San Juan Evangelista

 

                                                                       Apóstol. 100.

Juan era hijo de Zebedeo y de Salomé, y hermano de Santiago el Mayor. Originalmente ambos eran pescadores y trabajaban junto a su padre en el lago de Genesaret. De acuerdo a la explicación habitual, totalmente probable, los dos hermanos fueron durante un tiempo discípulos de Juan el Bautista, y Cristo los llamó de entre el círculo de seguidores de Juan, junto a Pedro y Andrés. 

Así, del hecho de que Santiago sea siempre colocado antes, se concluye que Juan era el más joven de los dos hermanos. En cualquier caso, Juan tuvo una importante posición entre los Apóstoles. Pedro, Santiago y él fueron los únicos testigos de la resurrección de la hija de Janiro (Marcos, 5:37), de la Transfiguración, y de la Agonía en Getsemaní. 

Únicamente Pedro y él fueron enviados a la ciudad para encargarse de los preparativos de la Última Cena. Durante la Cena, estuvo sentado en la mesa junto a Cristo, sobre cuyo pecho se apoyó. 

Juan, solo, permaneció junto a su amado Maestro al pie de la Cruz en el Calvario, con la Madre de Jesús y las mujeres piadosas, y tomó a la afligida Madre bajo su cuidado como último legado de Cristo. 

Después de la Resurrección, Juan fue, junto con Pedro, el primero de los discípulos que, apresuradamente, acudió al sepulcro y fue el primero en creer que Cristo había resucitado realmente. 

Cuando posteriormente Cristo apareció en el lago de Genesaret, Juan fue asimismo el primero de los 7 discípulos presentes que reconoció a su Maestro de pie en la orilla.

El cuarto evangelista nos ha mostrado lo cercana que era la relación que siempre mantuvo con su Señor y Maestro a través del título que suele utilizar para llamarse a sí mismo, sin mencionar su nombre: “el discípulo amado de Jesús”. 

Después de la Ascensión de Cristo y la bajada del Espíritu Santo, Juan junto a Pedro, tuvo un importante papel en la fundación y dirección de la Iglesia. Le vemos en compañía de Pedro en la curación del paralítico en el Templo. Junto a Pedro, es también encarcelado. De nuevo, lo encontramos con el Príncipe de los Apóstoles visitando a los recién convertidos en Samaria.

No disponemos de información segura relativa a la duración de esta actividad en Palestina. Aparentemente Juan y el resto de los Apóstoles permanecieron unos 12 años en este primer campo de labor, hasta que la persecución de Herodes Agripa I llevó a la dispersión de los Apóstoles a lo largo de las distintas provincias del Imperio Romano.

Escribió su Evangelio en Éfeso y vivió allí hasta el reinado de Trajano. Con Eusebio y otros, nos vemos obligados a establecer el destierro del Apóstol a Patmos durante el reinado del Emperador Domiciano (81-96). 

Con anterioridad a esto, según el testimonio de Tertuliano, Juan había sido arrojado dentro de un caldero con aceite hirviendo frente a la Puerta Latina en Roma, sin haber sufrido daño alguno. 

Después de la muerte de Domiciano, el Apóstol volvió a Éfeso durante el reinado de Trajano, y allí murió hacia el año 100 d.C., ya de muy avanzada edad. Fue materia de su preocupación las 7 iglesias de Asia Menor (Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea). Él, vivía en la ciudad de Éfeso. 

Durante el reinado del Emperador Domiciano, (año 81-96) San Juan fue llamado a Roma, como el único sobreviviente entre los Apóstoles, y por orden de este perseguidor de la Iglesia fue arrojado en aceite hirviente, pero la fuerza del Señor lo conservó ileso, como a los tres adolescentes en el horno de fuego.

Entonces el Emperador Domiciano, lo exilió a la isla de Patmos. Aquí San Juan escribió “El Apocalipsis” o la Revelación sobre el destino de la Iglesia y el mundo entero. 

Después de la muerte de Domiciano, el Apóstol Juan volvió del destierro a Éfeso. Los Obispos y los presbíteros de la Iglesia de Éfeso le mostraron tres Evangelios, escritos por los Apóstoles Marcos, Mateo, y Lucas. Habiendo aprobado los Evangelios, el Apóstol Juan, a pesar de ello, consideró imprescindible completar lo que en ellos dejaron pasar (faltaba) y que él, como el último de los testigos oculares conocía bien. Ello era muy importante ya que a fines del siglo I, en el mundo de los cristianos, se propagaron unas cuantas, sectas gnósticas muy activas, las cuales rebajaban e incluso rechazaban la Divinidad del Señor Jesucristo. Era imprescindible proteger a los creyentes de estas enseñanzas.

A la tradición de los discípulos de Juan se le atribuyen las tres "cartas", que tienen también un sabor de breves homilías. El Apocalipsis es un libro canónico, reconocido como inspirado que nació en los ambientes de las iglesias de tradición joánica que sufrían los ataques de las doctrinas gnósticas. Éste, que es el último libro de la Biblia, usa un género literario semejante al de algunos libros proféticos del Antiguo Testamento, como el libro de Daniel (Dn 7), de Ezequiel o de Zacarías. 

La palabra Apocalipsis es la transcripción de un término griego que significa Revelación y no destrucción, como a veces se piensa. Juan dirige siete cartas a las siete iglesias (Ap 1-3) para transmitirnos por medio de personajes y de símbolos muy fascinantes, un mensaje muy concreto de esperanza en que el Cordero degollado (Ap 5,12), o sea, Cristo Salvador triunfará sobre todas las persecuciones y las oposiciones de las fuerzas del mal al Reino de Dios y hará nuevas todas las cosas. Esto sucederá cuando Dios establecerá su Reino de justicia, de amor y de paz al final de los tiempos.

En este libro se muestra, con numerosos y sugestivos símbolos, como los siete sellos (Ap 6-8,1), las siete trompetas (Ap 8.6-11,19), los siete ángeles con las siete copas (Ap 15,5-16,21), el fatigoso camino y la lucha que los creyentes de todos los tiempos tienen que afrontar para que un día se realice la edificación de la Nueva Jerusalén (Ap 21-22), hoy diríamos la Civilización del Amor, de la fraternidad y del cuidado de la vida, cuando Jesús, el Alfa y Omega (Ap 22,13), regrese al final de los tiempos. 

En este sentido, el Apocalipsis es también un libro profético que interpreta la acción de Dios en la historia, asegurando que el Testigo fiel y veraz (Ap 3,14), regresará pronto (Ap 22,20) y vencerá definitivamente al mal, al dolor y a la muerte (cAp 22,1-5).

Evangelio de Juan:

En su Evangelio el Apóstol Juan narró las palabras de Cristo, dichas por Él en Judea, dirigidas a los legistas instruidos, y que por esto fueron más difíciles en su comprensión, y posiblemente, por esa causa no fueron incluidas en los tres primeros Evangelios que eran destinados a los nuevos paganos conversos. Al comenzar la elaboración del Evangelio, prescribió un ayuno a la Iglesia de Éfeso y se fue a la montaña con su alumno Prócoro, en la cual escribió el Evangelio, que lleva su nombre.

Desde la antigüedad el Evangelio del Apóstol San Juan fue denominado "El Evangelio Espiritual". Preeminentemente, en él, en comparación con los tres primeros están contenidas las enseñanzas de Jesús, que se refieren a la verdad de la Fe: sobre la Encarnación, la Trinidad, la redención del hombre, de la reconversión espiritual, de la Gracia del Espíritu Santo, y del sacramento de la Comunión. San Juan desde las primeras palabras en el Evangelio lleva el pensamiento del creyente hacia el plano de la elevación de la fe sobre el origen Divino del Hijo de Dios Padre. "En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios" (Juan 1:1).

Sobre la posterior actividad del Apóstol Juan, la tradición conservó unas cuantas informaciones extraordinarias, que muestran, con cuanto amor estaba colmado su corazón. Al visitar una Iglesia del Asia Menor, San Juan entre los que escuchaban su palabra, se percató de un adolescente que se distinguía por sus dotes increíbles y se lo encomendó especialmente al Obispo. Posteriormente este joven tuvo un acercamiento con malas compañías. Se pervirtió y se convirtió en el jefe de la banda. Al enterarse San Juan, a través del Obispo, se fue a las montañas donde acechaban los malhechores, fue tomado y llevado por ellos al jefe. Viendo al Apóstol, el joven se conmocionó y trató de huir. Pero San Juan, lo siguió y lo animó con palabras de amor, lo condujo a la Iglesia, compartió con él el arrepentimiento y no se tranquilizó hasta reconciliarlo definitivamente con la Iglesia.

San Juan el Teólogo falleció de muerte natural (el único de los Apóstoles), cerca de los 105 años, durante el reinado de Trajano. Las circunstancias de la muerte del Apóstol fueron inusuales y enigmáticas. 

Por insistencia de San Juan él fue enterrado vivo. Al día siguiente al desenterrar el sepulcro del Apóstol, este se hallaba vacío. Este suceso es como que afirma el supuesto de algunos cristianos, de que el Apóstol no murió y de que vivirá hasta la segunda llegada de Jesucristo y va a acusar al Anticristo. El motivo de la aparición de esta suposición surgió de las palabras, dichas por El Salvador poco antes de su Ascensión. A la pregunta del Apóstol Pedro, sobre que es lo que va a suceder con el Apóstol Juan, El Señor le contestó "Si quiero que se quede hasta que Yo venga, ¿Qué a ti?, Sígueme tu".  El Apóstol Juan lo remarca en su Evangelio, y: "Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría" (Juan 21:22-23).

Según San Ireneo, que toma la noticia de San Policarpo de Esmirna (murió en el 155 a los 86 años de edad) y discípulo directo de Juan, éste se estableció en Éfeso y desde allí gobernó las iglesias de Asia Menor. ¿Cuándo se trasladó Juan de Palestina a Éfeso?. Generalmente se admite que hacia el año 60, pero sin aducir razones de peso. No está desvirtuada la opinión de Teodoro de Mopsuestia, según el cual Juan se trasladó a Asia Menor a la muerte de San Pablo. 

