollaron su inteligencia profunda y viva.
A Gertrudis se le puso bajo el cuidado de su tía Santa Matilde, quien era hermana de la abadesa y estaba a cargo del alumnado.
Se dice que Gertrudis poseía cualidades excepcionales para el estudio y no fue hasta pasados los 25 años de edad que recibió el impacto de su primera visión, que sería sólo el comienzo de una serie de revelaciones que tendría sucesivamente a lo largo de su vida, hasta el momento de su muerte. Hasta antes de la primera revelación, el objeto de sus estudios era temas de ciencias naturales, literatura etc., pasado el éxtasis, comprendió que se había dedicado por entero al estudio de temas mundanos y cambió totalmente el sentido de sus estudios.
A eso de los 26 años, Santa Gertrudís tuvo la primera de las revelaciones que la hicieron famosa: cuando iba a acostarse, le pareció ver al Señor en forma de joven. "Aunque sabía yo que me hallaba en el dormitorio, me parecía que me encontraba en el rincón del coro donde solía hacer mis tibias oraciones y oí estas palabras: 'Yo te salvaré y te libraré. No temas". Cuando el Señor dijo esto, extendió su mano fina y delicada hasta tocar la mía, como para confirmar su promesa y prosiguió: 'Has mordido el polvo con mis enemigos y has tratado de extraer miel de las espinas. Vuélvete ahora a Mí, y mis delicias divinas serán para ti como vino'". Entonces se interpuso un seto de espinos entre los dos. Pero Gertrudis se sintió como arrebatada por los aires y se encontró al lado del Señor: "Entonces vi en la mano que poco antes se me había dado como prenda, las joyas radiantes que anularon la pena de muerte que se cernía sobre nosotros". Tal fue la experiencia de Gertrudis; tal fue lo que podría llamarse su "conversión", a pesar de que se trataba del alma más pura e inocente. A partir de entonces, se entregó con plena conciencia y toda deliberación a la conquista de la perfección y de la unión con Dios.
Hasta entonces, los estudios profanos habían sido sus delicias; en adelante, se dedicó a estudiar la Biblia y los escritos de los Padres, sobre todo de San Agustín y de San Bernardo, quien había muerto no hacía mucho tiempo. En otras palabras, "del estudio de la gramática pasó al de la teología"; y sus escritos muestran claramente la influencia de la liturgia y de sus lecturas privadas. Exteriormente, la vida de Santa Gertrudis fue como la de tantas otras contemplativas, es decir, poco pintoresca. Sabemos que solía copiar pasajes de la Sagrada Escritura y componer pequeños comentarios para sus hermanas en religión, y que se distinguía por su caridad para con los difuntos y por su libertad de espíritu. El mejor ejemplo de esto último es su reacción ante las muertes súbitas e inesperadas. "Deseo con toda el alma tener el consuelo de recibir los últimos sacramentos, que dan la salud; sin embargo, la mejor preparación para la muerte es tener presente que Dios escoge la hora. Estoy absolutamente cierta de que, ya sea que tenga una muerte súbita o prevista, no me faltará la misericordia del Señor, sin la cual no podría salvarme en ninguno de los dos casos".
Después de la primera revelación, Gertrudis siguió viendo al Señor "veladamente", a la hora de la comunión, hasta la víspera de la Anunciación. Ese día, el Señor la visitó en la capilla durante los oficios de la mañana y, "desde entonces, me concedió un conocimiento más claro de Él, de suerte que empecé a corregirme de mis faltas mucho más por la dulzura de Su amor que por temor de su justa cólera".
Los cinco libros del "Heraldo de la amorosa bondad de Dios" (comúnmente llamados "Revelaciones de Santa Gertrudis"), de los que la santa sólo escribió el segundo, contienen una serie de visiones, comunicaciones y experiencias místicas, que han sido ratificadas por muchos místicos y teólogos distinguidos. La santa habla de un rayo de luz, como una flecha, que procedía de la herida del costado de un crucifijo. Cuenta también que su alma, derretida como la cera, se aplicó al pecho del Señor como para recibir la impresión de un sello y alude a un matrimonio espiritual en el que su alma fue como absorbida por el corazón de Jesús. Pero "la adversidad es el anillo espiritual que sella los esponsales con Dios". Santa Gertrudis se adelantó a su tiempo en ciertos puntos, como la comunión frecuente, la devoción a San José y la devoción al Sagrado Corazón. Con frecuencia hablaba del Sagrado Corazón con Santa Matilde y se cuenta que en dos visiones diferentes reclinó la cabeza sobre el pecho del Señor y oyó los latidos de su corazón.
