San Juan Bautista de La Salle

 

              Fundador del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. 1719.

 Reformador educativo y padre de la pedagogía moderna. Nació en Reims, Francia en 1651. La familia de La Salle tiene sus orígenes en Johan Salla, quien, a principios del siglo IX fue Comandante en Jefe del Rey Alfonso el Casto de Castilla. No fue, sin embargo, sino hasta alrededor de 1350 que la rama menor de esta familia, de la cual descendió nuestro santo, se mudó a Francia y se estableció en Champagne. 


Juan Bautista fue el primogénito de Luis de la Salle y Nicolle de Moet de Brouillet. Sus padres descendían de familias nobles. Bajo la dirección de su piadosa madre, Juan Bautista dio desde niño muestras de una piedad anunciadora de que, un día, sería sacerdote.

 Las familias pudientes de Reims gozaban de dos opciones a la hora de inscribir a sus hijos al colegio: el Bonorum Puerorum (colegio de los niños buenos) o el de los Jesuitas. Por su parte, Juan Bautista ingresó al primero de estos, a los 10 años de edad. Transcurridos ocho años de estudio, recibió el título de Maestro en artes.

Louis de la Salle, acariciaba la esperanza de que Juan Bautista escogería la carrera de abogado y continuaría con la tradición de la familia. Pero el joven de la Salle insistió en que sentía el llamado de servir a la Iglesia y por lo tanto, recibió la tonsura clerical en 1662 a los 11 años de edad y fue instalado solemnemente como Canónigo de la Sede Metropolitana de Reims en 1667 a los 16 años.

Cuando de la Salle hubo completado sus cursos clásicos, literarios y filosóficos y se graduó, fue enviado a Paris al Seminario de San Sulpicio en 1670. Nueve meses después de su llegada a Paris, su madre murió y en 1672 su padre falleció. Dicha circunstancia lo obligó a dejar San Sulpicio. Aún no tenía 21 años y ya era el jefe de su familia y por consiguiente tenía la responsabilidad de educar a sus hermanos. Fue ordenado presbítero por el Arzobispo de Reims en 1678. 

La tradición asegura que, en 1679, frente al convento de las Hermanas del Niño Jesús, conoce a Adrián Nyel, un maestro que había venido a Reims con el fin de abrir escuelas gratuitas para los niños pobres. Por medio de él empieza a entrar en contacto con el mundo escolar. 

En aquella época, sólo algunas personas vivían con lujo, mientras la gran mayoría vivía en condiciones de extrema pobreza: los campesinos en las aldeas y los trabajadores miserables en las ciudades. Sólo un número reducido podía enviar a sus hijos a la escuela. La mayoría de los niños tenían pocas posibilidades de futuro. Conmovido por la situación de estos pobres que parecían "tan alejados de la salvación" en una u otra situación, tomó la decisión de poner todos sus talentos al servicio de esos niños, "a menudo abandonados a sí mismos y sin educación".


En 1681 alquiló una casa para los maestros, los invitaba a comer a la suya y, poco a poco, les infundió los altos ideales educativos que empezaban a tomar forma en su mente. A pesar de que los modales un tanto groseros de los profesores le molestaban, el santo les ofreció alojamiento en su propia casa para poder vigilar de cerca su trabajo.

 El resultado fue desalentador, pues dos de los hermanos del santo partieron al punto para no convivir con aquellos palurdos y, cinco de los profesores le abandonaron al poco tiempo, porque no querían o no podían someterse a la severa disciplina que el santo les imponía. El reformador supo esperar y Dios premió su paciencia. Al poco tiempo, se presentaron otros candidatos para formar el primer núcleo de la nueva congregación. 

El santo abandonó la casa paterna y se fue a vivir con sus profesores en un edificio de la Rue Neuve. El movimiento se dio a conocer gradualmente y empezaron a llegar peticiones de diferentes ciudades para que enviase a sus profesores. En parte, por razón de sus múltiples ocupaciones, y en parte también, para no disfrutar de rentas y asemejarse a sus discípulos, San Juan renunció a su canonjía.


