San Joaquín

                                                    Padre de la Virgen María. Siglo I.

La tradición basada en muy viejos testimonios, desde muy temprano honró a los santos Joaquín y Ana como el padre y la madre de María, la Madre de Dios. Es cierto, esta tradición parece basarse finalmente en el así llamado "Evangelio de Santiago", el "Evangelio de la Natividad de la Santísima Virgen", y en el pseudo-Mateo, o "Libro de la Natividad de la Santa Virgen María y la infancia del Salvador"; y este origen probablemente suscite bien fundadas sospechas. 

Debe mantenerse en mente, sin embargo, que el carácter apócrifo de estos escritos, es decir, su exclusión del canon, no implica que no se puede tomar lo que haya de rescatable en sus afirmaciones; mezclados, en efecto, con hechos legendarios, contienen algunos datos históricos tomados de tradiciones o documentos confiables; y aunque es difícil distinguir el grano de la paja, sería imprudente y acrítico rechazar indiscriminadamente todo.

Mucho más interesantes son las bellas líneas en las que el "Evangelio de Santiago" describe cómo, en su ancianidad, Joaquín y Ana recibieron el premio a sus oraciones. La tradición señala que los padres de la Santísima Virgen que, aparentemente, vivió primero en Galilea, vino luego a establecerse a Jerusalén; allí la Virgen habría nacido y sido criada; allí también murieron y fueron enterrados sus padres.

El "Libro sobre la Natividad de María" es un texto que algunos fechan en el siglo IX y se basa en otro libro apócrifo titulado "Evangelio de Pseudo Mateo", este último escrito durante los siglos V o VI. 

Las genealogías de Jesús en los evangelios de Mateo​ y Lucas​ no especifican el nombre de los padres de María, pero parece que nombran a dos padres diferentes para su esposo José. Muchos académicos, empezando por Juan Damasceno en el siglo viii, y sobre todo los académicos protestantes, han argumentado que la genealogía del Evangelio de Lucas es el árbol familiar de María​ y que su padre se llamaba Helí.​ Para resolver el problema de que el padre de José sea distinto en ambos evangelios canónicos (uno descendiente de Salomón, hijo de David; y otro descendiente de Natán, hijo de David) una tradición del siglo vii especificó que Helí era primo-hermano de Joaquín. 

De acuerdo con la tradición, Ana nació en Belén, región de Judea, y se casó con Joaquín, que era de Nazaret, región de Galilea. Ambos eran descendientes del rey David. En el Protoevangelio de Santiago, Joaquín es descrito como un hombre rico y piadoso, que solía dar donativos a los pobres y a la sinagoga de Séforis. Según la tradición, vivieron primero en la región de Galilea y, posteriormente, se asentaron en Jerusalén, en la región de Judea.

Ambos eran personas justas hasta el punto que para cumplir rectamente la voluntad del Señor, hacían tres partes de lo que ganaban: una la daban para el templo y para los que cuidaban de él, otra para los peregrinos y los pobres, y la tercera se la guardaban para ellos y para su familia. 

Joaquín y Ana, a pesar del amor y de la felicidad que les unía, no habían tenido hijos durante sus primeros 20 años de matrimonio. Ante tal situación, hicieron una promesa al Señor que consistía en que si les daba un descendiente, lo consagrarían a su servicio. Para obtener tal gracia, todos los años se desplazaban a Jerusalén en las tres fiestas principales. El día de la Fiesta de la Dedicación, Joaquín fue a Jerusalén con los de su tribu y se acercó con los demás al altar para presentar la ofrenda de sus cosechas, pero el sacerdote, al verlo, lo rechazó con gran indignación diciéndole que no tenía derecho a acercarse al altar porque un hombre estéril como él que no había hecho crecer el pueblo de Dios, no podía andar con los que no estaban bajo su misma condición. Cabe decir, que en aquellos tiempos, el pueblo de Israel consideraba como una maldición la esterilidad.

Joaquín quedó muerto de vergüenza, y así lo narra también el evangelio del "Libro sobre la Natividad de María" que explica que ante tal situación injusta, el santo se retiró a las praderas donde estaban los pastores con sus rebaños, sin querer volver a su casa para no exponerse a los desprecios por parte de los paisanos que habían presenciado la escena y oído lo que el Sumo Sacerdote le había echado en cara. 

