San Juan I
Papa. Mártir. 526.
Papa N° 53 de la Iglesia. Toscano por nacimiento, e hijo de Constancio, fue elegido Papa en el año 523, después de un periodo de interregno de 7 días, y ocupó la sede apostólica durante 2 años, 9 meses y 7 días. Sólo tenemos información aunque, lamentablemente, muy vaga sobre un viaje que hizo a Constantinopla, que tuvo consecuencias de gran importancia y que fue la causa de su muerte. El Emperador Justino, en su celo por la ortodoxia, había emitido en el año 523 un duro decreto contra los arrianos obligándoles, entre otras cosas, a devolver a los cristianos las iglesias que habían ocupado.
Teodorico, Rey de los ostrogodos y de Italia, ardiente defensor del arrianismo, se sintió profundamente ofendido por estas medidas dirigidas contra sus correligionarios en Oriente y, además, estaba tremendamente disgustado al ver cómo se estrechaba el mutuo entendimiento entre las Iglesias Latina y Griega, lo cual podría favorecer ciertos acuerdos secretos, entre los Senadores de Roma y de la Corte Bizantina, tendientes al restablecimiento de la autoridad Imperial en Italia.
Con objeto de presionar al Emperador y forzarle a atemperar su política de represión respecto a los herejes, Teodorico le envió, a principios del año 525, una embajada compuesta por senadores romanos, al frente de la cual puso al Papa, con el encargo de asegurar la revocación del Edicto del año 523 y de instar al Emperador, si hemos de creer lo que se dice en "Anonymous Valesianus", a que facilitase el retorno al arrianismo a los arrianos que habían sido convertidos.
Se ha discutido mucho acerca del papel que jugó Juan I en este asunto. Pero está fuera de toda duda que el Papa tan sólo pudo aconsejar al Emperador que actuara con amabilidad y discreción respecto a los arrianos; su posición como jefe de la Iglesia le impedía invitarle a que favoreciera la herejía.
Que este análisis de la situación es correcto resulta evidente si se tiene en cuenta el recibimiento que se le hizo al Papa en Oriente (un recibimiento que no hubiera sido precisamente amable, existiendo una oposición de los embajadores de Roma al Emperador y a sus súbditos cristianos, en su lucha contra los arrianos). Los habitantes de Constantinopla acudieron en multitud a recibir a Juan.
El Emperador Justino, al saludarle, se postró ante él y, algún tiempo más tarde, se hizo coronar por el Papa. Todos los Patriarcas de Oriente se apresuraron a manifestar su comunión en la fe con el Supremo Pontífice; tan sólo Timoteo de Alejandría, que se había mostrado hostil al Concilio de Calcedonia, se mantuvo distante. Finalmente, el Papa, ejerciendo su derecho de precedencia sobre Epifanio, Patriarca de Constantinopla, celebró solemnemente los oficios en Santa Sofía por el rito latino en el año 526, día de Pascua de Resurrección. Inmediatamente después inició su regreso a Occidente.
Si este brillante recibimiento hecho a Juan I por parte del Emperador, el clero y los fieles de Oriente prueba que la actuación del Papa, como supremo pastor de la Iglesia, fue la adecuada, el comportamiento tan diferente de Teodorico hacia él, cuando regresó, es una prueba no menos evidente. Este monarca, enfurecido al comprobar el resurgimiento del partido nacional en Italia, acababa de manchar sus manos con el asesinato de Boecio, el gran filósofo, y de Símaco, su cuñado.
Estaba irritado contra el Papa, porque su embajada había tenido un éxito muy distinto del que él, Teodorico, había deseado y porque sospechaba que había favorecido a los defensores de la antigua libertad de Roma. En cuanto Juan, de regreso de su viaje, desembarcó en Italia, Teodorico lo hizo arrestar y mandó que lo encarcelaran en Ravena. Rendido por las fatigas del viaje y sometido a severas privaciones, Juan murió muy pronto en la prisión. Fue el primer Papa que visitó Constantinopla.
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