Su empresa se encontró con la oposición de las autoridades eclesiásticas que no deseaban la creación de una nueva forma de vida religiosa, del tipo de una comunidad de laicos consagrados ocupándose de las escuelas "juntos y por asociación". 

Los estamentos educativos de aquel tiempo quedaron perturbados por sus métodos innovadores y su absoluto deseo de gratuidad para todos, totalmente indiferente al hecho de saber si los padres podían pagar o no. 

Pronto inauguró cuatro escuelas. Pero su principal problema era la formación de los profesores. Finalmente, en una junta con doce de los primeros postulantes, se decidió a redactar una regla provisional. Según ella, los profesores harían anualmente un voto de obediencia hasta que se viese claramente si tenían o no vocación. En la misma junta se adoptó para la nueva congregación el nombre de Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. 

La primera prueba que sufrieron fue una epidemia. El santo la atribuyó a su falta de previsión y convenció a sus hijos para que eligiesen a otro superior; pero el Vicario General de la diócesis le obligó a tomar de nuevo el gobierno, en cuanto la noticia llegó a sus oídos. A decir verdad, eran muy necesarias la prudencia y la habilidad de San Juan Bautista de la Salle, pues las circunstancias iban a hacer que la nueva congregación se desarrollase mucho más de prisa de lo que se había previsto y que ampliase, al mismo tiempo, su campo de actividades. 

Hasta entonces, los miembros de la congregación habían sido hombres maduros; pero por aquella época empezaron a presentarse candidatos de 15 a 20 años. Por una parte, hubiese sido una lástima rechazar aquellas vocaciones tan prometedoras; pero por la otra, era imposible que hombres tan jóvenes pudiesen adaptarse al rigor de una regla trazada para hombres maduros. Para resolver el problema, San Juan Bautista instituyó, en 1685, una especie de noviciado. Reservó para los jóvenes una casa especial, redactó para ellos una regla más sencilla, y los puso bajo el cuidado de un hermano con experiencia, aunque él conservaba la supervisión general.

 Pero al poco tiempo, se presentó otro problema semejante y a la vez diferente: los párrocos de los alrededores enviaban al santo algunos jóvenes para que los formase como profesores y los enviase después, a enseñar en sus parroquias. San Juan Bautista fundó otra casa especial para ese tipo de candidatos y se encargó de su formación. Así quedó establecido en Reims, en 1687, el primer instituto para la formación de profesores, al que siguieron el de París (1699) y el de Saint-Denis (1709).

A pesar de todo, La Salle y sus hermanos lograron con éxito crear una red de escuelas de calidad, caracterizada por el uso de la lengua vernácula, los grupos de alumnos reunidos por niveles y resultados, la formación religiosa basada en temas originales, preparada por maestros con una vocación religiosa y misionera a la vez y por la implicación de los padres en la educación.

 Además, La Salle fue innovador al proponer centros para la formación de maestros seglares, escuelas de aprendizaje para delincuentes, escuelas técnicas, escuelas secundarias de idiomas modernos, artes y ciencias, cursos dominicales para jóvenes trabajadores y una de las primeras instituciones para la reinserción de "delincuentes".

San Juan Bautista decía a sus religiosos que ellos debían ser los "ángeles de la guarda" de sus alumnos: "Si queréis cumplir vuestro ministerio, debe ser en cuanto ángeles custodios de los niños que instruís". Instaba a sus profesores a tener un "celo ardiente" para atender a los alumnos: "Ni habéis de daros por satisfechos con impedir que cometan el mal los niños confiados a vuestra solicitud. Es necesario, asimismo, que los instéis a obrar el bien y a ejecutar las acciones virtuosas de que son capaces".

