San Lucas Evangelista

 

                                           Autor de uno de los Evangelios. Mártir. 84.

San Lucas escribió dos libros muy famosos: el Tercer Evangelio y Los Hechos de los Apóstoles. Es un escritor muy agradable, y el que tiene el estilo más hermoso en el Nuevo Testamento. 

Era médico. San Pablo lo llama "Lucas, el médico muy amado", y probablemente cuidaba de la quebrantada salud del gran apóstol. Era compañero de viajes de San Pablo. Lucas acompañó a San Pablo cuando éste estuvo prisionero, primero dos años en Cesárea y después otros dos en Roma. Es el único escritor del Nuevo Testamento que no es israelita. Era griego.

Su evangelio es el que narra los hechos de la infancia de Jesús, y en él se han inspirado los más famosos pintores para representar en imágenes tan amables escenas. Viajó por varios países, y se supone que fue colgado de un olivo por los idolátricos sacerdotes de Grecia.

Lucas era natural de Antioquía (Turquía), por lo tanto no era judío, esto se ve cuando Pablo lo separa de los circuncidados (Col. 4, 14), además de ser un hombre más de educación griega y de profesión médico. 

Estaba quizás también emparentado con el diácono Nicolás "Nicolás, un prosélito de Antioquía", (Hech. 6,5). Según reza la tradición, perteneció a los 70, esto es del grupo de seguidores de Jesús, pero según la exégesis, las fechas de la escritura de sus obras no concuerdan en el tiempo. Sí sabemos que su evangelio fue dictado por la Virgen María y que los Hechos de los Apóstoles es una continuación del mismo, es el más largo y el mejor redactado por su elaboración exquisita del griego como solo una persona culta y sabia podía hacer en esa época. 

Lucas se hizo cristiano mucho después y conoció a María en una visita que hizo junto a Pablo. De esto se desprende que Lucas era seguidor de Pablo, "el médico querido" (Col., 4, 14). Lucas hizo muchos viajes junto a Saulo de Tarso en su camino por la evangelización, por lo que se sabe Pablo no era un hombre sano y quizás necesitó de la ayuda de Lucas para sus viajes.

Cuando Pablo partió de Filipos, Lucas se quedó, con toda probabilidad para continuar el trabajo de evangelista. San Jerónimo cree que es muy probable que San Lucas sea "el hermano, cuyo renombre a causa del Evangelio se ha extendido por todas las Iglesias" (II Cor. 8, 18), y que fue uno de los portadores de la carta a Corinto.  Poco después, cuando San Pablo volvió de Grecia, San Lucas le acompañó de Filipos a Tróade, y con él hizo el largo viaje por la costa descrito en Hechos 20. Subió a Jerusalén, estuvo presente en el tumulto, vio el ataque al Apóstol. 

Los biblistas están seguros de que fue un continuo visitante de San Pablo durante los dos años de prisión en Cesárea. 

Fue partícipe del naufragio y estuvo junto a Pablo en Roma por un período considerable, pues se sabe por las Epístolas a los Colosenses y a Filemón, y se le menciona en los saludos dados: "Os saluda Lucas, el médico querido", "Te saludan, Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores". 

También los estudiosos dicen que los relatos de los Hechos se hicieron en ese período y Lucas fue el último fiel compañero de Pablo hasta su muerte: "He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera... Apresúrate a venir hasta mí cuanto antes, porque me ha abandonado demás por amor a este mundo... El único que está conmigo es Lucas" (II Tim., 4, 7-11). Nótese en los saludos que aparece Marcos, el fiel secretario de San Pedro que también estuvo participando en los últimos tiempos en Roma junto a Pablo y de allí se puede saber como la primera parte de los Hechos habla mucho de las actividades de los apóstoles, siendo Marcos muy allegado a ellos. 

Está presente en la conversión de Lidia con sus compañeros. Junto con San Pablo y sus compañeros, fue reconocido por el espíritu pitón: "Nos seguía a Pablo y a nosotros gritando: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian un camino de salvación" (v. 17).

Vio a Pablo y Silas detenidos, arrastrados ante los magistrados romanos, acusados de alborotar la ciudad, "siendo judíos", azotados con varas y echados a prisión. Lucas y Timoteo escaparon, probablemente porque no eran judíos.

