San Ivo o Yves de Chartres

 

                                                   Obispo de Chartres. 1116.

 Uno de los más notables Obispos de Francia en el tiempo de las luchas de las Investiduras y el más importante canonista anterior a Graciano en Occidente, nacido en una noble familia cerca del año 1040.  Alrededor del 1080 llegó a ser, por deseos de su Obispo, Prior de los Canónigos de St-Quentin en Beauvais. Promovió con tanto éxito la disciplina religiosa y la ciencia en su convento, que los príncipes y los obispos le pedían constantemente que enviase a algunos de sus canónigos como reformadores o fundadores de nuevos monasterios. 

Fue luego uno de los mejores maestros en Francia, y así se preparó para infundir nueva vida a las famosas escuelas de Chartres.

En el año 1091, Godofredo, obispo de Chartres, fue depuesto por simonía y otros crímenes. El pueblo eligió a San Yves para sustituirle. El santo no quería abandonar su retiro, pero el Papa Urbano II confirmó su elección. San Yves se dirigió entonces a Capua, donde fue consagrado por el Papa, quien impidió que Riquerio, el Arzobispo de Sens, entronizase de nuevo a Godofredo. 

Apenas acababa de instalarse en su sede, cuando tuvo que oponerse a los deseos de su soberano: el rey Felipe I, enamorado locamente de Bertrada, la esposa del conde de Anjou, decidió divorciarse de su esposa, Berta, de la que tenía dos hijos, y casarse con Bertrada.

 Yves hizo cuanto pudo por disuadir al monarca; pero, viendo que todos sus esfuerzos resultaban inútiles, declaró que con tal de no presenciar ese escándalo, estaba dispuesto a ser arrojado al mar con una piedra al cuello. 

El obispo de Senlis llevó a cabo el matrimonio, al que San Yves se negó a asistir. Para vengarse, el rey le encarceló, confiscó sus rentas y envió a sus soldados a saquear sus tierras. 

Pero, presionado por el Papa y otros altos personajes y por el pueblo de Chartres, el monarca tuvo que devolver la libertad al obispo. Por lo demás, el rey Felipe no podía ignorar que San Yves era un súbdito leal, ya que éste había denunciado desde la prisión una conspiración contra el soberano.

En el Concilio de Beaugency (1104), Ivo recomendó la absolución de Felipe, reconciliándolo así con la Santa Sede. En la lucha de las Investiduras que soplaba con rabia en Francia, y especialmente en Alemania, Ivo representó el partido moderado. La Querella de las Investiduras fue el escenario que le supuso su renombre. La innovación de sus teorías fue la distinción entre el poder temporal y el espiritual. Sostuvo que las investiduras no eran un sacramento, por lo que podían ser otorgadas por un laico.

Ivón de Chartres establece una distinción entre la consagración episcopal y su encomienda de guía pastoral de todos los cristianos de la diócesis por un lado, y por otro la entrega de bienes o derechos de carácter temporal.


Ningún hombre, tal vez, está mejor retratado en sus escritos que Ivo en sus cartas y sermones; en ambos aparece como un hombre siempre fiel a sus deberes, de elevados sentimientos, lleno de celo y piedad, cabal en sus juicios, agudo jurista, íntegro, consciente de los derechos de los demás, devoto del papado y su país, al mismo tiempo desaprobaba abiertamente lo que estaba equivocado. Esto explica por qué a veces se le ha citado como el patrón de las libertades galicanas.

 Aunque murió muy pronto para testimoniar el triunfo final de sus ideas con el Concordato de Worms en 1122, sus esfuerzos y sus doctrinas puede decirse que prepararon el camino para un acuerdo satisfactorio para ambas partes.



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