Hasta el período de 1684, el Instituto no tenía las características de una organización permanente. De 1694 a 1717, la lucha por la subsistencia fue más que crítica. En 1692 el instituto estaba tan debilitado por las muertes y renuncias que de La Salle apenas pudo encontrar dos hermanos que estuvieran dispuestos a atarse por medio de un voto para mantener las escuelas gratuitas. 

La muerte de Henri L'Heureux en diciembre de 1690, materialmente afectó las reglas de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. De La Salle pretendiendo que este dotado y joven hermano fuese el futuro Superior de la Congregación, mantuvo la esperanza de que se ordenara sacerdote, y con esto en mente, lo envió a París a estudiar teología en la Sorbona. Después de un brillante curso, el Hermano Henri L'Heureux estaba listo para ordenarse, pero antes de esto, el joven candidato enfermó y murió. La pérdida de este hermano fue un duro golpe para el fundador. Después de pasar toda la noche en oración, se levantó, no solo confortado, sino fortalecido e iluminado sobre el carácter de su futuro Instituto. Entonces determinó que no debería haber sacerdotes entre los miembros de su instituto.


Durante los siguientes 10 años el santo fundador se vio envuelto en una serie de dificultades para la preservación de su instituto, en el curso de los cuales su nombre fue atacado y se le negó justicia en los tribunales civiles. Sufrió persecución por algunos grupos de docentes y tuvo que acudir a varios juicios por acusaciones falsas. 


Los maestros calígrafos, que enseñaban a escribir cobrando por ello, empiezan a quedarse sin alumnos porque los Hermanos no cobraban y enseñaban mejor. Comienzan a molestar a los Hermanos; entran en sus clases rompiendo y quemando mesas, bancos y todo lo demás y, finalmente, llevan a juicio a La Salle. A pesar de que Juan Bautista lo gana, los problemas no terminan: algunos de aquellos jóvenes generosos y sinceros, que se han hecho Hermanos y a los que La Salle quiere mucho, lo abandonan e incluso traicionan. Ante todo esto, Juan Bautista piensa que la culpa de todas las dificultades la tiene él y marcha a Parmenia para reflexionar y rezar. Al cabo de un tiempo, los Hermanos le piden que vuelva para responsabilizarse de las escuelas. Juan Bautista obedece y vuelve, pero a medida que pasa el tiempo su salud empeora.


San Juan Bautista había tenido que hacer frente a muchas pruebas. A las defecciones de algunos de sus discípulos se añadía el rencor de los profesores laicos, quienes consideraban la actividad del santo como una intrusión en su propio campo. En una ocasión la conducta imprudente de dos hermanos que ocupaban puestos de importancia, puso en peligro la vida misma de la congregación. El arzobispo de París recibió quejas de que se trataba a los novicios con demasiado rigor y mandó al Vicario General para que hiciese investigaciones. Los mismos novicios testimoniaron, unánimemente, en favor de su superior; pero el Vicario General, que tenía ciertos prejuicios contra la congregación, presentó un informe desfavorable.

 El arzobispo procedió a deponer del superiorato a San Juan Bautista, quien acogió la sentencia sin una palabra de queja. Pero cuando el Vicario General trató de imponer como superior a un extraño, originario de Lyon, todos los hermanos declararon por unanimidad que su verdadero superior era el Padre de la Salle y que estaban decididos a abandonar la congregación antes de que aceptar a otro. Posteriormente, el santo les obligó a someterse formalmente; entretanto, el arzobispo echó tierra al asunto y San Juan Bautista fue, como siempre, el superior. 

                                               

Poco después, al trasladarse el noviciado de Vaugirard a una casa más grande en París, así como al fundarse allí unas escuelas relacionadas con él, los profesores laicos, los jansenistas y todos los que se oponían a la educación de los pobres, organizaron un violento ataque contra la congregación. San Juan Bautista se vio envuelto en una serie de procesos y tuvo que cerrar todas sus casas y escuelas de París. 