Eran los años de la guerra romano-judía (66-70), que terminó con la destrucción de Jerusalén. Al comenzar esta guerra, muchos cristianos huyeron de la Ciudad Santa y aun de Palestina. Tal vez por esta época pasó Juan algunos años en Siria. 

Por otra parte, al morir San Pablo (año 67), ningún Apóstol había, fuera de Juan, que pudiera ocuparse de las iglesias de Asia. Sería la fecha más oportuna para que Juan se trasladara a Éfeso. Más tarde, bajo Domiciano (81-96), Juan es desterrado a la isla de Patmos, donde en el año 95, escribe el Apocalipsis; bajo Nerva (96-98) regresa a Éfeso. Allí escribe el Evangelio y las Cartas y muere en los comienzos del imperio de Trajano (98-117). Estos datos están perfectamente atestiguados por la tradición que representan escritores de la talla de San Ireneo, Clemente de Alejandría, Canon de Muratori, Eusebio, etc. Menos atestiguada está la tradición que recoge Tertuliano, según la cual Juan salió ileso, en Roma, de una caldera de aceite hirviendo en la que había sido introducido. Igualmente, sólo Ireneo narra el encuentro de Juan con Cerinto en un baño público. Los más antiguos escritores hablan de la decidida oposición de San Juan a las herejías de los ebionitas y a los seguidores del gnóstico Cerinto. En cierta ocasión, según San Ireneo, cuando Juan iba a los baños públicos, se enteró de que Cerinto estaba en ellos y entonces se devolvió y comentó con algunos amigos que le acompañaban: "¡Vámonos hermanos y a toda prisa, no sea que los baños en donde está Cerinto, el enemigo de la verdad, caigan sobre su cabeza y nos aplasten!".

Queda, pues, en pie la tradición más antigua y mucho mejor atestiguada, que sostiene la longevidad de Juan, su larga permanencia en Éfeso, y su muerte tranquila en esta ciudad, donde arqueológicamente está demostrada la existencia de su basílica sepulcro.


Evangelios Apócrifos:

Los evangelios apócrifos son todos aquellos textos religiosos centrados en Jesús que fueron descartados por los cristianos de los primeros siglos, y que no se incluyeron en el elenco de los libros de la Biblia considerados por la Iglesia como auténticos e inspirados. Tampoco son aceptados por distintos grupos de cristianos como la Iglesia OrtodoxaComunión anglicana e Iglesias protestantes. Entre esos escritos se encuentran los Manuscritos de Nag Hammadi.

La palabra “apócrifo” deriva del griego y designa algo que está “oculto” o “escondido”. Al inicio el término fue utilizado para indicar aquellos escritos que revelaban “verdades” de tipo esotérico a “iniciados”. Sin embargo hoy, el término se usa para indicar en general los escritos sobre la vida de Jesús no aceptados por la Iglesia como inspirados por la Iglesia como inspirados por Dios ni como norma de fe, a diferencia de los Evangelios atribuidos a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, y que se compusieron en la segunda mitad del siglo I. Estos últimos se llaman “canónicos” (de la “caña” usada para medir los límites) y trazan el perímetro de los textos sacros que entraron en el “Canon” de la Biblia católica, es decir, el elenco oficial de los 73 libros (46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento) fruto de un proceso de discernimiento iniciado dentro de la Iglesia en el siglo II y que prosiguió hasta el siglo IV, si bien el sello definitivo llegó con el Concilio de Trento en 1546.

Los evangelios apócrifos tienen algún parecido con los cuatro Evangelios canónicos pues presentan palabras, hechos ligados a la vida de Jesús, o narraciones más amplias sobre personajes ya presentes en los canónicos. Comenzaron a circular en el ámbito judío y cristiano a partir de la mitad del siglo II, como reflejo de tradiciones y temas populares, pero no se leían en las celebraciones litúrgicas en las primeras comunidades cristianas, ni gozaron de gran fortuna, como lo atestigua la escasez de códices existentes que nos dan noticias sobre ellos. No fueron aceptados porque se consideraban poco fiables, al haber sido compuestos en una época en la que ya habían desaparecido no sólo los Apóstoles y todos los testigos oculares de los acontecimientos ligados a la vida y la muerte de Jesús, sino también los discípulos directos de los apóstoles y los miembros de sus primeras comunidades.

Estos escritos se dividen básicamente en cuatro grupos: los mencionados por los antiguos escritores cristianos, por los que conocemos algo de su contenido, los fragmentos de papiro encontrados recientemente, los escritos que contienen detalles sobre la infancia etc. de Jesús, y los de tipo gnóstico, un movimiento herético de la antigüedad cristiana.

Algunos evangelios apócrifos, como el “Evangelio de los Hebreos”, solo lo conocemos por las noticias de los escritores eclesiásticos. Otros como el  “Evangelio de Pedro”, nos han llegado muy fragmentados, apenas algunos trozos de papiro, y no añaden prácticamente nada nuevo a los evangelios canónicos.


Imagen del códice II de Nag Hammadi, que muestra el final del evangelio apócrifo de Juan y el comienzo del evangelio de Tomás.

Otros, como el “Protoevangelio de Santiago”, el “Pseudo Mateo” o el “Pseudo Tomás”, narran datos de la vida de Jesús, de María o de San José que no aparecen en los evangelios canónicos.  Por ejemplo, del “Protoevangelio de Santiago” conocemos la presencia del buey y la mula en la gruta de la Natividad, o el nombre de los padres de la Virgen, Joaquín y Ana. 

A menudo están llenos de detalles fantásticos o piadosos. Por ejemplo, en ellos se recoge la historia de la vara florida de San José, o el nombre de los tres Reyes Magos (Melchor, Gaspar y Baltasar), o los milagros que hacía el Niño Jesús, y fueron objeto de inspiración de leyendas y obras de arte durante la Edad Media. 

Un ejemplo de esto es el “Misterio de Elche”, en España (El Misterio de Elche es una representación teatral sobre la Dormición, Asunción y Coronación de la Virgen María, que tiene lugar cada año en agosto en la basílica de Santa María de Elche, de forma ininterrumpida desde la Edad Media, En 2001 fue declarada Patrimonio de la Humanidad).

                                                               Misterio de Elche

El cuarto grupo de evangelios apócrifos son aquellos que ponen bajo la autoridad de algún apóstol doctrinas y contenidos extraños a la fe. Estuvieron relacionados con el gnosticismo, un movimiento filosófico-religioso que floreció sobre todo en el Norte de África, en los siglos II y III. La intención primaria de los gnósticos era validar su sistema de creencias, es decir, con sus escritos pretendían remontar el origen de sus creencias al mismísimo Cristo. Entre ellos destacan el Evangelio de María Magdalena, el evangelio de Tomás y el “Pistis Sophia”, entre otros.

De ellos hablaban muchos Santos Padres (nombre con el que se conoce a los principales escritores cristianos, por doctrina y santidad), desde San Clemente Romano (101) hasta San Isidoro de Sevilla (560- 636)  para rebatirlos y combatir sus derivaciones gnósticas. La mayor parte de las veces, estos escritos narraban supuestas revelaciones de Jesús después de su resurrección, sobre el principio de la divinidad, la creación, el desprecio del cuerpo, etc.

Algunos expertos, atendiendo a su contenido, suelen clasificar los evangelios apócrifos en cuatro grupos:

– Evangelios de la Infancia: narran el nacimiento de Jesús, o los milagros realizados durante su infancia.

– Evangelios de dichos: son colecciones de dichos y enseñanzas de Jesús sin un contexto narrativo. La mayor parte de ellos son gnósticos.

– Evangelios de la Pasión y Resurrección: intentan completar los relatos de la Muerte y Resurrección de Jesús.

– Diálogos del Resucitado: recogen enseñanzas del Resucitado a alguno de sus discípulos. Estos últimos son típicos de la literatura gnóstica.

Los apócrifos más conocidos son: Evangelio de Pedro, el Evangelio según Tomás, los Evangelios de la Infancia de Tomás, el Evangelio de Bartolomé, el Evangelio de María Magdalena, el Evangelio según los Hebreos, el Evangelio de Taciano (o Diatessaron), el Evangelio del Pseudo-Mateo, el Evangelio Árabe de la Infancia, el Evangelio de la Natividad de María, el Evangelio de Felipe, el Evangelio de Valentino (Pistis Sophia), el Evangelio de Ammonio, el Evangelio de la Venganza del Salvador (Vindicta Salvatoris), el Evangelio de la Muerte de Pilatos (Mors Pilati), el Evangelio según Judas Iscariote, y el Protoevangelio de Santiago.

En diciembre de 1945, en un pueblo egipcio llamado Nag Hammadi (en árabe "Pueblo de Alabanza") unos campesinos hallaron cerca de 1.000 páginas en papiro: 53 textos divididos en códices, cuya antigüedad se remonta probablemente hacia el siglo IV d.C.






 













                                                          Nag Hammadi (Egipto) 

Estaban enterrados junto al acantilado oriental en el alto valle del Río Nilo. Se tratan de traducciones originales del griego al copto, que contienen Evangelios (de Tomás y Felipe), Apocalipsis, tratados teológicos y palabras atribuidas a Jesús, de franca orientación gnóstica y considerados por la Iglesia Católica como Apócrifos.

Lo que ahora se conoce como Nag Hammadi, se llamaba antes Xhnobockeion, donde en el año 320 d.C. San Pacomio había fundado el primer Monasterio cristiano. En el año 367, el Obispo Atanasios de Alejandría emitió un decreto prohibiendo las escrituras no aprobadas por la Iglesia central. 

Esto motivó a que algunos monjes locales copiaran unas 45 de esas escrituras, incluyendo las de Tomás, Felipe y Valentín, en 13 volúmenes encuadernados en cuero. Esta Biblioteca entera fue sellada en una urna y escondida entre las piedras, por casi 1600 años. 

Sin embargo, no se consideran "Evangelios" (los de Felipe y Tomás) por varias razones. Por ejemplo, se dice que no fueron inspirados por Dios ni nacieron en comunidades cristianas, que no hablaban la lengua en que están escritos (copta sahídica). Tampoco esas comunidades cristianas tuvieron consenso en considerarlos inspirados. Su origen, a juzgar por su contenido, se da en círculos gnósticos.

