Beato Ceferino Giménez Malla El Pelé

 

                       Terciario Franciscano. Mártir de la Guerra Civil Española. 1936.

Gitano, el primer beatificado de su raza, conocido familiarmente como “el Pelé”, seglar, de la Tercera Orden Franciscana. Tratante de caballerías, hombre cabal y honrado, era muy devoto de la Virgen y de la Eucaristía, generoso con los más necesitados y preocupado por la catequesis de los niños. Le llevaron al martirio en 1936 por  la defensa de un sacerdote y el empeño en seguir rezando el rosario.

Hijo de padres gitanos españoles, Ceferino Giménez Malla, nació en Fraga (provincia de Huesca), probablemente en 1861, fiesta de San Ceferino Papa, de quien tomó el nombre, y fue bautizado ese mismo día. Como su familia, Ceferino también fue un gitano que vivió siempre como tal, profesando la ley gitana tanto en su formación como en el desarrollo de su vida. De niño recorrió los caminos montañosos de la región, dedicado a la venta ambulante de los cestos que fabricaba con sus manos. 

Todavía joven, se casó, al estilo gitano, con Teresa Giménez Castro, una gitana de Lérida de fuerte personalidad, y se estableció en Barbastro. 

En 1912 regularizó la unión con “su Teresa” celebrando el matrimonio según el rito católico. Comenzó desde entonces a frecuentar la iglesia hasta convertirse en un cristiano modelo. No tuvo hijos, pero adoptó de hecho a una sobrina de su esposa, llamada Pepita, cuyos hijos viven todavía.

Tratante de caballos, mulos y burros, se muestra un negociante experto. Se le ofrece una compra de ganado en la vecina Francia, le sale redonda la operación, la repite más de una vez, y Ceferino se convierte en un hombre acomodado, que se puede comprar una casa en plena ciudad de Barbastro. Puede vestir elegante, y Teresa lucir las mejores mantillas, aretes y collares. Llegó a tener una buena posición social y económica, que estuvo siempre a la disposición de los más necesitados. 

Acusado injustamente de robo y encarcelado, fue declarado inocente. El abogado que lo defendía dijo: “El Pelé no es un ladrón, es San Ceferino, patrón de los gitanos”.

Sumamente honrado, jamás en los tratos engañó a nadie. Piadoso y caritativo, socorría a todos con sus limosnas. Fue un ejemplo de religiosidad: misa diaria, comunión frecuente, rezo cotidiano del santo rosario. Aunque no supo nunca ni leer ni escribir, era amigo de personas cultas y fue admitido como miembro en diversas asociaciones religiosas: Jueves eucarísticos, Adoración nocturna, Conferencias de San Vicente de Paúl y Tercera Orden Franciscana. Le gustaba dedicarse a la catequesis de los niños, a quienes contaba pasajes de la Biblia y les enseñaba las oraciones y el respeto a la naturaleza.


Al estallar la Guerra Civil en 1936 e iniciarse la persecución religiosa, Barbastro cayó en manos de los anarquistas. El 18 de julio, sábado, por la noche, se constituyó el Comité Antifascista. El 19 empezaron las detenciones de sacerdotes, católicos, personas de “derechas” o “fascistas”. 

A las 11 de la mañana, El Pelé vio cómo se llevaban preso al cantor de la catedral. Él les reprochó a los anarquistas aquella tropelía; se le echaron encima y le encontraron un rosario. Inmediatamente fue encarcelado. En la cárcel rezaba abiertamente el rosario. 

Eugenio Sopena, secretario del Comité, y su hija Pepita trataron de que les entregara el rosario. “Si no, lo pasará mal, tío”, a lo que él contestó: “Hija mía; me lo han quitado todo. Lo que no me quitarán es rezar”. Lo fusilaron, atado con un sacerdote, el 2 de agosto, en el cementerio.


Por la mañana un sobrino lo encontró en un charco de sangre y con el rosario entre sus dedos. Juan Pablo II lo beatificó en 1997.


 

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