Luego de los sucesos de la muerte de Pedro y Pablo, no se sabe bien el destino de Lucas, se discute aún si fue martirizado o bien según el antiguo "Prefatio vel Argumentum Lucae" murió de anciano. Sí sabemos que siguió predicando por las tradiciones en Macedonia, Acaya y Galacia, y que supuestamente falleció en Beocia o Dalmacia.

En el prólogo de su Evangelio, Lucas nos dice que lo escribió para que los cristianos conociesen mejor las verdades en las que habían sido instruidos. Era, ante todo, un historiador y escribía principalmente para los griegos. Él mismo nos indica sus fuentes. Como había muchos que relataban los sucesos tal como los habían oído contar a “aquéllos que fueron los primeros testigos y ministros de la palabra”, también a él le pareció bien, “tras de haber estudiado los sucesos desde el principio”, referirlos en una narración ordenada. 

Al Evangelio de San Lucas debemos el relato detallado de la Anunciación, de la visita de María a Isabel y de los viajes de Cristo a Jerusalén (19:51; 29:28), así como la narración de seis milagros y de 18 parábolas que los otros evangelistas no mencionan. 

San Lucas escribió los “Hechos” como una especie de apéndice de su Evangelio, para dejarnos un relato auténtico de las maravillas de la fundación de la Iglesia y de algunos de los milagros obrados por Dios para confirmarla. En los 12 primeros capítulos, San Lucas refiere algunas actividades de los principales apóstoles después de la Ascensión del Señor. Del capítulo 13 en adelante, habla casi exclusivamente de las actividades y milagros de San Pablo, ya que había sido testigo presencial de muchos de ellos.

En su obra pueden distinguirse tres momentos, que han influido poderosamente en la liturgia cristiana.

1) Apoyándonos básicamente en su “evangelio de la infancia” (Lc 1-2) celebramos la fiesta de la Navidad.

d) De manera semejante, solemos celebrar la Pascua cristiana teniendo en cuenta los “cuarenta días” de apariciones de Jesús de los que él habló y que culminan con la Ascensión al cielo, que ningún otro autor del Nuevo Testamento ha presentado de esa forma (cf. Lc 24 y Hech 1).

3) Finalmente, sólo Lucas nos permite celebrar la fiesta cristiana de Pentecostés (fiesta del Espíritu Santo), enviado por Jesús, para iniciar y promover la misión cristiana en todo el mundo, a lo largo de todos los tiempos (Hech 2).

Cuando los cristianos actuales celebramos Navidad o interpretamos la Ascen­sión de Jesús como culmen y clausura de la Pascua estamos utilizando, quizá sin saberlo, el esquema teológico, histórico y litúrgico de Lucas. Otros autores del Nuevo Testamento (como Pablo o Juan) han podido ofrecer una imagen más profunda del misterio de Jesús en el comienzo de la Iglesia. Pero Lucas ha sido (con Mateo, en otro plano) el autor que más ha influido en el despliegue de la Iglesia cristiana. Algunos le han llamado “pintor”, porque ha sabido “pintar” sobre todo los orígenes de Jesús y de los cristianos.

Escribe su evangelio en Roma a fines de la primera cautividad de San Pablo, entre los años 62 y 63. Sus destinatarios son los cristianos de las Iglesias fundadas por el Apóstol de los gentiles. Como evangelista tiene un rasgo muy peculiar debido a su condición de gentil que escribe para cristianos de cultura griega: hace muy pocas referencias a la Ley de Moisés y es el que más insiste en el alcance universal de la salvación, mostrándose también en eso fiel discípulo de Pablo. Su idea fundamental es el acceso de todos los pueblos a la Salvación, y la participación en el Reino de Dios de todas las categorías que la ley judía aparta del culto: pobres, pecadores, mujeres y paganos. Demuestra una gran estima por la mujer; todas las mujeres que aparecen son amables y Jesús siempre les demuestra gran aprecio y verdadera comprensión.

Lucas ve a las personas tal cual son (mitad debilidad y mitad buena voluntad), y las ama y las comprende. Es llamado el Evangelista de la misericordia, por ser el único que nos trae las parábolas del hijo derrochón, de la moneda perdida, del buen samaritano, etc. 