Al cabo de algún tiempo se calmó la tempestad, tan súbitamente como se había desatado y, los Hermanos de las Escuelas Cristianas volvieron a la capital, donde ampliaron todavía más sus instituciones.

De La Salle fue siempre prudente y siempre estuvo inspirado por Dios, por ello no cejó en darle a su instituto un carácter positivo para cumplir su objetivo: la educación cristiana de la juventud. Un estudio de las extraordinarias condiciones religiosas, sociales y educacionales de la época en que de la Salle fundó el instituto muestra el peculiar carácter de las dificultades que tuvo que enfrentar y sobrellevar. 

El jansenismo había ganado adeptos en Francia y diseminado sus perniciosas doctrinas; adoptaba disensiones internas y promovía el galicanismo, con gran detrimento de la fe y de la lealtad a la Santa Sede.  En el orden social, un espíritu de exagerada independencia condenaba la autoridad o la ignoraba. Cuando tales condiciones prevalecen en las clases privilegiadas, uno se pregunta cuál sería la condición de las masas. Las interminables guerras internas y externas, con sus correspondientes males, producían un efecto desastroso en la gente. Las demandas exorbitantes por parte de los oficiales del ejército, la violencia de la soldadesca, la rapiña de los supervisores, los saqueos, hambrunas y ruina, dejaban a provincias enteras de Francia bajo el peso de terribles sufrimientos y miseria inenarrable. 

Aún cuando la oscuridad del caos interno fue momentáneamente iluminada con las espléndidas victorias en el extranjero, el triste efecto de la gloria del reinado de Luis XIV hizo de las quejas en los cotos que fuesen más amargas debido a la pérdida de los seres queridos en los campos de batalla. Las escuelas estaban pobres y negligentemente atendidas. Los niños y la gente generalmente eran ignorantes y el vicio, de acuerdo con las autoridades contemporáneas era flagrante en todas las clases. 

De La Salle cuidadosamente estudió estas condiciones y, movido por la compasión por los pobres, resolvió mejorar su estatus moral y social. El fundador analizó la situación y propuso como remedio la creación de escuelas gratuitas populares adecuadamente equipadas y a cargo de celosos maestros, quienes implantarían en los corazones de los niños la semilla de aquellas virtudes que tendieran a regenerar tanto a los alumnos como a sus padres. Vio que una Congregación religiosa compuesta por hombres ilustrados, ansiosos de la salvación de las almas, podría luchar contra la irreligiosidad, el vicio y la ignorancia.

Las varias reformas educativas introducidas por de La Salle probaron que legislaba sabiamente, se convirtió en el creador de un sistema de pedagogía psicológica que incluía los principios esenciales posteriormente adoptados por otros reformadores educativos. Con el enfoque científico percibió lo absurdo de mantener los textos latinos para enseñar el arte de leer. Para dicho cambio, él dio las siguientes razones:

La enseñanza del arte de leer en escuelas primarias, por medio de la lengua vernácula, es mucho más útil que con los textos latinos.

* La lengua vernácula es más fácil de enseñar a los niños, quienes ya tienen algún conocimiento de la misma, que el latín, del cual son completamente ignorantes.

Se requiere considerablemente menos tiempo para aprender el arte de leer en vernácula que en una lengua extranjera.

* Los niños y niñas que asisten a las escuelas primarias, pueden solo permanecer unos pocos años en instrucción. Ahora, si se les enseña a leer de un texto latino, generalmente dejarán la escuela sin ser capaces de leer en la lengua vernácula, y con un imperfecto conocimiento de cómo leer en latín. Así pues, pronto olvidarán lo poco que aprendieron.