En la actualidad, los escritos de Nag Hammadi tienen una gran vigencia que se extiende a varias ramas. No sería extraño que todavía se estén haciendo traducciones o actualizando las ya hechas, pues la importancia de tal descubrimiento lo hace digno de un cuidadoso rigor científico. Por otra parte, ha sido fuente para el desarrollo de numerosas investigaciones y la producción de cantidad de artículos, libros y hasta películas. La Biblia cristiana se divide en Nuevo y Antiguo Testamento, el cual a su vez se divide en Libros Protocanónicos (39 libros en lengua hebrea, canonizados primero) y Libros Deuterocanónicos (7 libros en lengua griega, literalmente significa "segundo canon"). El Antiguo Testamento tiene como base el texto masorético, autorizado por eruditos judíos.

Podría decirse que el principal criterio para calificar a un libro de apócrifo es considerar que carece de inspiración divina. El primero en usar ese término fue San Jerónimo, para referirse a los libros que llegaron a ser los Deuterocanónicos, cuando tradujo la Vulgata latina. Su origen es griego, generalmente traducido por "escondido" o "secreto". Cuando algunos apócrifos se incorporaron a la Septuaginta, los israelitas convocaron a un Concilio en Jamnia para analizarlos. Acordaron aceptar los que reunieran ciertas condiciones: concordancia con la ley mosaica, haberse escrito en Palestina y en hebreo, y antes de la muerte de Esdras, quien según los hebreos fijó bajo mandato divino la lista de libros canónicos del Antiguo Testamento. Debido a que esos libros, probablemente escritos entre 150 a.C. y 100 d.C. (por lo menos dos siglos después de que murió Esdras), no reunían las condiciones establecidas, fueron separados de los otros.

Del Nuevo Testamento, el primer intento de agrupar los libros dignos de ser integrados se da a finales del siglo II y se conoce como “Fragmento de Muratori”. Data aproximadamente de 170 o 180 d. C. y contenía los 4 Evangelios, el Apocalipsis de Juan, 13 Cartas de Pablo y Sabiduría. Faltaba la Epístola a los Hebreos y las Epístolas de Pedro.

Son numerosas las listas de libros considerados como revelados: de Melitón de Sardis (177 d.C.), Orígenes (230 d.C.), Atanasio (326 d.C.), Cirilo (348 d.C.), Hilario de Pointiers (358 d.C.), Concilio de Laodicea (363 d.C., que prohibió leer los libros apócrifos en las iglesias), Epifanio (368 d.C.), Gregorio Nacianceno (370 d.C.), Anfiloquio (380 d.C.), Rufino (395 d.C.) y Jerónimo (395 d.C.). hay quienes dicen que en el Concilio de Hipona, en 393 d.C., convocado por el Papa Dámaso, es la primera afirmación de la lista canónica. Pero es hasta el año 1546, cuando tuvo lugar el Concilio de Trento, que en su cuarta sesión del 8 de abril de ese año se fijaron definitivamente los libros canónicos y los apócrifos. Se excluyeron de la Vulgata 3 de los 10 que había agregado: el III y el IV de Esdras y la Oración de Manasés.

Los llamados Libros Canónicos son, por lo tanto, los que la Iglesia acepta como revelados por Dios. Benedicto XV, en su Encíclica Spiritus Paraclitus, dice: "Los Libros de la Sagrada Escritura (...) fueron compuestos bajo la inspiración, o la sugestión, o la insinuación, y aún el dictado del Espíritu Santo, más todavía, el mismo Espíritu fue quien los redactó y publicó." Esta misma Encíclica, se dice que Jesús afirma la iluminación divina en el escritor, donde Dios mueve su voluntad a escribir lo que ha de transmitirse a la humanidad.

En el II Concilio Vaticano, en la Constitución Dogmática "Dei Verbum" sobre la Divina Revelación, la Iglesia dice que por un acto de bondad y amor a la humanidad Dios ha decidido revelarse a sí mismo y a su voluntad. Dios se ha manifestado a los Padres de la Iglesia para prometer la salvación. Refiriéndose explícitamente al Nuevo Testamento, la Constitución sostiene que sus libros principales son los 4 Evangelios y que su origen es indudablemente apostólico, predicado por mandato de Cristo, inspirado por el Espíritu Santo y trasmitido por escrito por los 4 apóstoles. Acepta la historicidad de los Evangelios, pero afirma que son fieles a la vida de Cristo y que obedecen a una tradición oral. Lo reitera la Encíclica “Divino Afflante Spiritu”, de Pío XII en 1943.

La Iglesia Católica reitera su condena a los libros apócrifos. Pío IX, en la Encíclica “Noscitis et Nobiscum” de 1849 ataca lo que denomina "lecturas emponzoñadas" y privilegia la difusión de libros escritos por "hombres de sana y reconocida doctrina". Las raíces del gnosticismo podrían remontarse a la inversión que del sistema platónico hace Filón de Alejandría en función del judaísmo. En su planteamiento, Dios estaría por encima del Logos y del mundo de las ideas. A esto habría de unirse el platonismo medio y la difusión de religiones mistéricas, cuyo resultado sería un movimiento aristocrático (explicable por darse en medios intelectuales) cuyo contenido estaría plagado de imaginería cosmológica y filosofía. Sus principales líneas son:

*La trascendencia indudable de Dios, esto es, separado de toda forma de materia.

*La explicación del mundo sensible por una complicada genealogía de seres que se encuentran entre la materia y el Dios del cual han emanado en decadencia. Los Eones corresponden al mundo de las ideas platónicas, y se encuentran en un nivel inferior a Dios.

*La negatividad al respecto de la materia, que ocupa el menor grado en la sucesión de los seres.

*Introduce el mal y por eso no es creación divina, al contrario, su origen está en el pecado de algún ser intermedio que viene a ser el Yavé del Antiguo Testamento, el Dios semita. Para esto, el Dios verdadero envió a su hijo Jesús para liberar a quienes creyeran en Él y destruir el mal. Para Basílides, el cuerpo de Jesús fue solamente aparente para manifestarse a los hombres, hubiera sido indigno para su naturaleza un cuerpo material. Basílides, por ejemplo, sostiene que Cristo no sufrió la pasión, el crucificado fue Simón Cireneo (quien le ayudó a llevar la cruz) y luego Jesús tomó su forma y ascendió al cielo. 

*En los Apócrifos, por ejemplo en el Protoevangelio de Santiago y en general en los Apócrifos de la Natividad, se reitera la inmaterialidad de Cristo y abundan las imágenes de un Cristo vengativo y hostil con respecto a lo creado. La posición de la Iglesia es muy clara. En el decreto Ad Gentes Divinus se dice: "el hijo de Dios siguió los caminos de una verdadera encarnación, para hacer a los hombres partícipes de la naturaleza divina (...) Él tomó la naturaleza humana íntegra, cual se encuentra en nosotros". La concepción antropológica dualista, es decir, la idea de que el hombre está compuesto de un principio malo, que es la materia, su cuerpo, y otro bueno, que es su espíritu aprisionado en este mundo y que puede regresar a la región superior de donde procede. La salvación consiste en asimilar un conocimiento supuestamente oculto y que es revelado a ciertos “escogidos”. Esto es posible, no por Dios, sino por uno de los Eones intermedios, es decir, Jesús o Logos.

San Justino, San Ireneo y San Hipólito consideran que el Gnosticismo aparece en Samaria con Simón de Gitton (Hechos 40). En Hechos de los Apóstoles aparece: “Pero había allí un hombre llamado Simón, que antes había practicado la brujería y que había engañado a la gente de Samaria haciéndose pasar por una persona importante” (Hechos, 8, 9). 

Los versículos del 9 al 24 relatan que lo llamaban "el gran poder de Dios". Se convirtió y quiso comprar la facultad de hacer milagros a San Juan y a San Pedro, este último lo condenó. 

A Simón se le atribuyen tendencias gnósticas, era considerado como una encarnación divina y a su esposa Elena como la de su pensamiento. Hubo sectas consagradas a Elena, donde se despreciaba el judaísmo y se privilegiaba la magia. Según la explicación de Fraile, tales ideas no pueden ser atribuidas con propiedad a Simón, más bien, se quiso hacer de su figura una justificación de los orígenes del Gnosticismo. Tuvo por discípulo a Menandro de Capparetta.

El auge del Gnosticismo ocurre en el siglo II. Aparecen en Siria: Satornilo, Cerdón, discípulo de Valentín, y Marción, discípulo de Cerdón. En Alejandría, Basílides, su hijo Isidoro y Carpócrates. En la región itálica, aparece Valentín y su pensamiento se difunde por su región y por la oriental, a finales del siglo II y principios del III. Probablemente, haya sido el gnóstico más influyente. Su pensamiento fue ampliamente difundido, por ejemplo, por Tolomeo considerado como el autor de la principal composición gnóstica: Epístola a Flora, y Heracleón, quien le dio una exégesis de orientación gnóstica al Evangelio de San Juan.

Tiene un marcado sentido elitista. Por ejemplo, se dice que hasta inventaron un lenguaje propio, resultado de una combinación entre caracteres egipcios y griegos. En los Evangelios Apócrifos aparece con frecuencia la teoría gnóstica del docetismo, según la cual el cuerpo de Cristo es puramente aparente. La divinidad de Cristo no le permitiría, por definición, hacerse carne, su cuerpo, no pasa de ser aparente. Su principal exponente es Marción, contra quien Melitón, Obispo de Sardes, escribió “Sobre la Encarnación de Cristo”.

Durante el surgimiento de las primeras comunidades cristianas, hubo un interés popular por conocer detalles sobre la vida de Jesús, esto motivó la aparición de diversos relatos que no sólo se limitaron a leyendas, sino a la difusión de tendencias gnósticas o maniqueas. Ejemplo de estos relatos son “Pistis Sophia” y el “Libro de Juan”. A su vez, escritores ortodoxos emplearon medios similares para defender el dogma.

