San Mamerto de Vienne

 

                                                     Obispo de Vienne. 475.

Nació en Lyon, Francia, y fue sacerdote medio siglo antes del bautismo del Rey Clodoveo. Es decir, toda su carrera eclesiástica se desarrolló en plena invasión de los bárbaros. 

Fue Obispo de Vienne desde el año 463, en medio de los burgundios, que se habían instalado en el valle del Ródano. Éstos, como sus primos los visigodos de Toulouse y de España, eran arrianos. Es maravilloso que, en tales condiciones, este prelado galorromano de perfecta ortodoxia hubiera gozado de un episcopado tan tranquilo. Sin duda se debió al prestigio de su ciencia y de su santidad. No parece, en cambio, que llevase a muchos burgundios a la verdadera fe. Fue su Rey Segismundo y sus sucesores quienes más tarde los obligaron a convertirse.

El hecho de que su hermano, Claudianus Mamerto, el escritor teológico, recibió en su juventud una firme enseñanza en retórica, y disfrutaba de la compañía del Obispo Eucherius de Lyons (434-50), sugiere que los hermanos pertenecían a una familia opulenta de la ciudad de Galo en la provincia de Lyons. 

Al igual que su hermano, San Mamerto también fue reconocido por su conocimiento de asuntos profanos como también en teología, y antes de su denominación al episcopado, al parecer Mamerto habría estado casado. Su elección y consagración tomó lugar poco antes del año 462. Como Obispo enlista los servicios de su hermano, quien se había recluido en un claustro, y lo ordenó como sacerdote de Vienne.


Lo primero que se conoce de su pastoreo es una polémica con el Papa San León Magno, debido a la reestructuración que hizo este de los territorios eclesiásticos en la Galia, luego de las invasiones de los hunos y godos y la nueva configuración de los reinos francos. 

Ocurrió que Mamerto ordenó de obispo de Die a San Marcelo, hecho ante el cual protestó San Leoncio de Arlés, pues en su categoría de arzobispo, Vienne era una sede sufragánea y Mamerto no debía ordenar por su cuenta. Mamerto protestó, pero finalmente obedeció cuando el Papa le recriminó su actitud, confirmando la supremacía de la sede de Arlés sobre Vienne. 

Zanjado este asunto, Hilario comisionó a Mamerto para que fuera al sínodo de Arlés a refutar a algunos obispos que predicaban la herejía de que Cristo solo habría muerto en beneficio de los elegidos, y no por todos los seres humanos. Mamerto condenó aquel error y logró la renuncia, por parte de los errados, a semejante herejía. También realizó San Mamerto la invención y traslación de las reliquias de San Julián de Brioude y San Ferreol, santos para los que edificó una iglesia en Vienne.


Pero por lo que ha pasado San Mamerto a la historia, es por su intervención bendecida por Dios en las catástrofes que asolaron su ciudad. Invasiones, terremotos y varios incendios. Incluso la leyenda cuenta que las bestias bajaron de los montes y devoraban a los habitantes de la ciudad. 

Los cristianos, creyéndose merecedores de lo que veían como castigo divino, vivieron la cuaresma del año 470 con gran austeridad y penitencia, dando muestras de arrepentimiento. El Domingo de Pascua esperaban hallar misericordia de Dios cuando estando en la Santa Vigilia Pascual, se incendió la Casa Consistorial y otras edificaciones anexas a la catedral. Abandonó el pueblo el templo y la ciudad, clamando a Dios desesperadamente. Todos, menos el santo obispo, que quedó en la iglesia postrado ante el altar, para implorar a Dios misericordia sí o sí. Y la alcanzó, pues el fuego remitió sin que nada se hubiera hecho. Regresó el pueblo y continuó el gozoso oficio de Pascua.

Luego de esto, Mamerto instruyó al pueblo sobre como la continua oración, la penitencia y el sacrificio eran los medios para alcanzar misericordia de Dios en las desgracias, y ordenó que al final de la Pascua, los tres días que precedían al Jueves de Ascensión, serían de públicas rogativas, acompañadas de ayunos y penitencias, haciendo estación en algunas iglesias de la ciudad. 

Llegado el lunes posterior al quinto domingo de Pascua, la ciudad entera acudió a aquel nuevo rito que no imaginaban llegaría a ser preceptivo para la Iglesia Universal.  El Obispo de Vienne tuvo la idea de hacer durante tres días, a través de los campos, una procesión para pedir al cielo el fin de estas calamidades. La primera redacción de las rúbricas y textos litúrgicos a usar se debe a San Avito, sucesor de Mamerto.

El Concilio de Orleans, en 511 ordenó que las rogativas que se hacían en Vienne se comenzasen a hacer en toda Francia. En España comenzaron a celebrarse en el siglo VII y pronto se extendieron. San León III las introdujo en Roma en el siglo VIII, si bien cambió el ayuno por solo abstinencia, debido a que se realizan en pleno júbilo pascual. Con todo, no hay que pensar en que procesionar penitencialmente haya sido un invento de San Mamerto, pues hay testimonios de las celebradas por la Iglesia de Oriente al menos desde el siglo IV. En la Iglesia romana fueron eliminadas estas rogativas en la Reforma litúrgica del Vaticano II.

Finalmente, después de gobernar su iglesia como un celoso pastor, Mamerto entró en el cielo aproximadamente en el año 447. Su cuerpo fue sepultado primeramente en la iglesia de los Santos Apóstoles a las afueras de Vienne, desde donde se trasladaron en el siglo XII a la Basílica de la Santa Cruz, Orleans. En 1562 fueron  profanadas  por los herejes, que  quemaron la cabeza y huesos del Santo, que estaban en diferentes arcas, y dispersaron con odio sus cenizas. 



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