Contiene un anuncio de la vida de Jesús que podemos considerar el más completo de todos y hecho a medida para los cristianos de origen no judío. No minimiza nunca la Cruz (nos deja la descripción más detallada de la agonía de Jesús) pero en él predomina el gozo: desde el nacimiento de Juan, con el cual «muchos se alegrarán», al envío de los discípulos, que tras la Ascensión «volvieron a Jerusalén con gran alegría», pasando por las parábolas de la misericordia, todo en él es un triunfo de la vida y del amor. El cantor de la mansedumbre de Cristo (como lo llama el Dante), capta desde el principio el universalismo del mensaje de amor que Jesús confía a los suyos.

Se le atribuyen habilidades de pintor y se supone que pinta retratos de María. El más famoso, que se conserva en la Capilla Paulina de Santa María la Mayor de Roma, es en realidad un icono del siglo XII. La imagen de nuestra Señora del Perpetuo Socorro sería original de él. Los pintores lo tienen también por patrono y se encomiendan a él como al artista que tuvo el máximo modelo de hermosura humana.

Para redactar su evangelio hizo una prolija investigación y entrevistó a los que más estaban cerca de Jesús, sus apóstoles y su Madre, la Virgen María, hasta un exegeta hipotetizó que fue ella misma que dictó el “Magnificat” al evangelista. Solo en su libro podemos encontrar afirmaciones sobre la Virgen muy íntimas como: María, por su parte, guardaba con cuidado todas estas cosas, meditándolas en su corazón (Lc 2, 19).

Por esa relación tan cercana a María y su pasión por la pintura, se le atribuye la primera imagen de la Virgen. La tradición cuenta que Lucas la retrató mientras ella relataba con tanto amor todo lo sucedido con su Hijo Jesús.

¿Pero dónde se encuentra esa pintura? En las catacumbas de Priscila en Roma se encuentra una imagen muy antigua de la Virgen que se atribuye a San Lucas, pero una interpretación más fuerte de la tradición romana es la atribución de la autoría al santo de la muy querida imagen la “Salus Populi Romani”, que habría sido pintada en un trozo de madera de la mesa que se utilizó en la última cena de Jesús con sus apóstoles.

La leyenda dice que la pintura permaneció en Jerusalén hasta que fue descubierta por Santa Elena que junto con otras reliquias sagradas, como la cruz en la que murió Cristo. La pintura fue trasladada primero a Constantinopla donde reinaba su hijo, el Emperador Constantino el Grande y luego trasladada por la propia Santa Elena a Roma, donde fue colocada en la Basílica de Santa María la Mayor considerada como el “primer santuario dedicado a la Virgen María en Occidente”.

Salus Populi Romani

Pero no es la única imagen a la que se le atribuye a San Lucas, también se dice que los siguientes cuadros fueron pintados por él: Ntra. Sra. de Vladimir, Patrona de Rusia, Santa María de Impruneta, Florencia –Italia, Ntra. Sra. de San Lucas, Boloña, Italia.

Más tarde, se le atribuyeron otras pinturas, pero San Agustín afirma claramente que nadie sabía nada sobre el aspecto físico de la Santísima Virgen. En cambio, no cabe duda que las descripciones de San Lucas en sus escritos han inspirado a innumerables pintores. Los cuatro símbolos mencionados por Ezequiel se han aplicado a los 4 evangelistas. El símbolo de San Lucas es el toro. San Ireneo dice que se trata de una alusión al sacrificio del que habla San Lucas al principio de su Evangelio.

Según remotas tradiciones, después de la muerte de Pablo, Lucas evangeliza en Egipto, Acaya y Bitinia, donde habría sellado con su sangre la verdad del Evangelio al morir crucificado en Patrás, Grecia, a los 84 años. La tradición indica que mandó ser enterrado junto a la imagen tallada de "Nuestra Señora" que él mismo había hecho, la cual originaría siglos después el culto a la Virgen de Guadalupe en España. Su símbolo es el buey, porque su evangelio empieza con el sacrificio de Zacarías en el Templo, y desde tiempo inmemorial es patrono de médicos y cirujanos. En tiempos de las Cruzadas, las reliquias del santo llegaron a Padua (Italia), donde se conservan en la iglesia de Santa Justina.


Reliquias de San Lucas

En septiembre de 1999 se abrió, en la Basílica de Santa Justina de Padua (Italia), por decisión del Obispo, Monseñor Mattiazzo, para realizar comprobaciones científicas sobre su autenticidad, la urna con las reliquias atribuidas a San Lucas Evangelista. La comisión científica, presidida por el anatomopatólogo italiano Vito Terribile Wiel Marin, según los análisis realizados, confirma que el esqueleto contenido en el arca de mármol del crucero izquierdo de la Basílica de Santa Justina, de Padua, pertenece a un hombre de hace unos 2.000 años, fallecido en edad avanzada. Además, han confirmado que la antiquísima caja de plomo en la que se conserva es la misma en la que fue colocado el cadáver poco después de morir, y no los huesos.