Fraile menciona a varios libros de carácter gnóstico: “Pistis Sophía”, de origen copto que relata el esparcimiento de los apóstoles por el mundo; Evangelios de Eva, María, Judas Iscariote, Tomás, Matías, Felipe, Basílides, de los Egipcios y de los Doce Apóstoles (podría agregarse el de Marción y el de Bartolomé); Apocalipsis de Adán, Abraham, Moisés y Nicotea. El Fragmento de Muratori habla de un documento marcionita perdido llamado “La Carta a los Alejandrinos”.

Ente los perdidos, el más antiguo que se conoce es el “Evangelio de los Egipcios”. Data del año 150 y debe el nombre a sus lectores. Revela una concepción gnóstica del alma y condena el matrimonio, en particular la lascivia que despierta la mujer. Clemente Alejandrino, Orígenes y San Epifanio lo consideran herético. Aunque parece no tener relación con este, se sabe de un “Evangelio de los Egipcios” que forma parte de los 13 volúmenes de Nag Hammadi.

El Evangelio de los Doce” es considerado por especialistas como idéntico al “Evangelio de los Ebionitas”, grupo gnóstico que en dicho Evangelio manipulan a su conveniencia el “Evangelio de San Mateo”, así como el relato de la vida de San Pedro. Algo similar ocurre con el “Evangelio de Matías”, que los seguidores de Basílides (y Clemente agrega a Valentín y Marción), emplearon para respaldar su pensamiento. Por ejemplo, Matías aparece condenando duramente la carne. Según Hipólito, Basílides decía haber escuchado de Matías discursos revelados por Dios.

Epifanio menciona en “Adversus Haeres”, el libro gnóstico apócrifo “Preguntas de María”, y al igual que Filastrio se refiere al “Evangelio de la Perfección”, quien resalta su carácter fantasioso.  Otros evangelios pertenecientes a grupos menores son el “Evangelio de los Cuatro Rincones” (gnósticos simonistas, herejes que practicaban la magia); “Evangelio de Judas Iscariote” (gnósticos "cayanitas", condenados por San Ireneo); “Evangelio de Eva” (personaje destacado en el pensamiento ofita); “Tres clases de frutos de la Vida Cristiana”; “Nacimiento de María”.

Por su parte, Basílides y Marción tienen Evangelios propios. El primero, trata principalmente de un compendio de ideas gnósticas del autor. Marción, por su parte, lo que hizo fue eliminar cuanto elemento judío pudo del Nuevo Testamento. Se dice que este evangelio es recreado en el “Evangelio de Apeles”, su discípulo. Además, Marción influyó en el “Evangelio de los Adversarios de la Ley y de los Profetas”, que San Agustín lo censura. Estos son los Evangelios Apócrifos perdidos de carácter gnóstico.

De los Fragmentos Papiráceos, cabe mencionar especialmente el “Fragmento Gnóstico de Oxyrhynchus”. Consiste en una supuesta conversación de corte gnóstico de Jesús con sus discípulos: "el Señor de todo no es el Padre, sino el progenitor. Pues el Padre es principio solamente de las cosas futuras; mas el padre de él es Dios, el progenitor de todas las cosas desde su origen en adelante". Otro fragmento es el de la “Logia de Oxyrhynchus”, donde aparece en boca de Jesús la teoría gnóstica de la ubicuidad. También los “Fragmentos Evangélicos Coptos” tienen relación, por ejemplo con el himno gnóstico de los “Hechos de Juan”. Entre estos, los Papiros Coptos de Berlín contienen 3 evangelios de carácter gnóstico: “el Evangelio de María Magdalena”, que confirma la tesis de que los textos coptos relacionada con el Gnosticismo tiene un origen helénico; el “Apócrifo de Juan”, que contiene supuestas revelaciones celestiales hacia Juan para que él las haga llegar a sus discípulos; y la “Sabiduría de Jesucristo”, de relatos cosmológicos cuya posible influencia es de Valentín. Luego, en el “Agrapha”, libro que contiene diversas sentencias atribuidas a Jesús y no incluidas en los 4 Evangelios, Jesús dice en el “Agrapha” de origen musulmán: "Dijo Jesús (a quien Dios salude): ¿Cómo va a ser contado entre los sabios el que, (después de estar) andando por la senda que conduce a la vida futura, dirige sus pasos hacia la vida de este mundo?"

A diferencia de los anteriores, estos evangelios han llegado enteros a nosotros. Su finalidad común es defender el honor de María. Entre ellos cabe destacar el “Protoevangelio de Santiago” y el “Evangelio del Pseudo Mateo”, este último se supone que es una reelaboración latina del otro. Tuvieron posteriormente una fuerte influencia. Se caracterizan por un uso de la imaginación que por momentos pareciera excesivo. Es posible ubicar presencia del gnosticismo Ofita, cuando María llega al sexto mes de embarazo y José lo ignora. En este momento, José, angustiado, piensa que al igual que Eva, María fue engañada y seducida por la serpiente.

En el Protoevangelio, hay quienes sostienen influencia docética, considerando el parto de María como medio para la manifestación aparencial del cuerpo de Cristo. En todo caso, el norte de esta clase de libros relativos a la Natividad es reiterar el carácter virginal de María, aún después del alumbramiento. Es particularmente dramático el episodio de la partera y Salomé, donde esta última examina la virginidad de María: "Por vida el Señor, mi Dios, que no creeré tal cosa si no me es dado introducir mi dedo y examinar su naturaleza. ¡Ay de mí!. ¡Mi maldad y mi incredulidad tienen la culpa!. Por tentar al Dios vivo se desprende de mi cuerpo mi mano carbonizada!".

La idea del parto virginal de María está más presente en el “Evangelio del Pseudo Mateo”, empleado por Maniqueos y Priscilianistas. Se le agrega la fecundación, por intervención divina, de Ana, esposa de Joaquín y madre de María, a pesar de su esterilidad. El Ángel enviado por Dios le dice a Joaquín: "Sábete, pues, que Ana, tu mujer, va a darte a luz una hija, a quien tú impondrás el nombre de María y ya desde el vientre de su madre se verá llena del Espíritu Santo. No comerá ni beberá cosa alguna impura ni pasará su vida entre el bullicio de la plebe..." Este párrafo particularmente muestra además la condición austera y aristocrática del Gnosticismo.

El segundo de los 13 Códices hallados en Nag Hammadi contenía en los folios 33 al 51 el “Evangelio según Tomás”, en lengua copta sahídica. Su origen probablemente se remonta al siglo II.  Actualmente, se encuentra en el Museo Copto del Antiguo Cairo. Otras partes de la biblioteca descubierta se encuentran en el Instituto Jung de Zürich. Más que Evangelio, se trata de una compilación de enseñanzas atribuidas a Cristo y reveladas a Dídimo Judas Tomás, quien las escribió dirigidas, a juzgar por su introducción, a un sector docto capaz de darles la correcta interpretación (esto es, a un sector gnóstico). 

San Agustín afirma, en “Contra epistulam quam vocant Fundamenti”, que este escrito fue conocido por el gnóstico Mani y posteriormente empleado por la secta maniquea, según los relatos de Timoteo de Constantinopla (De receptione haereticorum) y Teodoro de Raithu (De Sectis), que también mencionan el “Evangelio de Felipe”. Se considera a Tomás como autor de otros 2 escritos gnósticos: “Pistis Sophia y Actas Apócrifas de Tomás”. El sentido gnóstico de este evangelio se ubica en la ambivalencia de ciertas expresiones, como las parábolas e imágenes: Dijo Jesús: "Los fariseos y los escribas recibieron las llaves del conocimiento y las han escondido: ni ellos entraron, ni dejaron entrar a los que querían. Pero vosotros sed cautos como las serpientes y sencillos como las palomas”. (Tomás, 39).

 El “Evangelio de Felipe”, es un evangelio que la complejidad de su contenido lo hace ver dirigido a medios gnósticos capaces de interpretarlo. Su orientación es valentiniana, pues reproduce la teoría de la unión de principios a escala cósmica y cuyos resultados van degradando. Se distingue, además, entre hombres poseedores y carentes de gnosis. Hay una curiosa aprobación a ciertos tipos de sacramentos, por ejemplo, el de la redención y el bautismo tienen un claro trasfondo gnóstico. Sirven de base para este evangelio los libros canónicos de Mateo y Juan y sus Epístolas. En línea con el gnosticismo, afirma su subordinación con respecto a Dios y niega la corporeidad de Cristo. “Jesús los llevó a todos a escondidas, pues no se manifestó como era de verdad, sino de manera que pudiera ser visto (...) por ello su Logos se mantuvo oculto a todos”. (Felipe, 26)

El “Evangelio Apócrifo de Bartolomé” contiene relatos fantásticos y misteriosos, de influencia egipcia, y se preocupa de temas comunes a los gnósticos: descenso al infierno, encarnación, etc. 

Los Evangelios Apócrifos han inspirado tradiciones e iconografías alrededor del tema de la Natividad. Por ejemplo, fue la base de La Roldana para "El descanso en la huida a Egipto" de 1691, que muestra la huida de la Sagrada Familia a Egipto. Pero atendiendo a la tradición, la celebración de la Navidad en diciembre se dice que los canónicos tomaron gran parte de información de los Apócrifos. Detallan hechos específicos acerca del nacimiento de Cristo y factores que lo rodean. Por ejemplo, la llegada de los 3 Reyes Magos. Para esto, es fuente principal el “Protoevangelio de Santiago”.

Actualmente, en Valencia, España, se celebra La “Festa o Misteri d'Elx”, un drama cantado en valenciano, excepto algunos versos en latín, único en el mundo y celebrado en la Basílica de Santa María y basado en los Evangelios Apócrifos. Tratan sobre la muerte, asunción y coronación de la Virgen María, y defiende su virginidad. 

Se compone de piezas medievales, renacentistas y barrocas. Surgió en el área mediterránea de Europa. Después del Concilio de Trento las representaciones teatrales realizadas dentro de templos fueron prohibidas. “El Misteri” fue lo único que quedó gracias a una Bula emitida en la primera mitad del siglo XVII. Tiene lugar los días 14 y 15 de agosto de cada año, y al finalizar se reparten, entre los asistentes hojas de palma bendita.

