San Francisco Antonio Fasani

 

                                                      Sacerdote Franciscano.1742.

San Francisco Antonio Fasani nació en Lucera (Foggia, Italia), en 1681 en una familia humilde y piadosa. 

Huérfano de padre ya desde su infancia, fue educado santamente por su piadosa madre. Sus padres tenían el hábito de rezar el Santo Rosario todas las tardes, delante de una imagen de la Santa Virgen.

A los 15 años, ingresó en la Orden de los Frailes Menores Conventuales. Emitió sus votos religiosos en Monte San Angelo, donde transcurrió su año de noviciado. 

Doctorado con las máximas calificaciones, fue destinado como Profesor de Filosofía al Convento de San Francisco en Lucera, su ciudad natal. Ocupó sucesivamente los cargos y los oficios de Superior, Maestro de Novicios, Maestro de estudiantes profesos y de Ministro Provincial de la provincia religiosa de San Miguel Arcángel en Pulla. Su apostolado fue eminentemente franciscano, siendo siempre los más beneficiados los pobres, los enfermos y los encarcelados.

El Padre Francisco Antonio pasó el resto de su vida en Lucera, donde le dieron el nombre de “Padre Maestro” desde que había recibido el título de teología y así se le llamó siempre. Fue él quien introdujo en Italia la costumbre de reunir regalos de navidad para los pobres. Inútil decir que los pobres acudían constantemente a él con peticiones posibles e imposibles, sobre todo cuando se trataba de sequías. Los habitantes de Lucera decían: “Quien quiera ver a San Francisco no tiene más que mirar al Padre Maestro”.

Apóstol infatigable, recorrió durante 35 años las ciudades y los poblados de Apulia septentrional y Molisa, predicando la palabra de Dios y ayudando a pobres, enfermos y encarcelados. Monseñor Antonio Lucci, Obispo de Bovino, lo definió como sacerdote santo y docto. El Padre Francisco Antonio practica la virtud de la pobreza durmiendo en un humilde jergón en su estrecha celda, contentándose con poco y llevando ropa usada. Se siente afligido ante la presencia de los indigentes y, en sus predicaciones, insiste en la caridad para con los pobres, para quienes mendiga dinero y ropa. 

Un día, un mendigo medio desnudo le pide algo de ropa para cubrirse, y el Padre Francisco Antonio se despoja de sus prendas principales y regresa al convento vestido únicamente con la túnica. 

Sabe gestionar con sabiduría el Banco de Crédito que tiene sede en el convento y cuyo objetivo es proteger a los pobres contra las especulaciones de los usureros. Gracias a ese organismo puede disponer todos los días de una mesa con comida para los necesitados. A ella acude cada día una humilde mujer del pueblo, Isabel, la propia madre del Padre Fasani. En aquella región arruinada por las guerras, donde los grandes propietarios agobiaban a los campesinos con enormes impuestos, el franciscano recordaba a los ricos el deber que tenían de compartir los bienes de este mundo y de pagar un justo salario a sus obreros.

Comprometido en la defensa de la virtud de una joven de 15 años y sin recursos en quien ha puesto sus miras un joven gentilhombre, San Francisco Antonio la lleva a un orfanato, donde será educada gratuitamente. Ese hecho le vale las amenazas y el odio del gentilhombre, quien le denuncia ante Roma, a donde debe acudir para justificarse. Durante su recepción por el Papa, nada aporta en su defensa, pero cuando besa humildemente los pies del Pontífice, éste, que padece gota, es liberado en el acto de su mal mediante ese contacto, por lo que queda convencido de la inocencia del franciscano.

Su actitud de obediencia produce igualmente maravillas. Un día en que se encuentra predicando desde el púlpito, irrumpe en la iglesia, su Obispo y le exige ante todo el mundo que calle, cosa que él cumple inmediatamente. Unos días después, el sirviente del Obispo acude en su busca: aquejado de un violento malestar, el prelado reclama la presencia del Padre Francisco Antonio junto a su cabecera. “No hace falta que vaya –contesta el santo–, ya ha sido curado por María Inmaculada”.

Una de las características del Padre Francisco Antonio era su gran devoción al Sagrado Corazón y la Inmaculada Concepción, cuya fiesta celebraba con novena. Esta costumbre se conserva todavía en Lucera.  Francisco Antonio, por su parte, se definía "el pecador de la Inmaculada" porque veía en la Inmaculada Concepción un signo del esplendor de María, refugio de los pecadores y guía segura para mantenernos alejados de las tinieblas. Por esto distribuía estampillas de la Virgen Inmaculada y escribía cantos marianos para difundir su culto. 

Como refirió un testigo de la época, "hablaba de la Santa Madre de Dios con tanta devoción y ternura y una expresión tan afectuosa en el rostro, que parecía haber tenido un coloquio cara a cara con Ella". No presumía de su cultura, pero la utilizaba para que todos le entendieran. En sus sermones les decía a los fieles que imitaran las virtudes de María para pertenecer totalmente a Cristo. Deploraba los vicios, sin temer atraer la hostilidad de los demás.

El Padre Fasani murió precisamente el primer día de la novena de la Inmaculada, el 29 de noviembre de 1742. Poco antes, sintiéndose bien de salud, predijo su muerte y anunció al Padre Luis Giocca que pronto lo seguiría. El Padre Giocca, a quien no sonreía esta perspectiva, respondió: “Padre Maestro, si usted quiere morir, está en todo su derecho, pero yo no tengo ninguna prisa”. “Los dos vamos a hacer el viaje: yo antes y usted después”, fue su respuesta. Dos meses después murió el Padre Giocca.

El Papa Pío XII en  1951, lo elevó al honor de los altares declarándolo beato. Y el Romano Pontífice Juan Pablo II lo canonizó en 1986. Sus restos se encuentran guardados bajo el altar mayor del templo de Lucera, construido a principios del siglo XIII por Carlos II de Anjou. 

     Reliquias del Santo 

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