                                                Urna con las reliquias de San Lucas

Pero el hallazgo más interesante es la comprobación del cráneo, que no estaba con el resto del cuerpo, ya que, según documentos históricos fidedignos (se hizo una auténtica acta notarial), fue sacado por Carlos IV y llevado a Praga el 9 de noviembre de 1354, donde se venera actualmente. 

                                                      Cráneo de San Lucas en Praga

La reliquia llegó a Padua, a petición de Monseñor Mattiazzo, para comprobar si ciertamente pertenecía al mismo cuerpo. Según el doctor Wiel Marin, la coincidencia entre el cráneo y el atlas, la primera vértebra cervical, es total. La articulación cráneo y atlas -afirma- se considera altamente específica, del tipo llave cerradura. Esto, por tanto, es un argumento decisivo para la autenticidad de estas reliquias respecto a otras, presuntas, del santo.

Según una antigua tradición, contenida en un texto del siglo II conocido como “Prólogo Antimarcionita”, Lucas, el querido médico de San Pablo, murió a los 84 años de edad en Beocia (Grecia), en cuya capital, Tebas, aún se venera un sarcófago de mármol vacío. San Jerónimo confirma que la urna con sus reliquias fue trasladada a Constantinopla durante el siglo IV, bajo el Emperador Constantino. El profesor Wiel Marin afirma que se hizo medir el sarcófago tebano, y se comprobó que se ajusta perfectamente a las medidas de la caja de plomo abierta en Padua. Lo que los historiadores no han aclarado aún es cuándo llegaron los restos de San Lucas a Padua. Según algunos, fueron traídos tras la caída de Constantinopla en 1204. Otros, en cambio, aportan documentos que prueban que ya estaban allí en 1177. Probablemente fuesen traídos en el siglo VIII por un sacerdote, llamado Urio, para salvarlos de las luchas iconoclastas. Ése es, al menos, el relato de la Tradición.

Los restos del santo han sido identificados en numerosas ocasiones, según los testimonios documentales: en 1354, por orden del Emperador Carlos IV; en 1463, para saber si el auténtico San Lucas era el de Padua o un homónimo aparecido en Venecia; y en 1562, para ser venerado por los fieles. Sin embargo, según los restos encontrados, debió de ser sometido a otras comprobaciones, ya que en la urna se encontraron numerosas monedas de diversa datación; la más antigua es del año 299, bajo el imperio de Maximiano. El motivo por el que se ha abierto el sepulcro y se ha sometido a tan minucioso examen fue la petición del Metropolitano Hieronimus, Arzobispo ortodoxo de Tebas, para que monseñor Mattiazzo donase una reliquia significativa del santo a su ciudad, la primera en la que fue enterrado, con estas palabras: “Creemos que estas celebraciones acercarán a los fieles de las dos diócesis, harán más profunda la fraternidad de los dos Obispos, ayudarán en el camino del ecumenismo, cosas, hoy, más que nunca necesarias en las presentes circunstancias”.


Monseñor Mattiazzo lo explica así: “El Arzobispo de Tebas no tenía ninguna duda de que las reliquias de Santa Justina pertenecían a San Lucas. Yo formé una comisión histórica para examinar la consistencia de esta antigua tradición. Pero inmediatamente nos dimos cuenta de que era necesario también un examen científico. El prelado escribió al Cardenal Miloslav Vlk, Arzobispo de Praga, pidiendo prestada la reliquia del cráneo para ulteriores comprobaciones, e informó a la Santa Sede sobre la petición del Arzobispo de Tebas y sobre la conveniencia de hacer ese examen científico. La Congregación para las Causas de los Santos, tras consultar a la Secretaría de Estado y al Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, dio su aprobación. Han venido a Padua cristianos ortodoxos orientales, monjes del Monte Athos y el metropolitano de Tebas para venerar a San Lucas, mientras que muchos paduanos ignoraban la tradición de su presencia en Padua. En Padua nos tendríamos que dar cuenta del precioso y extraordinario tesoro que conservamos”.



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