El más importante sin lugar a dudas sería el "Proto Evangelio de Santiago". Este escrito es el apócrifo ortodoxo más antiguo que se conserva íntegro y que más ha influido en las narraciones sobre la vida de María y de la infancia de Cristo. Este escrito realizado por un desconocido, lo firmó y atribuyó a Santiago el Menor, con el fin de que alcanzara popularidad y prestigio. Parece haber sido escrito en diferentes etapas; la primera de las cuales no es anterior a la mitad del siglo II (160) y su redacción final, tal como la tenemos ahora no va más allá del siglo IV.

Podemos decir que el "Proto Evangelio de Santiago" pretende ante todo proteger la Virginidad Perpetua de María que se vería amenazada en el siglo II por el ataque de los paganos y de algunas sectas judaicas. El autor, al parecer, sería un cristiano helenista de Egipto o del Asia menor que se propuso tejer una narración novelada y sensacionalista de la vida de María con un fin más apologético que histórico. A pesar de todo, este escrito tuvo una fuerte influencia entre los escritores y oradores de los primeros siglos e impactó fuertemente la teología y la vida litúrgica de la Iglesia. A este documento se debe el nombre de los padres de la Santísima Virgen María y la fiesta de la Presentación en el Templo. 

Uno de los problemas con los que se enfrenta hoy la teología, es el hecho de que por siglos este escrito llegó a considerarse como histórico, llegando a darle credibilidad a muchas de las escenas que en ella se relatan y que no pueden ser sino producto de un amor desmedido por la Madre de Dios y que en nada pudieron estar referidas a la realidad vivida por la Santísima Virgen. En este escrito, que como decíamos pretende defender la Virginidad perpetua de María, la cual se vería empañada incluso por algunos testimonios de la Sagrada Escritura (como es el hecho de la purificación de María, y la mención de los hermanos de Jesús), propuso historias fantásticas en las cuales se hace ver a la Virgen como una persona que era alimentada por los Ángeles, viviendo en una especie de monasterio en donde sus pies no tocaban el suelo al caminar.

En su afán de proteger la virginidad, salvando los pasajes en donde se mencionan a los "hermanos de Jesús", el autor del Proto Evangelio de Santiago, presenta a José como un viejito viudo, el cual habría ya tenido familia con su primer esposa, y a quien se le encarga la custodia de María. Esto, aunque protege el pasaje bíblico, desencarna la realidad de la santa pareja de Nazaret, ya que José, debió de haber sido un joven apuesto de unos 30 años y muy enamorado de la hermosa María. Tanto el nacimiento de Jesús como su infancia es narrada de manera novelesca y rodeada de un sinnúmero de milagros. Este escrito, pues, ha servido para enriquecer la liturgia, pero dado su carácter y su finalidad, ha creado confusión en muchos círculos teológicos por lo que hoy por hoy se ve con mucha cautela y sobre todo se distinguen en él su estilo, género y sentido literario con el fin de no tener como histórico lo que no es.

Sobre Tomás, existen dos escritos: uno llamado "Evangelio del Pseudo Tomás" y otro llamado "Evangelio de Tomás" (que es posiblemente al que se refiere la película Estigma). El primer libro apócrifo, se refiere a la Infancia de Jesús y que no tiene ninguna conexión con el "Evangelio de Tomás". Por la manera en que está escrito, es muy posible que su autor haya sido un cristiano helenista mediocremente versado en lengua y literatura judaica. En él se ven fuertes influencias, del hinduismo, ya que las narraciones de la infancia son muy parecidas a las de Krishna y Buda. No faltan tampoco acentos gnósticos y mágicos para darle colorido al escrito. A pesar de esto no se puede negar el influjo que algunos pasajes de este escrito han dejado en la leyenda y en la iconografía.

En cuanto a la redacción final del Evangelio del Pseudo Tomás, podemos decir que es muy posible que se remonte al final del siglo II. En su escritura podemos ver muchos supuestos milagros realizados por Jesús en su infancia, y de su relación con los fariseos los cuales no son sino una proyección en retrospectiva de lo que fue su vida pública. Por otro lado presenta una imagen de Jesús rencorosa, en la cual, como si fuera un mago, usa de sus "poderes" para vengarse u obtener ventajas personales sobre algunas situaciones de la vida. Todo esto hace del escrito en cuestión, una fábula que poco puede decir al cristiano, y puede, incluso llegar a crearse una imagen equivocada de la vida oculta de Jesús y con ella del ministerio realizado en su vida pública. Lo pintoresco de los relatos pueden ser un buen aliciente para leerlo, pero en ellos se puede esconder el veneno de la herejía.

Por lo que respecta al escrito conocido como "Evangelio de Tomás", este se refiere a un escrito descubierto en 1945 en la Biblioteca de Nag Hammadi, el cual data muy posiblemente del final del siglo IV. Este documento ha traído la respuesta definitiva a una serie de interrogantes suscitados por un supuesto "Evangelio de Tomás" que se usaría en algunas sectas cristianas. De acuerdo a los especialistas, este documento más que un evangelio se refiere a una serie de dichos y parábolas evangélicas que serían usados principalmente por los Maniqueos (secta filosófica que considera un doble principio: uno el bien y otro el mal). Sobre este escrito, San Cirilo de Jerusalén advertía al final del siglo IV que nadie debía de leer este supuesto evangelio pues contenía material contrario a la fe. El documento consta de 114 dichos, distribuidos de manera arbitraria y solo unidos por la frase: "Jesús dijo".

En este evangelio, Tomás aparece como el garante de las enseñanzas, como es común en otros escritos gnósticos, como son las "Actas apócrifas de Tomás" y la "Pistis Sophia". En este escrito, cuando se habla por ejemplo del Reino, este término no tiene el mismo sentido que en los evangelios canónicos en donde indica la soberanía de Dios, sino que hace referencia a un estado espiritual del gnóstico, al conocimiento de sí mismo y del universo. Por ello la salvación, más que un acto de fe y obediencia, es un acto de conocimiento. En algún tiempo los investigadores se preguntaron si los pasajes que tiene parecido a las parábolas y enseñanzas de Jesús en los evangelios canónicos, podrían ser la base sobre la que luego se construirían los evangelios. Sin embargo hoy la mayoría de los investigadores están de acuerdo que estos dichos recopilados en el Evangelio apócrifo de Tomás, corresponden a un desarrollo bastante posterior a los escritos canónicos, por lo que no pueden ser fuente de éstos. Es sin embargo posible que pertenezcan a una tradición paralela a la de los Sinópticos y en buena parte independiente de ella, posiblemente proveniente de una comunidad judeo-cristiana radicada en Siria a mediados del siglo II. Sin embargo el texto que llega a nosotros es mucho posterior y refleja la influencia de los diferentes redactores.

Podemos decir, en suma, que la mayoría de estos escritos, o contienen material de carácter gnóstico o doscetista, y que en sus orígenes buscaron explicar algunos de los misterios del cristianismo, o fueron redactados para proteger algunas verdades de la Iglesia pero sin un fundamento teológico o histórico sólido. Por ello, aunque su lectura ha dado luz en algunas áreas de la Iglesia, el uso de estos por el común del pueblo, ha creado confusiones, mitos y creencias que en nada se acercan a la realidad histórica o evangélica, por lo que su lectura deberá ser hecha siempre bajo la guía de alguna persona versada en su contenido a fin de no desvirtuar ni su contenido ni la verdad revelada por Cristo en la Sagrada Escritura. "El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo, es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma." (CIC 85). Sin embargo, "el Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído". (DV10).

Si bien los protestantes, católicos y los ortodoxos están mayormente de acuerdo acerca de qué libros deben ser incluidos en el canon del Nuevo testamento, la Iglesia ortodoxa etíope solía incluir las epístolas I y II de Clemente y al Pastor de Hermas. A su vez, otras iglesias como la Copta tenían en sus pasajes escritos que describían la niñez de Jesús.


Lutero consideraba apócrifa a la epístola de Santiago, dudando y cuestionando su autoría a manos de cualquiera de los dos apóstoles llamados por el nombre de Jacobo o Santiago, que algunos atribuyen a otro Jacobo, Santiago el Justo. También porque la epístola contiene una declaración que contradice aparentemente las enseñanzas de Lutero de la salvación solo por la fe: la «fe sin obras está muerta» (2:26). Lutero, en su propia edición de la Biblia, degradó y relegó al nivel de unos simples apéndices la Epístola de Santiago y otros tres documentos, a saber: la Epístola a los Hebreos, la Epístola de Judas y el libro de Apocalipsis. Posteriormente se incluyeron estos libros con el canon protestante en su Nuevo Testamento, pero los colocaron luego de esos libros. Por lo tanto, los libros del Nuevo Testamento luterano (al menos en alemán) están ordenados en forma diferente a otras Biblias protestantes.

Evangelios Apócrifos

Evangelio de Tomás

El Evangelio de Tomás (también conocido como el Evangelio copto de Tomás) es un evangelio no canónico (apócrifo) de dichos de Jesús. Fue descubierto cerca de Nag Hammadi, Egipto, en diciembre de 1945 entre un grupo de libros conocidos como la biblioteca de Nag Hammadi. Los estudiosos especulan que las obras fueron enterradas en respuesta a una carta del obispo Atanasio declarando un canon estricto de las escrituras cristianas. Autores como Valantasis han propuesto fechas de composición tan tempranas como 60 d. C. y otros autores se van a fechas tan tardías como 200 d. C.

El texto copto, el segundo de los siete documentos que los estudiosos modernos denominan como Códice II, está compuesto por 114 dichos atribuidos a Jesús. Casi la mitad de estos dichos se asemejan a los que se encuentran en los evangelios canónicos, mientras se especula que los otros dichos se agregaron de la tradición gnóstica. Su lugar de origen pudo haber sido Siria, donde las tradiciones tomasinas tenían gran fuerza. La introducción dice: "Estas son las palabras ocultas que habló Jesús vivo y Judas Tomás Dídimo escribió". Los eruditos modernos rechazan la autoría del apóstol Tomás. 