Después de unos meses de gran soledad, se le presentó un ángel de Dios, rodeado de un inmenso resplandor que le comunicó: "Joaquín, no tengas miedo ni te asustes por mi visión. Has de saber que soy un ángel del Señor. Él me ha enviado a ti para anunciarte que tus plegarias han sido escuchadas y que tus limosnas han subido hasta su presencia. Ha tenido a bien poner sus ojos en tu confusión, después de que llegó a sus oídos el desprecio de esterilidad que injustamente se te dirigía. Dios es verdaderamente vengador del delito, pero no de la naturaleza. Y por eso, cuando tiene a bien cerrar la matriz, lo hace para poder abrirla de nuevo de una manera más admirable y para que quede bien claro que la prole no es fruto de la pasión, sino de la libertad divina".

El ángel le pone a Joaquín diferentes ejemplos, como los de Sara que a los 80 años engendró a Isaac, o el de Raquel que tuvo a José. El ángel le comunica que la hija que van a tener llevará por nombre María y que esta vivirá consagrada a Dios desde su niñez en consonancia con el voto que realizaron. El libro apócrifo añade: "siendo virgen, engendrará a su vez de manera incomparable al Hijo del Altísimo. El nombre de éste será Jesús, porque de acuerdo con sus significado ha de ser el Salvador de todos los pueblos". 

El mismo ángel se apareció después a Ana notificándole su conversación con Joaquín, y ésta salió al encuentro de su esposo que se abrazaron ante la gran alegría. Aunque en el "Libro sobre la Natividad de María" menciona que María habría nacido en Nazaret, otros textos apócrifos señalan la natividad de María en Jerusalén, concretamente en el actual templo dedicado a Santa Ana. Esta última versión, es la más apoyada por la mayoría de historiadores y teólogos.

Una tradición muy viva en la Edad Media, narra que unos años después del nacimiento de María, Joaquín falleció y Ana se casó por segunda vez con un hombre llamado Cleofás, del que tuvo una hija que se llamó también María. Esta segunda hija fue la madre de Santiago el Menor (el apóstol), José Barsabá, Judas Tadeo y Simón el Zelote, estos dos últimos también apóstoles. Estos hijos serían lo que los evangelios de Mateo 13:55 y el de Marcos 6:3, nombra bajo el nombre de "hermanos", cuando lo correcto sería el de "primos", los primos de Jesús. La tradición explica también que Cleofás falleció y que Ana se volvió a casar por tercera y última vez, con un hombre llamado Salomás, con quien tuvo una tercera hija, llamada María Salomé que contrajo matrimonio con Zebedeo y que fue la madre de los apóstoles Santiago el Mayor y de Juan el Evangelista.

Ana tuvo también otra hermana llamada Sobé, madre de Santa Isabel. Como sabes, Isabel se casó con Zacarías y los dos fueron los padres de Juan el Bautista, primo de Jesús. 

Hay en todas estas tradiciones alguna cosa cierta que nos narran los evangelios oficiales: que Isabel estuvo casada con Zacarías y que engendraron a Juan el Bautista o que María Salomé se casó con Zebedeo y que fue la madre de los apóstoles Santiago el Mayor y de Juan el Evangelista. Por contra, en ningún pasaje del Nuevo Testamento se especifica que Ana se casara tres veces. Ya se dijo anteriormente que no sabemos nada de cierto de los padres de María y que todo lo que conocemos es gracias a tradiciones y a los textos de los evangelios apócrifos.

La devoción a Santa Ana es más popular y más antigua que la de San Joaquín. El 25 de julio del año 550 se dedicó una basílica dedicada a Santa Ana en Constantinopla, la actual ciudad turca de Estambul. Desde entonces, las iglesias orientales celebraron su fiesta en esa fecha. Siglos más tarde, y sobre todo a raíz de las Cruzadas, la onomástica se difundió en Occidente, pero la celebración no se colocó en el mismo día sino en el siguiente, el 26. Finalmente, en 1584 la fiesta quedó fijada para toda la Iglesia, tanto en los países orientales como en los occidentales.

El culto de San Joaquín se introduce hacia el siglo XIV, época en la que también se populariza el culto de San José, y se consolida dos siglos más tarde. La fiesta se celebraba primero el 20 de marzo; luego, en 1738 se trasladó al domingo siguiente al 15 de agosto (Asunción de la Virgen); y finalmente, a principios del siglo XX, el Papa Pío X la fijó en el día siguiente de la Asunción, el 16 de agosto. Pero a raíz de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, en 1969, se unió la conmemoración de los padres de María en una única fiesta, la del 26 de julio. Una decisión acertada.



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