San Vital de Gaza

                  

                                                                Ermitaño. 625.

Nacido a mediados del siglo VI en la pequeña franja de terreno al suroeste de Israel, Vital se convirtió en uno de los numerosos ermitaños que abundaron en la Iglesia posterior a la conversión de Constantino. En él se cumple aquello de que la vida contemplativa no es aislamiento, sino comunión con el resto del mundo. Los últimos años de su vida así lo demuestran


Llevaba una vida de retiro y oración cuando llegaron a sus oídos noticias de la gran cantidad de prostitutas que había en Alejandría, una de las grandes metrópolis de aquel tiempo. Su actividad estaba regularizada y, además de estar registradas en un censo, debían pagar impuestos por su labor.

Al conocer su situación, Vital pudo haberse alegrado de llevar una vida retirada del mundo, pero decidió seguir la llamada de Dios a hacer algo por aquellas mujeres. Así, ya con 60 años, un anciano para aquella época, salió de su cueva en Gaza y recorrió andando los casi 500 kilómetros que le separaban de Alejandría. 

La ciudad egipcia era por aquel entonces un enclave bullicioso, un ir y venir de comerciantes, de ideas y corrientes filosóficas más o menos en boga, y de posturas dispares sobre diversas teologías. Ajeno a todo esto, cuando llegó a la ciudad Vital ya tenía un plan: buscar un trabajo como jornalero y conseguir una lista de todas las prostitutas de la zona. Consciente de que las mujeres de mala vida también están llamadas al reino de los cielos, resolvió dedicarse a ayudarlas. Se hacía amigo de ellas y las trataba con bondad y misericordia. Sufrió mucha incomprensión por este apostolado, pero su Obispo lo apoyaba.

La leyenda cuenta que después de conseguir el nombre y la dirección de cada prostituta de la ciudad, trabajaba como jornalero durante todo el día y por la noche entregaba sus ganancias a una de estas mujeres para que "pasara una noche sin pecar". A continuación pasaba la noche rezando con ella, intentando convencerla de que cambiara de vida y se convirtiera al cristianismo. Al salir del burdel, obtenía de la prostituta la promesa de no revelar la naturaleza de su visita.

A las prostitutas les recordaba su valía y les hablaba del amor de Dios por ellas, iniciando un camino que muchas veces las condujo a un cambio radical de vida. Muchas dejaron la prostitución y gracias a Vital consiguieron un matrimonio y formaron una familia después; otras incluso llegaron a entrar en un monasterio. Vital logró ver en ellas lo que ni ellas mismas ni sus clientes podían sospechar: una dignidad y un valor tan amplios como los brazos de Cristo en la cruz.

Estas mujeres le tomaron enseguida un gran afecto, y entablaron con él una seria amistad porque estimaban en mucho sus palabras y sus sanos juicios acerca de sus vidas. A pesar de ser un trabajo difícil, tenía las puertas de su ermita abierta para que fueran a hablar con él cuando quisieran. Les hablaba de la felicidad que da la honestidad de costumbres. Gracias a sus palabras y al amor sincero y puro que les tenía, además de ser su paño de lágrimas, muchas se convertían y dejaban su mala vida. Pero como suele ocurrir, había “beatos y beatas” que veían con malos ojos que se dedicara a este trabajo. Lo denunciaron al Obispo y lo encerraron.

Las chicas prostitutas pasaban cada noche frente al Palacio Episcopal gritando y reclamando la libertad de su amigo Vital. El Obispo lo comprendió. Murió a manos de un explotador de mujeres que se sentía perjudicado por el trabajo apostólico del santo. Dejó escrita una tablilla que decía: “Ciudadanos de Alejandría, no esperéis el mañana para convertiros, pero esperad, para juzgar el día del juicio final".



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