El evangelio de Tomás es muy diferente en tono y estructura de otros apócrifos del Nuevo Testamento y los cuatro Evangelios canónicos. A diferencia de los Evangelios canónicos, no es un relato narrativo de la vida de Jesús; en cambio, consiste en logias (dichos) atribuidos a Jesús, a veces independientes, a veces incrustados en diálogos o parábolas breves. El texto contiene una posible alusión a la muerte de Jesús, pero no menciona su crucifixión, su resurrección o el juicio final; ni menciona una comprensión mesiánica de Jesús.

Las primeras referencias escritas sobrevivientes al Evangelio de Tomás se encuentran en los escritos de Hipólito de Roma (222–235) y Orígenes de Alejandría (233).​ Hipólito escribió en su Refutación de todas las herejías: Los naasenos hablan de una naturaleza que está oculta y revelada al mismo tiempo, y que llaman el conocimiento del reino del cielo que está en un ser humano. Transmiten una tradición al respecto en el Evangelio titulado según Tomás, que expresa claramente: "El que me busca me encontrará en niños de siete años en adelante, porque allí, escondido en el decimocuarto eón, soy revelado".

Orígenes enumeró el "Evangelio según Tomás" como uno de los evangelios apócrifos heterodoxos conocidos por él. En los siglos IV y V, varios Padres de la Iglesia escribieron que Mani valoraba mucho el Evangelio de Tomás.  En el siglo IV, Cirilo de Jerusalén mencionó dos veces un "evangelio de Tomás" en su Catequesis: "Los maniqueos también escribieron un evangelio según Tomás, que al ser teñido con la fragancia del título evangélico corrompe las almas de la gente sencilla"​ y "Que nadie lea el evangelio según Tomás: porque no es obra de uno de los doce apóstoles, sino de uno de los tres malvados discípulos de Mani", El Decretum Gelasianum del siglo V incluye "Un Evangelio atribuido a Tomás que los maniqueos usan" en su lista de libros heréticos.


Evangelio de María Magdalena:

Se denomina Evangelio de María Magdalena a un evangelio apócrifo gnóstico, escrito entre los años 30 y 180 d. C. Han llegado hasta nuestros días solamente algunos fragmentos.

                                              Fragmento del Evangelio de María Magdalena

En ninguno de los fragmentos hay mención alguna del autor de este evangelio. El nombre que tradicionalmente recibe, Evangelio de María Magdalena, se debe a que se cita en el texto a una discípula de Jesús llamada María, que la mayoría de los especialistas identifican con la María Magdalena que aparece en los evangelios canónicos, aunque algunos han sugerido que podría referirse a María, la madre de Jesús.


María, relata una visión y el diálogo que mantuvo con Jesús en esta visión, lleno de términos propios del pensamiento gnóstico. El testimonio de María es rechazado por Andrés y por Pedro, quienes dudan de que Jesús haya preferido a una mujer antes que a ellos para hacerle revelaciones secretas. Sin embargo, Leví (el apóstol Mateo) decide predicar "el evangelio según María".

De acuerdo con este texto, María Magdalena habría sido depositaria de revelaciones secretas de Jesús, y habría tenido un papel destacado en la comunidad cristiana post-pascual. Sin embargo, es posible que María Magdalena no sea aquí más que un símbolo de la Sofía de la teología gnóstica.


Evangelio de Marción

El Evangelio de Marción, denominado por sus seguidores como el Evangelio del Señor, fue un texto utilizado por el maestro cristiano Marción de Sinope a mediados del siglo II, excluyendo a los otros evangelios. Sus fragmentos reconstruidos aparecen ahora entre los apócrifos del Nuevo Testamento. La enseñanza de Marción fue condenada como herejía en el año 144.

Muchos apologistas cristianos escribieron tratados contra Marción después de su muerte, además de la célebre obra de Tertuliano, por medio de la cual se ha podido reconstruir casi todo el Evangelio del Señor de Marción a partir de sus citas. Así pues, Marción solo es conocido por medio de sus críticos, quienes consideraban a sus doctrinas como una desviación del cristianismo proto-ortodoxo. Los Padres de la Iglesia escribieron, y la mayoría de los eruditos modernos están de acuerdo, que Marción editó a Lucas para ajustarse a su propia teología, el marcionismo. Tertuliano, apologista cristiano de finales del siglo II, señaló que Marción "expurgó del Evangelio de Lucas todas las cosas que se oponían a su visión [...] pero conservó aquellas cosas que estaban de acuerdo con su opinión".

De acuerdo con este punto de vista, Marción eliminó los dos primeros capítulos de Lucas acerca de la Natividad, y comenzó su evangelio en Cafarnaúm haciendo modificaciones al resto adecuado al marcionismo. Las diferencias en los textos destacan la visión marcionita de que, primero, Jesús no siguió a los Profetas y, segundo, que la tierra es mala. Marción creía que solamente podía haber un evangelio verdadero, todos los demás eran invenciones de elementos pro-judíos, decididos a sostener la adoración de Yahveh. Además, él creía que el verdadero evangelio fue dado directamente al apóstol Pablo por el mismo Cristo, pero posteriormente fue corrompido por aquellos mismos elementos que también corrompieron las epístolas paulinas

Marción vio la atribución de este evangelio a Lucas el Evangelista como otra invención. Por lo tanto, comenzó lo que él consideró como la restauración del evangelio original como fue dado a Pablo.​ 

Marción fue un comerciante de origen oriental que alrededor del año 140 d.C se convirtió al cristianismo y se trasladó a Roma. Al llegar a la capital del imperio, vendió sus barcos y entregó a la Iglesia gran parte de lo conseguido. En Roma fue influenciado por un gnóstico llamado Cerdo, desarrollando así su propia visión de la doctrina cristiana.

En pocas palabras, la doctrina marcionista afirmaba que YHWH, el Dios del Antiguo Testamento, era un ser perverso. Según Marción el Dios creador del universo material, del cual hablan los textos vetero-testamentarios, era un Dios completamente distinto al “Dios Padre” que reveló Jesús. Mientras que el Dios del Antiguo Testamento es un ser vengativo, cruel, celoso y castigador, el Padre es un Dios bueno, misericordioso y lleno de amor. Es así, que para Marción existían dos deidades independientes, una inferior y perversa y otra trascendente y suprema. Estas ideas lo llevaron a rechazar todo el Antiguo Testamento, dado que estos libros proclamaban al dios necio, creador de este mundo perverso, a su ley y maldad. Por otra parte, Marción creía que el único mensajero que no había pervertido el mensaje de Jesús era el apóstol Pablo, quien hablaba, según él, contra la Ley de Moisés, mostrando así su rechazo a todo el material vetero-testamentario.

Marción negaba la idea de que la Ley y los Profetas apuntaran a Cristo. Sostenía que si Pablo pareciera sostener esa idea, era debido a la manipulación de los textos paulinos por parte de judaizantes. El canon de Marción estaba compuesto solamente por el Evangelio de Lucas y las Epístolas de Pablo, exceptuando las dirigidas a Timoteo y a Tito, y modificando el material que le parecía muy judío en ellas. Por ejemplo, en la oración del Señor del evangelio de Lucas, Marción cambió el “venga tu reino” por “tu Espíritu Santo venga sobre nosotros y nos limpie”. Respecto a estas ediciones Ireneo de Lyon escribe: "Marción desmembró las epístolas de Pablo, sacando todo lo que el apóstol dice con respecto al Dios que hizo el mundo y que a la vez es el Padre de nuestro Señor Jesucristo. También eliminó los pasajes sobre los escritos proféticos, citados por el apóstol con el fin de mostrarnos que ellos anunciaban de antemano la venida del Señor".

Cuando Marción hizo públicas sus ideas, fueron rechazadas por los líderes de la Iglesia, fue declarado hereje y le devolvieron todo el dinero que había donado. Además, el canon marcionista fue una de las causas que aceleró la necesidad de definir cuáles eran los libros reconocidos por los cristianos como inspirados por Dios. El hereje Marción, sin quererlo, empujó a los creyentes a un proceso que duraría un par de siglos: la formación oficial del canon neotestamentario.

Evangelio de Judas

Se denomina Evangelio de Judas a un texto utilizado por el movimiento gnóstico de los cainitas. Se cree que se compuso durante el siglo II, alrededor de los años 130-150.​ Este evangelio se creía desaparecido, pero durante los años 1970 se halló en Egipto el códice Tchacos copto del siglo IV (supuestamente traducción de un original griego, del que no se conserva ningún ejemplar) en el que aparece un texto que parece corresponder al Evangelio de Judas mencionado en la literatura cristiana primitiva.

                                                                Evangelio de Judas

En el texto se hace una valoración positiva de la figura del apóstol Judas Iscariote, que en los cuatro evangelios canónicos se considera traidor a Jesús. Según este evangelio gnóstico, Judas Iscariote fue su discípulo favorito y si entregó a su maestro a las autoridades romanas fue en cumplimiento de un plan previsto por el propio Jesús.

Se encuentra en un códice de 66 páginas, más de un tercio del cual es ilegible, y contiene otras tres obras. Dos de ellas (el Primer Apocalipsis de Santiago y la Carta de Pedro a Felipe, atribuida a San Pedro) son obras gnósticas ya conocidas por los hallazgos de Nag Hammadi. La tercera es un fragmento de un texto desconocido titulado provisionalmente Libro de Alógenes.​ Todos los textos están escritos en el dialecto sahídico del idioma copto, aunque es una traducción de un original griego. Mediante varios métodos, entre ellos el del carbono-14, el códice ha sido datado entre los años 220 y 340. El papiro se encuentra muy deteriorado: algunas partes del texto se han perdido y de otras se conservan solo fragmentos. Veintiséis de las 66 páginas corresponden al así denominado Evangelio de Judas. La parte que se ha podido traducir comienza indicando que se trata de las revelaciones que Jesús hizo a Judas Iscariote, en conversación privada, tres días antes de la Pascua. Escrito en tercera persona, el texto es un diálogo entre Jesús y sus discípulos, especialmente Judas, que aparece como el discípulo favorito de Jesús. Según este evangelio, Judas entregó a su maestro a los romanos siguiendo órdenes del propio Jesús, quien profetizó: "Tú serás el decimotercero, y serás maldito por generaciones y vendrás para reinar sobre ellos" (página 47 del manuscrito).

