Santa Lucía de Siracusa

 

                                                          Virgen. Mártir. 303.

De Siracusa en Sicilia. De acuerdo a la historia tradicional, ella nació de padres ricos y nobles como por el año 283. Su padre era de descendencia romana, pero su pronta muerte la dejó dependiente de su madre, cuyo nombre era Eutychia, que indica que tenía descendencia griega. 

Como muchas de las primera mártires, Lucia había consagrado su virginidad a Dios, y ella deseaba dejar todas sus pertenencias terrestres al servicio de los pobres. Su madre no era de opinión simple, pero en ocasiones se la ofrecía cuando Lucia llevaba a cabo sus resoluciones generosas. 

La fama de la virgen mártir Ágata, quien fue ejecutada 52 años antes en la persecución de Decio, estaba atrayendo numerosos visitantes a sus cenizas en Catania, a menos de 50 millas de Siracusa, y muchos milagros se le adjudicaron a ella. 

Eutychia por consiguiente fue persuadida a realizar un peregrinaje a Catania, con la esperanza de ser curada de su hemorragia, de la cuál había sufrido durante años. En efecto después de orar ante la tumba de la mártir,  obtuvo la milagrosa curación de su enfermedad.

Lucia, aprovechándose de la oportunidad, persuadió a su madre para que le permitiera distribuir gran parte de sus riquezas entre los pobres. Esta dádiva removió la avaricia del joven pagano, al cual Lucia sin querer se había comprometido obligada por su madre, y él la denunció a Pascasios, el Gobernador de Sicilia.  Y fue en el año del 303, durante la intensa persecución de Diocleciano. 

Cuando Lucía fue arrestada bajo la acusación de ser una cristiana, Pascasio le ordenó que hiciera sacrificios a los dioses. Entonces Lucía dijo: "Sacrificio puro delante de Dios es visitar a las viudas, los huérfanos y los peregrinos que pagan en la angustia y en la necesidad, y ya es el tercer año que me ofrecen sacrificios a Dios en Jesucristo entregando todos mis bienes".

El juez la presionó cuanto pudo para convencerla a que apostatara de la fe cristiana.  Ella le respondió: "Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor a mi Señor Jesucristo".  El juez le preguntó: "Y si te sometemos a torturas, ¿serás capaz de resistir?".

La jovencita respondió: "Sí, porque los que creemos en Cristo y tratamos de llevar una vida pura tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros y nos da fuerza, inteligencia y valor".

El juez entonces la amenazó con llevarla a una casa de prostitución para someterla a la fuerza a la ignominia.  Ella le respondió: "El cuerpo queda contaminado solamente si el alma consciente". Santo Tomás de Aquino, el mayor teólogo de la Iglesia, admiraba esta respuesta de Santa Lucía. Corresponde con un profundo principio de moral: No hay pecado si no se consiente al mal. En principio fue condenada a sufrir la humillación de ser violada; pero gracias a la ayuda de Dios, ella permaneció inmóvil, para que no se la pudieran llevar al lugar de la humillación. 

Montones de madera fueron recolectados y puestos en sus pies y se les prendió fuego, y de nuevo Dios la salvó. 

Finalmente, encontró su muerte por medio de una espada. Pero antes de morir predijo el castigo de Pascasios y la pronta terminación de la persecución, agregando que Diocleciano ya no reinaría mas, y que Maximiano encontraría la muerte.

 Entonces, con las últimas fuerzas de la vida, ella ganó su corona de virginidad y martirio.

Es muy antigua la devoción a Santa Lucía tanto en el Oriente como en el Occidente. Su nombre figura en el canon de la misa romana, lo que probablemente se debe al Papa Gregorio Magno. 

Lucía falleció el 13 de diciembre del 304 y fue sepultada en el mismo lugar donde, en el año 313, fue construido un Santuario dedicado a ella. En el 1039, el General bizantino Jorge Mariace transfiere el cuerpo de Santa Lucía de Siracusa a Constantinopla, para alejarla del período de invasión de la ciudad de Siracusa por parte de los sarracenos.

                                                              Reliquias de la Santa

En el 1204, durante la Cuarta Cruzada, el Duque de Venecia Enrique Dandolo, encuentra en Constantinopla los restos de la Santa, los lleva a Venecia al monasterio de San Jorge, y en el 1280, los hace transferir a la Iglesia dedicada a ella en Venecia.

Cuerpo de la Santa

En el año 1513 los venecianos regalaron al Rey Luis XII de Francia la cabeza de la santa, que la depositó en la catedral de Bourges. Otro relato, sin embargo, afirma que la cabeza fue llevada a Bourges desde Roma, a donde había sido transferida cuando los restos descansaban en Corfinium. El culto se difundió muy rápidamente, y ya en el 384, San Orso le dedicaba una iglesia en Rávena, y poco después el Papa Honorio I otra en Roma.

                                                                          Cuerpo de la Santa

Santa Lucía salvó muchas veces a Siracusa en momentos dramáticos como hambre, terremotos, guerras y ha intervenido también en otras ciudades como Brescia que, gracias a su intersección, fue liberada de una gran miseria.



Aunque no se puede verificar la historicidad de las diversas versiones griegas y latinas de las actas de Santa Lucía, está fuera de duda que, desde antiguo, se tributaba culto a la santa de Siracusa. En el siglo VI, se le veneraba ya también en Roma entre las vírgenes y mártires más ilustres. En la Edad Media se invocaba a la santa contra las enfermedades de los ojos, probablemente porque su nombre está relacionado con la luz. Ello dio origen a varias leyendas, como la de que el tirano mandó a los guardias que le sacaran los ojos y ella recobró la vista.

Cuando ya muchos decían que Santa Lucia es pura leyenda, se probó su historicidad con el descubrimiento, en 1894, de la inscripción sepulcral con su nombre en las catacumbas de Siracusa. Su fama puede haber sido motivo para embelezar su historia pero no cabe duda de que la santa vivió en el siglo IV. 

Es una de las santas mártires más más celebradas, cuyos primitivos rasgos históricos han quedado idealizados para enaltecer aún más su grandeza, o simplemente para hacerla más atractiva a los ojos de sus devotos. El hecho de que la pinten o la esculpan con un plato en la mano, donde lleva sus ojos, no tiene confirmación histórica, más bien puede ser debido a la luminosidad que irradiaban o a que su mismo nombre signifique  la “portadora de luz”.  



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