A los 30 años fue electa Abadesa de su Monasterio en el año 1251; y al siguiente fue obligada a tomar a su cargo el gobierno del Monasterio de Heldefs, al que fue trasladada con sus monjas.
Siendo joven había estudiado la lengua latina, como era costumbre entre las monjas; escribía y componía en este idioma muy bien, y era medianamente versada en la sagrada literatura. Siempre miró como principal obligación y destino de su estado la contemplación y la oración, y así consagraba a estos ejercicios la mayor parte del tiempo.
La pasión de nuestro Redentor era el objeto favorito de sus devociones; y cuando meditaba en ella o en la sagrada Eucaristía, por lo común no podía contener los torrentes de las lágrimas que derramaban sus ojos. Hablaba de Cristo y de los misterios de su adorable vida con tanta energía y tantos transportes de amor, que arrastraba los corazones de los que la oían. Eran muy familiares a esta Santa los raptos y los éxtasis del amor divino con los dones celestiales de su oración.
Era frecuente que se encontrara en éxtasis y que se desconectara de lo que ocurría a su alrededor. Lo que la preocupaba, por el efecto que esto pudiera tener en los demás. Tenía el don de profecía y el de obrar milagros. Jesucristo le dijo un día: "Gertrudis, tú serás mi heraldo" (Se llama heraldo el que transmite mensajes de un superior). Y ella escribió en 5 libros los mensajes que recibió en sus revelaciones, y a su obra le puso por nombre: "Heraldo de la amorosa bondad de Dios". Dice la santa que un día vio que de la herida del costado de Cristo salía un rayo de luz y llegaba al corazón de ella. Desde entonces sintió un amor tan grande hacia Jesucristo, como nunca antes lo había experimentado.
Las almas pueden, manifestarse de diversos modos ante nosotros; pidiendo por nuestra oración, perdón y acompañamiento. Santa Gertrudis fue una de las personas que recibió revelaciones de Jesús, y una infinidad de gracias a través de las almas. Ella fue un instrumento que Dios les concedió a las almas del Purgatorio, de esta manera se revelaron muchos de sus misterios.
El propio Jesús le reveló a Santa Gertrudis ésta oración, diciéndole que Él liberaría miles de almas del Purgatorio cada vez que se dijera: "Eterno Padre, te ofrezco la preciosísima Sangre de Tu Divino Hijo Jesús, en unión con todas las Misas celebradas hoy día a través del mundo, por todas las Benditas Almas del Purgatorio, por todos los pecadores del mundo". Amén.
Santa Gertrudis fue tentada por el demonio cuando estaba por morir. El espíritu demoníaco nos reserva una peligrosa y sutil tentación para nuestros últimos minutos. Como no pudo encontrar un asalto lo suficientemente inteligente para ésta Santa, él pensó en molestarla en su beatífica paz mencionándole que iba a pasar larguísimo tiempo en el Purgatorio, puesto que ella desperdició sus propias indulgencias y sufragios en favor de otras almas.
Pero Nuestro Señor, no contento con enviar sus ángeles y las miles de almas que ella había liberado, fue en persona para alejar a Satanás y confortar a su querida Santa. Él le dijo a Santa Gertrudis que a cambio de lo que ella había hecho por las almas benditas, la llevaría directo al Cielo y multiplicaría cientos de veces todos sus méritos.
Habiendo sido Abadesa durante 40 años, fue llamada a los castos brazos de su celestial Esposo en el año 1292, habiendo muerto un poco antes su hermana Mechtilde.
En 1346 fue transferida la comunidad benedictina al Monasterio de Nueva Helfta y se cree que las monjas conservaron algunas pertenencias del antiguo convento, pero nada se sabe de los restos de las Santas Gertrudis y Matilde. La Antigua Helfta pasó a ser propiedad de la Corona, mientras que la Nueva Helfta pasó a manos de la municipalidad local. De las sepulturas de las santas no hay registros. Fue hasta 1677 que el nombre de Gertrudis se inscribió en el Martirologio Romano.
Santa Gertrudis es la patrona de las personas místicas, porque ella fue la primera gran mística de quien se tenga historia (la Iglesia llama místicas a las personas que se dedican a tratar directamente con Dios por medio de fervorosas oraciones, y a recibir de Él, mensajes y revelaciones). Más tarde aparecerán otras grandes místicas como Santa Brígida, Santa Catalina, Santa Teresa y Santa Margarita, etc., pero la primera de la cual se conocen las revelaciones recibidas es esta Santa. Por eso es tan importante.
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