El Jesús que presenta este evangelio es desenfadado. Mientras en los evangelios canónicos Jesús de Nazaret nunca se presenta riendo y menos con malicia, en el texto gnóstico el personaje llamado Jesús se ríe con frecuencia de los malentendidos de los demás discípulos y de su devoción, a la que pretende superficial. En particular, se ríe de modo sarcástico mofándose de la ignorancia ajena. Los apóstoles y los discípulos se ponen furiosos al ver que este Jesús se burla de ellos; todos menos el otro protagonista denominado Judas, que responde al primero, "Yo tengo conocimiento de quién eres tú y de dónde vienes. Tú vienes del inmortal reino de Barbelo". En los antiguos textos gnósticos, Barbelo es la Divina Madre de todo y la prudente previsión o lógos que posee el Uno Infinito.

Debido al "conocimiento" (gnosis, en griego) de Judas acerca de que Jesús viene desde "el inmortal reino de Barbelo", a Judas se le promete una revelación "referida a secretos que ninguna otra persona ha conocido nunca". La inversión de la relación tradicional entre Jesús y Judas que plantea el texto es que Jesús le está agradecido a Judas y lo elogia: "Tú los superarás a todos ellos. Porque tú sacrificarás el hombre que me reviste (...). La estrella que indica el camino es tu estrella"

La última parte de la "revelación" que el Jesús gnóstico brinda a Judas es la siguiente: "La multitud de aquellos inmortales es denominada cosmos (que significa perdición) por el Padre y las 72 luminarias que están con el Autogenerado y sus 72 eones. En él apareció el primer humano con sus poderes incorruptibles. Y el Eón entonces apareció con su generación, en quien la nube de conocimiento y el ángel es llamado El. El eón después de eso dijo, hagamos que doce ángeles adquieran realidad para gobernar sobre el caos y el mundo subterráneo. Y he aquí, que desde la nube emergió un ángel con destellos de fuego en su faz y sucio de sangre en su apariencia. Su nombre era Nebro, que significa Rebelde; otros le llaman Yaldabaoth. Otro ángel, Saklas, también salió de la nube. En esto, Nebro creó seis ángeles y lo mismo hizo Saklas, para que fuesen sus asistentes, lo cual produjo doce ángeles en los cielos, y cada uno recibió una porción de los cielos. Los doce soberanos hablaron a los doce ángeles, el primero es Seth, quien es llamado Cristo. El segundo es Harmathoth. El tercero es Galila. El cuarto es Yobel. El quinto es Adonaios. Estos son los cinco que gobiernan sobre el mundo subterráneo, y ante todo sobre todo caos.

Este tipo de contenido es abiertamente gnóstico. Es lo que impide considerarlo un texto cristiano, por cuanto no tiene prácticamente nada en común con los cuatro evangelios ni con la fe cristiana excepto el empleo de los nombres Jesús y Judas. Al final, poco después de entrar en una nube luminosa, Judas «recibió algún dinero y se lo entregó a ellos». Jesús se lo agradece, ya que prepara el momento en que Jesús quedará «liberado» del cuerpo, lo que le permite regresar al «reino grande e ilimitado cuya inmensidad no ha visto ninguna generación de ángeles. El texto termina con Judas entregando a Jesús ante los sumos sacerdotes y no incluye ninguna mención de la crucifixión ni de la resurrección.

La única otra fuente independiente referida a este texto es Ireneo de Lyon, obispo y mártir fallecido en el año 202, quien escribió una serie de libros titulados "Contra las Herejías" refutando a varios maestros gnósticos, en uno de los cuales menciona el Evangelio de Judas. Hacia el año 180, Ireneo escribió sobre la secta gnóstica de los cainitas, que pretendían «rehabilitar» una cantidad de villanos que aparecen en la Biblia, tales como Caín (que asesinó a su hermano Abel), los Sodomitas (habitantes de una ciudad notoria por su inmoralidad), Esaú (que despreció y vendió sus derechos de nacimiento por un plato de lentejas), Coré o Korah (que dirigió una sedición para derrocar a Moisés) y Judas, presentándolos como héroes espirituales. A fin de procurar ese objetivo, los cainitas produjeron lo que Ireneo de Lyon denominó "un relato ficticio al estilo de El Evangelio de Judas".


Evangelio griego de los Egipcios:

El Evangelio griego de los egipcios es un evangelio apócrifo perdido cuya existencia está atestiguada por citas de autores como Clemente de AlejandríaHipólito y Epifanio, pero cuyo contenido se desconoce, a excepción de unos pocos fragmentos recogidos por Clemente de Alejandría. Data probablemente de la primera mitad del siglo II. A partir de los escasos fragmentos transmitidos por Clemente de Alejandría, no es posible conocer la extensión ni la estructura de esta obra, pero sí, al menos, ciertas características literarias y teológicas. Desde el punto de vista teológico, muestra claros rasgos gnósticos, como lo es la negación radical de la sexualidad.​ Igualmente característico de los textos gnósticos es el diálogo como procedimiento literario, en la forma denominada erotapokríseis (pregunta y respuesta).​ Para los escritores cristianos de la época que lo citan, se trataba indudablemente de un texto herético.


Evangelio de Valentín:

El Evangelio de la Verdad o Evangelio de Valentín es uno de los tratados, afines a la gnosis del cristianismo primitivo, hallados en la biblioteca copta de Nag Hamadi.​ Se encuentra en dos de los trece códices descubiertos, en diciembre de 1945.


Es considerado que, el original griego del que procede el texto copto, fuera redactado por el propio maestro gnóstico Valentín o un discípulo cercano, en la primera mitad del siglo II d.C.

"El Evangelio de la Verdad es alegría para aquellos que han recibido del Padre de la Verdad la gracia de conocerlo, por medio del Poder de la Palabra (del Verbo, del Cristo) que ha venido desde el Pleroma (desde la Plenitud), la que está en el Pensamiento y en la Inteligencia del Padre, la que es llamada “Salvador”, ya que es el nombre de la Obra que debe llevar a cabo para la Redención (Salvación) de aquellos que eran ignorantes del Padre, mientras que el nombre de "Evangelio" (Buena Nueva) es la proclamación de la esperanza, siendo descubierta por aquellos que le buscan".

"Éste es el Evangelio del que se busca, que se reveló a los que son perfectos por las misericordias del Padre, el Misterio Oculto, Jesús, el Cristo, por cuyo medio iluminó a los que estaban en la oscuridad a causa del olvido. Los ha iluminado y les ha mostrado un camino; y el Camino es la Verdad que les ha enseñado".

"De esta manera el que posee la Gnosis (Conocimiento) es de lo Alto. Si es llamado,  escucha, responde y se vuelve hacia quien lo llama, para ascender hacia Él. Y sabe en qué modo es llamado. Poseyendo el Conocimiento hace la voluntad de quien lo ha llamado, quiere complacerle y recibe el reposo. Su nombre adviene a él. El que llegue a poseer el Conocimiento de este modo sabe de dónde viene y a dónde va. Sabe, como una persona que habiendo estado embriagada ha salido de su embriaguez, (y) habiendo vuelto a sí misma, ha corregido lo que le es propio".


Protoevangelio de Santiago

 También conocido como el Libro de Santiago o el Protoevangelium, es un evangelio apócrifo, escrito probablemente hacia el año 150 y centrado en la infancia de la Virgen María y en el nacimiento de Jesús de Nazaret.​ Se conserva en unos 20 manuscritos medievales del siglo XII en adelante.

Aunque nunca fue incluido entre los evangelios canónicos, recoge leyendas que han sido admitidas como ortodoxas por algunas iglesias cristianas, tales como la natividad milagrosa de María, la localización del nacimiento de Jesús en una cueva o el martirio de Zacarías, padre de Juan el Bautista.

Pese a que en las iglesias orientales alcanzó gran difusión en los primeros siglos del cristianismo, su auge en Occidente se debió al humanista francés Guillermo Postel, quien lo publicó en 1552 traducido al latín.

                                                                   Guillermo Postel

El texto tiene un epílogo en que se declara su autoría: "Y yo, Santiago, que he escrito esta historia [...]" El personaje mencionado aquí es, según la tradición, Santiago, pariente de Jesús, identificado por algunos con Santiago el Justo. Los estudiosos actuales, sin embargo, creen que el texto fue escrito mucho más tarde, durante el siglo II, por un cristiano procedente del paganismo (desconoce las costumbres judías) y que ignoraba el hebreo, pues usó como fuente la Biblia griega de los Setenta. Es muy probable que utilizara también como fuentes los evangelios de Mateo y Lucas.

La primera mención de este evangelio se encuentra en las obras de Orígenes (muerto hacia el año 254), quien lo aduce para demostrar que los llamados "hermanos de Jesús" eran en realidad hijos de José con su anterior esposa, lo que significa que el texto era ya en el siglo III lo suficientemente antiguo como para ser tenido por auténtico por Orígenes. Aunque no se han encontrado menciones anteriores, la referencia de Justino Mártir, muerto en 165, al nacimiento de Jesús en una cueva parece revelar que conoció la obra. Por su parte, Clemente de Alejandría, muerto en 215, asegura en uno de sus escritos que la virginidad de María fue constatada por una comadrona, en lo que puede ser una referencia a un episodio narrado en el capítulo XX del protoevangelio.

El manuscrito más antiguo de este texto es un papiro de finales del siglo III o comienzos del siglo IV encontrado en 1958, conocido como Papiro Bodmer V porque se conserva en la Biblioteca Bodmeriana de ColignyGinebra.

El texto consta de dos partes distintas:

Vida de María hasta el nacimiento de Jesús. Narra la historia de la concepción milagrosa de María (caps. I-V). Sus padres, Ana y Joaquín ya eran ancianos cuando Dios les concedió tener descendencia. 

Después relata la infancia de María (VI-VII), quien es puesta bajo el cuidado del templo desde los tres años de edad. 