* Leer es uno de los métodos más eficaces de adquirir conocimiento. Seleccionando cuidadosamente los libros, los niños que puedan leer en la lengua vernácula pueden llevar la doctrina cristiana dentro del círculo familiar y, por las noches, leer algunos libros útiles o instructivos a la familia reunida; si solo pudieran leer latín, sin entenderlo, resultarían privados de muchos beneficios valiosos resultantes de la lectura inteligente de un buen libro.

Este hecho prueba que de la Salle era un profundo pensador, un genio de la educación popular. Abarcó a todas las clases y condiciones de la sociedad. Haciendo las escuelas populares gratuitas, abarcó las necesidades crecientes de la sociedad en su tiempo y en todos los tiempos. Ninguna fase del problema educativo escapó a su penetrante visión.

Debido a que de La Salle está especialmente identificado con el "Método Simultáneo" de enseñanza, una explicación del método y su historia probará el interés del educador. Mediante el "Método Simultáneo," los alumnos se clasifican de acuerdo a su capacidad, colocando a aquéllos con alcances similares en la misma clase, dándoles los mismos libros de texto y pidiéndoles que tomen la misma lección con el mismo maestro. 

Este método ha pasado la prueba del tiempo y la experiencia, y es el que los Hermanos de las Escuelas Cristianas y la mayoría de las instituciones educativas siguen utilizando actualmente. Como toda idea fructífera, el "Método Simultáneo" no es resultado exclusivo de un solo hombre. Difiere notablemente del sistema universitario de la Edad Media. Los jesuitas organizaban cada clase en subdivisiones; cada división estaba comandada por un alumno avanzado llamado Decurión, a quien los niños repetían sus lecciones cada determinado tiempo, mientras que los maestros corregían ejercicios u oían las lecciones de alumnos particulares. Después, toda la clase recibía explicaciones del maestro.

Es verdad, que de La Salle, al establecer su instituto, tenía en mente, principalmente la escuela primaria y elemental, la cual fue la real razón de ser de la existencia de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Fue el organizador de la instrucción pública de su tiempo y ningún maestro de pedagogía le negará esa distinción. Pero, si bien la escuela primaria fue el principal trabajo de La Salle, hubo aún otro campo de trabajo, el cual revela su gran genio.

 De La Salle había sido golpeado por la seria grieta en la instrucción reservada a los niños acomodados, quienes eran dedicados a las profesiones liberales. Así, mientras organizaba la escuela primaria, también creó, en 1705 un establecimiento especial desconocido hasta entonces en el mundo educativo. 

Esta nueva creación fue el internado en Saint-Yon, donde inauguró el sistema de la moderna instrucción secundaria. Saint-Yon fue el modelo para dichos colegios y el de Passy, Paris, se convirtió en el ejemplo moderno de instituciones similares en Francia y en cualquier otro lugar. Drury, en su reporte acerca de la educación técnica, dice que Francia está, indudablemente en deuda con de La Salle por la instalación y popularización práctica de esa forma de instrucción.

Los últimos años de la Salle pasaron en retiro en Saint-Yon. En abril de 1719, entregó su alma al Creador. Fue beatificado en 1888 y canonizado por León XIII en 1900.

En 1734, sus restos fueron trasladados a la capilla de su pensionado en Saint-Jean y, en 1835, a la de la Escuela Normal de Ruan.

                                            Reliquias de San Juan Bautista de la Salle

En 1888, con motivo de su beatificación, se volvieron a trasladar a la capilla del Pensionado de San Juan Bautista de La Salle, también en Ruan. 

Para evitar las persecuciones anticlericales que tuvieron lugar en Francia a principios del siglo XX, sus restos fueron depositados en Lembeek (Bélgica) el 29 de junio de 1906. Finalmente, el 25 de enero de 1937 fueron llevados a la Casa Madre de la Congregación Lasaliana en Roma, donde continúan.

Actualmente, el Instituto se encuentra presente en 85 países, contando con más de 750.000 alumnos y 60.000 colaboradores seglares que trabajan con los Hermanos; trabajan prácticamente en todos los países de América Latina.



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