Beato Diego Oddi

 

                                                      Terciario Franciscano. 1919.

José Oddi, como se llamaba antes de entrar en la Orden de Frailes Menores, nació en Roma en 1839, en el seno de una familia pobre y muy religiosa. Sabía poco leer y poco escribir, pero era el primero en el estudio de la doctrina cristiana. Bien pronto sintió la vocación a la vida religiosa franciscana; pero ante la oposición de sus padres, que tenían necesidad de su único hijo varón por las penurias familiares, José renunció a entrar en el convento.

A los 20 años, mientras trabajaba en el campo, sintió una misteriosa llamada, que fue madurando en las visitas que cada tarde solía hacer a la iglesia, al volver del trabajo, para dialogar con Dios y con la Santísima Virgen, a quien estaba vinculado desde siempre por una entrañable devoción filial.

Algunos meses después, juntamente con un grupo de peregrinos, fue a visitar el Retiro de San Francisco, en Bellegra. Quedó impresionado por el lugar y por la vida santa que llevaban los frailes. 

Pasaron otros cuatro años, pero no podía olvidar aquella experiencia. Soñaba con el pequeño Convento franciscano.  Entró en el Retiro de Bellegra en 1871, superando la resistencia de sus padres. Salió a abrirle la puerta un fraile, venerable por su edad y su aspecto. A José en el pueblo le habían hablado de él, destacando su vida santa. Aquel anciano llevaba allí más de 40 años abriendo la puerta a peregrinos y viandantes; para todos tenía una palabra buena, una sonrisa y, si hacía falta, un reproche y un pan: se llamaba Fray Mariano de Roccacasale, también él proclamado beato en 1999.

                                                  Fray Mariano de Roccacasale

En 1877 los frailes fueron expulsados de su querido convento y forzados a vivir en casa de algunos bienhechores. 

Pero Fray José continuó ocupándose del cuidado del huerto del convento, que había sido confiado a un amigo de los frailes. Con el regreso de los frailes a su convento en 1878 y la subsiguiente reapertura del noviciado en 1884, fray José fue admitido a la prueba canónica el 12 de febrero de 1884, tomando también el nuevo nombre religioso de fray Diego. 

Hecha la primera profesión el 14 de febrero de 1886 y la solemne el 16 de mayo de 1889, permanecerá en el Retiro de Bellegra, célebre por también por otros santos, como el fundador, Santo Tomás de Cori, San Teófilo de Corte, el Venerable Franceschino da Ghisoni y el Beato Mariano da Roccacasale. Permaneció allí hasta el día de su muerte, ocupándose primero del cuidado del bosque y del huerto y luego ejerciendo el oficio de limosnero hasta los últimos años de su vida. Fue verdadero ángel de consuelo para toda la vasta zona del Sublacense, del Tiburtino, del Carseolano y del Veliterno.

Acogido al principio como “Terciario Oblato”, pudo pronunciar los votos solemnes en 1889. José inició una nueva vida: durante cuarenta años recorrió los caminos de Subiaco pidiendo limosna. Analfabeto, pero ingenioso y fácil para el diálogo, sorprendía a todos con sus palabras, que brotaban de un corazón habituado a usarlas en los coloquios con Dios. Cuando la campana que indicaba el silencio de la noche invitaba a los religiosos a descansar en su celda, Diego se quedaba a hablar con el Señor; y a menudo este coloquio se prolongaba toda la noche. Al recorrer los pueblos pidiendo limosna, hacia el atardecer, entraba en la iglesia y asistía con los fieles a las funciones litúrgicas. Después persuadía al sacristán para que se fuese a casa, porque él se ocuparía de tocar al “Ave María” y de cerrar la iglesia. Así se quedaba a menudo en oración durante toda la noche. 

Es una bella y simpática figura de humilde Hermano Menor que, en el pesado quehacer cotidiano o en la petición de limosna ejercida como una continua predicación por cerca de 48 años, dio un espléndido testimonio de fidelidad al Señor. Auténtico contemplativo itinerante, fray Diego centró su alta y sencilla espiritualidad en una robusta piedad cristológica y mariana. La misma simplicidad de sus modales escondía un vigoroso y constante encuentro con Dios a quien él supo descubrir en los hermanos, especialmente los más pobres y necesitados. Esto explica también cómo una verdadera multitud de toda clase y condición social desease encontrarse con él, y cómo de él «hombre todo de Dios», se difundieron paz y serenidad capaces de resucitar en el corazón de muchos la alegría y la esperanza.

Apóstol del buen ejemplo y verdadero testigo de la caridad de Cristo, rodeado de universal fama de santidad. Digno sucesor de los santos que habitaron el sacro Retiro de Bellegra, fray Diego fue perfecto imitador del Seráfico Padre particularmente en la penitencia, en la humildad y en el espíritu de oración, al cual consagraba muchas horas del día y de la noche. Cantando las alabanzas a María y en espíritu de obediencia al Guardián, fray Diego se durmió en la paz de los justos el 3 de junio de 1919. 

Entre los admiradores de fray Diego y de su estupenda simplicidad podemos enumerar al Papa Juan XXIII quien fue a visitar el Retiro y los recuerdos de fray Diego en 1959 y, feliz coincidencia, pasó a la patria eterna el mismo día que el beato: el 3 de junio de 1963. Los restos mortales del querido apóstol itinerante son guardados con viva piedad en su querido Retiro de Bellegra, meta de numerosas peregrinaciones. Beatificado por Juan Pablo II el 3 de octubre de 1999.


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