Se casa con José, quien se compromete a protegerla y a respetar su virginidad. De él se afirma que es viudo y tiene varios hijos. En realidad en los evangelios canónicos no hay prueba de que José se case con María, antes del nacimiento de Jesús .

Nacimiento de Jesús. Se describe luego el episodio de la Anunciación, con algunas variaciones con respecto al Evangelio de Lucas, la Visitación, las dudas de José y la aparición en sueños del ángel.

En los capítulos XV y XVI José es acusado por el escriba Anás de haber violado a María, y tanto José como María deben someterse a una prueba para demostrar su inocencia, un pasaje que no figura en los evangelios canónicos. 



A partir del capítulo XVII se narra el nacimiento de Jesús y los episodios de la llegada y adoración de los Magos. 

Sigue la matanza de los inocentes y el martirio de Zacarías, padre de Juan el Bautista. La obra se cierra con un epílogo (capítulo XXV), en el que Santiago se presenta como autor e indica que compuso la obra cuando se retiró al desierto para huir de un motín que se produjo en Jerusalén tras la muerte de Herodes.

El protoevangelio tiene una finalidad apologética. Se trata de defender a María de las acusaciones que contra ella hacían tanto judíos como paganos, y que son registradas por Orígenes en "Contra Celso": la Madre de Jesús habría sido una mujer pobre e ignorante, adúltera y repudiada por su marido, que habría dado a luz a un hijo ilegítimo de un soldado romano. Para rechazar estas acusaciones, el autor del proto-evangelio enfatiza la santidad de María y, sobre todo, su virginidad, incluso después del parto. 


Salomé, un personaje que aparece también en Marcos, citada entre los asistentes a la crucifixión, comprueba empíricamente tras el parto la virginidad de María (capítulo 20). La redacción de este evangelio tiene sin duda relación con los inicios del culto mariano. Algunos autores encuentran en este evangelio influencias del docetismoDel protoevangelio de Santiago proceden muchas creencias tradicionales acerca de la vida de la Virgen María, empezando por los nombres de sus padres, Joaquín y Ana, o escenas de su vida después ilustradas por el arte cristiano, como su presentación en el templo (cap. VI). La Natividad de Cristo es también situada con frecuencia en una cueva en las representaciones del arte occidental, siguiendo una tradición que procede del protoevangelio de Santiago.


El Evngelio según los Hebreos o de los Nazarenos:

Cuanto sabemos de este Evangelio se debe a las menciones de Clemente de Alejandría, de Orígenes, de Eusebio y de San Jerónimo. Es un escrito judeocristiano, nacido probablemente en la comunidad de Jerusalén que permaneció fiel a la observancia de la ley mosaica (sábado, circuncisión, etc.). 

El escrito debió de acompañar a los miembros de dicha comunidad al emigrar para fundar comunidades filiales. Así lo encontramos en Berea, en manos de los herederos de la comunidad judeocristiana de Jerusalén, llamados nazarenos. En estrecha relación, no fácil de determinar, con el evangelio de San Mateo, a veces es confundido con él, identificación a todas luces imposible. La lengua fue probablemente el arameo, aunque escrito en caracteres hebreos. Su contenido es paralelo al de los sinópticos, aunque con desarrollo original, como la función femenino maternal del Espíritu Santo en relación con Cristo, la preeminencia de Santiago, etc. Su composición quizá hay que remontarla antes del año 70. Su interés para la historia del judeocristianismo es manifiesto.

El Evangelio de los Ebionitas:

Se trata de una adaptación griega, hecha a base de mutilaciones y adiciones al Evangelio según los Hebreos, por la secta de los ebionitas. Parecido procedimiento utilizan sus partidarios en relación con el Antiguo Testamento. Han sido suprimidos o retocados los pasajes relativos a la comida de carne, por ejemplo, la comida de langostas por parte de Juan el Bautista, la Cena pascual de Jesús, etc.; se han introducido frases de Jesús aboliendo los sacrificios sangrientos; se emplean fórmulas adopcionistas, para expresar la filiación de Cristo, ya que el Ebionismo es fundamentalmente antitrinitario. 

Cristo ha venido sobre Jesús, puro hombre, en el momento del Bautismo, constituyéndole en profeta. Se excluye asimismo la concepción virginal de Jesús. Finalmente, se resalta la preeminencia de San Juan y Santiago. El carácter judeocristiano heterodoxo de esta adaptación, que también se presenta como Evangelio de San Mateo, es evidente. Su datación hay que remontarla a la primera mitad del siglo II, antes de Clemente de Alejandría que lo ha citado. Son muchos los autores que creen que este evangelio es el de los 12 Apóstoles mencionado por Orígenes.

El Evangelio de San Pedro:

En la comunidad judeocristiana de Siria, probablemente en Antioquía, donde la actividad de San Pedro había tenido tanto relieve, nació este evangelio, como muy tarde, al comienzo del siglo V. La finalidad a que responde su contenido es fundamentalmente apologética. Inspirándose en la tradición básica de los cuatro evangelios ha querido destacar el carácter divino de la persona de Jesús. 

Las categorías apocalípticas le han prestado numerosos elementos: cielos abiertos, voz del cielo, vestidos luminosos, dimensiones gigantescas, etc. La obra está en relación con la segunda epístola de San Pedro y con el Apocalipsis de San Pedro. Se advierte una lucha contra las corrientes judaizantes, a pesar de utilizar las expresiones del judeocristianismo ortodoxo, y una apertura al mundo grecorromano, por ejemplo, en la manera de presentar a Poncio Pilato. Los fragmentos de Akhmim, que se reducen a la Pasión y Resurrección, identificada ésta con la Ascensión, propone el año 150 y lo atribuye a un cristiano helenista de los alrededores de Antioquía.

El Evangelio de Nicodemo o Hechos de Pilato:

Los manuscritos llevan más bien el título de Hechos de Pilato para lo que es hoy, primera parte del Evangelio de Nicodemo, y Descendimiento de Cristo a los Infiernos, para lo que hoy, es segunda parte. Primitivamente se trató, sin duda, de dos obras independientes.

Los Hechos de Pilato, presentados por un cierto Ananías, contienen el relato del juicio de Jesús, algunos detalles de su crucifixión, sobre todo el episodio de Longinos, y su sepultura. La narración tiene como sustrato el material evangélico, sobre todo la Pasión según San Juan. 


La presente redacción hay que datarla en el siglo V y es probablemente una réplica a los Hechos de Pilato, de tendencia anticristiana, difundidos según cuenta Eusebio, durante la persecución de Maximino Daia en el año 311 o 312. El material es mucho más antiguo. Tischendorf cree que sustancialmente hay que identificarlos con los Hechos de Pilato, cuya existencia es atestiguada desde el siglo II por Justino. Tertuliano habla asimismo de un informe que Pilato envió a Tiberio, identificado por algunos con el Informe de Pilato al Emperador Claudio que figura como un apéndice en la traducción latina del Evangelio de Nicodemo y como una adición en griego a los Hechos de San Pedro y San Pablo. El mismo Tertuliano habla del relato de toda la historia de Cristo hecha al César (Tiberio) por Pilato. Los Hechos de Pilato representan los capítulos 1-16 del Evangelio de Nicodemo (se cree que los capítulos 12-16, que versan acerca de los debates del Sanedrín sobre la Resurrección de Cristo, serían una añadidura a los primitivos Hechos de Pilato).

El descendimiento de Cristo a los Infiernos, capítulos 17-27 del Evangelio de Nicodemo, contienen el relato que los hijos de Simeón el Justo hacen de la entrada de Jesús a los Infiernos. La obra, que sigue de cerca la tradición de 1 Pedro 3, 19, y el Evangelio de San Pedro, puede remontarse hasta el siglo II, aunque su presente redacción, como la de los Hechos de Pilato, sea del siglo V. Los escritos complementarios del llamado ciclo de Pilatos, en el mismo autor: l° Carta de Poncio Pilato a Tiberio, Carta de Tiberio a Pilato, 3° Relación de Pilato, 4° Correspondencia entre Pilato y Herodes. 5° Tradición de Pilato. 6° Muerte de Pilato. 7° Declaración de José de Arimatea, Venganza del Salvador, Sentencia de Pilato. Todos estos escritos complementarios pertenecen a la Edad Media.

Evangelio de San Bartolomé:

Una serie de hallazgos afortunados han permitido reconstruir este evangelio que contiene una sucesión de preguntas de San Bartolomé, ya a Cristo, ya a María, ya a Satán y donde se revelan los misterios de la bajada de Cristo a los Infiernos, de la concepción del Verbo en María y de los tormentos de los condenados con otros secretos del más allá y de la creación. El libro, aunque con una temática muy del gusto del Gnosticismo, no contiene en general errores dogmáticos. Su lugar de origen hay que buscarlo en alguna secta cristiana no lejos de Alejandría y su datación es el siglo IV. 

Evangelio del Seudo Mateo:

Ha debido de ser compuesto a mediados del siglo VI en un ambiente monástico. El texto latino ha sido publicado por Thilo en 1832. Una refundición del Seudo Mateo, más cuidada de estilo y expurgada de todo cuanto pudiera extrañar, se halla en el Libro de la Natividad de María (siglo IX). La obra está impregnada de una tierna devoción a la Virgen. El texto íntegro ha sido incluido por Jacobo de Vorágine en la Leyenda Aurea.

Historia de San José Carpintero:

Contiene un resumen de la vida de San  José, a base de los datos del Protoevangelio de Santiago y de los escritos canónicos con una aportación original sobre la muerte de San José y el viaje que ha de atravesar el alma, guiada por el Arcángel Miguel, a través del mar de fuego. Se afirma la incorrupción del cuerpo de San José durante el Millenium. La patria de la obra es Egipto y su datación más antigua propuesta el siglo IV. 

Evangelio de San Felipe:

  Quizá relacionado con la secta de los Ofitas, existía ya en el siglo IV y tiene asimismo como patria a Egipto. Un testimonio de San Epifanio de Salamina habla de parte de su contenido: cómo debe responder el alma en su subida al cielo a cada una de las potencias celestiales. Se refleja la tendencia gnésticoencratista según la cual la procreación es pecado. 


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